«Aun cuando ustedes ganaran, iban a heredar montones de ruinas —me aventuré a interrumpir su silencio. Durruti pareció salir de una profunda reflexión y me contestó suavemente, pero con firmeza: —Siempre hemos vivido en la miseria, y nos acomodaremos a ella por algún tiempo. Pero no olvide que los obreros son los únicos productores de riqueza. Somos nosotros, los obreros, los que hacemos marchar las máquinas en las industrias, los que extraemos el carbón y los minerales de las minas, los que construimos ciudades... ¿Por qué no vamos, pues, a construir y aún en mejores condiciones para reemplazar lo destruido? Las ruinas no nos dan miedo. Sabemos que no vamos a heredar más que ruinas, porque la burguesía tratará de arruinar el mundo en la última fase de su historia. Pero, le repito, a nosotros no nos dan miedo las ruinas porque llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones —dijo, murmurando ásperamente. Y luego agregó: — Ese mundo está creciendo en este instante».
Van Passen, «Toronto Star», «Dos millones de anarquistas luchan por la revolución», 18-8-1936.
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