Eskorbuto; Historia triste. Diego Cerdán Galera [epub]



Una biografía que recoge en buena parte lo que fue la Historia Triste de aquella banda que se hacía llamar la más honrada del mundo. Es además un testimonio histórico de la vida salvaje en los años 80, es una biblia atea para los eskorbutines, los fieles seguidores del grupo, aquellos que en aquella época se convertían en escudos humanos para los hostias que le llovían al mismo desde todos los lados («En España nos llaman terroristas; en Euskadi nazis», solían decir, pues además de sus enemigos naturales —los militares, los partidos…— se enfrentaron también con lo que ellos consideraban un montaje comercial y político, el Rock Radikal Vasco, arremetieron contra las Gestoras Pro-Amnistía al sentirse desprotegidos tras una detención en Madrid), y que pasados los años ven —estos eskorbutines— como muchos de los que en vida odiaban a Iosu y Jualma citan ahora sus frases, aquellas frases que eran puras sentencias.

Reúne una completa biografía del grupo (incluidos algunos memorias del propio Iosu Expósito), todas sus letras, recuerdos de personas que estuvieron próximas a ellos —Fermín Muguruza, Roberto Mosso…—, fotos inéditas, artículos periodísticos… Curiosamente parece que hablar de Eskorbuto forzaba a escribir muy bien (Pablo Cabeza, Josu Arteaga, Oscar Beorlegi), con una profundidad inusitada. Tal vez porque Eskorbuto no era sino una versión encuerada a ritmo punk-rock de la filosofía, las dudas que a lo largo de de los siglos han asolado al ser humano: dios, la enfermedad, el sueño, la muerte…


Memorias de Iosu Expósito

Esta es la transcripción del texto que Iosu dejó escrito sobre la historia del grupo:

Año mil novecientos ochenta, el inicio de la banda más honrada que ha pisado este planeta desde hace millones y millones de años. Y no somos nada honrados…

Una tarde semilluviosa de ese año, Jualma y yo nos conocimos y estuvimos hablando un buen rato. Nuestros gustos y pareceres eran totalmente dispares. No coincidíamos en nada excepto en la idea de formar un grupo de rock. Por aquel entonces, nuestras pintas tan destartaladas (pelos largos, imagen que hacía recordar a New York Dolls) nos darían opción. Nuestra imagen escandalosa llamaría la atención y taparía un poco nuestra carencia musical. Por lo demás, pensábamos que ensayando, poco a poco iríamos aprendiendo.

Jualma sería bajista y voz, yo sería guitarra y voz. Para batería, Jualma conocía a un tipo realmente desaliñado. Tenía el pelo todavía más largo y sucio que nosotros. Le faltaban dos dientes de la parte delantera de la boca. Rafa era su nombre pero todos le llamábamos por su apodo, Cañas. Trabajaba de pastelero y a los ensayos siempre traía pasteles y, como vulgarmente se dice, nos poníamos las botas comiendo pasteles. Rafa, tocar la batería, lo que se dice tocar, tocar, no tocaba; era realmente malo, pero ensayando aprendería, por lo menos eso era lo que pensábamos.

Ya solo nos quedaba un problema: buscar un cantante. Yo le dije a Jualma que conocía a un tipo que era de puta madre, es decir, que era una buena persona, un poco rarillo, pero sin importancia. Solo había un pequeño reparo, que era un poco tartamudo pero que eso no importaba pues yo había oído por ahí, no sé dónde, que los tartamudos al cantar no tartamudeaban, que cantaban como personas normales. A Jualma le pareció bien. Por probar que no quede y es eso lo que hicimos, probamos. Una tarde cogimos dos guitarras españolas y nos fuimos al campo de fútbol del Santurce. Jualma, yo e Iñaki, que así se llamaba nuestro proyecto de cantante, más conocido por su apellido, Laseca, Laiky para los amigos y enemigos. Yo tocaba el ritmo de las canciones y Jualma tocaba la guitarra española como si fuera un bajo. Laiky intentó cantar las canciones, lo intentó y lo intentó, pero demostró que lo que yo había oído no sé dónde, eso de que los tartamudos al cantar no tartamudean, era mentira. Y eso que Laiky lo intentó y lo intentó, pero nada, su futuro como cantante quedó truncado aquella tarde en las gradas del campo de fútbol del Santurce.


Pero esa misma tarde se nos ocurrió una idea, llamémosla genial: Laiky tocaría el bajo y Jualma cantaría. Teníamos mucha moral, ilusión, etc., etc. Es decir si la montaña no viene a nosotros, nosotros iremos a la montaña. Teníamos unas ganas enormes de hacer algo con nuestras vidas, romper con la rutina diaria, dejar de aburrirnos e intentar motivamos con algo. En nuestro caso ese algo fue formar un grupo de rock. 

Dimos cientos de vueltas, hicimos mil maravillas para que la cosa funcionara y lo conseguimos. Llegamos a un acuerdo por tres partes. Unos chicos del barrio santurzano de San Juan, que también querían funcionar como grupo de rock, pondrían el local, una lonja propiedad de un tío que era pariente de uno de ellos. Otros chicos de Santurce, que formaban un grupo llamado Zarama, ponían la batería. La tercera parte éramos nosotros que pondríamos la amplificación, un Marshall de válvulas de doscientos cincuenta vatios que menuda tralla metía ese aparatejo en el que enchufábamos la guitarra, el bajo y el micrófono para la voz.

Jualma, voz solista; Laiky, bajo y voz; Iosu, guitarra y voz y Cañas, batería. Así quedó configurada la formación del grupo. Formación que no llegó nunca a tocar en directo. Nuestros primeros ensayos demostraban que como grupo musical teníamos que trabajar mucho y hacer horas extras. En nuestros primeros ensayos no conseguíamos tocar más de veinte segundos seguidos la misma canción.

Aparte de ensayar mucho, también nos faltaba el nombre del grupo. ¿Qué nombre podíamos ponerle al grupo que fuera acorde con nosotros? Pensábamos en nombres como Muñecas de Acerok, por aquello de New York Dolls, que traducido al castellano significa Muñecas de Nueva York, pero nosotros no éramos de Nueva York. Somos vizcaínos y aquí están los Altos Hornos de Vizcaya, donde se trabaja el acero. Pero ese nombre no nos convencía. También barajamos nombres como el de Sección Mortuoria. Pero nada, nombres y más nombres que no nos convencían.
Una tarde estábamos en un pub de Santurce hablando de qué nombre podíamos ponerle al grupo cuando de pronto Roberto Moso, cantante de Zarama, nos dice:

—Con esas pintas de enfermos y esa imagen tan estrafalaria, «Eskorbuto» os iría que ni pintado.

Jualma y yo, al oírlo, nos miramos y una sonrisa de satisfacción salió de nuestras bocas:

—¡De puta madre!, es perfecto, ¡«Eskorbuto»!

Nosotros somos de Santurce, un pueblo de tradición marinera y el escorbuto es una enfermedad que normalmente se daba en los marineros debido a no comer alimentos en condiciones por causa de las largas travesías. Los alimentos que llevaban almacenados en los barcos perdían sus vitaminas al cabo del tiempo del tiempo y los marineros contraían la enfermedad.

El nombre de Eskorbuto nos va como anillo al dedo. En cuanto lo oímos nos identificamos totalmente. Ya no nos hacía falta seguir buscando un nombre para el grupo; Eskorbuto era inmejorable.


La formación eskorbutiana de Jualma —voz solista—, Laiky —bajo y voz—, Iosu —guitarra y voz— y Cañas —batería— nunca salió del local de ensayo debido a que nuestro batería, Cañas, fue llamado a filas para defender a la patria. Esto fue a comienzos de 1981, en enero o febrero, por lo que teníamos que buscar a alguien que lo sustituyera, pues no podíamos esperar a que el Cañas regresara.

Fue entonces cuando Jualma dijo conocer a un chaval que tocaba la batería. Miguel era su nombre, pero se le conocía por Gugu. Gugu era un tipo de aspecto muy dejado. Llevaba gafas y las manos y la cara casi siempre manchadas de grasa debido a que trabaja en el taller mecánico de su padre. Llevaba también botas con puntera de hierro. Jualma y yo hablamos con él y le propusimos entrar en el grupo Eskorbuto y Gugu aceptó. Y así fue como Gugu se convirtió en el nuevo batería eskorbutiano.

La entrada de Gugu en el grupo fue un auténtico revulsivo, pues él sí que sabía tocar la batería; le pegaba duro, muy duro. Los platos que rompía Gugu quedaban totalmente destrozados. No ganábamos para platos con Gugu. En los ensayos ya tocábamos más de veinte segundos cada canción y hasta terminábamos los temas. Se puede decir que ya estábamos preparados para salir a tocaren directo.

Y con esa formación nos surgió la primera actuación. Ensayábamos en el barrio de San Juan cuando alguien llamó a la puerta diciéndonos que si queríamos tocar en el colegio del barrio que estaba un poco más arriba, a unos doscientos metros. Aquel tipo nos dijo:

—Hacemos una fiesta y si tocáis os lo agradeceremos. Pagar no es podemos pagar nada, pero beber, podéis beber lo que queráis.

Nos miramos todos y pensamos:

—Joder, nuestra primera actuación, en vez de ensayar solos lo hacemos con público y al menos bebemos gratis.


Así que subimos al colegio todo nuestro material de sonido con ayuda de algún conocido, pero de todas formas se puede decir que aunque nos ayudaran nos dimos la pechada. Medio agotados llegamos al colegio pensando que al menos podríamos beber lo que quisiéramos ya que de cobrar, nada de nada. Ya en el colegio, colocamos todo y lo dejamos preparado para tocar.

—Bueno, ahora beberemos algo —nos dijimos.

Fuimos y le preguntamos al tipo que estaba a cargo de aquello, que era el director del colegio:

—Oiga, queremos beber, somos los músicos.

—Sí, sí, venid conmigo —nos contestó.

Le seguimos hasta un aula. Nos contó:

—Uno, dos, tres y cuatro. Sois cuatro ¿verdad?

—Pues sí, somos cuatro, ¿por qué?

Pregunta tonta la nuestra, a lo cual el director nos responde:

—Es que solo os podemos dar una consumición a cada uno porque solo hay cinco cajas y son para los chavales.

Las consumiciones eran botellines de Kas y Coca-Cola. Eso sí, todo un detalle por su parte, nos dio a elegir. De nuestras bocas no salieron palabras malsonantes por educación, pero nuestras caras lo dijeron todo. Bueno, qué le vamos a hacer. De pronto, mientras nos bebíamos la consumición, oímos murmullos de gente fuera del aula. El director del colegio nos dijo:

—Bien, ya han llegado los chavales, ya podéis salir a tocar.

Gran sorpresa: nuestro primer público, salvo una docena de madres, cuatro o cinco maestros, no superaba la edad media de diez años. Salvajismo, brutalidad, bestialidad, no nos cortamos un pimiento. Pues bien, ya que estamos aquí en el colegio vais a saber lo que es bueno. Eso fue lo que ocurrió en aquella primera actuación en abril o mayo del 81, ¡menuda actuación!, ¡menudo público!


1 comentario:

Loam dijo...

Mucha policía poca diversión
un error, un error!!!