Andrés García, víctima del terrorismo fascista no reconocida como tal

 
 
El día 29 de abril de 1979 es asesinado en Madrid el joven comunista Andrés García. “Le han partido el corazón en dos”, le dice el forense a Carmen Fernández, la madre del chico, después de hacer la autopsia al cadáver. El joven madrileño ha ido al cine Carlos III, en la calle de Goya, y a las nueve de la noche, cuando él y otros cuatro amigos salen de ver la película, deciden ir a comer unos perritos calientes a un pequeño bar de la calle de Alcalá, junto al cine Benlliure. Suben por la cera de los impares de Goya, cruzan Velázquez y Núñez de Balboa y pasan por delante de la cafetería California 47. “En la puerta había un tapón de jóvenes, de pie, y enfrente otro grupo, unos de pie y otros apoyados en un coche” comentaba para la revista La Calle, días después del asesinato, Alberto, uno de los amigos de Andrés, que le acompañaba aquel triste día. “Nos llamó la atención uno que llevaba un brazalete con la cruz gamada. Le miramos y pasamos de largo.
 
Unos metros más allá, uno de nosotros volvió la cabeza y nos dijo que estaban pegando o zarandeando a un señor mayor. Yo les dije a todos que no volvieran la cabeza. Antes de llegar a General Mola, José nos dijo que nos seguían. Empezamos a ponernos nerviosos y aceleramos el paso. Cuando cruzamos General Mola, ellos empezaron a correr. Yo iba con otro detrás. Andrés iba delante de nosotros. De repente, sentí algo, como un puño envuelto en algo. Me volví y les dije: ¿pero qué hacéis? El muchacho que había fallado el golpe se volvió entonces hacia los que venían y yo grité: “Salid corriendo que están armados”. Cuando los amigos llegan a la altura de la cervecería Cruz Blanca, en la confluencia de Goya y Alcalá, Andrés no está con ellos. Ha quedado tendido en el suelo, más atrás, con dos puñaladas en el corazón.
 
Cuarenta y ocho horas después de su asesinato, el gobernador civil de Madrid, Juan José Rosón, declara en rueda de prensa: “Sí, es cierto que durante los últimos días se han generado unas anormales relaciones de tipo político en esta ciudad. Creo, sin embargo, que la cota de violencia es normal en Madrid, globalmente considerada”.
Son detenidos por el asesinato José Luis Martínez Merino, de 16 años, autor material de la puñalada mortal y miembro del Frente de la Juventud; Federico Baudin Picharro, de 18 años, que sujeta a Andrés mientras Martínez le clava un machete; Claudio Alonso Becerro de Bengoa, de 17 años, y un menor, de sólo 15 años. El Frente de la Juventud, formado a partir de una escisión de Fuerza Nueva, es oficialmente legal desde el 30 de noviembre de 1978. A pesar de que varios de sus militantes aparecen implicados en asesinatos y multiples actos violentos durante los últimos años de la década de los 70, la formación nunca llega a ser ilegalizada.

 
Andrés había nacido en el seno de una familia obrera emigrada a Francia en 1969, cuando él era poco más que un niño. Los García regresaron a Madrid en 1977, sólo dos años antes del crimen. El joven asesinado era miembro de la Agrupación de las Juventudes Comunistas de Retiro.
 
No se atreve a presentarse a declarar ningún testigo presencial del crimen.Y tampoco llega a saberse nunca quién es la persona que lleva a Andrés, ya moribundo, hasta el hospital Francisco Franco (Gregorio Marañón, en la actualidad) cercano al lugar de los hechos. Tampoco comparecen las dos chicas a las que, unos minutos antes del asesinato de Andrés, agreden Martínez y Baudín porque una de ellas lleva una pegatina del Ché en el bolso. El caso es juzgado por la jurisdicción ordinaria, no por la Audiencia Nacional, lo que descarga de intecionalidad política el crimen. Se considera la muerte de Andrés fruto de una pelea callejera. Los criminales ultras son procesados por “homicidio”, no por asesinato. Los padres de Andrés quedan destrozados tras su muerte y, aún hoy, 26 años después de aquel día de abril de 1979, no se sienten con fuerzas para hablar públicamente de la pérdida de su hijo.
 
Andrés García Fernández fue asesinado en la calle Goya de Madrid, considerada entonces “zona nacional” por la bandas ultraderechistas manejadas por el ministro del Interior Rodolfo Martín Villa y su gobernador civil en la capital, Juan José Rosón. “Le han partido el corazón en dos”, le dijo el forense a Carmen Fernández, la madre del joven comunista, después de hacerle la autopsia al cadáver. Andrés, miembro de las juventudes del PCE, tenía 18 años. Fue uno de los más de cien antifascistas asesinados por las bandas ultras, la policía y la Guardia Civil entre 1976 y 1980. La manifestación del 1 de mayo de ese año se convirtió en un homenaje a Andrés, y centenares de miles de personas gritaron indignadas por las calles de la capital: “Fuerza Nueva, asesina” y “Vosotros, fascistas, sois los terroristas”.
 

Inmediatamente, los asesinos salieron corriendo hacia la cafería California, situada en la misma calle de Goya y, durante los años de la Transición, un reducto de la extrema derecha. Allí, Martínez Merino se lavó las manos y limpió de sangre el machete. Días después, el asesino entregó el arma del crimen a su madre, para que se lo guardara en la finca familiar de Los Enebros, situada en las proximidades de la localidad madrileña de San Agustín de Guadalix. Entre los encubridores de Martínez Merino también se encontraban un tal “Fredi” y un tal “Chema Vega”, pero la instrucción judicial no avanzó tampoco nada por ese camino. 

Martínez Merino había sido detenido anteriormente como sospechoso de haber participado en el asalto a la sede del PCE en la calle de Elfo, en el madrileño barrio de Quintana. Estudiaba segundo curso de BUP en el Colegio de los Padres Agustinianos de Madrid, de donde fue expulsado por su comportamiento agresivo. Durante el transcurso del juicio, varios psicólogos y psiquiatras requeridos por el fiscal, el acusador particular y las defensas, manifestarían que Martínez Merino era un sujeto socialmente peligroso, que podría volver a repetir lo que hizo, dada su desviación de personalidad, que le hacía muy irritable.

En el momento del crimen, formaba parte del Frente de la Juventud, grupo al que se había afiliado en el mes de septiembre de 1978, tras darse de baja de Fuerza Joven, en donde había militado desde diciembre de 1977.

El Frente de la Juventud, formado a partir de una escisión de Fuerza Nueva, era oficialmente legal desde el 30 de noviembre de 1978. A pesar de que varios de sus militantes aparecieron implicados en asesinatos y múltiples actos violentos durante los últimos años de la década de los 70, como el asalto a la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid, la formación ultraderechista nunca llegaría a ser ilegalizada.
 
Andrés había nacido en el seno de una familia obrera y comunista emigrada a Francia en 1969, cuando él era un niño. Los García regresaron a Madrid en 1977, sólo dos años antes del crimen. El joven asesinado era miembro de la Agrupación de las Juventudes Comunistas de Retiro. Estaba terminando COU en el instituto Tirso de Molina, en Portazgo, en el que asistía a las clases nocturnas.

En la línea que caracterizó a los Tribunales de Justicia durante aquellos años, a la hora de abordar los asesinatos protagonizados por miembros de la extrema derecha, la sentencia exculpa al menor y a Claudio Alonso, de quien se dice que “sólo intervino en la persecución del grupo formado por el fallecido y sus amigos sin participar en la agresión contra el mismo”. Todo ello, a pesar de haber quedado acreditado que Claudio Alonso Becerro de Bengoa “formaba parte del grupo que persiguió a Andrés García y sus amigos, que vio a Andrés herido, que no le prestó ayuda y que luego marchó a su casa silenciando totalmente los hechos”.

El propio Becerro de Bengoa había reconocido, según consta en el sumario, que “poco antes del cruce con la calle de General Mola, José Luis Martínez Merino mostró a los que le acompañaban un cuchillo que portaba en la cintura, del cual el dicente vio la empuñadura, que era de grandes dimensiones y de color negro, diciendo: ‘Tengo ganas de estrenarlo”. En la misma declaración, hay otra manifestación de Becerro Bengoa, en la que reconoce su presencia física mientras se producía el apuñalamiento de Andrés: “Viendo el declarante cómo, instantes después, caía desplomado el agredido y oyendo que alguien del grupo decía: ‘fuera’, por lo que todos echaron a correr por la calle de Goya hacia Colón”.
 

Sólo José Luis Martínez y Federico Baudín son condenados por el “homicidio”, de Andrés García. Además, se les aplica la atenuante de la minoría de edad, con lo cual la pena queda reducida a “ocho años de prisión mayor, accesorias y costas”.  Además, se condena a ambos procesados a que indemnicen, “por partes iguales y sustituyéndose solidariamente en caso de insolvencia, con dos millones de pesetas a los herederos de Andrés García Fernández”.

Los padres de Andrés, María del Carmen Fernández y Andrés García Oset, ambos fallecidos ya, quedaron destrozados tras el asesinato de su hijo y nunca se recuperaron de la tragedia. A Andrés García Fernández nunca se le consideró oficialmente víctima del terrorismo.
 
 

1 comentario:

Anónimo dijo...
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