¿Aquí no se tortura?

 

 
La mayoría de ciudadanos creen vivir en una democracia respetuosa con la opinión ajena, en una sociedad laica donde la iglesia sólo predique para los creyentes y también piensan cándidamente que nuestra policía no tortura, pero la realidad es otra bien distinta, nuestra policía todavía no se ha civilizado y lo que realmente les gustaría es tener carta blanca para desatar su frustación incontenida de seres inferiores. Muchos ciudadanos saben que esto ocurre, pero miran para otro lado porque piensan que ellos son ciudadanos "respetables" y nunca les pasará nada parecido, al igual que hizo el pueblo alemán con los judíos, muchos españolitos prefieren no ver. La democracia termina puertas adentro de las comisarías, es este un terreno vedado a la verdad y la transparencia, una vez en sus manos intentarán reducirte a la nada con técnicas sádicamente perfeccionadas, si los denuncias serás denunciado por calumniador, frente ha esto el ciudadano honrado se encuentra totalmente desvalido y en manos de gentuza que son muchas cosas menos honrados, si un pueblo tolera estas prácticas nazis estará condenado de por vida a la esclavitud y la servidumbre.

 
El ejemplo mas reciente lo tenemos en una parejita que fue arrestada en la manifestación del 25-S, denuncian torturas físicas y sobre todo psicológicas, también denuncian que la misma policía les introdujo piedras en las mochilas que llevaban, de esta manera eres culpable sí o sí, un juez siempre dará mas credibilidad a la policía que ha cualquier ciudadano de probada decencia, ya que el tándem funciona así, nuestra "justicia democrática" está en evidencia mas que nunca, nuestros políticos en lugar de discutir civilizadamente con los ciudadanos sobre sus preocupaciones prefieren criminalizar al que no piense como ellos, comienzan calentando el patio con insultos, continúan achuchándonos sus perros y después, como colofón, un juez te condena, es mas sencillo salir vivo del Triángulo de las Bermudas que de esta trinidad fascista.
 
 
Veamos las declaraciones de esta pareja, padres de dos niñas pequeñas, que salió a la calle para defender sus derechos y los de sus hijas, para que ellas no vivan peor que sus padres. Está claro que quieren meternos el miedo en el cuerpo, pero lo único que consiguen es cabrear mas al personal, las declaraciones de estos dos chavales son claras, ahora seguramente tendrán que enfrentarse a otra contradenuncia por calumniadores de la policía, si no cuentan con buenos abogados seguramente desistirán en denunciar los hechos o serán castigados injustamente por segunda vez, y si vuelven a caer en las manos de estas hienas el nivel de abuso se verá redoblado. Veamos que nos cuentan, esta es su verdad, para mí mucho mas creíble que la de cualquier madero con cabeza de alcornoque.
 
Gabriel y Ainhoa, dos de las personas arrestadas el 25S. Grabaron con el móvil su propio arresto. Madrid, 29 de septiembre (Foto: Olga Rodríguez)
 
Publicado en El Diario. es
 
 
Nos citamos el sábado 29-S en la Plaza Tirso de Molina de Madrid.
 
-¿Cómo estáis?, les pregunto al verles.
 
-Con mucha rabia, muy enfadada, pero a la vez muy agradecida ante tantos gestos de solidaridad - contesta de inmediato Ainhoa.
 
Gabriel se acerca y le veo una marca en la cabeza cosida con seis grapas.
 
-Es uno de los golpes que me dio la policía con la porra.
 
Entramos en un bar y comenzamos a charlar. Durante tres horas, sin apenas descanso, relatan su arresto, el paso por los calabozos, la angustia del aislamiento, denuncian malos tratos. Ainhoa no puede evitar las lágrimas en un par de ocasiones:
 
-Pero nunca lloré delante de los polis.
 
La conversación fluye sola y sirve para que se cuenten sus experiencias en las celdas de la comisaría de Moratalaz. Dan importancia al más mínimo detalle.

Ainhoa: Yo estuve en una celda de aislamiento, sola con otra compañera. La puerta era opaca, solo entraba la luz por una ventana ojo de buey. Gritábamos pero no nos oían. Así estuve los dos días. Como teníamos un wáter dentro, no nos permitían salir para nada. Gritaba tu nombre, Gabi, pero no me oías.
 
Gabriel: Es que yo estaba en el otro pasillo. En mi celda éramos siete y tenía rejas. Aunque las condiciones eran muy malas. Dormíamos en colchonetas, nos dieron siempre fabada de comer, solo fabada y galletas, sin agua, el agua nos la daban cuando salíamos al baño, imagínate la sed. A mí me negaron medicación. Pedí analgésicos, y nunca me los dieron. En una de las salidas al baño un poli me dijo con sorna:
 
“Si, claro, abro la bolsa, meto la mano, saco una pastilla y te la tomas”. Insistí, pero no me los dio. Tengo su número de identificación.
 
Gabriel recibió un golpe en la cabeza de la policía. En primer plano, la brecha con 6 grapas que le colocaron en el hospital
 
 La detención
 
Aún nerviosos, con las emociones a flor de piel, van recomponiendo lo ocurrido en la noche del 25-S, cuando fueron arrestados en el Paseo del Prado de Madrid, cerca de la plaza Cibeles. Gabi retransmitió en directo su detención, a través de su teléfono móvil.
 
En la grabación se oye cómo un policía les dice: "¡Al suelo, al puto suelo!". Poco después, un facultativo del Samur advierte que Gabi está herido: "Hay que ponerle grapas y al hospital, al hospital".
 
Ainhoa: No hicimos nada. Habíamos estado en la manifestación, siempre sentadas, desde las siete de la tarde. Ya nos íbamos a ir, era tarde, las doce o así, estaba todo muy tranquilo, de hecho un grupo de gente sacó las cartas para sentarse a jugar en Neptuno.
 
Gabriel: De repente un poli dijo a otros: "Decidles que se vayan". Pero en vez de hacer eso, optaron por rodearnos, y nos obligaron a bajar por el Paseo del Prado hacia Cibeles, por el carril por el que pasaban coches. Había un señor y una señora de unos cincuenta años, caminábamos, nadie les tiró nada, todo normal, pero de repente la policía empezó a correr, y nosotros corrimos. Luego nos paramos. Yo me acerqué a un equipo del Samur que estaba atendiendo a un chico (se ve en la grabación). Había una chica joven que iba con el móvil, estaba escribiendo algo, el poli le dice no sé qué, ella contesta: "Sí, ya voy", y el policía dice: "¿Qué, me has contestado?". "No, que ya voy", dice ella. Que no me contestes, replica él y se acerca con la porra con un gesto que parecía que iba a darle, así que yo avancé dos pasos grabando con el teléfono, él se dio cuenta y retrocedió.
 
A: Y ahí me dijiste: Creo que acabo de salvar a esta chica de un porrazo.
 
G: Sí. Luego volvieron a correr otra vez, sin ninguna razón, y nosotros corrimos.
 
A: Pero yo decidí pararme. Vi la inmensidad de la calle, estaba cansada, me bloqueé y paré. Recuerdo que Gabi me miró y dijo: ¿Qué haces? Le dije: No puedo, corre tú. Ahí me cogieron y vi cómo a él le daban un golpe en la cabeza con la porra.
 
G: También me dieron en el brazo.
 
A: Y a mí, en el brazo. Me tumbaron en el suelo, se sentaron encima mío para esposarme, me clavaron la rodilla, yo diciendo vale, vale, vale, vale, pero seguían clavándomela.
 
G: Ahí es cuando a mí me dicen: Al suelo, al puto suelo. Fui yo el que se puso de rodillas antes de que me dijeran eso. Nunca opuse resistencia. Espero que alguna cámara de seguridad de la zona haya captado el momento bien. Me tumbaron, me cogieron por la nuca, yo estaba aturdido por el golpe en la cabeza.
 
 
 Un reguero de sangre
 
A: Estábamos tumbados juntos sobre el asfalto, las caras a la misma altura, entonces miro a Gabi y veo que le sale sangre de la cabeza, mucha sangre, empieza a formarse un reguero, un charco.
 
G: Yo también me di cuenta en ese instante y dije: ¡Estoy herido! 
 
 
‘Agachadita’
 
A: Nos pusieron las esposas y nos llevaron al lado de las furgonetas, agachándonos las cabezas, mirando hacia abajo, pero muy muy agachada iba yo, y me dijeron: "Pero no te levantes, es mejor que vayas así, agachadita, agachadita".
 
G: Hicieron un círculo en torno a nosotros, dijeron "tapadles con los escudos", nos pusieron de rodillas y luego nos llevaron entre dos furgonetas muy pegadas, nos daban de lleno las luces azules que parpadeaban y allí estuvimos de rodillas todo el rato, hasta que por fin el Samur me atiende.
 
A: Yo les pregunté si me podía sentar y me dijeron que no. Cogieron mi documentación, y empezaron a reírse de mí, se reían todo el rato de mí. Miraron la foto del DNI y me dijeron: "Estás muy desmejorada ahora", se reían de todo, era un trato para humillar continuamente.
 
Ainhoa se echa a llorar. "Es que tengo todo muy reciente aún", se disculpa. "Y mis hijas, dos días sin ellas, sin hablar con ellas... en fin".
Se recompone rápidamente y añade: "Ayer mis hijas me dijeron que habían visto una peli mientras yo estaba en la cárcel, con total normalidad. Yo les dije que era un calabozo, no cárcel. Y ahora lo llaman la calabaza. Estuve en una calabaza", dice sonriendo.
 
G: El Samur dijo que me tenían que llevar al hospital, pero los policías me metieron en un furgón y fui a la comisaría de Moratalaz con el resto de detenidos.
 
A: Antes nos quitaron las mochilas.
 
G: Es verdad. Desataron las tiras para no tener que quitarnos las esposas. Bueno, iban a cortarlas, en plan bruto, pero les dijimos que no las rompieran, que era mejor que las desataran. No sé si fue en ese momento cuando metieron las piedras o ya en comisaría.
 
A: Mientras, seguían metiéndose conmigo. Con mucha mala leche, mucho cachondeo. Yo les decía ya vale, ya vale. Pero al menos no me vieron llorar.
 
 Encapuchados
 
G: Íbamos en el furgón esposados y sin cinturón de seguridad, dábamos botes. Llegamos a la comisaría. Había muchos policías y muchos polis encapuchados, poli secreta. Había un montón. Nos pusieron contra la pared, de pie, y así estuvimos mucho tiempo, esposados. Era muy intimidatorio.
 
A: Y ahí vuelven a llevarse nuestras mochilas.
 
G: Sí. Y es probable que en ese momento metieran las piedras. O ahí, o si no antes, cuando nos quitaron las mochilas junto al furgón...
Se queda pensativo y continúa:
G: Después empezaron a llamarnos uno a uno. Nos decían de qué nos acusaban, nos pedían un número de teléfono del familiar al que queríamos que avisaran, porque nosotros no podíamos llamar a nadie, nos preguntaban qué abogado queríamos, y nos pedían firmar un papel.
 

 Piedras en la mochila
 
A: En mi caso empezaron a hacer 'inventario' de las cosas que llevaba en mi mochila. Les dije lo que llevaba, me preguntaron si llevaba armas, yo evidentemente dije que no, y entonces entra un poli y dice: ‘Esta es la que tiene piedras’. Y entonces yo, que estaba abriendo la mochila para mostrarles qué tenía, veo tres piedras. Tiro inmediatamente la mochila en un acto reflejo y me quedo flipada. Me callé. No supe decir más. Otro detenido me contó que un poli fuera dijo: ‘Mira la vasquita lo que tenía’.
 
G: A mí me llevaron a una habitación, tuve que cruzar un pasillo lleno de polis y encapuchados, había tantos que se tenían que apartar para que pudiéramos pasar. En la habitación al principio el trato fue normal. Me pidieron que me quitara los cordones, el cinto, que sacara la cartera, el móvil. El cordón de la sudadera no salía, intentamos sacarlo pero se atascaba, así que un poli vino con un cuchillo grande, como un machete, y mirándome, mientras lo sostenía en la mano, me dijo: “No te muevas, no vaya a ser que te corte el cuello”. El tono que empleó no era amenazante, pero en ese contexto sonaba, como mínimo, extraño. Empezaron a sacar mis pertenencias e iban apuntando lo que sacaban. '¿Qué tienes en la mochila?', me preguntaron. Yo les dije: un cargador, una batería que siempre llevo de repuesto, unos cascos. Entonces abro la mochila y veo tres piedras.
 
A: Tres también, como yo. Qué casualidad.
 
G: Yo al ver eso dije: 'Vaya tela'. Resoplé, me dio la risa pero de la angustia, y tardé un poco en reaccionar, parecía una pesadilla. Luego dije: Tres piedras que no estaban ahí antes. Pero no podía escucharles, me quedé en blanco. Entonces me pusieron un boli en la mano, me acercaron a un papel, y me dijeron: ¿Quieres firmar?, mientras tapaban la letra pequeña de la hoja. “Voy a leerlo antes”, dije. “¿Firmas o no?. Aquí no estás para leer”, contestaron. Y no firmé. Menos mal.
 
A: A todo esto seguíamos siempre de pie, no dejaron sentarse a nadie, ni a Gabi, que tenía la brecha en la cabeza y aún no le habían cosido.
 
G: Al cabo de un rato vinieron dos polis nacionales y me llevaron al hospital. Antes de irnos, un antidisturbios les preguntó a qué hospital me iban a llevar. Ellos dijeron que al Gregorio Marañón, que es el que quedaba más cerca. El otro les dice que mejor otro hospital, no recuerdo cuál mencionó, porque en el Gregorio ‘no siempre nos tratan muy bien’, refiriéndose a ellos, a la poli. Pero estos me llevaron al Gregorio. En el parte queda claro que tengo herida y golpe de porra.
 
A: Mientras tanto, yo estaba en la comisaría, me llevaron a una habitación con una médica, me vio tan nerviosa que cerró la puerta, me dolía el codo, estaba esposada, la doctora me dijo que tenía que tomar analgésicos para el dolor, que me lo tomara en cuanto saliera de allí, y yo ahí me puse a llorar, diciéndole que no sabía cuándo iba a salir porque me habían colocado piedras en la mochila. Me desahogué mucho con ella, fue muy amable.
 
 
 Los calabozos
 
A: En torno a las cinco de la madrugada nos metieron en el calabozo. A mí en la celda incomunicada, al fondo del todo, con una chica que tenía varias heridas y un ojo mal. Es la chica que estaba en el bar que se ha hecho tan famoso porque el dueño no dejó entrar a los polis. Ella salió y la tiraron. Necesitaba atención médica, gotas en el ojo, porque le temblaba, pero tardaron mucho en dárselas. Para que nos oyeran los polis teníamos que pegarnos mucho al ojo de buey de la puerta, yo gritaba y gritaba, pidiendo agua y medicinas, pero no venían nunca.
 
G: En mi celda, que no tenía puerta opaca, sino rejas, sí nos oían, pero no nos hacían caso. Teníamos que gritar y gritar pidiendo agua, medicinas, comida... Pero el agua solo era tres veces al día, la comida siempre fue fabada, sin agua, y las medicinas nunca llegaron.
 
A: Acabo de acordarme que al llevarme al calabozo, dos polis leyeron mi parte y me dijeron: “Pero si no te hemos pegado, te has caído tú solita, esto te los has hecho tú sola”. Y luego es cuando se llevaron el parte, y yo pensé: “A ver qué van a poner ahora”. Pregunté por mi informe y una policía rubia me contestó: “Tú sabrás dónde lo has puesto”. ¡Y yo estaba esposada, con las manos inmovilizadas! Esa mujer era tremenda. Nos decía: “¿Qué creéis, que soy vuestra profesora de matemáticas? Callaros!” Un chico preguntó si podía ir al baño y ella le contestó: "¿Y quieres que te la sujete?” Decía cosas como “¿estáis cansados?
 
No os quejéis, que yo también estoy cansada, que llevo aquí muchas horas”. Y al chico que se desmayó, le dijo luego: “Pero qué haces sentado, nos ves a los demás sentados? Venga, de pie”.
Sin manta, sin analgésicos

G: Era tremenda. Cuando yo llegué del hospital empecé a sangrar otra vez por la cabeza, pedí atención médica y me dijo: “Acabas de volver, así que te aguantas, que no vas a ir otra vez”. En la celda pedí una manta y no me la dieron, a otros sí, pero yo me quedé sin manta. Pasé mucho frío la primera noche y mucho calor la segunda. Había un poli amable que se preocupaba por apagarnos la luz por la noche, pero a los dos minutos llegaba uno que tenía muy mala leche y nos la encendía.
 
A: Yo me derrumbé el segundo día, cuando vi que no salíamos por la mañana. Pedí tantas veces hablar con mis hijas... pero nada, claro. También pedí que no me dieran siempre fabada. Y me dijeron: Hay mucha gente que no tiene ni fabada. Y yo contesté: Ya, por eso estuve ayer en la calle manifestándome.
 
G: Imagínate cómo estaba mi celda, siete tipos dos días sin ducharse, comiendo solo fabada.
 
A: No teníamos bolígrafo, así que cogí la pegatina del paquete de la comida, con los dientes recorté los números de la fecha de caducidad y del código de barras para componer un pequeño puzzle con el número de teléfono de Javier (su marido) y los pegué en la ropa de mi compañera de celda, por si salía antes que yo, para que le llamara. Porque seguía sin tener claro si le habían avisado o no. Y de hecho, no le avisaron hasta las ocho y pico de la mañana del miércoles, es decir, casi nueve horas después de mi detención.
 
G: En mi celda alguna vez cantamos ‘libertad, libertad’, o ‘el pueblo unido, jamás será vencido”. Por fin el jueves por la tarde nos trasladaron en furgones a los juzgados de Plaza de Castilla. Tenía la sensación de que habíamos pasado allí mucho más de dos días... qué largo se hizo.
 

 La salida
 
G: El furgón que nos llevó a los juzgados estaba empapado de agua y olía a un producto de limpieza muy fuerte, me mareé por el camino, pero al llegar a los juzgados escuché gritos por un megáfono, por una rendija distinguí a tres personas de la asamblea de Carabanchel que nos esperaban, y ahí me vine arriba.
 
A: Y yo.
 
G: En los juzgados escuchamos el atestado policial. Todos nos quedamos muy sorprendidos. Recuerdo a un hombre de cuarenta años, con americana, pantalón de traje, que se quedó en shock al escuchar sus cargos. A mí me acusaron de resistencia. Según el parte, yo iba como liderando a gente para cortar el tráfico en el Paseo del Prado. Dice algo así como que la policía nos dijo tranquilamente y de buenas maneras que nos apartáramos a la acera. Que yo tiré piedras, que a uno le golpeé fuertemente en el pecho, y que todos los polis vieron sin duda que era yo el que lanzaba piedras. Que me dijeron “alto, policía!”, que fueron a retenerme, que yo me resistí violentamente y tuvieron que emplear la fuerza justa y necesaria para reducirme. Eso es lo que dice el atestado. No tengo palabras.
 
A: Hay una chica que se puso las manos en la cabeza cuando la detuvieron, y tiene las manos hinchadas por eso, porque le dieron en las manos, ¡a la que acusan de tener una maza! Es increíble.
 
G: En fin. Luego nos pusieron en libertad. Yo abracé una a una a todas las personas que conocía, al salir. Qué importante fue que estuvieran recibiéndonos... Eran las once y media de la noche, pero allí estaban.
 
 
 Por qué se manifestaron
 
G: ¿Por qué fui a la manifestación? Por la situación política, económica y social. Porque hay una clase oligárquica que controla todo, disfrazada de democracia, en la que los ciudadanos no importamos nada.
 
A: Yo por mis hijas. Mucha gente me dice que es mejor que me quede en casa, porque tengo dos hijas pequeñas, pero precisamente por eso salgo, porque mis hijas no se merecen esto.
 
G: Algún abogado ha dicho que el auto es una vergüenza como auto en sí. Yo eso no lo sé. Lo que sí sé es que los delitos que me atribuyen no son solo mentira, sino denigrantes. Hay un cuerpo solo para ejercer la violencia ‘legal’, para reprimir en nombre de la clase dominante, para seguir perpetuando un sistema de clases. Hay que investigar esta impunidad. Se escudan en que es su trabajo. Pero yo no culpo solo al que me golpea, culpo al secretario del sindicato, el que dijo lo de leña y punto, culpo a la delegada del Gobierno, Cristina Cifuentes, que viene a decir que nos pegan para hacer cumplir la ley, y culpo al Ministerio del Interior.
 
A: Es un entramado que se retroalimenta, dicen ‘yo solo recibo órdenes’, y hay así una evasión de responsabilidades. Si a nosotros nos han tratado así, imagina cómo tratan a gente que no tiene nada ni a nadie detrás.
"Esto nos da más razones para seguir luchando"
 
G: Sé que no soy el primero ni seré el último, esto ha pasado antes y con anteriores gobiernos, pero sí es cierto que en estos últimos diez meses se nota claramente el crecimiento de la represión, con cargas, multas e identificaciones.
 
A: Yo de hecho he dejado de llevar a mis hijas a las manifestaciones.

G: Creo, o espero al menos, que va a crecer la organización ciudadana al margen de las instituciones. Yo no iba con intención de tomar el Congreso, porque no iba a servir de nada. Iba para demostrar mi enfado, sobre todo después de que hubieran imputado a varias personas por el simple hecho de participar en una asamblea. El método no debe ser la toma del poder, tiene que ir de abajo a arriba, a través de la cohesión social y la organización.
 
A: La lucha en los barrios debe seguir adelante, organizándonos, pero manifestarse y salir a la calle también es importante y complementario. Yo tampoco iba a tomar el Congreso, ni yo, ni nadie.
 
G: Ahora con la cabeza abierta y piedras que me han colocado en la mochila, ¿cómo me voy a quedar en casa?
 
A: Esto nos da más razones para seguir luchando. Si piensan que nos van a amedrantar, se  equivocan.
 

 El 29S
 
Ya en la noche de este sábado 29S, retomamos la conversación. Gabriel no ha ido a la manifestación, pero la sigue a través de Internet:
 
G: Esto es emocionante, hay más gente que el 25S. Pero estoy preocupado, he visto que la policía ha puesto muchos problemas a los medios de comunicación para trabajar y me temo que va a haber cargas otra vez. Lo que demuestra este 29S es que no pueden callar a la gente. Y mira que se empeñan, intentando criminalizar las protestas. Ahora dice la delegada del Gobierno que iban a ir 500 radicales a la concentración. Digo yo que si estás trabajando para que no haya radicales, no lo anuncias a bombo y platillo, a no ser que la estrategia sea querer empañar la imagen del 25S o del 29S.
 

                           Amnistía Internacional, torturas en España
 
Amnistía Internacional ha sido bastante contundente con respecto al estado español, digo estado porque es indiferente quien gobierne, según AI en España se tortura con demasiada frecuencia y por parte de todas las fuerzas de seguridad, nacionales, guardia civíl, policía autonómica o municipales, ninguno de los mal llamados cuerpos de seguridad se escapa de la quema, llamarlos cuerpos de represión sería mas ajustado a su labor de protección del capital, nunca del ciudadano. Las conclusiones a las que ha llegado AI tras años de investigación no son nada tranquilizadoras, nuestra policía se parece mucho mas a la marroquí que a la francesa, en todos sus aspectos, parecen mas servir ha un régimen dictatorial que ha una democracia europea, veamos.
 

El derecho internacional establece el derecho de toda persona a no ser sometida a tortura o trato o pena cruel, inhumano o degradante. Es deber de los Estados demostrar su condena absoluta a tales actos, tanto en el plano de su legislación interna como en las actuaciones de todos sus funcionarios. Además de respetar la prohibición de la tortura y los malos tratos, es obligación de los Estados investigar de forma inmediata tales actos, someter a los responsables a un proceso justo, imponerles un castigo y ofrecer a las víctimas una reparación adecuada. 

Amnistía Internacional trabaja para la erradicación de la tortura en todo el mundo. En España preocupa en particular la detención de personas en régimen de incomunicación, los casos de tortura y malos tratos de personas extranjeras por parte de las fuerzas de seguridad y la falta de investigaciones imparciales y mecanismos efectivos de rendición de cuentas y reparación a las víctimas cuando se producen estos hechos.
 
 
En noviembre de 2007, Amnistía Internacional publicó el informe "Sal en la herida: la impunidad efectiva de agentes de policía en casos de tortura y otros malos tratos", en el que se documentaban las denuncias contra agentes de las fuerzas nacional, autonómicas y locales de toda España encargados de hacer cumplir la ley. Desde entonces, Amnistía Internacional ha seguido investigando casos de tortura y otros malos tratos en España y ha hecho campaña para que se establezcan mecanismos efectivos con el fin de prevenir la comisión de estas violaciones de derechos humanos. En noviembre de 2009, se ha hecho pública la actualización del informe publicado en 2007: "Sal en la herida: impunidad policial dos años después", con información al día de los casos recogidos entonces. El informe también analiza los cambios habidos en España con respecto a la prevención e investigación de la tortura y otros malos tratos por parte de agentes encargados de hacer cumplir la ley.
 

 El régimen de incomunicación

Amnistía Internacional se opone a la detención en régimen de incomunicación  por ser una práctica que facilita la tortura y los malos tratos y que aumenta el riesgo de violaciones de derechos humanos contra los detenidos.

Actualmente en España se puede mantener detenida a una persona en régimen de incomunicación por un periodo de hasta 13 días, los primeros 5 sin tener la posibilidad de ser llevado ante un juez, lo que viola normas internacionales de derechos humanos como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

La preocupación de Amnistía Internacional es compartida por organismos como el Comité contra la Tortura, el Relator contra la Tortura de Naciones Unidas o el Comité Europeo para la Prevención de la Tortura.

Amnistía Internacional pide al Gobierno español que o bien elimine la detención en régimen de incomunicación  o se aseguren todas las garantías para los detenidos, como el derecho a  la asistencia letrada y médica de libre elección.  Ver el informe Salir de las sombras. Es hora de poner fin a la detención en régimen de incomunicación (Septiembre de 2009).
 
 

 Tortura y malos tratos a personas extranjeras

En los últimos años Amnistía Internacional ha documentado detenciones ilegales y malos tratos con componente racista, especialmente a ciudadanos extranjeros, y ha denunciado también la impunidad que parece amparar a los que cometen esta violaciones de derechos humanos.

El informe de la organización España: Crisis de Identidad. Torturas y malos tratos de índole racista a manos de agentes del Estado, documenta más de 320 casos de torturas y malos tratos con un componente racista en los que estaban involucrados agentes de la Policía Nacional y de la Guardia Civil, así como de las policías autonómicas y locales.

En el caso de los extranjeros indocumentados existe el temor a denunciar a agentes de policía o guardias civiles por miedo a ser expulsados del país. Otros aspectos destacables son el temor a presentar denuncias debido a la práctica común entre los funcionarios de denunciar a su vez a la víctima o amenazar con tomar otras represalias, y la posible dificultad para contar con traductor o intérprete y para ser asistido por un abogado.

Amnistía Internacional ha instado al Gobierno español a establecer un órgano imparcial e independiente con capacidad para investigar las violaciones de derechos humanos cometidas por las fuerzas de seguridad.


 Reparación a víctimas de la tortura

El derecho internacional establece que las víctimas de tortura y malos tratos tienen el derecho a recibir del Estado una reparación inmediata que incluya la restitución, una indemnización justa y adecuada, así como atención medica y cuidados apropiados para su rehabilitación.

Amnistía Internacional ha manifestado su pesar por la impunidad que parece amparar en España a los funcionarios responsables de tortura y malos tratos y por la falta de garantías para las víctimas de estos delitos de obtener una reparación satisfactoria.
 

En su informe España: Acabar con la doble injusticia: Víctimas de tortura y malos tratos sin reparación, Amnistía Internacional denunciaba la larga duración de los procesos por tortura y documenta casos en los que víctimas de tortura han tenido que esperar entre 15 y 20 años para obtener una sentencia firme que determine una indemnización. El informe también ilustra numerosos casos en los que, a pesar de que las torturas o malos tratos han resultado probados, las víctimas no obtienen indemnización alguna. También constata que la cuantía de las cantidades concedidas en concepto de indemnización ha sido, por regla general, muy baja.


Yo mismo he sido testigo en primera persona de este tipo de prácticas, a mí me tuvieron tres noches y un día en un infecto calabozo por razones que no vienen ahora al caso, se reían constantemente de mí, les parecía divertido humillar a alguien indefenso, cuando denuncié ante la jueza los maltratos físicos y psicológicos todos los txakurras decían no haber visto nada y que mejor sería que pensase lo de denunciarles, empezaron a amenazarme con todas las denuncias que se les ocurrían, que si me has doblado un dedo, que si has insultado gravemente a un agente de la autoridad, te podemos acusar de calumniador, todo ello delante de la jueza que ni se inmutó, seguro que está mas que acostumbrada a este tipo de prácticas, sin la connivencia de los jueces esto nunca ocurriría, por eso se han tirado al cuello del juez Pedraz que simplemente cumplía con su trabajo, si hubiera escuchado a los maderos y el ministerio habría incurrido en un delito de prevaricación, la peor acusación en contra de un juez, en nuestra sociedad no se valora la verdad o la justicia, a la ultraderecha gobernante sólo le vale la justicia cuando le da la razón.
 
 

2 comentarios:

ArdillA dijo...

Ay! es lo menos que podemos hacer, difundir lo que pasa ... al menos, no será porque no se ha denunciado ... copio, video y libro y lo cuelgo en mi blog.
Serás bienvenido!!

Erik Redflame dijo...

Ya me he pasado por tu blog y está muy bien. Copia, recorta y pega lo que quieras de este blog que para eso existe, la realidad de la tortura en España debe ser conocida por todos-as o estaremos condenados a sufrirla, un saludo, salud y anarquía.