La matanza de Badajoz según Impío Moa. Texto de Francisco Espinosa Maestre


Sólo un descerebrado puede servir de faro para los descerebrados franquistas. Ni es historiador, ni sus libros tienen ningún fundamento histórico, ni da una cifra creíble, ni siquiera se molesta lo más mínimo en investigar antes de rebuznar. El juntaletras de moda entre la peor chusma de nuestra tierra y que siempre encuentra editoriales donde perpetrar sus insultos a la inteligencia. Sólo engaña a los que quieren ser engañados, sólo lo citan quienes hacen del engaño su negocio.


Propaganda es el arte de simplificar.

Josep Goebbels


Lo mejor de Moa son, sin duda, sus conclusiones: «Aun sin las exageraciones de la leyenda, se trató de una represión larga y despiadada, pero no mucho mayor que en otros lugares». ¡Qué nivel! Tampoco tiene desperdicio ésta: «Puede afirmarse, pues, la casi segura falsedad de las historias de cientos o miles de prisioneros masacrados en la plaza de toros u otros puntos, por no hablar de los sádicos espectáculos añadidos». La casi segura falsedad, dice el historiador de moda con la precisión y rigor habituales en él. ¡Qué bien trabaja Moa para la Causa y cuánto se lo premiarán cuando vuelvan al poder!

Al final resulta que tenía razón el maestro Ricardo de la Cierva y que lo de la matanza de Badajoz no fue más que una maniobra para desviar la atención de las matanzas de la cárcel Modelo. «Es sólo una conjetura», concluye Moa, «pero no desdeñable». Se veía venir. Llegado a este punto, minimizada la matanza de Badajoz y eximido Yagüe de cualquier responsabilidad, Moa necesitaba conectar con las matanzas de la cárcel Modelo, queriendo tapar con ello la sangría de la ciudad extremeña. Sólo le faltó contarnos que la culpa de las matanzas de la Modelo la tuvieron en gran medida los de Badajoz, que impidieron que Yagüe llegara pronto a la capital para liberarla. O sea que se lo tuvieron bien merecido.

Periódico francés de la época

Y si antes veíamos las rancias referencias bibliográficas de Martín Rubio, ¿qué decir de las de Moa? Las notas de su capítulo 17 dedicadas a Badajoz en Los mitos de la guerra civil no tienen desperdicio. Se trata de ¡siete notas!, que remiten a Julián Zugazagoitia, Justo Vila, Alberto Reig Tapia y Paul Preston (¡!). Sólo con el Método Moa (un libro en 9 días) es posible elaborar un capítulo como el 17 de Los mitos de la guerra civil sin otra apoyatura que estos nombres. ¿Y las verdaderas fuentes, esos que, como Moa, negaron o minimizaron la matanza a lo largo de la dictadura? En el texto, por ejemplo, se menciona en una ocasión a A. D. Martín Rubio pero no cita ni una sola de sus obras ni la procedencia de las ideas que de ellas toma, es decir, se oculta la fuente clave. ¿Por qué ocultarlo y no hacerlo constar en notas si de ahí toma lo fundamental? ¿Quizás para que no salten a la vista las afinidades ideológicas y los lazos que unen en línea nunca rota a la historiografía franquista, neofranquista y revisionista? Ésta es una posibilidad, aunque hay otra: con el método Moa las notas son opcionales.


En conclusión, ¿qué dice Moa de la matanza de Badajoz? Primero justifica la violencia fascista, ya que «los sublevados, en inferioridad inicial, creían necesaria una extrema violencia a fin de paralizar al enemigo» —como los socialistas en el 34, apunta aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid—, aunque dice que «responde a la lógica de una sublevación que aspira a imponerse con rapidez» y matiza que «esta motivación fue cediendo conforme la inferioridad rebelde desaparecía y el recurso al terror se hizo menos necesario». ¿A qué inferioridad se referirá, a la de la exigua Columna Madrid? También da otra aguda explicación: resulta que los gol— pistas veían a los milicianos «como fuerzas irregulares, merecedoras del trato recomendado por Azaña para los insurrectos anarquistas: fusilables sobre la marcha». Aquí vemos nuevamente el método Moa en esencia: parece que está hablando de la represión efectuada por los franquistas, pero no, en realidad es sólo un pretexto para decirnos que, en todo caso, serían tan asesinos como Azaña, que era quien había inventado previamente el procedimiento siguiendo el precedente de los socialdemócratas alemanes del período de entreguerras. Es más, según las amplias investigaciones de Moa, «en su avance, los rebeldes tropezaban con las pruebas de crímenes perpetrados por las milicias, y ello les inducía a imponerles, cuando los vencían, un castigo ejemplar»; ciertamente también contaba el afán de venganza de los elementos civiles, pero habían sufrido tanto de febrero a julio… En todo caso, ni más ni menos que como en el otro bando.


En resumen, para Moa, no hubo matanza desproporcionada alguna en la plaza de toros ni en la propia ciudad; sólo represión inmediata de responsables y de algunos más, los precisos para que Yagüe pudiera continuar la ruta en la seguridad de que todo seguiría tranquilo como un cementerio. Es decir, una «represión rápida y sobre la marcha», dice el historiador de moda como si con ello fuera menos represión o una represión de segunda clase. La matanza de Badajoz no fue sino un invento para desviar la atención de las matanzas de la cárcel Modelo. Que aquella fuera denunciada antes que ésta no importa; que en la matanza de la Modelo hubiera indudablemente mucho de venganza por la razzia de Badajoz, tampoco. Total, diez páginas de refrito y quiere sentar cátedra fuera de su cafetería habitual.



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