«La sociedad llamada soviética, reposa, de un modo que le es propio, sobre la explotación del hombre por el hombre, del productor por parte del burócrata, técnico del poder político. La apropiación individual de la plusvalía será reemplazada por una apropiación colectiva a cargo del Estado, estafa hecha por el consumo parasitario del funcionarismo... La documentación oficial no deja duda alguna: sobre el trabajo de la clase sometida, obligada a un sistema extenuante e inexorable, la burocracia retira una parte indebida que corresponde más o menos al antiguo beneficio capitalista. Se ha formado pues, alrededor del partido, una nueva categoría social interesada en el mantenimiento del orden constituido y en la perpetuación del Estado, cuya extinción, junto a la desaparición de las clases sociales, predicaba Lenin.
Si el bolchevismo no tiene la propiedad jurídica de los instrumentos de producción y de los medios de cambio, se detiene la máquina estatal que le permite la expoliación mediante varios procedimientos. La posibilidad de imponer los precios de venta, mucho más altos que los precios de costo, encierra por sí sólo el verdadero secreto de la explotación técnico-burocrática, caracterizada, por otra parte, por la opresión administrativa y militar».
Boris Souvarine, Stalin (París, 1935)
A PROPÓSITO DE NUESTRAS CRÍTICAS AL BOLCHEVISMO (1)
Camillo Berneri |
Los comunistas y los sindicalistas veroneses-moscovitas(2) nos acusan de realizar una obra antirrevolucionaria porque criticamos la política bolchevique, cuando la revolución rusa necesita toda la solidaridad de los partidos de vanguardia de Occidente porque está amenazada todavía por la política reaccionaria de la Entente y porque está inmersa en una enorme desgracia: la carestía.
¿Merecemos este reproche? Creo que no. Nuestra crítica al gobierno bolchevique no implica para nada una falta de solidaridad con la Rusia de la revolución, y se diferencia profundamente de la campaña organizada por la prensa reaccionaria y social-reformista. Criticar los criterios y los métodos del partido comunista ruso, contar los errores y los horrores del gobierno bolchevique es para nosotros un deber y un derecho, porque en el fracaso del bolchevismo estatólatra vemos la mejor confirmación de nuestras teorías libertarias. Es preciso, además, advertir que cuando Rusia era para el proletariado italiano la tierra santa de la libertad y la justicia, cuando el espejismo del mito ruso ejercía su fascinación revolucionaria sobre todo el mundo, nosotros callamos, a excepción de alguna voz aislada, porque la revolución rusa era un grandioso acontecimiento que había que aceptar tal como era, en bloque, so pena de disminuir su repercusión en aquellos países que, como el nuestro, parecían próximos a seguir el ejemplo que venía de Oriente. Pero dos acontecimientos rompieron nuestro voluntario silencio: las revelaciones hechas por Serrati, Colombino, Nofri, Pozzani y otros y, por encima de todo, la sistemática importación de toda la literatura bolchevique rusa y la copia de todos los criterios tácticos, y la imitación servil de todos los puntos programáticos de Lenin y sus compañeros.
Nos vimos en la necesidad de no callar más sobre lo que ya se había revelado en la prensa socialista, y en la necesidad de oponernos a aquella propaganda jacobina que se extendía entre las masas, perjudicando lo que nosotros consideramos la línea correcta revolucionaria. A todo ello se añade la reacción anti-anarquista del gobierno de Moscú y la convicción de que la política de los bolcheviques rusos lleva a un repliegue revolucionario en Rusia y en Occidente.
Los comunistas se equivocaron al fulminarnos como pequeño-burgueses y como antirrevolucionarios, y se han equivocado al persistir en esta actitud hostil. Pero se han equivocado en el sentido de que nuestro programa y toda la historia de nuestro movimiento, desmienten del modo más absoluto sus acusaciones, aunque tienen razón porque es natural que se crean más revolucionarios, más en la extrema izquierda que nosotros. Esto es legítimo y más que natural. Puesto que nuestras críticas a la política bolchevique han sido motivo de discordia entre nosotros y los comunistas, y perjudican la alianza revolucionaria que, en realidad, existe entre nosotros y ellos, creo oportuno discutir nuestra actitud ante la política bolchevique para ver si también por nuestra parte hay excesos y errores. Creo que más que de errores se puede hablar de excesos. No siempre se ha sabido distinguir lo que era una tendencia programática de los jefes bolcheviques y lo que era una necesidad contingente, lo que era realizable con una línea autonomista y federalista y lo que era irrealizable incluso con el triunfo de esta línea.
Los campesinos se han apropiado de las tierras que, por derecho, se han nacionalizado, pero en realidad se han subdividido entre los pequeños propietarios que constituirán la futura burguesía rural. El intercambio de productos, más o menos clandestino, es general y enriquece a toda una categoría de nuevos estraperlistas. La burocracia está constituyendo una nueva clase de privilegiados. Es en este conjunto de procesos económicos y sociales donde hay que buscar las causas de la nueva política bolchevique, que ha contribuido a crear la nueva situación, pero no ha sido la única en determinarla.
Notas:
1.- Extraído del libro Humanismo y anarquismo. Artículo publicado en Umanitá Nova. Roma. 4 de junio, 1922 Traducción de Josep Torrell.
2.- Se refiere a una corriente de la Unión Sindical Italiana (USI) favorable a la alianza con los comunistas y capitaneada por Nicola Vecchi, que luego se pasó al fascismo. Esta corriente publicaba en Verona el periódico L’Internazionale y polemizaba ásperamente con la mayoría de la USI que la había desautorizado.
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