Año: 2013
Duración: 58 minutos
Género: Documental
Fecha de estreno: 14 de marzo de 2014
Duración: 58 minutos
Género: Documental
Fecha de estreno: 14 de marzo de 2014
Sinopsis: Supervivientes, o hijos y nietos de desaparecidos en La Sauceda cuentan la historia de este valle de la sierra que se extiende por las provincias de Cádiz y Málaga, último bastión republicano en la zona cuando las tropas franquistas ya ocupaban todas las comarcas cercanas. El poblado fue bombardeado y destruido para siempre por cuatro columnas del ejército franquista y los supervivientes encerrados en el cortijo del Marrufo, donde cada día eran fusiladas cinco o seis personas.
Con los testimonios de más de 30 personas se reconstruye todo lo sucedido en aquellos meses del verano del 36 al invierno del 37, se cuenta cómo fue la posguerra de las familias de los asesinados o represaliados y luego se narra la labor realizada por el Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar y la Asociación de Familiares de Represaliados por el Franquismo en La Sauceda y el Marrufo para localizar las fosas comunes donde en el verano de 2012 se exhumaron los cadáveres de 28 personas.
Dirección y guión: Juan Miguel León Moriche
Producción: Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar y Asociación de Familiares de Represaliados por el Franquismo en La Sauceda y el Marrufo.
Realización y montaje: Antonio Bermejo Canua
P.N. Alcornocales |
En este enclave natural, uno de los más bellos existentes en toda Andalucía, ocurrió un auténtico genocidio contra el pueblo desarmado. La Sauceda se encuentra situada en lo que actualmente es el Parque Natural de Los Alcornocales, la mayor masa forestal de alcornoque existente en toda Europa. A pesar de pertenecer su término a Cortés de la Frontera, se encuentra situada más cerca de Alcalá de los Gazules y muy próxima al Puerto de Gáliz, importante nudo de comunicaciones por carretera en aquel entonces.
Es fácil imaginar como vivían aquí las gentes del campo; aprovechando lo que la exuberante naturaleza de sus tierras les ofrecía, rodeados de un denso bosque casi primigenio y surcado por multitud de arroyuelos y torrenteras, así como de abundante caza, que hasta entonces sólo servía para divertir a los señoritos escopeteros. Aquí no se pasaba hambre, o al menos no tanto como en otras regiones de Andalucía, incluso muy próximas a la zona, como podría ser Casas Viejas, que se encontraba en medio de un terruño requemado por el inmisericorde sol sureño y que solamente se utilizaba para el ganado de lidia. En lugar de producir comida para el pueblo, las tierras se usaban para el circo de los ricos y para el pueblo ni pan; con monarquía y con república indistintamente.
P.N. Alcornocales |
Nadie mejor que quien vivió los hechos en primera persona, podrá contarnos lo sucedido, sus testimonios son trozos de nuestra Historia y que nunca debemos olvidar, no podemos olvidar lo que se hizo, sería como escupir a nuestra propia dignidad, los fascistas fueron los criminales asesinos y esto debe quedar bien claro, mataron a un pueblo indefenso sólo para asegurar durante al menos 50 años la impunidad de sus crímenes y saqueos, la llamada "Paz de Franco", la paz de todo un país convertido en cementerio. Aquí os dejo algunos testimonios de quienes sufrieron la violencia fascista.
Testimonio de P. V., desde Alcalá de Guadaira y sobrino de Diego Valle, de Alcalá de los Gazules y fusilado en Málaga, en 1937 y enterrado en la Fosa Común del Cementerio de San Rafael de la capital malagueña, recordaba algunas imágenes de La Sauceda y de El Marrufo.
En esta primera cita se referencia a La Sauceda previa al Bombardeo. Un aspecto destacable es el reparto de carne que organizado por el Comité se producía bajo un gran árbol. El ganado era requisado, robado, requerido por las partidas de republicanos:
Río Guadiaro a su paso por Jimena de la Frontera |
“Yo que tenía siete años, destrozado y bueno, me echaron allí y me quedé dormido. Entonces bajó mi abuelo a la Sauceda a ver el panorama como estaba y al rato subió con dos o tres hombres, que creo que eran socialistas; entonces subieron, vinieron como cinco o seis y a mí me cogieron en borricate como se hacía antiguamente y a La Sauceda. Allí había gente, montones; allí algunos vivían debajo de los pinos, otros debajo de un árbol, otros en una choza. Allí mataban, mandados por un comité, vacas y animales para dar de comer a tantas personas que se reunían allí, pues allí habría miles, no lo sé. Allí estuvimos un cierto tiempo, en vista de que el asunto de la guerra se iba agravando nos fuimos con dirección a Jimena, y la noche la pasamos allí. Al día siguiente salimos, pasamos el río Guadiaro. De eso sí me acuerdo, porque el río Guadiaro llevaba mucha agua porque en aquella época había llovido mucho. Mi abuelo pasaba, cogía una hija y los dos niños y los subía para arriba, pasamos y yo ya no sé si llegamos aquella noche a Cásares o si nos quedamos allí bajo un árbol, yo ya no me acuerdo”.
“Resulta que yo cogía tagarninas, que se les echaba a los garbanzos. Por detrás del cortijo de El Marrufo hay una era, donde se (…) las reses. Entonces yo cogía tagarninas allí y un poco más abajo de la era en un arroyo, había una pequeña cascada y había muchas tagarninas. Y entonces cogiendo tagarninas con el carrillo y de repente veo la cara de una persona. Claro yo era un niño. Yo en el año 38, en esa época acababa de cumplir diez años. Salí corriendo para arriba y le digo a mi abuelo: Abuelo, allí hay un hombre enterrado, yo he sacado la cabeza de un hombre. Chiquillo a ver ¿por dónde? y fue mi abuelo conmigo a ver. Allí había que cerrar el pico. En aquella época no se podía hablar ni nada. Y era un hombre.
Allí en el Marrufo había un depósito de carbón. Allí cargaban los camiones para Jerez, el Puerto. Entonces un hombre de los que había allí va y me dice: mira, Pedro allí en la arena no vayas a coger tagarninas ni más para abajo; tampoco cojas por esta carretera de aquí enfrente. Era un hombre mayor y conocía aquello. Pero a mí me picaba la curiosidad y me iba a la era y en el centro de la era había como una fosa grande, de grandes dimensiones, que aquello se había hundido y se había hecho un charco y yo no sabía nada porque de los que mataron o no mataron yo no sabía nada. Pero ¿Qué ocurre aquí ahora? Quetoda la gente que cogieron los falangistas en la Sauceda, pues allí mataron a chicos, a grandes y medianos, a todos, lo que se llama un exterminio, ¿eh? Y los mataron allí en el Marrufo, hicieron una fosa grandísima, que yo no me acuerdo, yo era un niño, no me acuerdo las dimensiones que tenía, y, pero vi que era muy grande. Sí los que cogieron en La Sauceda. Yo ya no fui a coger tagarninas allí más nunca”
Alcalá de Los Gazules, una blanca joya encuadrada en el verde esmeralda del alcornocal |
Rafael S. M. Testigo directo nos relata sus recuerdos y vivencias de esta manera:
“Me coge la guardia civil en la dehesa de Multifaltillo, término de Jerez. Recuerdo que llegaron unos hombres con armas. Mi madre despidió a mi padre que se iba. Esos hombres llegaron allí después de irse mi padre a la zona roja. Vagamente recuerdo que esos hombres se llevaron los animales que eran de mi padre y nos hacen regresar a Alcalá de los Gazules. Que por cierto estuvimos dos o tres noches durmiendo en Alcalá”.
“En el 39 nos vamos otra vez a Montefaltillo y ya estuvimos allí meses, ya estaba el campo de concentración en el puerto de Gáliz”.
“del 40 al 41 se hicieron suelos en el Marrufo, que se iba a descorchar. Estuvo el descansado de mi padre y un hermano mío que ya le habían dado de baja en el ejército. Fue en invierno. Fue cuando yo tuve referencia de las fosas comunes. Salíamos a trabajar. El administrador tenía unos hijos. Nos dio el trabajo cerca de su casa a sus hijos y a mí. Sus hijos no se querían acercar allí porque decían que de noche se veían luces. Yo recuerdo como un arco y dice que había entre 200 ó 250 enterrados”.
Iglesia de La Sauceda |
“Y en La Sauceda, detrás de la iglesia hay un trozo, que dicen que hay de 70 a 80 fusilados. Dicen que Queipo de Llano dijo que del dos al tres por ciento de la población había que fusilar. No me explico cómo la prensa no saca a relucirlo. Donde está la Virgen de la Macarena, que yo voy con mi mujer, donde está el pedestal está enterrado Queipo de Llano y su Señora. Esto tiene cojones. Se me ponen los pelos de punta”.
“Yo me iba con mi tía a dos kilómetros y un día fui a coger frutas y nos encontramos al lado de la iglesia de la Sauceda a un cadáver del que ya se habían comido algo los buitres o cochinos”.
“el jefe que había allí, Robles se llamaba. Este todo el que llegaba allí a liquidarlo. Algunos que estaban en la puerta le decía que había dos detenidos y el tío le decía que lo fusilaran. Esto lo escuché, que lo habían comentado los mismos falangistas”.
Puerto de Gáliz |
“En la iglesia del Marrufo estuvieron encerrados hombres y mujeres. Dicen que hasta abusaban de ellas. Ahí había uno de El Bosque que luego vendía helados por las calles y piruletas. Cuando se estableció la democracia, llega un día uno que se bajó del tren y vio al heladero y empezó a insultarle, llamándole cabrón, hijo de puta, pero estás aquí todavía, bastardo, quítate de aquí. Dice que el heladero duró tres o cuatro días. Las barbaridades que habían hecho. Creo que había matado a muchos en El Bosque”.
“Yo era un niño. Iba de la mano de mi madre. Íbamos por la carretera desde la Sauceda hacia el Puerto de Galiz. Nos encontramos con un grupo de hombres armados y con gorras coloradas, serían requetés. Estaban al lado de la carretera alrededor de dos cadáveres, con una fosa abierta. Al ver los cadáveres, me acerqué con fuerzas a mi madre, agarrándome al jato de la burra. Uno de ellos, al darse cuenta del miedo que tenía, le hizo señales a uno de sus compañeros, riéndose de mí. Tenía un cigarro en la boca. Nunca podré olvidar aquella cara ni aquellos dos cadáveres. Probablamente aún estén allí enterrados. Escuché después que eran los hermanos Pichorto”.
La Fosa del Marrufo
Fosa del Marrufo |
Hasta ahora había sido un rumor macabro. La gente de los pueblos cercanos (Cortes de la Frontera, en Málaga, y Jimena de la Frontera y Ubrique, en Cádiz) hablaba de que en el cortijo de El Marrufo (Jerez de la Frontera) había enterrados cientos de fusilados del franquismo. Las catas que arqueólogos del foro por la memoria realizaron este verano sobre unas cinco hectáreas de este paraje, el equivalente a 10 campos de fútbol, han probado que tenían razón. El detector de metales se volvió loco. Había tantas balas y casquillos que parecía que alguien las había arrojado como si fueran semillas. Recogieron hasta 70 en dos prospecciones, con fecha y firma: Pirotécnica sevillana, 1936. Junto a los
proyectiles, relató el arqueólogo Jesús Román, también encontraron cráneos agujereados por tiros de gracia.
“Creemos que aquí puede estar una de las mayores fosas comunes de España en campo abierto, fuera de un cementerio: entre 300 y 600 personas”, afirma Andrés Rebolledo, presidente del Foro por la Memoria del Campo de Gibraltar y nieto y sobrino de dos fusilados en la zona. El cortijo de El Marrufo fue, entre noviembre de 1936 y marzo de 1937, “un centro de detención, tortura y ejecución equivalente a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) en Argentina”, asegura José María Pedreño, presidente de la Federación Estatal de Foros por la Memoria. “Durante esos meses fueron detenidas una media de entre ocho y diez personas al día”, corrobora Fernando Sigler, coordinador de la investigación. “En todo el valle de La Sauceda vivían por aquel entonces unas 2.000 personas”. Los asesinos, según les han contado testigos y descendientes de las víctimas durante el último año, mataron a hombres y también a mujeres y niños, a los que retenían en la ermita del cortijo.
Además de los testimonios recogidos entre la gente mayor de los pueblos próximos, Sigler consultó archivos municipales, provinciales y nacionales, para documentar los consejos de guerra celebrados en la zona y el número de viudas y huérfanos de entonces. La documentación oficial de la época reconoce “una limpieza” de 50 muertos en los primeros días de noviembre en el Valle de la Sauceda y de otros 20 en el cortijo del El Marrufo.
“Mi abuelo, Andrés Barrero, era arriero. Tenía un burro y unas pocas cabras. Cuando le mataron tenía 36 años y cuatro hijos: la pequeña, mi madre, de año y medio, y el mayor, de siete. También fueron a por mi tío abuelo. Mi abuela huyó al monte con los niños y los sublevados la detuvieron durante cuatro días”, relata Andrés Rebolledo. “Por eso estoy en esta lucha. No vamos a parar hasta que en este lugar se haga una exhumación. Es una responsabilidad del Gobierno, sea cual sea, llevarla a cabo”.
Fuentes:
de-la-dictadura/
Sauceda-de-la-utop%C3%ADa-al-horror.pdf
content/uploads/2012/07/ELMARRUFODossier.pdf
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