La Iglesia católica española se manifiesta por las calles de todo el país, con el principal objetivo de expresar su total rechazo a las medidas legislativas que tomó Zapatero y ahora para forzar al PP a cumplir con sus promesas, como la vuelta a los ´80 en la ley del aborto. Estan movilizaciones están precedidas por una campaña que pretende movilizar a todos los fieles católicos en torno a “los tres temas fundamentales de Familia, Vida y Educación”.
Sobre el significado que la Iglesia española da a esos “tres temas”, el “Directorio de Pastoral Familiar de la Iglesia en España”, un documento redactado por la Conferencia Episcopal y hecho público a principios de febrero de este año, señalaba que <<Nos hallamos ante un alarmante aumento de la violencia doméstica; ante abusos y violencias sexuales de todo tipo, incluso de menores en la misma familia”, que se evidenciaría de modo flagrante, según los obispos, cuando los medios de comunicación y los políticos, “en vez de escuchar los lamentos de este inmenso drama humano, hacen de altavoz a determinados grupos de presión, como los lobbies homosexuales, que reclaman a modo de privilegio unos pretendidos derechos de unos pocos, erosionando elementos muy significativos de construcción de sociedad que afectan a todos>>. El Episcopado pidió <<que se haga justicia a la familia>>, reiterando que <<el divorcio o el aborto están produciendo mucho dolor, sufrimiento y marginación en la sociedad>>. Sin embargo, la Iglesia católica tiene sus propios problemas en estas materias, y mucho que callar.
El Ministerio de Asuntos Sociales publicó en 1995 un estudio de la Universidad de Salamanca que señala que al menos un 10% de los menores que sufren abusos sexuales en España son abusados por sacerdotes. Tras encuestar a 400 sacerdotes actualmente en activo, José Rodríguez, autor del libro “La vida sexual del clero”, halló que el 95% se masturba, un 60% mantiene relaciones sexuales, un 33% realiza tocamientos o abusos graves con menores y un 32% practica la homosexualidad o es homosexual. Rodríguez admite: <<Preferí acogerme a las cifras más modestas posibles, aunque sabía que la realidad del problema era superior>>. En especial, los escándalos relacionados con el abuso sexual a menores se han convertido en los últimos años en un estigma moral de la Iglesia, en un marco de aumento general de las denuncias y estudios sobre pederastia en el conjunto de la sociedad.
El nuevo milenio está siendo un auténtico vía crucis para la Iglesia, debido a la sucesión de escándalos por la conducta sexual del clero en contraste con la postura oficial de restricciones que dicta el Vaticano a creyentes y no creyentes. En los últimos tres años las contradicciones han alcanzado una tensión insoportable para el sentido común, aunque la presión por clarificar estas conductas viene creciendo desde mediados de los años 80. Las cuestiones relativas al matrimonio (derecho familiar de gays y lesbianas), la reproducción (aborto, anticonceptivos, ingeniería genética), la práctica sexual (pederastia, homosexualidad) y la muerte (eutanasia), han desbordado a la Iglesia, que tiene que enfrentarse en su propio seno a los mismos dilemas éticos que pretende ordenar a las sociedades y los Estados (reivindicaciones en cuanto a ordenación de mujeres y celibato voluntario, acoso, explotación sexual y violaciones de menores, monjas y seminaristas, aborto de religiosas, SIDA, homosexualidad y lesbianismo en el clero).
Después del 11-S, una ofensiva de los neoconservadores y orquestada en el puritanismo republicano de EEUU ha venido en ayuda del Vaticano y ha conectado con la influyente posición española en Roma, a través del Opus Dei y el Partido Popular. Es una paradoja de la ola de conservadurismo en EEUU que la preocupación fundamentalista por el acoso sexual en centros educativos y de trabajo haya acabado incluyendo a la Iglesia entre los objetivos de escrutinio de los delitos sexuales. La reacción de la ciudadanía progresista y los grupos de católicos laicos ha destapado un rosario de escándalos que deslegitiman totalmente el maridaje católico-neoliberal y están forzando a los Estados a reconsiderar la legislación, así como las relaciones con la Iglesia.
La pugna que se ha desatado tiene un importante significado político para el pluralismo, la libertad y la igualdad en nuestra sociedad: la ética de la Iglesia Católica está en crisis y la curia responde enclaustrándose en un fundamentalismo recalcitrante e intransigente contra la realidad social, entrometiéndose en la intimidad de las personas, en el sistema educativo, abusando de sus relaciones con el poder, cuestionando la secularización, la independencia de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial y la aplicación de los avances científicos.
La frase, de un destacado profesor católico del University College de Boston, describe bien la situación. Como en otros muchos asuntos, la corrupción sexual en el seno de la Iglesia se ha convertido en un escándalo internacional solamente cuando la opinión pública norteamericana se ha movilizado tras la denuncia de casos de depravación y los consiguientes juicios multimillonarios.
Pero en el mundo hay 220.000 parroquias, 120 conferencias episcopales, 200.000 seminaristas, 500.000 sacerdotes, casi un millón de monjas y 200 nuncios papales. Además, en el entorno de la Iglesia Católica existen miles de agrupaciones católicas de implantación local que a menudo funcionan como sectas opacas. Esto significa que el problema está lejos de haber salido a la luz en su verdadera dimensión. En octubre de 2002 una organización católica presentó al Comité de Derechos de la Infancia de Naciones Unidas un informe que detalla 5.000 casos de abusos sexuales a menores cometidos por sacerdotes desde 1995. Una cifra bastante modesta, si tenemos en cuenta que la mayoría de los especialistas, muchos de ellos católicos devotos, consideran que el número de víctimas de la degeneración sexual del clero en el mundo se cuenta por millones en los últimos treinta años, por encima incluso de los abusos sexuales cometidos en situaciones de guerra o en las actuales misiones de interposición de paz.
Especialmente, se ha documentado poco qué ocurre en el hemisferio Sur, a donde la jerarquía eclesial, para evitar el escarnio público, ordena el traslado de muchos de estos delincuentes sexuales con pleno conocimiento de su conducta. Los datos de una encuesta publicada por The Boston Globe señalan que el 83% de los norteamericanos sabían de una acusación de violación contra uno de sus sacerdotes, cifra que era del 43% en Centro América y el Caribe y una tercera parte en África, Asia, Europa y América del Sur.
En EEUU hay 46.000 sacerdotes. Se estima que de ellos el 98% ha tenido o mantiene relaciones sexuales, haciendo caso omiso del voto de castidad y del celibato. Durante más de dos años, la Iglesia Católica de EEUU ha recibido miles de denuncias por abusos sexuales cometidos por sacerdotes, en algunos casos desde hace décadas. Según las organizaciones laicas, unos 600 curas han sido acusados de abusos sexuales, de los que más de la mitad ya han sido suspendidos y hay decenas a la espera de suspensión.
Según la revista Time, en EEUU más de 2.000 sacerdotes han sido acusados de violación. Tom Economus, de una organización de defensa de las víctimas, calcula que son 5.000 los que tienen alguna demanda relacionada con su conducta sexual. Esto significa que sólo en ese país podría haber al menos 1.000.000 de víctimas directas de abuso sexual de los sacerdotes y entre 4 y 6 millones de víctimas indirectas. Pero la Iglesia Católica norteamericana sólo ha reconocido 11.000 denuncias y 4.000 curas abusadores desde el año 1950 –aunque el mismo informe reconoce que en 1970 uno de cada diez sacerdotes ordenados fue acusado de abuso-, a la vez que ha reforzado la práctica de la negociación extrajudicial de las denuncias con las familias, a cambio de indemnizaciones, evitando así el escándalo público. Las líneas telefónicas creadas para ayudar a estas personas contribuyen a que emerjan nuevos casos día a día.
Desde 1985 la Iglesia podría haber pagado más de 1.000 millones de dólares en indemnizaciones. De hecho, las compañías aseguradoras se están planteando rechazar la cobertura de este tipo de “contingencias”, ya que el acelerado aumento de denuncias ganadas por las víctimas podría llevarlas a la quiebra. Esto ha motivado a las autoridades eclesiales, lisa y llanamente, a primar la defensa de su patrimonio con acuerdos económicos que frenen la avalancha de denuncias. En Irlanda, la mayoría de las diócesis católicas tienen contratos millonarios con compañías aseguradoras desde 1987. En 1999 se creó un “fondo de garantía” de 11 millones de dólares para los sacerdotes denunciados. Un nuevo acuerdo entre la Iglesia y el Gobierno irlandés, suscrito a principios de 2002, estableció un fondo de compensación de más de 400 millones de dólares condicionado a la retirada de las demandas por parte de “miles de personas que fueron violadas en las escuelas y orfanatos de la Iglesia desde 1950”.
En enero de 2002 se denunció que un sacerdote de Boston, John Geoghan, había abusado durante 30 años de más de 130 niños. Geoghan, enviado a prisión, apareció ahorcado en su celda. Otro cura bostoniano, Paul Shanley, admitió pertenecer a un club de pederastia. Ofrecía drogas a niños y adolescentes para abusar sexualmente de ellos. Los grupos de laicos católicos acusaron a la jerarquía eclesiástica de encubrir deliberadamente a los agresores, ya que Geoghan había sido trasladado por sus superiores de parroquia en parroquia en lugar de denunciarlo y expulsarlo. No es el único caso. También en Arizona, un sacerdote fue trasladado a otro estado para eludir la justicia tras ser acusado de docenas de abusos. El traslado de destino de los sacerdotes en riesgo de ser descubiertos parece ser una práctica habitual.
En México, una chica de 16 años fue embarazada por un sacerdote y el obispado lo trasladó a una parroquia en otro estado del país. Una investigación del diario Dallas Morning reveló que el 65% de los obispos habían encubierto a los abusadores, limitándose a trasladarlos de parroquia. Las demandas obligaron a dimitir al cardenal de la archidiócesis de Boston, Bernard Law, pero el Vaticano impidió que renunciara trasladándolo a Roma con un puesto en la Santa Sede. La archidiócesis acordó pagar 30 millones de dólares a 86 demandantes. El escándalo de Boston fue un acicate para animar a otras víctimas a dar el paso.
Una de las mayores demandas legales tuvo lugar en Louisville, donde unas 243 personas alegaron haber sufrido abusos sexuales por más de 70 sacerdotes y exempleados de la Iglesia. La Archidiócesis de Kentucky, junto a una congregación franciscana del Sur de Indiana también implicada, acordó indemnizar a las víctimas con una suma de 25,7 millones de dólares. <<Espero que este acuerdo sea una señal de nuestra disposición a ayudar a restañar sus heridas>>, declaró el arzobispo Thomas Kelly, para él comprar las conciencias con dinero es lo más natural del mundo.
Un obispo católico renunció a su cargo en Palm Beach, Anthony J. O’Connell, tras admitir que había abusado sexualmente durante tres años de un seminarista a finales de los años 70. “No hubo otra cosa que tocamientos”, se lamentaba O’Connell intentando justificarse. Una excusa habitual para convencer a víctimas y familiares es insistir en que el abuso ha sido inofensivo o inocente, sin secuelas físicas o daños corporales, eludiendo así las secuelas y daños psicológicos, más difíciles de evaluar, ya que su manifestación puede hacer crisis sólo cuando la víctima alcanza la madurez sexual, o bien se confunde con su propia conducta sexual. La mayoría de las personas abusadas se culparon a sí mismas o han borrado lo ocurrido durante muchos años. La diócesis de Palm Beach llegó a un acuerdo con el denunciante pagándole 125.000 dólares a cambio del compromiso de que no presentaría más reclamaciones contra el obispo y otros dos sacerdotes que también habían abusado de su correligionario. Se da la circunstancia de que el cardenal O’Connell había sustituido en 1999 en la diócesis al obispo J. Keith Symons, el primer miembro de la alta jerarquía católica de EEUU que renunció por el mismo motivo, hasta este punto llega la degeneración de los que al parecer hablan por boca de Dios, aunque más bien lo hacen por la de Belcebú.
"Presionado" por el Vaticano, dimitió el obispo austriaco Kurt Krenn, de 68 años, director de un seminario que había tenido que cerrarse en agosto, tras una denuncia de que los seminaristas habían acumulado por internet 40.000 fotografías pornográficas, incluyendo imágenes de menores explotados sexualmente. Un joven seminarista fue condenado a seis meses de prisión por posesión de pornografía infantil. Las fotos también mostraban a los sacerdotes del seminario besándose en la boca o tocándose en actitud homosexual, y el obispo pretendió disculpar lo ocurrido diciendo que se trataba de "bromas de muchachos" en una fiesta navideña, exactamente el mismo argumento exculpatorio que él mismo había empleado en 1995 cuando fue acusado de abuso de menores el cardenal Hans Hermann Groer, entonces arzobispo de Viena. Krenn, ferviente simpatizante del ultraderechista Jörg Haider, nunca dejó de defender al cardenal, quien se vio obligado a retirarse a un convento sin que nunca se esclareciera el presunto delito.
En febrero de 2003, el presidente de la Conferencia Episcopal de EEUU, Wilton D. Gregory, pidió públicamente perdón en nombre de los sacerdotes acusados por abusos sexuales contra niños. “Es el momento de que el pueblo de la Iglesia –obispos, clero, religiosos y laicos- trabajemos juntos para garantizar la seguridad de los niños”, señaló Gregory tras conocer la renuncia de O’Connell. Las autoridades de cinco de las ocho diócesis de Pensilvania calculan en cerca de 60 los sacerdotes acusados de cometer abusos sexuales durante varias décadas. La diócesis de Nueva Hampshire, donde la ordenación de un obispo homosexual ha causado polémica, publicó los nombres de 14 sacerdotes acusados de abusos sexuales a menores entre 1963 y 1987. La lista es interminable.
¿Qué autoridad moral tienen esta gentuza? ¿a quién pretenden dar lecciones de moralidad esta secta de fanáticos adoradores del poder y del mal? Estos son los que quieren imponer a las mujeres cuándo deben parir basándose en leyes naturales sagradas mientras ellos dicen ser célibes, obviando que la principal ley natural de cualquier ser vivo es la de la supervivencia de la especie por medio de la reproducción, y para reproducirse hay que follar, gracias a Odín, sino fuese así Dios, su Dios, nos habría creado hermafroditas y asexuados. Los cuervos de Dios vuelven a las andadas, achuchando a los requetés en contra del pueblo y prometiéndoles que estarán libres de pecado si, llegado el caso, tienen que matar a "rojos" para defender su verdad absoluta propia de fanáticos fundamentalistas.
No se conforman con que se les deje creer lo que quieran, ellos están en posesión de la verdad revelada y todos los demás vivimos en pecado perpetuo. Pero quien impone en lugar de convencer no tiene demasiado futuro y no convencen porque no predican con el ejemplo, nada más hay que ver los rollizos que están y en los lujosos palacios que viven. Si vuelven a buscar el enfrentamiento cainita entre todos los habitantes de Iberia puede que sea la última vez que lo hagan, si quieren convertirse de nuevo en el enemigo del pueblo quizás les salga esta vez el tiro por la culata y sean desterrados para siempre de una tierra hastiada de la prepotencia e hipocresía de la curia eclesiástica, digna servidora de Satán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario