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Pero además hay, al menos, otras dos razones para esta nueva edición. La primera, recuperar una de las figuras más representativas del anarquismo español; la segunda, la necesidad de replantear la historiografía existente sobre los años treinta del presente siglo en España.
Entre los libertarios se rechaza no sólo el culto al dirigente, al líder, sino también a los símbolos, a las representaciones de sus ideales. Como previene Agustín García Calvo, el anarquista advierte los peligros de incitar la necesidad que las gentes tienen de imágenes e ídolos. Con la publicación de esta biografía de Buenaventura Durruti no se trata de mitificar al militante ácrata, ni elevarlo al panteón de los hijos ilustres muertos por la patria o la revolución. Sin embargo tampoco hay que arrojar al olvido a personajes que, por sus cualidades personales o por las circunstancias concretas que les tocó vivir, pueden representar a otros miles de hombres y mujeres anónimos y sintetizar acontecimientos que sí deben ser recordados más allá de la historia oficial, de la elaborada por el poder.
Y este hecho, tiene un valor añadido cuando se tiene en cuenta el contexto en el que vivimos. Cuando es preciso resistir el acoso de unas estructuras de poder que se sienten completamente seguras a pesar de sus pies de barro. Como instrumento de lucha, como elemento de resistencia a la desinformación imperante aparece esta edición de Durruti en la Revolución española.
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