Vegetarianismo y anarquismo: Orígenes



El vegetarianismo conoce unos orígenes muy anteriores a los de las ideologías antiautoritarias. Ya se hallan varias referencias a él entre los pitagóricos, seguidores de su maestro, Pitágoras, y varias recomendaciones por parte del famoso médico Hipócrates, ya en el siglo V a.C. en la Atenas clásica. Podemos encontrar más referencias de éste en la medicina medieval, en buena parte heredera de la medicina hipocrática, y en los hábitos de buena parte de la población rural y en las órdenes de clausura, monacales o mendicantes en la Baja Edad Media (siglos XII – XV) tanto en el continente europeo como en las reinos que por entonces componían la península ibérica. 

Los motivos eran tanto medicinales o fruto del modo de vida austero y comunal de la mayoría del agro ibérico. Entre los siglos XVI y XVIII aumenta paulatinamente la producción de tratados y textos médicos y dietéticos partidarios del vegetarianismo, apareciendo en Europa al inicio del siglo XIX, en especial en Inglaterra, las primeras sociedades vegetarianas, defendiendo tanto la buena salud humana como el amparo de los animales desde un punto de vista tan antropocéntrico como religiosamente caritativo.

En el siglo XIX la producción de este tipo de textos se dispara, apareciendo en Gran Bretaña las primeras sociedades en defensa de los animales (Society for the Prevention of Cruelty to Animals, 1824) y sociedades vegetarianas (la primera la Vegetarian Society, 1847). En la segunda mitad del siglo XIX se termina de configurar la doctrina naturista, un conglomerado de prácticas vitales (deporte, control natal, nudismo, evitar sustancias nocivas como las drogas…) entre las que el vegetarianismo tiene un papel importante, con el fin de mejorar el cuerpo humano individual y por tanto el conjunto de la sociedad, desde una clara visión antropocentrista y medicinal y con cierta moralidad, si bien muchos de los naturistas veían en el no alimentarse de animales ni usarlos como explotación un compromiso para su bienestar y salvación. 

Asentado el naturismo y el vegetarianismo en diversos ambientes principalmente intelectuales europeos, sus textos comienzan a llegar al Estado español a finales del siglo XIX. Hay que remarcar un apunte antes de continuar. Cuando hablamos de “vegetarianismo” en este contexto, realmente queremos decir “veganismo dietético”, pues en un principio dentro del término “vegetariano” no cabía el consumo de lácteos o huevos, y mucho menos pescado, comenzándose a popularizarse esta actividad bajo la misma nomenclatura en Europa Central en el límite cronológico que abarcamos con este trabajo. 

Hartos de esta difamación del término, los auténticos vegetarianos Elsie Shrigley y Donald Watson crearon en 1944 en Inglaterra el término vegan, traducido al castellano como “vegano” y derivado del término “vegetariano”, que ha sido el término que ha quedado para la posteridad. No obstante, preferimos hablar de “vegetarianismo” o “vegetarismo” para ser correctos con el lenguaje que utilizaban los y las protagonistas de esta historia hace un siglo.

El anarquismo tiene una historia más conocida. Con referentes antiautoritarios rastreables en la Grecia Clásica, las “herejías” y poblaciones medievales y diversos teóricos del Renacimiento y la Ilustración, primero Proudhon en Francia y más tarde Bakunin en Rusia configuran lo conocido como “anarquismo moderno”. El anarquismo se fundamenta principalmente por destruir todo tipo de autoridad, en especial la del Estado sobre sus habitantes, que es el punto en común a nivel mundial de todo el anarquismo. Al Estado español tal ideología lleva especialmente en 1868, con la llegada de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), extendiéndose por toda la Península en los años venideros. 

A finales del siglo XIX, y pese a la fuerte represión estatal sufrida y la creación de las primeras organizaciones marxistas y católicas, el anarquismo era la principal fuerza del movimiento obrero en el Estado español. En este contexto, la diversidad de opiniones dentro del anarquismo era inmensa: jornaleros y obreros de fábrica, legalistas e insurreccionalistas, colectivistas e individualistas, diversidad de sindicatos, procedencias… Tal multiplicidad lleva a los anarquistas a forjar publicaciones de debate interno, no sólo centradas en convencer a la masa obrera para llevar a cabo la Revolución social. Es en este contexto cuando comienzan a aparecer, entre otros debates, los temas naturistas y vegetarianos.

El empuje definitivo va a ser venir a la vez del movimiento naturista como tal y del movimiento libertario europeo. Por un lado, en 1903 se constituye en Madrid y Barcelona la Sociedad Vegetariana, adscrita a la Unión Federal Vegetariana (UFV), sociedad internacional creada en Chicago en 1893 que funcionaba, como indica su nombre, con federaciones autónomas voluntariamente reunidas y situadas en distintos puntos de la geografía europea, la misma metodología usada por el anarquismo desde la AIT, con su sección española, la por entonces extinta Federación Regional Española (FRE), que tras varios nombres más culminaría en la creación en 1910 de la anarcosindical Confederación Nacional del Trabajo (CNT), internacionalmente adscrita a la refundada AIT.

Por otro lado, es en este contexto en el que se introduce el naturismo en el anarquismo peninsular, tras la llegada de varias publicaciones al ambiente erudítico ácrata. En estos años existía la publicación La Revista Blanca (1898 – 1904), fundada por Joan Montseny (Federico Urales) y Teresa Mañé (Soledad Gustavo), supervivientes a los calabozos de los Procesos de Montjuïc, gran golpe represivo contra el anarquismo catalán en 1896. Tal revista era la única del momento en tratar temas de salud y apostar por una dieta sana, rechazo a las drogas, higiene… Es pues en esta revista donde aparecen publicados los artículos Hacia la Conquista del Estado Natural, de Henry Zilsy, en 1902, y Doctrina naturista

También en este contexto tiene lugar la traducción y lectura de los textos de Élisée Reclus, que entre 1905 – 1908 escribe El Hombre y la Tierra, gran obra de geografía social donde apuesta por el vegetarismo y la desnudez, la cual fue usada en su enseñanza por la Escuela Moderna del republicano federal Ferrer y Guardia, donde se instruyó a decenas de libertarios catalanes hasta su cierre y ejecución de su director acusado de instigar la Semana Trágica de Barcelona de 1909. Otra gran influencia fue la aparición de la última obra del anarcocristiano ruso León Tolstoi Últimas Palabras, en 1909, un año antes de morir. En ella propone “que vivamos según la ley de Cristo , de Emile Gravelle, en 1903; éste último profesor del anterior. Éstos abogan por el rechazo a las drogas, la dieta vegetariana y la vuelta a un mundo más salubre, sostenible, primitivo y respetuoso con el medio ambiente. El relevo en este aspecto de La Revista Blanca lo tomaría la revista Salud y Fuerza (1904 – 1914), encargada de temas teóricos muy similares a la anterior.

Otra gran influencia fue la aparición de la última obra del anarcocristiano ruso León Tolstoi Últimas Palabras, en 1909, un año antes de morir. En ella propone “que vivamos según la ley de Cristo amándonos los unos a los otros, siendo vegetarianos y trabajando la tierra con nuestras propias manos”. Otra citas que ya era por entonces conocida de este filósofo y pensador ácrata es “alimentarse de carne es un vestigio del primitivismo mas grande” o “la abstención de comer carne constituye la base fundamental de toda vida moral. Este hecho nos ha sido demostrado hasta la saciedad por todos los mejores representantes de la especie humana”. 

Por último, también en 1909 el filósofo libertario naturista venezolano Carlos Brandt escribió El Vegetarismo artículo del tratado de filosofía del vegetarismo que aparece en su libro El problema vital. Éste es publicado en 1913, por lo cual es secuestrado durante un año por la dictadura de Juan Vicente Gómez y su trabajo tirado al maremigra, entre otros lugares, a la Península Ibérica, donde el libro aparece inmediatamente publicado. En tal texto por primera vez desde el anarquismo no solamente se apuesta por la dieta vegetariana única o principalmente por su salubridad, sino por un compromiso de respeto a los animales partiendo de que el ser humano también es un animal (llama al resto de animales “hermanos menores”) y que sus cualidades morales y el velar por la vida contradicen el asesinato para obtener alimento cárnico, apostado por la “justicia, bondad, solidaridad y tolerancia, fomentadas por el vegetarianismo”. 

Para Brandt:

<<El que come carne comete un doble crimen, pues de esta manera destruye una vida que es la propiedad exclusiva de Dios y que, por lo tanto, debemos respetar y al mismo tiempo preparamos nuestro organismo a la acción de las enfermedades, lo que equivale a destruir nuestra propia vida. Es una forma del suicidio…>>

Sin embargo, este discurso “protoantiespecista” quedó eclipsado por la corriente higienista y medicinal del naturismo, que sería la imperante, pese a la influencia que Brandt tuvo en el anarquismo ibérico tanto por sus libros como por sus colaboraciones habituales en la importante revista Generación.

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