El derrumbamiento de la monarquía con su séquito de tiranuelos y dictadores, ha puesto al descubierto lo que latía en lo más íntimo del corazón del pueblo. Hay que reconocer que se han exteriorizado de una manera espontánea sentimientos que hasta hoy parecían ignorados, habiendo adquirido una fuerza y extensión extraordinarias aquellos anhelos vehementísimos que mantenían en franco espíritu de rebeldía a determinados sectores de la opinión.
Particularmente en Cataluña y, en parte también, en Vizcaya, la tendencia nacionalista se ha manifestado con un empuje formidable. No haremos historia de las causas que han determinado que en esta región hayan arraigado tan considerablemente estos ideales de nacionalismo. Los que más hicieron para combatirlos son, seguramente, los más culpables de que hayan llegado donde están. Constatamos el hecho para estudiar las consecuencias que de él pueden derivarse y para evitar, en lo posible, situaciones que serían funestísimas para las libertades que el pueblo acaba de conquistar.
Al proclamarse la República en España, los elementos nacionalistas de Cataluña procedieron inmediatamente a la proclamación de la República Catalana. Desde el primer momento, aunque marchando de acuerdo con el movimiento general de la Península, advertimos un peligro para el triunfo revolucionario, al ver como se constituía y pretendía actuar el Gobierno Provisional de Cataluña. Un peligro, porque conocemos el problema y sabemos que las fuerzas republicanas de todos los matices, de la región y del resto de España, han de oponerse a la constitución del "Estat Catalá", máxime teniendo en cuenta que esta fuerza no cuenta con las simpatías generales del pueblo.
Este peligro, de momento conjurado, puede amenazar seriamente la vida de la naciente República española y comprometer las libertades ciudadanas si los que deben inspirarse en las necesidades del bien general persistieran sistemáticamente en sus propósitos.
De la gran pugna entre Barcelona y Madrid se aprovecharían -lo han intentado ya- los elementos reaccionarios que sabemos andan por ahí coleando, dispuestos a coger por los cabellos la primera ocasión que se les presente.
Es de todo punto necesario que los ciudadanos del "Estat Catalá" se convenzan de que la admiración que se siente por la venerable y estimada personalidad de Maciá no tiene ninguna relación con los deseos del pueblo catalán.. Este no permitirá nunca que se pongan límites y fronteras entre él y sus hermanos de las demás regiones.
Especialmente los obreros, no consentirán jamás que las barreras políticas separen al proletariado de España. La C.N.T. se opondrá enérgicamente a esta división de los trabajadores hispanos.
Hemos proclamado siempre que las fronteras son el mayor enemigo de los obreros organizados; y si nuestras organizaciones tienden a un abrazo internacional por encima de todos los obstáculos, es muy natural que no aceptemos más divisiones de las que sufrimos.
Hay un caso que debería ser un ejemplo y una advertencia para los románticos nacionalistas que siguiendo los errores de la tradición quisieron proclamarse en cantón independiente. Las fuerzas liberales y revolucionarias de Portugal han manifestado su deseo de constituir la Federación de Repúblicas de Iberia. Los ciudadanos portugueses, con un espíritu de fraternidad universal digno de admiración, quieren pasar por encima de las fronteras y abrazarse en lazos de sincera amistad con sus hermanos de España. Por un excesivo sentimiento de amor propio algunos catalanes quisieron romper los lazos de unión con el resto de la Península. El contrasentido es de una evidencia decepcionante.
Sabemos muy bien y lo hemos dicho en más de una ocasión, que los republicanos de Cataluña son mucho más avanzados que los republicanos del resto de España, y muy particularmente de los que constituyen el Gobierno Provisional de Madrid. Pero entendemos que el pueblo catalán puede disfrutar de las máximas libertades que se pueden elaborar al amparo de la más amplia autonomía en la constitución de una República Federal. Lo demás es absurdo e irrealizable.
Conste que sin ser republicanos ni políticos, no estamos dispuestos a que por un juego de romanticismo y de sentimientos tan respetables como todos, pero sin posibilidades de realizaciones prácticas, se provoquen rozaduras que puedan comprometer la salud de la revolución.
La C.N.T. está aquí para oponerse al quebrantamiento de la unidad revolucionaria, cuya consecuencia inmediata sería el triunfo de la reacción.
Ya en la Conferencia de Izquierdas tuvimos que hacer observar las intemperancias de algunos elementos del "Estat Catalá"; intemperancias que sin la oportuna intervención del venerable Maciá hubieran malogrado la labor de aquella asamblea.
Como entonces, el querido amigo Maciá debe intervenir para evitar que la exaltación de los sentimientos nacionalistas destruya el edificio revolucionario.
Pensad, sobre todo, ciudadano Maciá, que los trabajadores que os dieron el voto, como vos afirmáis, no lo hicieron para que se les separe de sus hermanos. El plebiscito del día 12 se manifestó contra la reacción de Cataluña y España y por la libertad de todos los ciudadanos de la Península.
La C.N.T. con sus principios libertarios y su organización federalista vive en el corazón de todos los trabajadores de España y sabe extender su mano por encima de las fronteras para abrazar a todos los trabajadores del mundo.
Vuestra República Federal debe abrazar a los ciudadanos de todas las regiones, y no consentir que los excesos nacionalistas se impongan para declarar como enemigos nuestros a los que viven en la otra orilla del Ebro. Por la libertad y la fraternidad universal estamos con vosotros. Y contra todos, cuando se intente servir a la reacción y dividir a los pueblos.
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