La muerte de Francisco Ascaso


Los anarquistas llevan la iniciativa en la lucha final contra el cuartel de Atarazanas y el edificio de la comandancia de la región militar situados ambos al final de las Ramblas. Ya han avanzado hasta la Rambla de Santa Mónica. Al otro lado del cuartel, en la Puerta de la Paz, algunas unidades policiales y elementos antifascistas de diversas organizaciones, vestidos de paisano, luchan al lado de los combatientes callejeros de la CNT. Dirigidos por Francisco Ascaso, que empuña siempre su Astra de 9 mm, los miembros del comité de defensa anarquista avanzan cautelosamente hacia el sur, protegidos por los robustos árboles del paseo de las Ramblas; Durruti, Ortiz, Valencia, García Oliver y los militantes de los sindicatos anarquistas: Correa, del sindicato de la construcción, Yoldi y Barón de los metalúrgicos; García Ruiz, de los tranviarios; también están Domingo y Joaquín, hermanos de Ascaso. Allí está además el camión con la ametralladora sobre la cabina, que ocupan Ricardo Sanz, Aurelio Fernández y Donoso. No están solos: cientos de obreros se han puesto en movimiento.

A medida que los atacantes se aproximan al cuartel, cada paso adelante se hace más difícil y peligroso. Los militares sublevados están bien parapetados. Los tirotean desde el balcón del Sindicato del Transporte y desde el Centro de Dependientes; durante la noche se han improvisado avanzadillas con muebles, colchones y enormes bobinas de papel que proceden de la imprenta de Solidaridad Obrera.

Los primeros anarquistas abandonan su abrigo detrás de los árboles y cruzan las Ramblas; los atacantes se detienen en la calle de Santa Madrona, situada al alcance del fuego del cuartel y de la comandancia de la región militar. La única protección la ofrecen los puestos del mercadillo de libros viejos.

Durruti y su gente sólo ven una posibilidad de avance. La parte más antigua del cuartel está rodeada por un muro que ya ha sido destruido por el fuego de artillería y granadas de mano. Partes del muro se mantienen en pie y pueden servir de protección. Pero, entretanto, Ascaso ha divisado, en una ventana que da a la calle de Santa Madrona, a un tirador con una ametralladora, que domina todo el sector y hace fuego sobre los compañeros que avanzan por las Ramblas.

[LUIS ROMERO]



Para llegar a esa posición hay que abandonar el abrigo y recorrer un trecho que está bajo el fuego de la comandancia de la región militar. Mientras los compañeros deliberan aún sobre la maniobra táctica, una bala roza en el pecho a Durruti. Sus amigos lo envían a un puesto improvisado de socorro; Lola Iturbe, una luchadora de primera hora, lo venda provisionalmente. Entretanto, un comando compuesto por Ascaso, García Oliver, Justo Bueno, Ortiz, Vivancos, Lucio Gómez y Barón inician una carrera con la muerte y zigzaguean desde la barricada hasta los puestos de libros. Estos puestos son las mejores posiciones de partida para empezar un ataque por la calle de Santa Madrona. Allí están bajo una lluvia de balas: ofrecen un buen blanco, tanto desde las torrecillas del cuartel como desde el puesto de la comandancia de la región militar.

[ABEL PAZ]


Durruti, Ascaso y Oliver
Francisco Ascaso llega a los puestos de libros seguido por Correa y algunos otros militantes. Durruti y sus compañeros lo llaman, pero él se desentiende de sus preguntas y les hace señas de que no se preocupen por él, para no llamar la atención. Hay que silenciar ese nido de ametralladora en la ventana. Ascaso estudia la situación táctica. Casi justo frente a la ventana hay un camión estacionado; entre el último puesto de libros y el camión no hay protección. Ascaso está convencido de que, si consigue llegar al camión, podrá liquidar al tirador de la ametralladora con un solo tiro de pistola, a corta distancia. Agachado, se lanza a correr. Varios impactos en el muro de la casa, detrás de él, demuestran que el tirador le ha descubierto.

[LUIS ROMERO]

Durruti, que ha observado la operación desde la barricada, le dice a Pablo Ruiz: «Me habéis engañado, la herida podía esperar». Y ordena concentrar el fuego contra la torrecilla del cuartel en la cual Ascaso ha puesto sus miras. Pero el tirador enemigo ya ha descubierto la celada.

[ABEL PAZ]

Antes de llegar al camión, se arrodilla, apunta y dispara. Cuando se dispone a levantarse y seguir corriendo hacia el camión, una bala le da en medio de la frente. Cae. Los compañeros le han visto levantar los brazos y caer al suelo. Yace bocabajo, ya no se mueve.

[LUIS ROMERO]

García Oliver es el primero en comprender lo que ha ocurrido y trata de saltar sobre el parapeto que lo protege, pero lo detiene un movimiento instintivo de Barón. Pasan aún unos minutos hasta que el tirador enemigo es silenciado. Entonces Ricardo Sanz y Ortiz pueden poner en lugar seguro el cadáver de Ascaso.

[ABEL PAZ]


Ascaso, Durruti y Jover
El último encuentro del grupo Nosotros se llevó a cabo el 20 de julio frente al cuartel de Atarazanas. El crepitar de las ametralladoras y los silbidos de las bombas de la FAI, ruidos familiares para nosotros, nos habían convocado. Durruti dirigía el ataque en primera línea, Ascaso y García Oliver manejaban una recalentada ametralladora, Sanz había traído un cesto con bombas arrojadizas, que lanzaba contra el cuartel sitiado; también estaban presentes Aurelio Fernández, Antonio Ortiz y Gregario Jover. Francisco Ascaso cayó en este combate. Su muerte fue el fin del grupo. Nunca nos volvimos a reunir, ni siquiera en el entierro de Ascaso. Y quizás ése fue el error más grande que cometió el grupo; se dispersó, se disolvió, el viento se lo llevó.

[RICARDO SANZ]


Lugar donde cayó Ascaso

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