<<No soy verdaderamente libre más que cuando todos los seres humanos que me rodean, hombres y mujeres, son igualmente libres. La libertad de otro, lejos de ser un límite o la negación de mi libertad, es al contrario su condición necesaria y su confirmación. No me hago verdaderamente libre más que por la libertad de los otros, de suerte que cuanto más numerosos son los hombres libres que me rodean y más vasta es su libertad, más extensa, más profunda y más amplia se vuelve mi libertad>>.
M. Bakunin: "Dios y el Estado"
Esta entrada es un humilde tributo hacia Bakunin en el bicentenario de su nacimiento. Os dejo un enlace para descargar una obra autobiográfica suya, nadie mejor que él mismo puede contarnos como fue su azarosa vida, siempre con los más débiles, abandonando voluntariamente las comodidades de las que habría podido disfrutar gracias a sus orígenes familiares.
Pero él prefirió la lucha por los derechos humanos, situándose en la primera línea de batalla si era preciso. Su recuerdo en forma de los escritos que dejó como herencia para toda la humanidad, siguen siendo fuente de inspiración para millones de personas a lo largo de todo el planeta. Bakunin nunca murió, alcanzó la eternidad a través de sus acciones, de su ejemplo de vida, de su pluma siempre ácida y concisa. Que su luz continúe iluminándonos en esta vuelta a las oscuras cavernas del fascio español.
Miguel Bakunin fue el primer ruso revolucionario que levantó la bandera roja. No obstante, está hoy olvidado. En ello han influido su pleito con Marx y el desarrollo de la gran industria.
Bakunin fundó, con Carlos Marx, la Primera Internacional de los Trabajadores; pero, su desacuerdo con el autor del “Manifiesto Comunista” llegó a tales extremos, que éste prefirió matar la organización en la que el ruso había ganado una influencia poderosa. Cuando Bakunin fue expulsado, las Federaciones Nacionales de Bélgica, Holanda, España e Inglaterra se marcharon con él. Hoy día, la prédica libertaria, más política que económica, y marcadamente individualista de Bakunin, no ha podido resistir a la propaganda marxista sino en España y América Española. Los anarquistas no olvidarán jamás al insigne agitador.
El desarrollo de la gran industria creó en los trabajadores la conciencia de que ellos pueden ganar el poder como clase, y no ya para la burguesía liberal. Con eso se desarrollaron las tesis de “El Capital”. Por otro lado, el trabajo colectivo de las grandes fábricas, atenuó y borró en muchos casos la protesta individualista base de la propaganda bakuninista. La voluntad de ser libre ha sido sustituida por la de cooperar en masa. “A la fase antiautoritaria del socialismo (Bakunin) ha sucedido el socialismo autoritario” (Lenin), dice un biógrafo de nuestro personaje. Nadie, en efecto, habría sido más resueltamente antifascista que Bakunin.
La vida de éste ha inspirado novelas de Dostoiewski y Turguenev, de Lucien Descaves y Maurice Donnay. Fue un tipo contradictorio y en perpetua agitación.
Hijo de un noble y rico señor ruso, dueño de quinientos siervos y de una mujer emparentada con los Muraviev, uno de los cuales fue ahorcado por rebelde y otros tres condenados a trabajos forzados, en su juventud. Bakunin presenció el famoso levantamiento decabrista. Había nacido en 1814. En 1828 fue enviado a Petersburgo a la escuela de artillería. A los dieciocho años, Miguel Bakunin era oficial de esta arma. En cuanto pudo abandonó el cuartel y, con pasmo de su padre, se dedicó a la filosofía y a la ciencia.
Admirador de Kant, Fichte y Hegel, creía en la dialéctica de este último, como en un credo destinado a redimir el mundo y el espíritu. Para conocerla mejor, se dirigió, en 1840, a Alemania ayudado por sus amigos Herzen y Granowski.
Le sorprendió la oposición entre la burguesía y la nobleza feudal, y se afilió al movimiento demócrata germano. Pero, como el gobierno ruso lo espiaba, tuvo que salir de ahí y pasar a Zurich, en donde conoció al sastre comunista Weitling, que lo impresionó mucho. Cuando arrestaron a éste, hallaron entre sus papeles algunos de Bakunin, quien abandonó precipitadamente Suiza, y pasó a Bruselas y a París, donde vivió entre 1844 y 1848.
Entretanto, por la denuncia suiza, el Zar condenó a Bakunin, en 1843, a perder todos sus bienes y a ser deportado a Siberia.
En París, pobre, hambriento, arreció su devoción por las clases oprimidas, más sentimental que lógica, y fue contertulio y amigo de Luis Blanc, George Sand, Lamennais, Flocon, Considerant y acaso, Flora Tristan. Pero, su mayor afecto era para Proudhon, y alguno tuvo para Marx, entonces en esa ciudad.
LA LUCHA
En 1847 pronunció un discurso célebre en una reunión de polacos que conmemoraban el aniversario de su insurrección de 1831. El discurso titulado “La Rusia tal cual es” (Russland wie es wirklich ist) provocó el pedido del embajador ruso para que Bakunin fuera expulsado del territorio francés; al par, el mismo embajador lanzó la especie de que el revolucionario estaba a sueldo del Zar, lo que provocó grandes molestias en la vida de Bakunin. Engels mismo se hizo alguna vez eco de aquella imputación jamás probada.
Pasó a Bruselas. Trató levemente a Marx. Bakunin quería la liberación de los eslavos, primero, y de los oprimidos, después. Marx propugnaba la del proletariado, como clase directora.
Apenas estalló la revolución del 48, Bakunin se lanzó de nuevo a Francia, a participar en ella. Tuvo que hacer tres días a pie para llegar de la frontera belga a París.
Ahí empuñó su fusil y combatió en las trincheras con balas, y en las plazas con discursos: igualdad de salarios, igualdad absoluta, libertad de los eslavos, revolución permanente, ataque al despotismo, guerra sin cuartel hasta acabar con el enemigo.
Ayudado por el gobierno provisorio de Francia, se trasladó a Posnania para amagar a Rusia. Pero, la burguesía armada imponía su ley. En Breslau, los mismos polacos desconfiaron de él a causa de la calumnia del embajador ruso en París. No bien convocaron un congreso eslavo en Praga, voló a esta ciudad. El congreso era producto de sucesivos motines de estudiantes y guardias nacionales. El promotor del congreso fue el partido checo de Palacki. Bakunin defendió su idea de federación de pueblos eslavos y de ataque continuo a las autocracias rusa y austriaca.
Las fuerzas reaccionarias provocaron a los congresos y al pueblo. Combates en las calles. Bakunin estuvo en ellos activamente. Con la derrota, tuvo que huir a Breslau, en junio del 48.
La lucha de Bakunin alcanza contornos dramáticos. En medio de ella le persigue como una sombra fatídica la acusación de ser agente provocador al servicio del gobierno ruso, lanzada ¡por el propio gobierno ruso! Va a Berlín y trabaja con Marx y Stirner. Lo expulsan de Prusia, de Dresde y se refugia en Angalt, donde escribe su “Llamado a los eslavos”, cuya consigna es destruir los Estados ruso, austriaco, turco y prusiano, y emprender una acción común de acuerdo con las fuerzas revolucionarias alemanas y magiares. Contra nobles, eclesiásticos y señores feudales de Bohemia. Por la destrucción de los castillos, la abolición de los tribunales, el desconocimiento de las hipotecas y deudas más allá de 1.000 gúldenes, la casación de los procesos de Estado. Dictadura en Praga, con un consejo de técnicos. Desplazamiento de la juventud revolucionaria en plan de propaganda y acción. Armamentos de los desocupados “rojos” y constitución de un ejército con ellos.
Los checos se asustaron del plan. Bakunin hubo de fugar a Sajonia. Los procesos de Praga acarrearon numerosas condenas.
En Sajonia, el rey había decretado, en 1849, la disolución del Parlamento. Se dijo que llegarían tropas prusianas, y se lanzó el pueblo en contra. Bakunin se ofreció a los insurrectos sajones y empezó a trabajar con ellos. Derrotados, se retiraron hacia Bohemia mil ochocientos hombres armados. Pero vino el desbande. Mientras Bakunin, agotado, descansaba en Chemnitz, los burgueses de la ciudad lo apresaron y lo entregaron al comandante de un batallón prusiano. ¡El gobierno ruso había estado ofreciendo 10.000 rublos por la captura de su “agente provocador”!...
“LA CONFESIÓN”
El Zar despachó un piquete de tropas y un oficial para que le trajeran encadenado al revolucionario, “su agente”… Pero, había trámites que llenar. Lo encarcelaron en Dresde, cargado de grillos. Después, a la fortaleza de Königstein. El 14 de abril de 1850, Bakunin era condenado a muerte. Pero le conmutaron la pena por prisión perpetua y lo entregaron a Austria.
En medio de numerosos coraceros fue conducido a Praga. Pero, como se dijera que los checos intentaban libertarlo, lo llevaron a Olmutz. Encadenado contra la pared, en su calabozo, el insurgente quiso suicidarse tragando fósforos.
El 15 de mayo de 1851, los austriacos lo condenaron a la horca. Pero, otra vez fue conmutada la pena por prisión de por vida. Semanas después, a medianoche, era trasladado al otro lado de la frontera, transferido al Zar Nicolás I: Un carruaje con las cortinas corridas lo condujo, siempre, con ellos, a la fortaleza de Pedro y Pablo.
Tres años estuvo ahí. Otros tres -1854 a 1857- en Schlüsselburgo. Pero, mucho antes, el coronel Orloff lo fue a ver de parte del Zar, transmitiéndole el encargo de éste: “Dile que me escriba como un hijo espiritual escribiera a su padre espiritual”. Bakunin reflexionó y decidió hacerlo. El texto de ese escrito es la Confesión que aquí publicamos, y que estuvo inédita hasta 1921. Karl Radek, el conocido líder bolchevique, comenta este documento así: “Bakunin estaba preso y, naturalmente, quería salir, y, entonces, tenía, sin duda, el derecho de adoptar el estilo más de acuerdo con la finalidad”. En todo caso, contrasta el tono sumiso de la pieza con el de la vida anterior y posterior del revolucionario. Pero, dicen que “el fin justifica los medios”, y es interesante seguir la biografía de Bakunin.
El Zar, después de leer la Confesión, escribió al margen: “No veo salida que deportarlo a Siberia”; era el 19 de febrero de 1852. Nicolás murió en 1855, y Bakunin seguía en la cárcel. Escribió entonces una carta a Alejandro II, su sucesor. El 14 de febrero de 1857, Bakunin era enviado a Siberia. Ahí permaneció confinado cuatro años, hasta 1861. Tenía diez de prisión y confinamiento, y 47 de edad cuando se evadió hacia el Japón.
De Japón pasó a San Francisco, y de esta ciudad a Nueva York. El 28 de diciembre llegaba a Londres, pobre, enfermo, a casa de su amigo Alejandro Herzen.
ÚLTIMOS AÑOS
Otra vez en actividad de propaganda, rodeado por grupos motores de checos, polacos y serbios. Publicó su “A mis amigos rusos y polacos”, reproduciendo las ideas cardinales de su discurso de París. En 1863 lo vemos en Suecia, tratando de llegar a Polonia para incorporarse al movimiento polaco. Fracasado éste, se dirige a Italia. Durante tres años trabaja en ese país, formando la “Fraternidad internacional”, anticipación de la Asociación Internacional de los Trabajadores (“Primera Internacional”). Sus principales núcleos estuvieron en Italia y España.
En 1867 y 68 toma parte en el Congreso de la Paz, de Ginebra. El 68 funda la Alianza de la Democracia Social, que cooperaría con la Primera Internacional, a la que se adhirió Bakunin en julio. Pronto chocó con Marx. En La Haya, en 1872, éste hizo expulsar al ruso diciendo que quería apropiarse del dinero ajeno, o sea, que era un estafador. En ese período, del 70 al 74, en que se realiza la polémica con Marx, se perfilaron nítidamente las ideas anarquistas de Bakunin. Entonces publicó su “Catecismo revolucionario”. Una de sus ideas cardinales era convertir la guerra franco-prusiana en guerra civil. Quiso encabezar una en Lyon; pero, sorprendido, fue obligado a huir, pasando por Suiza. De ahí salió, muy enfermo ya, a dirigir un motín en Bolonia.
Ya había escrito sus “Consideraciones filosóficas”. Pero la salud flaqueaba a consecuencia de su accidentada vida, de su larga prisión, de sus privaciones, de las persecuciones. Su gran deseo habría sido morir en la pelea. Pero no lo pudo lograr. Agobiado por la uremia y la pobreza, murió en Berna el 1º de julio de 1876.
Debemos indicar que la mayor parte de los datos que hemos aprovechado para esta semblanza bibliográfica de Miguel Bakunin han sido tomados del estudio de Fritz Brupbacher, que precede a la edición francesa de “Confesión” (Ed. Rieder, París), de la vida de “Carlos Marx”, por Franz Mehring (Ed. Cenit, Madrid), y del “Carlos Marx” de Otto Rühle (Ed. Ercilla, Santiago).
Ercilla
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