Vegetarianismo y anarquismo: Orígenes



El vegetarianismo conoce unos orígenes muy anteriores a los de las ideologías antiautoritarias. Ya se hallan varias referencias a él entre los pitagóricos, seguidores de su maestro, Pitágoras, y varias recomendaciones por parte del famoso médico Hipócrates, ya en el siglo V a.C. en la Atenas clásica. Podemos encontrar más referencias de éste en la medicina medieval, en buena parte heredera de la medicina hipocrática, y en los hábitos de buena parte de la población rural y en las órdenes de clausura, monacales o mendicantes en la Baja Edad Media (siglos XII – XV) tanto en el continente europeo como en las reinos que por entonces componían la península ibérica. 

Los motivos eran tanto medicinales o fruto del modo de vida austero y comunal de la mayoría del agro ibérico. Entre los siglos XVI y XVIII aumenta paulatinamente la producción de tratados y textos médicos y dietéticos partidarios del vegetarianismo, apareciendo en Europa al inicio del siglo XIX, en especial en Inglaterra, las primeras sociedades vegetarianas, defendiendo tanto la buena salud humana como el amparo de los animales desde un punto de vista tan antropocéntrico como religiosamente caritativo.

En el siglo XIX la producción de este tipo de textos se dispara, apareciendo en Gran Bretaña las primeras sociedades en defensa de los animales (Society for the Prevention of Cruelty to Animals, 1824) y sociedades vegetarianas (la primera la Vegetarian Society, 1847). En la segunda mitad del siglo XIX se termina de configurar la doctrina naturista, un conglomerado de prácticas vitales (deporte, control natal, nudismo, evitar sustancias nocivas como las drogas…) entre las que el vegetarianismo tiene un papel importante, con el fin de mejorar el cuerpo humano individual y por tanto el conjunto de la sociedad, desde una clara visión antropocentrista y medicinal y con cierta moralidad, si bien muchos de los naturistas veían en el no alimentarse de animales ni usarlos como explotación un compromiso para su bienestar y salvación. 

Asentado el naturismo y el vegetarianismo en diversos ambientes principalmente intelectuales europeos, sus textos comienzan a llegar al Estado español a finales del siglo XIX. Hay que remarcar un apunte antes de continuar. Cuando hablamos de “vegetarianismo” en este contexto, realmente queremos decir “veganismo dietético”, pues en un principio dentro del término “vegetariano” no cabía el consumo de lácteos o huevos, y mucho menos pescado, comenzándose a popularizarse esta actividad bajo la misma nomenclatura en Europa Central en el límite cronológico que abarcamos con este trabajo. 

Hartos de esta difamación del término, los auténticos vegetarianos Elsie Shrigley y Donald Watson crearon en 1944 en Inglaterra el término vegan, traducido al castellano como “vegano” y derivado del término “vegetariano”, que ha sido el término que ha quedado para la posteridad. No obstante, preferimos hablar de “vegetarianismo” o “vegetarismo” para ser correctos con el lenguaje que utilizaban los y las protagonistas de esta historia hace un siglo.

El anarquismo tiene una historia más conocida. Con referentes antiautoritarios rastreables en la Grecia Clásica, las “herejías” y poblaciones medievales y diversos teóricos del Renacimiento y la Ilustración, primero Proudhon en Francia y más tarde Bakunin en Rusia configuran lo conocido como “anarquismo moderno”. El anarquismo se fundamenta principalmente por destruir todo tipo de autoridad, en especial la del Estado sobre sus habitantes, que es el punto en común a nivel mundial de todo el anarquismo. Al Estado español tal ideología lleva especialmente en 1868, con la llegada de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), extendiéndose por toda la Península en los años venideros. 

A finales del siglo XIX, y pese a la fuerte represión estatal sufrida y la creación de las primeras organizaciones marxistas y católicas, el anarquismo era la principal fuerza del movimiento obrero en el Estado español. En este contexto, la diversidad de opiniones dentro del anarquismo era inmensa: jornaleros y obreros de fábrica, legalistas e insurreccionalistas, colectivistas e individualistas, diversidad de sindicatos, procedencias… Tal multiplicidad lleva a los anarquistas a forjar publicaciones de debate interno, no sólo centradas en convencer a la masa obrera para llevar a cabo la Revolución social. Es en este contexto cuando comienzan a aparecer, entre otros debates, los temas naturistas y vegetarianos.

El empuje definitivo va a ser venir a la vez del movimiento naturista como tal y del movimiento libertario europeo. Por un lado, en 1903 se constituye en Madrid y Barcelona la Sociedad Vegetariana, adscrita a la Unión Federal Vegetariana (UFV), sociedad internacional creada en Chicago en 1893 que funcionaba, como indica su nombre, con federaciones autónomas voluntariamente reunidas y situadas en distintos puntos de la geografía europea, la misma metodología usada por el anarquismo desde la AIT, con su sección española, la por entonces extinta Federación Regional Española (FRE), que tras varios nombres más culminaría en la creación en 1910 de la anarcosindical Confederación Nacional del Trabajo (CNT), internacionalmente adscrita a la refundada AIT.

Por otro lado, es en este contexto en el que se introduce el naturismo en el anarquismo peninsular, tras la llegada de varias publicaciones al ambiente erudítico ácrata. En estos años existía la publicación La Revista Blanca (1898 – 1904), fundada por Joan Montseny (Federico Urales) y Teresa Mañé (Soledad Gustavo), supervivientes a los calabozos de los Procesos de Montjuïc, gran golpe represivo contra el anarquismo catalán en 1896. Tal revista era la única del momento en tratar temas de salud y apostar por una dieta sana, rechazo a las drogas, higiene… Es pues en esta revista donde aparecen publicados los artículos Hacia la Conquista del Estado Natural, de Henry Zilsy, en 1902, y Doctrina naturista

También en este contexto tiene lugar la traducción y lectura de los textos de Élisée Reclus, que entre 1905 – 1908 escribe El Hombre y la Tierra, gran obra de geografía social donde apuesta por el vegetarismo y la desnudez, la cual fue usada en su enseñanza por la Escuela Moderna del republicano federal Ferrer y Guardia, donde se instruyó a decenas de libertarios catalanes hasta su cierre y ejecución de su director acusado de instigar la Semana Trágica de Barcelona de 1909. Otra gran influencia fue la aparición de la última obra del anarcocristiano ruso León Tolstoi Últimas Palabras, en 1909, un año antes de morir. En ella propone “que vivamos según la ley de Cristo , de Emile Gravelle, en 1903; éste último profesor del anterior. Éstos abogan por el rechazo a las drogas, la dieta vegetariana y la vuelta a un mundo más salubre, sostenible, primitivo y respetuoso con el medio ambiente. El relevo en este aspecto de La Revista Blanca lo tomaría la revista Salud y Fuerza (1904 – 1914), encargada de temas teóricos muy similares a la anterior.

Otra gran influencia fue la aparición de la última obra del anarcocristiano ruso León Tolstoi Últimas Palabras, en 1909, un año antes de morir. En ella propone “que vivamos según la ley de Cristo amándonos los unos a los otros, siendo vegetarianos y trabajando la tierra con nuestras propias manos”. Otra citas que ya era por entonces conocida de este filósofo y pensador ácrata es “alimentarse de carne es un vestigio del primitivismo mas grande” o “la abstención de comer carne constituye la base fundamental de toda vida moral. Este hecho nos ha sido demostrado hasta la saciedad por todos los mejores representantes de la especie humana”. 

Por último, también en 1909 el filósofo libertario naturista venezolano Carlos Brandt escribió El Vegetarismo artículo del tratado de filosofía del vegetarismo que aparece en su libro El problema vital. Éste es publicado en 1913, por lo cual es secuestrado durante un año por la dictadura de Juan Vicente Gómez y su trabajo tirado al maremigra, entre otros lugares, a la Península Ibérica, donde el libro aparece inmediatamente publicado. En tal texto por primera vez desde el anarquismo no solamente se apuesta por la dieta vegetariana única o principalmente por su salubridad, sino por un compromiso de respeto a los animales partiendo de que el ser humano también es un animal (llama al resto de animales “hermanos menores”) y que sus cualidades morales y el velar por la vida contradicen el asesinato para obtener alimento cárnico, apostado por la “justicia, bondad, solidaridad y tolerancia, fomentadas por el vegetarianismo”. 

Para Brandt:

<<El que come carne comete un doble crimen, pues de esta manera destruye una vida que es la propiedad exclusiva de Dios y que, por lo tanto, debemos respetar y al mismo tiempo preparamos nuestro organismo a la acción de las enfermedades, lo que equivale a destruir nuestra propia vida. Es una forma del suicidio…>>

Sin embargo, este discurso “protoantiespecista” quedó eclipsado por la corriente higienista y medicinal del naturismo, que sería la imperante, pese a la influencia que Brandt tuvo en el anarquismo ibérico tanto por sus libros como por sus colaboraciones habituales en la importante revista Generación.

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150 años del nacimiento de José Sánchez Rosa. Breve biografía





Grazalema (Cádiz) 22 Octubre 1864
Sevilla  1 de Agosto de 1936


Hijo de un zapatero, desde muy joven, gracias a los dos años que había acudido a la escuela, era el encargado de leer en voz alta a sus compañeros los periódicos y la propaganda libertaria que llegaba a sus manos. Posiblemente sería este temprano gusto por la lectura de donde le vino la idea de ejercer el magisterio. Nunca llegó a tener título oficial. Sin embargo, fue reconocido como maestro en su tiempo y con posterioridad. En la persona de Sánchez Rosa se unen la tinta del militante de organizaciones que luchaban por la justicia social; la palabra del propagandista anarquista y la tinta del maestro de trabajadores. Unas actividades que le llevaron a prisión. 

Parece que una primera vez cuando los sucesos de la «Mano Negra», la trama policial nacida para detener el avance del primer obrerismo en la provincia de Cádiz. Después, en 1892, cuando vivía ya en Jerez, volvió a ser encarcelado acusado de ser uno de los organizadores del llamado «asalto campesino a Jerez». En 1891 había estado entre los asistentes en Barcelona al congreso en el que se pretendía reorganizar la Internacional. Para entonces ya era un conocido militante al que se le conocía por el sobrenombre de «Fermín». ¿Quizás en honor al ya entonces mítico Fermín Salvochea que había regresado a Cádiz a finales de 1885 tras diez años de penales y exilios? Aunque también puede que lo fuera por llamarse así su padre. Fuera como fuere, en 1892, ambos –Sánchez Rosa y Salvochea- quedaron atrapados en la red policial del asalto jerezano. 

Una trampa elaborada a medida que renacían las sociedades obreras por la comarca, se organizaban nuevos grupos ácratas y las calles se llenaban de trabajadores exigiendo las ocho horas. Sánchez Rosa fue acusado de estar entre los anarquistas que se entrevistaron con el gaditano, ya encarcelado en la prisión de Cádiz, para organizar la ocupación de Jerez. Tuvo mejor suerte que su compañero José Fernández Lamela que fue uno de los cuatro ejecutados a garrote unas semanas más tarde. Compareció ante un consejo de guerra, unos meses después, junto a otros 45 acusados. Sobre él recayó una condena a cadena perpetua. Pasaron ocho años hasta que, en 1901, con motivo del matrimonio de la Princesa de Asturias, se dictó una amnistía que le devolvió a la calle. Los había pasado en el presidio ceutí de El Hacho. A la ciudad africana se habían trasladado también Ana Villalobos, su compañera desde 1889, y la hija de ambos, Paca. Cuando regresaron a la península lo hizo además con otros dos nuevos retoños: Fermín y María. 

No volvió a trabajar ni de jornalero, ni de zapatero. Comenzó su larga trayectoria de tres décadas como maestro de sociedades obreras. No fue un maestro racionalista, seguidor de los planteamientos de la escuela de Ferrer Guardia. Mantuvo relaciones con la Escuela Moderna y utilizó sus publicaciones. Sin embargo, Sánchez Rosa también había bebido de otras fuentes: de los maestros cortijeros que había conocido antes de ser encarcelado y de la propia tradición oral y escrita andaluza que se plasmó en la colección de manuales y textos que fue editando durante años. De momento se dirigió a Los Barrios a hacerse cargo de la escuela que la sociedad obrera local acababa de abrir. Hasta 1903 resistió la presión de las autoridades militares que, ese año, lograron cerrarla y acusar al grazalemeño de un delito de opinión que le obligó a exilarse a Tánger. 

Sánchez Rosa no abandonó su militancia societaria y propagandística. Participó en la Federación de Sociedades Obreras de Resistencia de la Región Española, la reconstituida organización nacional de tendencia antiautoritaria, y en actos de propaganda anarquista. Era un entusiasta seguidor de la huelga general revolucionaria. El obrerismo no era sólo reivindicativo y defensivo, también debía tener una finalidad revolucionaria. Con 36 años y tras pasar casi diez en prisión se reincorporaba a un mundo obrero en ebullición. El que estaba a punto de abandonar la infancia del societarismo para entrar en la madurez del sindicalismo revolucionario. A difundir estas ideas se dedicó durante meses, recorriendo en comisiones de propaganda todo el país: lo moderno era el anarquismo, lo viejo, lo caduco, el mundo capitalista. También empuñó frecuentemente la pluma. Comenzó a ser un colaborador habitual de La Revista Blanca que editaba la familia Urales con la que estableció una larga amistad. 


Su labor pedagógica no se limitó a las clases en la escuela campo gibraltareña. En 1902 editó su primer folleto: Las dos fuerzas: reacción y progreso. A este le seguirían, hasta la década de los treinta, otros diecisiete. Especial éxito, con numerosas ediciones y decenas de miles de ejemplares, tuvieron tres «manuales»: La aritmética del obrero, aparecido en 1909 y La gramática y el abogado del obrero publicados en 1912. El primero buscaba dotar al trabajador de herramientas contables básicas con el objetivo de que no le engañaran ni en los salarios, ni en las compras y ventas. 

Mismo objetivo que tenía la gramática con la que, mediante demostraciones ortográficas y gramaticales claras y comprensibles, los trabajadores mejoraran sus niveles de expresión y comprensión. Finalmente, el abogado era un compendio, siempre actualizado, de leyes, decretos y reglamentos oficiales, que los trabajadores podían utilizar para presentar reclamaciones, peticiones y legalizaciones de sociedades por ellos mismos sin recurrir a personas que les cobrarían unos honorarios por encima de sus posibilidades. 

Regresó a España a finales de 1904 para hacerse cargo de la escuela de la sociedad obrera de la población sevillana de Aznalcollar. Allí vivió hasta su traslado a Sevilla en 1911. Siete años durante los que la tiza, la tinta y la palabra continuaron protagonizando la vida de quien se había convertido en un referente del mundo anarquista andaluz. Participó en la reconstrucción de la sociedad obrera aznalcoreña y mantuvo contra viento y marea, incluso de forma ambulante, la escuela. Combatió al clericalismo local y a la empresa minera que dominaba la vida económica de la localidad. Su situación llegó a hacerse insostenible presionado por las autoridades y la Guardia Civil y amenazado de muerte. 

En 1910 se produjeron una serie de explosiones en domicilios de capataces de la mina y sabotajes en fincas. Sánchez Rosa fue acusado de instigarlos y de participar personalmente en algunos. Se defendió atribuyendo las acusaciones a una campaña de «terrorismo reaccionario». Sin embargo terminó abandonando Aznalcóllar. Se abrían nuevos tiempos y Sánchez Rosa, en el transcurso de los actos en los que había continuado participando, había advertido las posibilidades y rápida difusión de las ideas que pretendían sustituir a las viejas sociedades obreras por «modernos sindicatos». Ideas que llenan su folleto El obrero sindicalista y su patrono aparecido en 1911, recién instalado en Sevilla. 

Cuando llegó a la capital del Betis tenía 47 años, la aureola de ser uno de los condenados en los grandes procesos contra el anarquismo de dos décadas antes y una reputada fama de propagandista y maestro libertario. Primero abrió su escuela en el barrio de Triana, en la calle Pagés del Corro. Después, se trasladó a su emplazamiento definitivo de la calle Enladrillada, en el barrio de San Julián, uno de los feudos del anarquismo sevillano. 

C/ Enladrillada
Escuelas que tenían alumnos entre 3 y 10 años durante el día y adultos por la noche. Apenas instalado, participó en la huelga general que sacudió la ciudad en octubre por lo que sufrió una primera detención hispalense. Durante los años siguientes la actividad de Sánchez Rosa fue incansable. Participó en numerosas giras de propaganda que le llevó por toda Andalucía y otras regiones del país, actos de controversia con socialistas, continuó escribiendo folletos y sus actividades educativas. 

También ingresó en la masonería, producto de sus relaciones con, otro antiguo anarquista, y ahora caracterizado dirigente del republicanismo radical y la masonería española, Diego Martínez Barrio. Lo hizo en 1911 en la logia «Justicia y Libertad» con el nombre simbólico de «Salvochea». Pero sobre todo lo que le distinguió fue su compromiso con la creación de entidades sindicalistas y la educación. 

Su máxima aspiración era la creación de una federación local de sociedades. A pesar de haber nacido ya la desconfianza en los medios anarquistas hacia el sindicalismo el grazalemeño se mantuvo partidario de éste. Hasta el punto de que terminaría presidiendo la creación, en 1918, de la sección de la CNT en Andalucía: la Federación Regional Obrera Andaluza. No significó que abandonara otros campos de actuación más propios del mundo anarquista. Participó en los diversos intentos por crear una organización regional, primero, y nacional, después de grupos anarquistas y viajó hasta El Ferrol para asistir a las sesiones del, finalmente impedido por las autoridades, Congreso Internacional por la Paz que pretendía reunir a los adversarios de la guerra que había estallado en Europa. 

También, en Sevilla, participó en la creación de una Liga de Inquilinos con la que hacer frente al aumento de los precios de la vivienda, y de las subsistencias en general. Hasta este momento Sánchez Rosa había equilibrado anarquismo y sindicalismo. De hecho podía aparecer como un ejemplo vivo, de un reconocido militante, que ligaba al ya pasado societarismo nacido en el siglo XIX con el moderno sindicalismo y su adscripción anarquista, defensor de la instrucción racional de los hombres, con la actuación y participación en la CNT, el sindicato que se estaba convirtiendo en el vehículo que catalizaba las aspiraciones reivindicativas y revolucionarias de gran parte del proletariado español. Sin embargo, a partir de 1919 las dudas, desconfianzas y contradicciones estallaron. Sánchez Rosa terminaría, organizativamente, apartado del mundo al que había dedicado toda su vida. 


Las diferencias entre anarquistas y sindicalistas comenzaron a hacerse visibles a lo largo de 1917. Mientras se extendía como la espuma la CNT y los anarquistas vieron el poder que iba adquiriendo las estructuras sindicales. Más adelante vendrían los acontecimientos rusos y la eliminación de los anarquistas por los bolcheviques. En ese contexto los intentos de crear una organización específica ácrata retomaron nuevas fuerzas. También se abrió un debate teórico. De ellos terminaría naciendo el anarcosindicalismo. En ambos participó Sánchez Rosa y se dejó algunas plumas. Defendió tanto la participación de los anarquistas en los sindicatos, frente a quienes propugnaban su abandono, como denunció los peligros que suponían, para la propia revolución, la estructura de poder, y las sinergias que originaban. 

Hasta comienzos de 1919 Sánchez Rosa actuó dentro de la CNT y fue representante suyo en actos tan destacados como en el primer congreso de la federación andaluza. También defendió la permanencia de los anarquistas en el sindicato en la conferencia nacional que los grupos ácratas celebraron en Barcelona. Como consecuencia de las huelgas de inquilinos, en marzo, fue desterrado a Extremadura. Cuando regresó las hostilidades estallaron. El motivo fue el destino poco claro que se le había dado a un dinero enviado desde Cataluña para ayudar a los sindicatos sevillanos y al uso de la violencia de algunos militantes cenetistas. 

Salvador Quemades (izquierda), Salvador Seguí (centro) y Ángel Pestaña (derecha).
Pronto al enfrentamiento se suman las descalificaciones personales. Del deterioro de la situación fueron muestras la ausencia de Sánchez Rosa del congreso del teatro de la Comedia de Madrid, en diciembre de 1919, y la publicación de Discordancias de bronce. El hecho que terminó rompiendo sus relaciones con la CNT fue el texto que escribió en respuesta a las afirmaciones que Ángel Pestaña y Salvador Seguí habían hecho en el Ateneo de Madrid en las que aseguraban que la única organización e ideas revolucionarias eran las sindicalistas. 

A mediados de 1920 Sánchez Rosa fue apartado oficialmente de la CNT andaluza en medio de una lluvia de insultos y descalificaciones personales. Cochino y canalla estaban entre las más suaves. A partir de estos momentos abandonó cualquier relación pública con el cenetismo. Se retiró a la militancia anarquista. De los grupos andaluces fue representante en el congreso nacional celebrado en marzo de 1923 en Madrid. Continuó con su tarea pedagógica en la escuela de la calle Enladrillada y acudiendo a los actos y mítines a los que era invitado. La proclamación de la dictadura del general Miguel Primo de Rivera le supuso nuevas detenciones, encarcelamientos y destierros. En septiembre de 1924, a la vez que eran ilegalizados los sindicatos sevillanos, fue detenido y trasladado a la prisión de Murcia. Casi un año permaneció en la cárcel levantina hasta que a mediados de 1925 fue liberado y regresó a Sevilla. 

Sobrepasaba ampliamente los 60 años y se mantuvo al margen de la reorganización sindical y de la creación de la FAI. Conocería los movimientos pero no participó. El anarquismo y el sindicalismo de la Segunda República sería obra de generaciones más jóvenes. De todas formas continuó siendo un referente del anarquismo sevillano al que las autoridades no perdían de vista. Tampoco sus antiguos compañeros de militancia. Las autoridades republicanas lo mantuvieron vigilado y estuvo entre los candidatos para ser deportado a las colonias africanas en 1932. 


Llegó a estar encerrado en la fortaleza militar de Santa Catalina en Cádiz. Año en el que, también fue de nuevo detenido en el transcurso de los sucesos conocidos como «las bombas de mayo». A la vez, olvidadas las viejas rencillas de una década antes, el 1 de mayo fue uno de los oradores del mitin que la CNT sevillana celebró en el cine Oriente de la calle Luis Montoto, y en julio acompañó a Ángel Pestaña, secretario nacional de la CNT, en su visita a la ciudad. 

Un artículo defendiendo a los campesinos procesados en 1932 fue su último testimonio de actividad pública: apareció en el diario madrileño CNT en octubre de 1933 y se titulaba «Paso libre a la anarquía». El artículo terminaba afirmando que, a pesar de sus setenta años, estaba seguro de que iba a ver concretizarse el ideal anarquista. No se equivocó. Si no llegó a conocerlo fue porque el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 le cogió en Sevilla. Ocupada la ciudad, fue secuestrado de su casa en la plaza de la Mata por un grupo paramilitar encabezado por Enrique Barrau Salado. Enfermo lo subieron al camión en el que se apilaban parte de las pertenencias que le habían robado y trasladado al hotel Inglaterra, en la plaza Nueva, en donde los carlistas habían montado su cuartel y checa. Seguramente de allí salió la madrugada del 1 de agosto para ser asesinado en la tapia del cementerio sevillano. 

Por José Luís Gutiérrez Molina



Comunicado de Mónica Caballero. ¡¡¡No más montajes policiales del Estado terrorista español!!!



<<En manos del Estado la fuerza se llama Derecho, en manos del individuo recibirá el nombre de crimen. Crimen significa el empleo de la fuerza por el individuo; sólo por el crimen puede el individuo destruir el poder del Estado, cuando considere que está por encima del Estado y no el Estado por encima de él.>>

Max Stirner

En estas fechas, cuando casi se cumplen 10 meses desde que estoy en prisión en las cárceles del Estado español, me es necesario entregarles estas palabras a ustedes queridos/as compañeros/as que luchan por la abolición de toda autoridad y el desarrollo integral de cada individuo.

Hoy el anarquismo es una de las mayores preocupaciones a nivel de seguridad para muchos Estados occidentales (y algunos orientales); en esta caza de brujas de antiautoritarios informales todo vale, esta histeria represiva es inherente a la conquista de la liberación total, es tan antigua como las ideas ácratas. Por lo que a todo quien intente enfrentarse o simplemente cuestionar el orden imperante le espera una visita momentánea o prolongada en alguno de los apacibles monumentos del exterminio humano. En mi caso el pasar por alguna jaula no es nuevo. En cuanto te decides a luchar contra lo establecido el castigo es una de sus consecuencias, esta postura va mucho más allá de la visión demócrata de Inocente/Culpable, la cual no tiene sitio en alguien que quiere destruir este mundo que se cimienta en leyes en las cuales no creo. No reconozco juez alguno, su derecho me transforma en esclava, su justicia me vuelve prisionera.

En el interior de las prisiones salen a relucir la mayor basura de la sociedad. Aquí dentro se machaca al individuo en lo más profundo de su esencia, el chantaje y manipulación por parte de los tentáculos del Poder se mezcla y transforma como política de reinserción social. Ante esta política la coherencia es mi victoria, mantenerme incorruptible y digna es la pelea diaria.

En este proceso político-jurídico-policial que se ha llevado en un principio contra un grupo de compañerxs y por último ha decantado en mi amado compañero y yo, los aparatos del Poder han usado las más diversas artimañas, algunas bordean el ridículo, pero quienes han mamado de este Sistema e intentan perpetuarlo jamás comprenderán nuestras formas.

Formas que rompen la jerarquía, que no reciben órdenes de nadie, que crecen y se multiplican como la maleza en su tranquilo y estéril jardín. El conjunto de ideas anarquistas se desarrollan en la complejidad de la integridad individual, este individuo libre asociado con otros individuos acaban con esta podrida sociedad.

Las formas y los modos en que los individuos se enfrentan al dominio son múltiples y no tienen límites, ninguno es mejor ni peor, sólo son distintos. Ningún ácrata que se considere como tal puede imponer el qué hacer a nadie y mucho menos permitir algún tipo de imposición.

En el camino de construcción-destrucción anarquista no poseemos (ni queremos) ningún tipo de manual o itinerario, lo construimos en el día a día con nuestros afines. Para quienes creen que lxs antiautoritarixs seguimos a rajatabla los postulados de algún compañero “renombrado”, les digo que no han entendido nada. Si bien a lo largo de la historia en la lucha contra la autoridad han habido (y hay) muchísimos valiosos compañeros y compañeras que han hecho grandes aportes, eso no quiere decir que rindamos algún tipo de culto a alguno.

Queridxs compañerxs me encantaría dedicarles palabras en más ocasiones, pero ante las limitaciones en que me encuentro no tengo la certeza si podré comunicarme de esta forma nuevamente. Dentro de algunos meses se realizará el juicio contra nosotros, para ese momento intentaré mantenerme a la altura de las circunstancias, jamás agacharé la cabeza.

Envío un abrazo fraterno a quienes se han solidarizado con nosotros, cada gesto solidario ilumina las sombras de estas frías paredes. A los prisioneros políticos subversivos que se encuentran en las cárceles del Estado chileno: siempre están presentes en mis pensamientos, aunque me encuentre lejos, estoy con ustedes. Y a ustedes hermanos y hermanas libremente escogidos, pronto volveremos a cruzar nuestras miradas.

¡Mano abierta al compañero, puño cerrado al enemigo!

¡¡Muerte al Estado y viva la anarquía!!


Mónica Caballero Sepúlveda
Prisionera Política Anarquista
C.P. Ávila, septiembre de 2014
Territorio dominado por el Estado español


[Nota de la transcripción: estas letras de Mónica fueron escritas a principios de septiembre y deberían haber sido publicadas hace más de un mes, pero por motivos que desconocemos no llegaron a nuestras manos hasta ahora, finales de octubre].

http://cna-m.blogspot.com.es/2014/10/escrito-de-monica-caballero-desde-la.html


Francisco Solar y Mónica Caballero fueron imputados por los delitos de pertenencia a organización terrorista y comisión de estragos terroristas, entre otros delitos. En tanto, los demás imputados quedaron en libertad.

El cuervo de la Audiencia Nacional de España Eloy Velasco ordenó prisión provisional para dos anarquistas de origen chileno por delitos de pertenencia a organización terrorista y por la colocación de un artefacto explosivo en la basílica del Pilar de Zaragoza.

El cuervo imputa a Francisco Javier Solar Domínguez y Mónica Andrea Caballero, de origen chileno, los delitos de pertenencia a organización terrorista y daños causados por la colocación del artefacto en la basílica de Zaragoza (aunque hasta un memo sabe que quien puso el petardo estaba a sueldo del Estado terrorista español), según fuentes judiciales.

Asimismo, los detenidos están imputados por el delito de conspiración para la comisión de estragos terroristas en el Monasterio de Montserrat, en la provincia de Barcelona (noreste), informaron las mencionadas fuentes. Otro montaje infumable y con el característico sello Marca España, garantía de chapuza que sólo engaña a imbéciles.

La pareja de chilenos fue detenida el pasado día 13 de noviembre, tras lo que el ministro español del Interior, Jorge Fernández Díaz (mercenario y jefe de la perrera estatal), explicó que ambos “son muy conocidos por su historial delictivo en Chile”, aunque quedaron absueltos de los delitos imputados por el "Caso Bombas".

La explosión en la basílica del Pilar, perpetrada el pasado día 2 de octubre, dañó varios de los bancos de madera situados frente al altar mayor pero no causó heridos. Al cura no le importó sacrificar un par de bancos apolillados por el bien de la causa del fascio español.

El atentado fue reivindicado por el denominado “Comando Insurreccional Mateo Morral”, en recuerdo de un anarquista que en 1906 atentó contra el entonces rey español, Alfonso XIII y su esposa Victoria Eugenia el día de su boda. El mismo grupo anarquista se atribuyó la colocación de un artefacto en la catedral de La Almudena de Madrid en el mes de febrero de 2013. Todo mentira, ni existe tal comando ni se le espera, el comunicado se nota que está escrito por algún madero fascista, cutre y paleto.

El cuervo (hibridado con un cerdo) Velasco ordenó la libertad provisional para otros tres detenidos en relación al atentado en la basílica del Pilar, según las mencionadas fuentes.



Nihilismo. Piotr Kropotkin


Un movimiento formidable se iba desarrollando al mismo tiempo entre la parte más ilustrada de la juventud rusa. La servidumbre estaba abolida; pero una extensa red de hábitos y costumbres de esclavitud doméstica, de completo desprecio de la individualidad humana, de despotismo por parte de los padres y de sumisión hipócrita por el de las esposas, hijos e hijas, se había desarrollado durante los doscientos cincuenta años que duró. En toda Europa, al principio del siglo XIX, dominaba un gran despotismo doméstico; de ello dan buen testimonio las obras de Thackeray y Dickens; pero en ninguna otra parte alcanzó tan extraordinario desarrollo como en Rusia. Toda la vida rusa, en la familia, en las relaciones entre jefes y subordinados, oficiales y soldados, y patronos y obreros, lleva impreso su sello. 

Todo un mundo de costumbres y modos de pensar, de preocupaciones y falta de valor moral y de hábitos creados al calor de una lánguida existencia, había tomado cuerpo a su sombra. Hasta los hombres mejores de la época pagaban un gran tributo a estos productos del periodo de servidumbre. A la ley no le era dado intervenir en tales cosas. Sólo un vigoroso movimiento social que atacara las raíces mismas del mal hubiera podido reformar los hábitos y costumbres de la vida corriente, y en Rusia esta acción, esta rebeldía del individuo, tomó un carácter más enérgico, y se hizo más radical en sus aspiraciones que en ninguna otra parte de Europa o América. Nihilismo fue el nombre que Turguéniev le dio en su novela, que hará época en la Historia, titulada Padres e Hijos.

Este movimiento ha sido mal comprendido en la Europa occidental; la prensa, por ejemplo, lo confunde continuamente con el terrorismo. La agitación revolucionaria que estalló en Rusia hacia el fin del reinado de Alejandro II, y que terminó en su trágica muerte, es descrita constantemente como nihilismo, lo cual es, sin embargo, una equivocación. Confundir nihilismo con terrorismo, es tan erróneo como tomar un movimiento filosófico, como el estoico o el positivista, por uno político, como, por ejemplo, el republicano. El terrorismo vino a la existencia traído por ciertas condiciones especiales de la lucha política, en un momento histórico determinado; ha vivido y ha muerto; puede renacer y volver a morir. Pero el nihilismo ha marcado su huella en la vida entera de la parte más inteligente de la sociedad rusa, y no es posible que ésta se borre en muchos años. Es el nihilismo, desprovisto de su aspecto más violento -cosa imposible de evitar en todo nuevo movimiento de esta índole, lo que da ahora a la vida de una gran parte de la clase más ilustrada de Rusia, un cierto carácter peculiar que nosotros, los rusos, sentimos no encontrar en la de igual índole que habita el occidente europeo; él es también, en sus varias manifestaciones, lo que da a muchos de nuestros escritores esa notable sinceridad y esa costumbre de pensar en alta voz que sorprende a los lectores de aquella parte de nuestro continente.

Ante todo, el nihilista declaró la guerra a lo que puede considerarse como las mentiras convencionales de la humanidad civilizada. Una sinceridad absoluta era su rasgo distintivo, y en nombre de ella, renunciaba, y pedía a los demás que lo hicieran también, a esas supersticiones, prejuicios, hábitos y costumbres que su criterio no lograra justificar. El se negaba a inclinarse ante toda autoridad que no fuera la de la razón, y en el análisis de cada institución o hábito social, se rebelaba contra toda clase de sofismas, más o menos enmascarados.

El nihilista rompió, como es natural, con las supersticiones de sus padres, siendo en concepciones filosóficas un positivista, un ateo, un evolucionista spenceriano del materialismo científico; y aun cuando jamás atacaba la sencilla y sincera creencia religiosa, que es una necesidad psicológica de sentir, luchó abiertamente contra la hipocresía, que conduce a las gentes a cubrirse con la máscara de una religión de la que repetidamente se desprenden como de un lastre inútil.

La vida de la sociedad civilizada está llena de pequeñas mentiras convencionales. Personas que se odian mutuamente, al encontrarse en la calle cambian una falsa sonrisa, en tanto que el nihilista sólo demuestra su satisfacción al encontrar a alguien digno de aprecio. Todas estas formas de cumplidos superficiales, que no son más que mera hipocresía, le eran igualmente repulsivas, mostrando cierta aspereza exterior como protesta contra la exagerada cortesía de sus mayores. Los había visto hablar apasionadamente como idealistas sentimentales, y al mismo tiempo conducirse como verdaderos bárbaros con sus esposas, sus hijos y sus siervos; y se declaró en rebeldía contra esa clase de sensiblería que, después de todo, se acomodaba tan fácilmente a las condiciones puramente ideales de la vida rusa. El arte se hallaba envuelto en la misma negación niveladora. Un hablar continuo sobre la hermosura, lo ideal, el arte por el arte, estética y otras cosas por el estilo, de que tanto se hacia gala -mientras que todo objeto artístico se compraba con dinero extraído de los hambrientos agricultores o de los esquilmados obreros, y el llamado culto a la belleza no era sino un antifaz para encubrir la más vulgar disolución-, le inspiraban un gran desprecio, y la critica del arte que Tolstoi, uno de los más grandes artistas del siglo, ha formulado ahora con tanta energía, el nihilista la expresaba en esta terminante afirmación: Un par de botas tiene más importancia que todas vuestras madonnas y todas vuestras disquisiciones sobre Shakespeare. 

El matrimonio sin amor, la familiaridad sin el afecto, eran igualmente repudiados. La joven nihilista, obligada por sus padres a ser un autómata en una casa de muñecas, y a contraer un enlace de conveniencia, prefería abandonar su hogar y sus trajes de seda, ponerse un vestido de lana negro de la clase más inferior, cortarse el cabello e ir a un instituto, dispuesta a ganar allí su independencia personal. La mujer que había visto que su casamiento no tenía ya el carácter de tal, que ni el amor ni la amistad servían de vinculo a los que legalmente eran considerados como esposos, optaba por romper un lazo que no conservaba ninguno de sus rasgos esenciales. De acuerdo, pues, con estas ideas, se iba frecuentemente con sus hijos a arrostrar la miseria, prefiriendo la pobreza y la soledad a una vida que, bajo condiciones convencionales, hubiera sido una negación completa de sí misma.

El nihilista llevaba su amor a la sinceridad hasta los detalles más minuciosos de la vida corriente, descartando las formas convencionales del lenguaje de sociedad y expresando sus opiniones de un modo claro y preciso, no desprovisto de cierta determinada afectación de rudeza externa.

En lrkutsk acostumbrábamos a frecuentar los bailes semanales que se daban en uno de los casinos. Durante algún tiempo fui concurrente a estas soirées; pero después, teniendo que trabajar, me vi obligado a abandonarlas. Una noche, cuando hacía varias semanas que yo no aparecía por allí, una de las señoras preguntó a un joven amigo mío por qué no asistía yo a sus reuniones: Ahora sale a caballo cuando quiere hacer ejercicio, fue la poco atenta contestación que dio aquél. Pero podría venir y pasar un par de horas con nosotras, aunque no bailase, se aventuró a decir otra de ellas. A lo que replicó mi amigo nihilista: ¿Qué había de hacer aquí, hablar con vosotras de modas y adornos? Ya está cansado de tales simplezas. Pero él va a ver algunas veces a Fulanita, observó tímidamente una de las jóvenes presentes. Si, pero es una muchacha estudiosa -respondió bruscamente él-, y le ayuda a repasar el alemán. Debo agregar que esta manera, indudablemente poco cortés, de conducirse, dio su resultado, porque muchas de las jóvenes de Irkutsk empezaron a acosarnos a mi hermano, a mi amigo y a mi, con preguntas respecto de lo que les aconsejaríamos nosotros que leyeran o estudiaran.

Con la misma franqueza hablaba el nihilista a sus relaciones, diciéndoles que toda su charla compasiva respecto a los pobres, era pura hipocresía, viviendo ellos, como lo hacían, del mal retribuido trabajo de esa misma gente cuya suero te aparentaban lamentar, sentados amigable y cómodamente en sus dorados y lujosos salones. Y con la misma desenvoltura declaraba al alto funcionario que, endiosado en su pomposo cargo, la situación del pueblo le importaba un pito, y que él, como todos los empleados, no era más que un ladrón; y otras verdades de igual calibre. Con cierta austeridad, reprendía a la mujer que sólo se ocupaba de cosas frívolas, haciendo gala de sus distinguidas maneras y elegantes vestidos, diciendo, sin rodeos, a una joven hermosa: ¿Cómo no os da vergüenza de hablar tales tonterías y de llevar esa trenza de pelo postizo? En la mujer deseaba encontrar una compañera, una personalidad humana -no una muñeca o una esclava de harem-, negándose en absoluto a tomar parte en esos pequeños actos de cortesía que los hombres tanto prodigan a las que luego se complacen en considerar como el sexo débil. 

Cuando entraba una señora en una habitación, no saltaba el nihilista de su asiento para ofrecérselo, a menos que no pareciera cansada y no hubiera otro desocupado, tratándola como lo haría con un compañero de su mismo sexo; pero si una dama -aun cuando jamás la hubiera conocido- manifestara deseos de aprender algo que ignoraba y que él sabía, iría todas las noches de un extremo a otro de la más populosa ciudad para servirla. El joven que se negaba a moverse para ofrecer una taza de té a una dama, cedía a menudo a la muchacha que llegaba a Moscú o a Petersburgo con deseos de estudiar la única lección que tenía y que le daba el pan cotidiano, diciendo sencillamente: Para un hombre es mucho más fácil que para una mujer. Mi ofrecimiento no es caballeresco, es motivado simplemente por un sentido de igualdad. Dos grandes novelistas rusos, Turguéniev y Goncharov, han intentado presentar este nuevo tipo en sus novelas; pero el segundo, en Precipicio, tomando como tal uno, Mark Volojov, que, aunque verdadero, no se hallaba dentro de la generalidad de la clase, hizo una caricatura del nihilista, en tanto que el primero, demasiado buen artista y lleno de admiración por el carácter que se proponía describir, para incurrir en tal defecto, no logró, sin embargo, dejarnos satisfechos con su nihilista Bazarov. Lo encontramos muy poco cariñoso, en particular en sus relaciones con sus ancianos padres, y sobre todo le reprochamos el aparentar el olvido de sus deberes de ciudadano. La juventud rusa no podía quedar satisfecha con la actitud puramente negativa del héroe de Turguéniev. El nihilismo, con su afirmación de los derechos del individuo y su condenación de toda hipocresía, no era más que un primer paso hacia un tipo más elevado de hombres y mujeres que, siendo igualmente libres, viven para hacer progresar una gran causa. Los nihilistas de Chernishévski, según se representan en su novela, menos ideal que las mencionadas, ¿Qué ha de hacerse? se acercaban más a la verdad.

¡Qué amargo es el pan que amasan los esclavos! -había dicho nuestro poeta Nekrasov; y la nueva generación se negaba ahora a comer ese pan y disfrutar de las riquezas que habían sido acumuladas en las casas de sus padres por medio del trabajo servil, ya fueran los trabajadores verdaderos siervos, o esclavos del presente estado industrial. Toda Rusia leyó con asombro en la acusación presentada ante el tribunal contra Karakozov y sus amigos, que estos jóvenes, dueños de considerables fortunas, solían vivir tres o cuatro en la misma habitación, no gastando más que diez rublos cada uno al mes para atender a todas las necesidades, y dando al mismo tiempo cuanto poseían para la fundación de sociedades cooperativas, talleres cooperativos también (donde ellos mismos trabajaban) y otras obras análogas. Cinco años después, millares y millares de la juventud rusa -la flor de la misma- seguían ese ejemplo. Su lema era: ¡Vnaród! (Vayamos al pueblo, unámonos a él). Durante los años comprendidos entre el 60 y el 65, en casi todas las casas de las familias ricas se sostenía una lucha encarnizada entre los padres, empeñados en mantener las viejas tradiciones, y los hijos e hijas que defendían su derecho a disponer de su existencia según sus ideales. Los jóvenes abandonaban el servicio militar, las casas de comercio, las tiendas, y afluían a las ciudades universitarias; las muchachas, criadas en el seno de las familias más aristocráticas, corrían sin recursos a San Petersburgo, Moscú y Kiev, ávidas de aprender una profesión que las librara del yugo doméstico, y tal vez algún día también del posible de un esposo, lo que muchas de ellas consiguieron después de duros y asiduos trabajos. Procurando ahora hacer participe al pueblo de los conocimientos que las emanciparon, en lugar de utilizarlos sólo en provecho propio. En cada población rusa, en cada barrio de San Petersburgo, se formaron pequeños grupos para el mejoramiento y educación mutua; las obras de los filósofos, los trabajos de los economistas, las investigaciones históricas de la nueva escuela de la historia rusa, eran leídas detenidamente en aquellos círculos, siendo seguida la lectura de discusiones interminables. 

El objeto de todo aquel batallar no era otro que el de resolver el gran problema que se levantaba ante su vista. ¿De qué modo podrían ser útiles a las masas? llegando gradualmente a la conclusión de que el único medio de conseguirlo era vivir entre el pueblo y participar de su suerte. Los jóvenes fueron a los pueblos como médicos, practicantes, maestros y memorialistas, y aun como agricultores, herreros, leñadores y otras ocupaciones similares, procurando vivir allí en estrecho contacto con los campesinos; ellas, después de haberse examinado de maestras, aprendían el oficio de matronas y se iban a centenares a los pueblos, dedicándose por completo a la parte más pobre de sus habitantes. Estos muchachos y muchachas no llevaban en su mente ningún ideal de reconstrucción social ni pensaban en la revolución; sólo se preocupaban de enseñar a la masa de los campesinos a leer, e instruirla sobre otros particulares, prestarle asistencia médica y ayudarla por todos los medios posibles a salir de su obscuridad y miseria, aprendiendo al mismo tiempo cuáles eran los ideales populares respecto de una vida social mejor. Al volver de Suiza hallé este movimiento en todo su apogeo.

(Fuente: Asociación Internacional de Vereins Anarquistas)

Vamos unidos al pueblo. Errico Malatesta


Confesemos categóricamente que los anarquistas no han estado a la altura del momento. Después de tanto clamar por la revolución, vino ésta y nos halló desorientados, quedando poco menos que entre tinieblas.

Es doloroso tener que constatarlo, pero callar sería una traición a la causa y perseverar en el error que nos condujo a la situación presente. La causa principal de nuestra decadencia es el aislamiento en que caímos casi por todas partes.

Por un conjunto de causas que exigirían ahora excesivo tiempo si tratáramos de someterlas a detenido análisis, los anarquistas perdieron el contacto con las masas una vez disuelta la Internacional, agrupándose en pequeños núcleos y dedicándose a reñir unos con otros; todo lo más a combatir a los socialistas políticos.

Contra semejante estado de cosas se trató de reaccionar. Muchas veces se hizo y con éxito variado en cada caso. Cuando había base de labor seria surgían algunos camaradas apoyados en una intransigencia mal comprendida y preconizaban el aislamiento como principio. Secundados por la indolencia y la timidez de quienes aceptaban aquella teoría tan cómoda, se servían de ella como fácil excusa para que nadie hiciera nada, guardándose todos de exponerse en lo más mínimo y conduciéndonos al estado presente de impotencia.

Por culpa de estos camaradas, muchos de los cuales estaban animados de las mejores intenciones, el trabajo de organización y propaganda resulta poco menos que imposible.

¿Quiere un camarada entrar en una organización obrera? ¡Maldición! Es un organismo con presidente y estatutos; además no se jura en ella por el verbo anarquista... Nada, nada. El buen anarquista ha de guardarse de ingresar en ella como se guarda de la peste.

¿Queréis fundar una asociación de trabajadores para que se acostumbren éstos a luchar contra los patronos? ¡Traición! Un buen anarquista no ha de asociarse nunca más que con anarquistas convencidos. Ello significa que ha de permanecer siempre con los mismos camaradas, y si quiere fundar asociaciones diversas, no puede hacer más que dar nombres diferentes a un grupo compuesto siempre de los mismos individuos.

¿Queréis organizar y sostener huelgas? ¡Bah! Todo eso son mixtificaciones y paliativos.

¿Queréis que haya manifestaciones populares, agitaciones? ¡Absurdo!

En suma, lo único que se permite por lo que afecta a la propaganda es recitar unas conferencias que interesarán poco al auditorio si el orador no es un conferenciante de relieve; redactar impresos leídos siempre en los mismos medios y hablar de hombre a hombre si halláis quien escuche... Todo, por supuesto, con apelaciones vibrantes a la revolución.

La revolución predicada así se convierte en una especie de paraíso remoto como el de los católicos, una promesa de llegar al más allá que os hace dormitar en feliz inercia mientras creéis y os convierte en escépticos y egoístas cuando dejáis de creer.

Se trata de una táctica criminal equivalente al suicidio. La revolución no pueden hacerla cuatro gatos. El individuo y el grupo aislado pueden entregarse a la propaganda, pueden consumar gestas audaces que con oportunidad — lo que por desgracia no se ve siempre — consiguen llamar la atención sobre lo que padecen los trabajadores y sobre nuestras ideas, consiguiendo la aureola de vengadores del pueblo y desembarazarnos de algún duro obstáculo. 

Pero la revolución no se hace sino cuando el pueblo se echa a la calle. Sí tratamos de hacerla es necesario que la multitud venga a nosotros, que la atraigamos. La táctica de aislamiento es contraria a nuestros principios y a nuestro objetivo.

La revolución, tal como la queremos, ha de ser el principio de intervención activa directa y efectiva de las masas en la organización y gestión de la vida social. Si fuera posible que nosotros solos, los anarquistas, pudiéramos hacer la revolución, no sería una revolución anarquista, puesto que nos convertiríamos en dueños del pueblo desorganizado inconsciente e impotente que nos esperaría para que le diéramos órdenes. Y entonces la anarquía se reduciría a una vaga declaración de principios, mientras una fracción se serviría de fuerzas ciegas y sumisas para imponer su ley, esencia misma de la autoridad.

Imaginemos que mañana logramos mediante un golpe de mano apoderarnos de las posiciones gubernamentales sin ayuda de las masas, y somos dueños de la situación. Las masas conservarían su fuerza inédita, no la habrían puesto a prueba y aplaudirían a los vencedores, permaneciendo en completo estado de pereza esperando que les diéramos el bienestar prometido.

¿Qué haríamos entonces? Una de dos: asumir la dictadura de hecho, ya que no de derecho, o bien declararnos vencidos. Lo primero equivaldría a tener por irrealizables nuestras teorías contrarias a la autoridad y a declararnos vencidos como anarquistas; lo segundo equivaldría a negar nuestra derrota o a retiramos como justificación al horror sagrado por el mando, dejando éste en mano de nuestros enemigos.

Esto es lo que ocurrió, y por motivos poco diferentes de los expuestos, a los anarquistas españoles en el levantamiento de 1873. El concurso de las circunstancias les adueñó de ciudades, como Sanlúcar y Córdoba. El pueblo no hacía nada, esperando que le ordenasen lo que convenía hacer. Los anarquistas no quisieron mandar porque era contrario a sus principios. Y llegó la reacción republicana, como después la monárquica, restableciéndose el régimen viejo agravado con persecuciones y masacres en masa.

Vayamos al pueblo: es el único camino de emancipación. No vayamos con la pretensión de suficiencia orgullosa, ni miremos a nuestros semejantes desde arriba, con despreciativa insolencia.

Para pedir brío y espíritu de sacrificio necesarios en los días del choque en horas decisivas, es preciso que le hayamos dado pruebas de esas virtudes demostrando abnegación y valor en la lucha cotidiana.

Ingresemos en asociaciones proletarias; fundemos todas las que nos sea posible, o aspiremos a constituir federaciones cada día más extensas; sostengamos y organicemos las huelgas; propaguemos por todas partes y por todos los medios el espíritu de cooperación y solidaridad, el espíritu de resistencia en la lucha.

Guardémonos bien de sentir irritación. A veces los trabajadores no nos comprenden y por ello permanecen en actitud pasiva apegados a los viejos prejuicios.

No es que aspiremos a que las masas se conviertan íntegramente a las ideas socialistas o anarquistas para hacer la revolución. Sabemos que mientras impere el régimen político y social de hoy, la mayoría del pueblo permanece en plena ignorancia y embrutecimiento, no siendo capaz de sublevarse más que de manera ciega. Es posible destruir este régimen haciendo la revolución como se pueda con la fuerza que hallemos en la vida real.

Tampoco podemos esperar a que los trabajadores sean anarquistas para entrar en una organización. ¿Cómo podrían llegar a serlo en medio de la soledad y sintiendo la seguridad de su impotencia? Hemos de organizamos entre nosotros como individualidades convencidas, como anarquistas. Alrededor nuestro hemos de organizar a los trabajadores en asociaciones abiertas al mayor número posible, aceptándolos tal como son y esforzándonos en hacerles avanzar lo más que podamos.

Como trabajadores hemos de estar siempre y en todas partes con nuestros compañeros de explotación y de miseria.

Recordemos que el pueblo de París empezó por pedir pan al rey entre aplausos y sollozos. Dos años después, como recibió plomo en vez de pan, armó la guillotina.

El momento es grave. Hemos llegado a uno de los períodos históricos que deciden, al extinguirse, la vida del período nuevo. Estamos en horas decisivas. Nosotros escribimos en nuestra bandera las palabras libertadoras e inseparables de socialismo y anarquía, y de nosotros depende el triunfo y el ejemplo en la próxima revolución.

ERICCO MALATESTA (Publicado el 6-7-1934 en La Revista Blanca)

Socialismo y anarquismo en Cataluña (1899-1911). Los orígenes de la C.N.T. Xavier Cuadrat



El libro del historiador Xavier Cuadrat que a continuación presentamos es sin lugar a dudas una de las mejores intervenciones históricas que se han escrito sobre el movimiento obrero catalán de la primera década del siglo XX. Su análisis minucioso y preciso, documentado sobre diversas fuentes primarias del periodismo obrero anarquista y socialista, nos ayuda a valorar con cierta profundidad los entresijos sociales y políticos en los que se debatía buena parte del movimiento obrero catalán, en sus procesos complejos de coordinación organizativa durante dicha época. Dicha convergencia del “obrerismo de clase” se iniciaría primeramente con el proyecto exitoso de “Solidaridad Obrera” en 1907 y posteriormente, y de forma más ambiciosa, con el inicio de la construcción de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) en 1910.

Para contextualizar la importancia del libro, aparecido en 1975, así como la escasez de obras anteriores de contenido obrerista, voy a citar unas palabras del prólogo que nos informan del estado precario en el que se encontraban en aquellos momentos los análisis sobre el movimiento obrero catalán y español respectivamente. Asimismo se destaca una cierta revitalización historiográfica que fue muy prolífica en los años inmediatamente posteriores a la muerte del dictador Franco en lo que respecta a diversas facetas del movimiento obrero español en su conjunto.

“Resulta confortante, en la actualidad, comprobar el interés que la historia del movimiento obrero suscita entre los investigadores y un amplio sector de público lector. Hace tan sólo diez años, eran contados los estudios existentes en este campo particular de la historiografía de nuestro país. Hoy, en cambio, y no sin cierta agradable sorpresa, cae uno en la cuenta de que desbordaría la simple enumeración de las obras escritas y publicadas por historiadores salidos de las promociones jóvenes, cuyos hombres son ya muy numerosos.

Las principales etapas de la acción del movimiento obrero en España van quedando cubiertas gracias a esfuerzos que, afortunadamente, ya no resultan aislados y excepcionales.”

Habría que afirmar de todas maneras, que en pleno sistema franquista, eran cuando menos problemático llevar a cabo investigaciones históricas que analizaran desde una absoluta libertad de investigación algunos aspectos determinados sobre la historia del movimiento obrero de raíz anarquista u socialista. El fuerte condicionamiento negativo que presuponía la dictadura franquista es sin lugar a dudas una de las razones principales del porqué no se conociera o divulgara la memoria histórica del movimiento obrero anterior a la dictadura franquista durante tan dilatado tiempo. Las acertadas palabras del prólogo nos indican “un cambio de signo” que se estaba produciendo progresivamente durante los últimos años del franquismo y que constatan certeramente la dificultad del propio régimen dictatorial para poder acallar una contestación plural que se iba extendiendo por diversos sectores sociales y/o culturales.

El libro de Xavier Cuadrat, tiene como hilo conductor principal a resaltar, el análisis histórico pormenorizado de las dos ideologías vertebradoras que más habían influido en el movimiento obrero catalán en sus intentos de agrupación local y sectorial durante la primera década del siglo XX.

Tanto desde el propagandismo anarquista como desde el de adscripción socialista se nos ofrecen informaciones suficientes como para podernos hacer una composición de lugar de sus diversas experiencias en las luchas obreras y en los intentos de organización y coordinación en el ámbito del movimiento obrero catalán. De sus investigaciones al respecto quedan bien definidas algunas conclusiones que hoy en día son consideradas como relevantes en el ámbito de la investigación histórica “del obrerismo de clase catalán”.

En primer lugar la “debilidad” estructural que padecía el socialismo catalán para poder llevar a cabo una agrupación sustantiva de la clase obrera catalana en torno a sus objetivos ideológicos y políticos. En segundo lugar el papel central que tuvieron los propagandistas libertarios en la progresiva implantación de una organización de base territorial amplia que englobara a la mayor parte de la clase obrera catalana.

Esta última afirmación, aun siendo totalmente verdadera, necesitaba apoyarse en la interrelación de las otras culturas obreristas existentes para llegar a realizar uno de los sueños más preciados del obrerismo catalán: asentarse como una única organización del proletariado de la Cataluña Obrera que contrarrestara la potencia del enemigo común que era la burguesía. Sin la influencia del societarismo de influencia anarquista hubiera sido muy dificultoso llegar a vertebrar orgánicamente a la clase obrera catalana; pero asimismo también era necesario  contar con el peso significativo de otras sociedades obreras locales para que dicho proceso de agrupación fuera lo más amplio posible.

Esta es, a grandes rasgos y sintetizando mucho, la historia que nos muestra y analiza Xavier Cuadrat, a través de los procesos organizativos que fueron desarrollándose durante el periodo de 1907 a 1911. Primeramente como “Solidaridad Obrera” en 1907 y posteriormente mediante el intento de plasmar una organización obrera de ámbito estatal que sería conocida como Confederación Nacional del Trabajo (CNT) a partir de 1910.

Su utillaje argumental es preciso y claro, utilizando una técnica histórica que huye de grandes palabras o exceso de elucubración retórica. Xavier Cuadrat utiliza una metodología que se sustenta en la constatación empírica, a través de diferentes fuentes de información, para poder ir construyendo un relato histórico solido que contenga una evidencia factual difícil de rebatir y que ha sido y creo que todavía sigue siendo uno de aquellos libros de historia del movimiento obrero catalán “troncales” en lo que respecto al periodo histórico y a la temática analizada.  

El CEDALL ha creído conveniente llevar a cabo la digitalización de este magnífico libro por las razones que se han expresado anteriormente en esta breve introducción y asimismo para poder facilitar a investigadores y/o apasionados de la historia del movimiento obrero catalán su conocimiento y disfrute de lo relatado por el autor.

EQUIP Cedall (Mayo 2013)