Democracia: la dictadura del 30%



Las llamadas democracias occidentales basan su existencia en la división de la sociedad en tres partes bien diferenciadas. Por una parte tenemos a 1/3 de la población que vive muy bien; viven en amplias casas, tienen otro chalet en la playa, pedazo de carro en el garaje, viajes por todo el mundo, etc. Este tercio está compuesto por altos funcionarios del Estado, profesionales liberales con contactos políticos, empresarios sanguinjuelas y demás ralea. Por otra parte tenemos otro 1/3, los medianos les llamo yo. Este espécimen humano no llega a poseer el nivel económico y eso que llaman los infrahumanos vanidosos egocéntricos "prestigio social" que los anteriores. Entre ellos se cuentan pequeños comerciantes, empresas de un trabajador explotando a varios iguales o aquellos obreros que ganan un poco más que la media y se sienten obreros de 1ª. Estos medianos desprecian con ahínco a quienes tienen un nivel económico más bajo que el de ellos, su infrahumanidad les lleva hasta el extremo de creerse seres superiores por el mero hecho de ser propietario de un Audi, creen poder despreciar a otras personas por algo tan azaroso como el no haber nacido en España. Finalmente estamos el otro 1/3, el de los de abajo. Condenados al trabajo precario de por vida. Escuchando constantemente que si no tienes mejor trabajo es porque no te dejaste tu juventud entre libros para mejor servir al amo de mayor. Soportando a malnacidos explotadores porque mucho peor es soportar los llantos del bebé que pide papeo.

De esta manera los Estados se aseguran como mínimo un 60% de adeptos al sistema, a los que les va muy bien o a los que podría irles peor si tienen que compartir, además aspiran a ser como los de arriba, y eso no se hace compartiendo. Este es el kit de la cuestión, compartir. Si unos acaparan mucho es algo impepinable que ello es a costa de la carencia en otros estratos de la sociedad, por lo que la felicidad de unos está basada en el sufrimiento de otros. El materialismo sin medida, carente absolutamente de cualquier espiritualidad o aspiración intelectual, denigra la condición humana. El egoismo es el arma de los Estados, el divide y vencerás funciona como un relój desde los tiempos de la vieja Roma. Dale mucho a unos pocos y verás como esos pocos servirán al Estado, incluso dando la vida de sus hijos si es preciso, mandándolos a morir en la guerra en nombre del privilegio.

Con todo eso, nuestro Estado Fascista incluso necesita menos del 60% de la opinión del pueblo para seguir perpetuando el Movimiento Falangista. Solamente se necesita un 30% de participación del censo electoral para que las elecciones sean válidas. Incluso existiendo una inmensa mayoría de abstencionistas, aunque la abstención llegase al 70%, el Estado Fascista español seguiría sintiéndose legitimado para continuar su infame papel. Esa es la importancia que le dieron a la voz del pueblo los padres (tiene muchos porque es bastarda) de la constitución española, y que a su vez eran hijos de falangistas o directamente ministros de Franco y Jefes del Movimiento. En caso de descontento generalizado, el Borbón; jefe de todos los ejércitos, es el encargado de "convencernos" de lo que más nos conviene.

Así están las cosas, el 70% de la población española seguirá votando y el 30% mamando. Aquellos que más o menos viven bien no piensan en el que no vive, solamente les importa escoger la opción política que mejor sirva a sus propios intereses. El problema estriba en que ese 1/3 son nada menos que 15. 479. 954 de personas; de niños, jóvenes, adultos y ancianos, no solamente un porcentaje de la estadística. Por más que los electores sigan aferrándose a su miserable felicidad basada en el sufrimiento de otros, esas más de 15 mill de personas llevadas a un punto de desesperación son una bomba de relojería. 

Seguir votando y legitimando esta manera criminal de organizar la sociedad, es permitir que exista la opulencia insultante justo al lado de la miseria más insoportable. Escaparates llenos de jamones, de preciosos juguetes para los Reyes Magos o Papá Noel; mientras que existen cientos de miles de familias que con suerte comerán chopped pork el día 25 y niños que en lugar de bonitos juguetes solamente verán lágrimas en los ojos de sus padres. Chavales encerrados por querer un mundo mejor, sufriendo el Régimen FIES por ser personas en lugar de alimañas como quienes los encierran; contando con la complicidad de esta sociedad enfermada por el egoísmo, la ignorancia y el desprecio hacia quien pone en evidencia la podredumbre moral que corroe toda posible convivencia pacífica.


Votar es un acto de egoísmo supino, además de una estupidez impropia de la especie más evolucionada de la Tierra. Tu opinión cuenta menos que la de un asno para quienes mandan sin rostro. Escoger el mal menor siempre ha sido la manera más rápida de dar el Poder al fascismo. Se ha perdido la conciencia de clase porque en pleno S. XXI tener conciencia es una mochila demasiado pesada para cargar con ella; un estorbo para una sociedad en la que solamente cuenta la apariencia, la superficialidad, el materialismo y las ansias de medrar aunque sea pisando cuellos ajenos. El nosotros fue lo que nos sacó de las cavernas, el ¿qué hay de lo mío? impuso la autoridad para defender la propiedad. Si eres feliz mientras te rodea la miseria, si tú única reacción frente al robo, el engaño y la represión consiste en quitar a unos para poner a otros, para que estos dicten nuevas leyes que parcheen el problema hasta que el dique vuelva a desbordarse, eres un iluso o un profundo egoísta. Tu voto solamente servirá para que un 30% decida sobre el restante 70%, como así ha sido hasta ahora. Si crees que los políticos combatirán la pobreza de ese 1/3 de la población que terminará tomando por las malas lo que no quieren ceder por las buenas quienes votan, entonces habrá triunfado el egoísmo sobre la razón que escupe a diario en nuestra cara exigiendo su puesto de honor, recordándonos a todos hasta que punto hemos dejado de ser Humanos.

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