La falacia del marxismo - Gastón Leval

 
 
España se halla en las postrimerías de un régimen de oprobio constituido por el franquismo. En la lucha contra este régimen coinciden hombres y mujeres, movimientos y partidos de tendencia distintas entre los cuales figuran las diversas ramas del marxismo-bolchevique que, dirigido por Moscú, Pekín o Roma, ha ganado espíritu y la adhesión de cierto número de intelectuales, especialmente profesores y estudiantes, e incluso, en previsión de la caída o del alejamiento de Franco y sus compañeros de fechorías, de ciertos servidores de la actual dictadura.
 
Este último hecho no sorprende a quien conoce las tácticas del marxismo revolucionario. Ya en la Italia, al derrumbarse el fascismo, buena parte de las masas amaestradas por Mussolini adhirieron al partido comunista, pues acostumbradas a obedecer servilmente, o con entusiasmo, a agruparse en forma gregaria, a desfilar profiriendo “slogans”, a comportarse como rebaños automatizados, no podían sino pasar de una dictadura a otra: simple cambio de etiqueta. Con razón se ha dicho que cuando un pueblo ha vivido largo tiempo sin libertad, no experimenta el deseo de ser libre. El hecho se verifica con frecuencia.

Estas posibilidades existen también en España, y los comunistas españoles, siempre guiados por los psicólogos internacionales del comunismo, preparan sus baterías para asentar su dominio en la parte de la población susceptible de ser utilizada para sus fines totalitarios. Y de antemano se ha introducido en la policía franquista para utilizarla mañana contra los anti-franquistas de hoy, que se negarán a someterse a su dictadura.

Pero, además de esta preparación especializada, y de otras, que abarcan los más distintos aspectos de la actual sociedad española. -instituciones del Estado, partidos políticos incluso adversos, organizaciones sindicales falangistas y no falangistas, asociaciones campesinas, cooperativas, movimientos regionalistas, etc.,- la penetración en el ambiente universitario se persigue con una perseverancias, un método y una abundancia de recursos que consiguen poner de moda la doctrina de que se reclaman los aspirantes al poder llamado proletario. Y su actuación alcanza cierto éxito.

Una de las razones es la eficacia de la relativa organización comunista. ¡Cómo si la bondad de una doctrina, o de un movimiento debieran juzgarse de acuerdo a los procedimientos técnicos empleados! El apóstrofe de don Quijote: ¡Viva quien vence, Sancho!, sigue siendo aplicable a cierta gente que su cultura podría preservar de tales extravíos. La sumisión al más hábil o al más fuerte favoreció el acceso al poder del Hitlerismo que también, en la lucha emprendida contra la libertad se distinguió por la eficacia de su organización. Pero no basta andar rápido y con paso seguro: es preciso saber adonde se va. No basta el arte de los procedimientos: es necesario no errar el objetivo perseguido.

Como siempre en tales casos, parte de los hombres que hoy adhieren al marxismo, especialmente a su escuela más dinámica, es decir, la comunista, lo hacen en su mayoría con la esperanza, sino con la convicción de que el triunfo de la doctrina que abrazan aportaría a todos los habitantes de España, la justicia económica y social y la verdadera libertad humana.

Pero consideramos nuestro deber, -nuestro deber  de hombres partidarios también de la justicia económica social y humana, así como la libertad individual y política, nuestro deber de hombres que han combatido y combaten la dictadura franquista, que han conocido sus cárceles y sus presidios, y que lloran la muerte de millares de sus compañeros de lucha-, poner en guardia a los que piensan que tales objetivos puedan alcanzarse siguiendo el camino trazado por el marxismo, cualquiera sea su tendencia, pero especialmente la tendencia que más se reclama de las enseñanzas de Marx, de Lenin y sus continuadores. Y nos proponemos, en este trabajo, demostrar que, lejos de ser una doctrina verdadera en cuanto se refiere a la evolución humana y al progreso social, el marxismo es, científica, filosófica y prácticamente un error, y que, en cuanto a sus consecuencias reales, no pueden sino llevar a nuevas experiencias desastrosas como fue la del estalinismo que ha causado en las cárceles, los presidios, los campos de concentración rusos, la muerte de treinta millones de hombres, mujeres y jóvenes mayores de catorce años, con la aquiescencia moral y la complicidad pasiva y su activa de todos los partidos comunistas del mundo.
 
Que si el socialismo ha contribuido a realizar en ciertas naciones progresos  indudables,  no fue gracias al marxismo, sino independientemente de él. Y que si se quiere, mañana, evitar el paso de una opresión a otra, de unas formas de explotación a otras, de un océano de dolor a otro, es preciso tomar camino tan alejados como se pueda de los trazados por el partido, o las fracciones del marxistas que procuran por todos los medios enseñorearse de la actual lucha anti-franquista.


Nos dirigimos a los que son todavía capaces de ser hombres libres, de buscar la verdad y de ver en la independencia del espíritu no sólo una manifestación indispensable de la dignidad humana, sino la garantía de la libertad individual y colectiva, cívica y social sin la cual la revolución, se trasforma en la peor reacción, tanto más peligrosa más terrible cuanto está revestida de fraseología revolucionaria. La opresión en nombre de la opresión permite y suscita una actitud y una reacción clara; la opresión en nombre de la libertad lo obscurece y desorienta todo.
 
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