Las divergencias existentes entre marxismo y anarquismo con respecto al proceso de revolución social implican modos distintos de concebir el proceso de emancipación femenina. Para el marxismo, que centra en el terreno económico su análisis de la opresión, todas las relaciones de dominación y subordinación tienen su raíz en el sistema de producción. Las condiciones materiales de vida determinan la superestructura ideológica de la que formarán parte las construcciones de género. Según esta visión, la emancipación de las mujeres sería un problema resuelto tras la revolución que transformaría las estructuras socioeconómicas y, en consecuencia, toda la sociedad. Engels, en su obra "El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado" relacionaba el patriarcado con la división de la sociedad en clases, y posteriormente, el feminismo marxista en general insistió en la posición que ocupaban las mujeres en el sistema de producción y su condición de oprimidas como productoras en el sistema capitalista, suponiendo que, pese a existir una opresión específicamente femenina en el seno de la sociedad capitalista, esta sería superada en la construcción de una sociedad socialista.
Frente a este enfoque, el anarquismo rechazó el determinismo económico marxista y comprendió la multiplicidad y variedad de relaciones de dominación admitiendo que una reestructuración económica, aunque era imprescindible, no sería suficiente para lograr la emancipación humana. Así, frente a las concepciones marxistas de toma del poder estatal, el anarquismo propugna el cambio social mediante un proceso de transformación cultural y el desarrollo de nuevos modos de relación de los que estén excluidos autoridad y coacción.
La ausencia de centralidad de las relaciones de producción en su crítica al orden social establecido explica su especial atención a las desigualdades de poder en el ámbito de las relaciones personales y su especial atención teórica al problema de la subordinación femenina. Una clara conciencia de las dimensiones políticas de lo sexual y del importante papel que desempeñan la vida familiar y sexual en la conformación del orden social llevará a los anarquistas a considerar la reforma sexual y la emancipación de las mujeres como aspectos esenciales del proceso de revolución social.
Defenderán así el amor libre, la igualdad de géneros y la elevación de una nueva moral que destruirá la vieja moral burguesa, estrechamente relacionada con los valores de la sociedad capitalista. A través de su propuesta de un nuevo orden social y amoroso antiautoritario, ideal heredado del socialismo utópico, el anarquismo contribuyó a la conformación de una conciencia feminista.
La estructura básica del anarquismo español, además de los grupos específicos y de carácter cultural, se conformaba por un movimiento sindicalista revolucionario que centró su actividad en una lucha económica entre clases, en su persecución de una revolución que se llevaría a cabo mediante la expropiación de la burguesía y la colectivización de los medios de producción, poniendo fin a la sociedad de clases. En esta lucha tendría un papel central la sindicación de obreros fabriles quedando relegados a un segundo plano los problemas específicos de las mujeres, cuya especificidad sería ignorada e incluso negada. Así, la lucha contra otros sistemas de opresión como el patriarcado, quedaría desplazada por la lucha anticapitalista.
La contradicción existente en un movimiento libertario que propugnaba en teoría la emancipación femenina pero mantenía una práctica patriarcal, conducirá al surgimiento de la organización Mujeres Libres, que defenderá la emancipación femenina como condición esencial de la Revolución Social.
En 1936, unos grupos de mujeres anarquistas de Madrid y Barcelona fundaron “Mujeres Libres”, organización dedicada a la liberación de las mujeres de su “esclavitud de ignorancia, esclavitud de mujer y esclavitud de productora”. Aunque duró menos de tres años, “Mujeres Libres” movilizó a más de veinte mil mujeres y desarrolló un vasto programa de actividades diseñadas para capacitar a la mujer como individuo al tiempo que se construía un sentimiento de comunidad. Las fundadoras de “Mujeres Libres” fueron: Lucía Sánchez Saornil, escritora y poeta, Mercedes Comaposada, abogada, y Amparo Poch Gascón, médica.
En otoño del 36, “Mujeres Libres” había ya empezado a establecerse como organización independiente, con metas y programas que la diferenciaban de las demás organizaciones de mujeres de izquierdas y, hasta cierto punto, del resto de organizaciones del movimiento anarcosindicalista. Era necesaria una organización dirigida por mujeres y para mujeres, una organización consagrada a superar la subordinación de las mujeres en todas sus facetas.
Estos programas incluían clases para erradicar la ignorancia y el analfabetismo, cursos de aprendizaje industrial y comercial, así como grupos de concienciación diseñados para capacitar a las mujeres e infundirles el conocimiento y la confianza que necesitarían para participar como ciudadanas de pleno derecho en la sociedad revolucionaria. Estos programas debían ser organizados de modo federado y no jerárquico, y serían un ejemplo de las capacidades de las mujeres para obrar autónomamente con el objetivo de contribuir a la transformación social.
Otra de estas mujeres, Enriqueta Fernández Rovira nos dice:
“Siempre creí que las mujeres tenían que emanciparse. Que nuestra lucha era, y todavía es, algo más que la simple lucha contra el capitalismo... Solíamos hablar mucho de esto, insistíamos en que la lucha no sólo se hacía en las fábricas, en las calles, o incluso en los ateneos: tenía que llegar al hogar. A veces, los chicos se reían y se burlaban de nosotras cuando decíamos tales cosas. Decían que era la lucha de todos y que todos debíamos luchar juntos. Pero yo les contestaba que no, que no sólo era eso. Necesitábamos expresarnos por nosotras mismas, ser quienes somos y lo que somos. Que no estábamos intentando quitarles nada, que necesitábamos desarrollarnos y exigir nuestros propios derechos.”
Lucía Sánchez Saornil
(Madrid, 13 de diciembre de 1895 – Valencia, 2 de junio de 1970) fue una poetisa, militante anarquista y feminista española.
Nació el 13 de diciembre de 1895 en Madrid en el seno de una familia pobre. En 1916 entró a trabajar como telefonista en Telefónica. Paralelamente, prosiguió sus estudios en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Se dedicó también a la poesía y siguió los movimientos vanguardistas, adhiriéndose en particular en 1919 al movimiento ultraísta. Publicó entonces sus poemas en revistas como "Tableros", "Plural", "Manantial" y "La Gaceta Literaria".
Durante los años 1920 dejó la poesía para dedicarse a la actividad política en el seno del movimiento anarcosindicalista. Participó en diferentes conflictos sociales dentro de Telefónica. En 1927 se trasladó a Valencia, donde colaboró en varios periódicos anarquistas como Tierra y Libertad y Solidaridad Obrera. De vuelta a Madrid en 1929, prosiguió con sus actividades en el movimiento anarquista, haciéndose cargo en 1933 de la secretaría de redacción del periódico CNT.
En 1936, poco antes del inicio de la Guerra Civil Española, fundó junto a Mercedes Comaposada y Amparo Poch la organización feminista y libertaria Mujeres Libres. Este movimiento anarquista de emancipación nacido en torno de la CNT contó hasta con 20.000 miembros en 1938, a pesar del hecho de que existía sólo en la zona republicana.
Cuando estalló la Guerra Civil participó activamente en la lucha antifascista. En 1937 regresó a Valencia, donde participó en la redacción del periódico anarquista "Umbral". En mayo de 1938 se hizo cargo de la secretaría general de la sección española de Solidaridad Internacional Antifascista (S.I.A).
Después de la victoria de los nacionales, Lucía Saornil se exilió en Francia. Para escapar a la deportación, debió volver secretamente a España en 1942, primero a Madrid y más tarde a Valencia. Continuó en la clandestinidad hasta 1954. Entonces se trasladó a Valencia, donde murió el 2 de junio de 1970.
Mercedes Comaposada Guillén
(Barcelona, 14 de agosto de 1901- París, 11 de febrero de 1994). Pedagoga, anarcofeminista, abogada y militante anarquista. Nació el 14 de agosto de 1901 en Barcelona, hija de un zapatero autodidacta y socialista, José Comaposada, vive desde su infancia en un medio militante y cultivado, para quien la práctica de la solidaridad no es una palabra vacía.
Trabaja desde muy pronto y entra como montadora en una empresa de producción cinematográfica y se afilia a la CNT de Espectáculos Públicos de Barcelona. Marcha enseguida a Madrid para proseguir sus estudios teniendo como maestros a Antonio Machado y José Castillejo, de los cuales conservará un gran recuerdo. Cuando estudiaba Derecho, conoció Valeriano Orobón Fernández, que la animará a dar clases a los obreros, que serán un fracaso puesto que los hombres no querían ser instruidos por mujeres.
Sensibilizada por la condición de la mujer, se convierte en pedagoga y da cursos a quienes, privadas de instrucción, son víctimas de la miseria y el machismo. De su encuentro con Lucía Sánchez Saornil nace la idea de crear un grupo de mujeres específico, en el seno del movimiento libertario. El grupo de Mujeres Libres se crea en abril de 1936 y edita al mes siguiente la revista del mismo nombre, ilustrada por su compañero, el escultor libertario Baltasar Lobo a quién había conocido en 1933. Cuando estalla la revolución, en julio del 36, vuelve a Barcelona y se une a otro grupo de mujeres con el que trabaja en la creación de una federación nacional.
De salud frágil, prosigue sin embargo sin descanso durante el conflicto su actividad educativa, su participación en Mujeres Libres y su colaboración con la prensa libertaria. Tras la derrota, se refugia en París con su compañero bajo la protección de Picasso. Trabaja como secretaria, luego efectúa trabajos de traducción de escritores castellanos (sobre todo Lope de Vega) y se consagra a la obra artística de su compañero, siendo su representante.
Durante los años 60 y 70 militará en «Mujeres Libres» desde París. Colaboró en Mujeres Libres (revista) (será redactora jefe), Ruta, Tiempos Nuevos, Tierra y Libertad y Umbral. Es autora de Esquemas (1937), Las mujeres en nuestra revolución (1937), La ciencia en la mochila (1938), Conversaciones cono los artistas españoles de la Escuela de París (1960, bajo el pseudónimo de Mercedes Guillén), Picasso (1973, también como Mercedes Guillén) y un libro sobre «Mujeres Libres» que parece desaparecido. Murió el 11 de febrero de 1994 en París (Francia).
Amparo Poch y Gascón
(15 de octubre de 1902, Zaragoza -15 de abril de 1968, Toulouse, Francia) fue médica, activista antifascista, libertaria, escritora y divulgadora.
Hoja del padrón municipal de Zaragoza de 1924. Amparo Poch vivía en la Calle Madre Rafols, Antiguo cuartel de pontoneros Sangenis de Zaragoza donde sirvió José Poch Segura. Amparo Poch y Gascón nació en Zaragoza el 15 de octubre de 1902.
Su padre, José Poch Segura (Valencia, 1874) en 1892 ingresó en el ejército como soldado raso. Hacia 1900 había ascendido a sargento y vivía en una casa de huéspedes de Zaragoza. En esa casa trabajaba de sirvienta Simona Gascón Cuartero, que había nacido en Tabuenca (Zaragoza). Se casaron el 21 de septiembre de 1901.
Amparo fue bautizada en la Parroquia de Santiago el 18 de octubre de 1902 con los nombres de María de los Desamparados y del Pilar. En otros documentos aparece como María del Pilar Amparo. Amparo era la primogénita. Sus hermanos eran José María (1904), Fernando (1906) Josefina (1912) y Pilar (1912).
La familia vivió hasta 1916 en la calle Pignatelli, 57, de Zaragoza. En 1916 José Poch ascendió a teniente de pontoneros y tuvo derecho a disfrutar de una vivienda en los pabellones militares del Cuartel de Sangenis, Ingenieros y Pontoneros, en la calle Madre Rafols.
En la calle Madre Rafols estaban:
El Hospital de Nuestra Señora de Gracia, que atendía a los indigentes
La Real Casa de Misericordia (actual edificio Pignatelli) que era el Hospicio Provincial
El convento de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana
El cuartel de San Genís, Ingenieros y Pontoneros
La plaza de toros de la Misericordia
Amparo Poch se casó civilmente con Gil Comín Gargallo el 28 de noviembre de 1932 en Zaragoza. Entonces Gil tenía 33 años y trabajaba como ofical de banca. Era licenciado en Filosofía y Letras, Bellas Artes y Derecho. El matrimonio duró poco tiempo. A mediados de los años treinta el compañero sentimental de Amparo Poch fue Manuel Zambruno Barrera. Era escritor, poeta y pertenecía al sindicato del metal de CNT. En julio de 1936 estuvo en asalto al Cuartel de la Montaña. Fue redactor de la prensa confederal y corresponsal en los frentes de Madrid. Entre los años cuarenta y sesenta su compañero sentimental fue Francisco Sabater.
Cuando Amparo Poch le pidió permiso a su padre para estudiar Medicina su padre le dijo: <<No es carrera propia de mujer>>. Debido a esa oposición de su padre estudió Magisterio en la Escuela Normal Superior de Maestros de Zaragoza entre 1917 y 1922. Se licenció con premio extraordinario en la sección de Ciencias. En 1922 siguiendo su verdadera vocación se matriculó en la Facultad de Medicina de Zaragoza. En varios artículos denunció la burla, el desprecio y la falta de respeto que inspiraba a los hombres la mujer sabia. También criticó la indiferencia de los profesores y de los claustros universitarios. Se licenció en 1929 con matrícula de honor en todas las asignaturas (28 matrículas de honor). En su promoción se licenciaron 97 hombres y 2 mujeres.
En 1934 junto a Lucía Sánchez Saornil y Mercedes Comaposada fundó la revista Mujeres Libres, que era portavoz de la Federación Mujeres Libres, en pro de la liberación de la mujer obrera. Era una revista para mujeres y escrita por mujeres. Vetó la colaboración de hombres, a excepción del artista Baltasar Lobo, que era ilustrador y maquetista de la publicación.
En mayo de 1936 apareció el primer número de la revista. El editorial decía:
<<... encauzar la acción social de la mujer, dándole una visión nueva de las cosas, evitando que su sensibilidad y su cerebro se contaminen de los errores masculinos. Y entendemos por errores masculinos todos los conceptos actuales de relación y convivencia: errores masculinos, porque rechazamos enérgicamente toda responsabilidad en el devenir histórico, en el que la mujer no ha sido nunca actora, sino testigo obligado e inerme... no nos interesa rememorar el pasado, sino forjar el presente y afrontar el porvenir, con la certidumbre de que en la mujer tiene la Humanidad su reserva suprema, un valor inédito capaz de variar, por la ley de su propia naturaleza, todo el panorama del mundo. ... que miles de mujeres reconocerán aquí su propia voz, y pronto tendremos junto a nosotras toda una juventud femenina que se agita desorientada en fábricas, campos y universidades, buscando afanosamente la manera de encauzar en fórmulas de acción sus inquietudes>>
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