Bakunin y Kropotkin. Ángel Cappelletti



Bakunin y Kropotkin no llegaron nunca a conocerse personalmente. En una ocasión, sin embargo, estuvieron muy cerca de hacerlo. En el año 1872, el joven Kropotkin, durante su primer viaje a Europa occidental, se puso en contacto con la Asociación Internacional de Trabajadores y, en especial, con los grupos bakuninistas que formaban la Federación del Jura en Suiza. Viajó luego a Bélgica, a fin de enterarse del estado del movimiento obrero y socialista en ese país, fuertemente industrializado, y al retornar a Suiza trató de conseguir una entrevista personal con el ya legendario Bakunin. Pero tal entrevista no llegó a realizarse nunca. Woodcock sugiere que Bakunin no demostró mucho interés en ello. Y no parece, en verdad, improbable que, después de las varias experiencias negativas que había tenido con emigrados y viajeros rusos en años recientes, tratara de evitar todo contacto con ellos.

A pesar de esto, no cabe duda alguna de que fueron las ideas de Bakunin las que más atrajeron al joven príncipe Kropotkin desde el primer momento, y que pronto se adhirió a ellas sin vacilaciones y con entusiasmo. En su autobiografía escribe: «Los aspectos teóricos del anarquismo, según empezaban a expresarse en la Federación del Jura, particularmente por Bakunin; las críticas del socialismo de Estado —el temor del despotismo económico, más peligroso todavía que el meramente político— que oí formular allí, y el carácter revolucionario de la agitación, dejaban honda huella en mi mente» (Memorias de un revolucionario, Madrid, 1973, pág. 241).

Es evidente, en primer lugar, que el pensamiento de Kropotkin está más cerca de Bakunin que de ningún otro socialista de su época. Por su concepción general del mundo y de la sociedad, por su manera de interpretar el socialismo, por sus ideas económicas, por sus puntos de vista sobre el sindicalismo y el movimiento obrero, etc., Kropotkin se inclina inclusive más a Bakunin que a Proudhon (alguna de cuyas obras había leído ya en sus años de oficial en Siberia). Sin embargo, es preciso poner de relieve, en segundo lugar, las diferencias que separan a ambos anarquistas rusos, las cuales no dejan de ser importantes, y, sobre todo, significativas en la historia de las ideas socialistas y anarquistas. Tanto Bakunin como Kropotkin eran de origen noble. Ambos pertenecían a familias de la aristocracia terrateniente (y en el caso del segundo, su ascendencia se suele hacer remontar hasta uno de los compañeros de Rurik). Ambos recibieron, como integrantes de la nobleza, una formación militar (y en el caso de Kropotkin también cortesana, en el Cuerpo de Pajes) y ambos acabaron dejando con disgusto las filas del ejército zarista. Ambos vivieron largos años de exilio en países de Europa occidental y escribieron la mayor parte de sus obras en las lenguas de esos países. Ambos actuaron por todos los medios a su alcance en el movimiento revolucionario europeo, pero nunca dejaron de tener sus ojos puestos en Rusia. Ambos conocieron las prisiones europeas y rusas (y ambos estuvieron encerrados en la fortaleza de Pedro y Pablo); ambos vivieron largos años en Siberia.


Por otra parte, la personalidad de Kropotkin aparece como mucho más integrada que la de Bakunin. El primero, aunque perdió a su madre siendo muy niño, creció en el ambiente de amor maternal que le brindaron los siervos de su casa; tuvo algunos conflictos con su padre, pero éstos no pasaron nunca de la superficie; se unió felizmente con una mujer y permaneció junto a ella hasta su muerte. El segundo sufrió un rechazo materno que, al parecer, tuvo hondas repercusiones en su personalidad adulta; mantuvo una relación de enfrentamientos continuos con su padre desde la adolescencia; manifestó un afecto casi enfermizo por sus hermanas; su matrimonio no fue dichoso y ni siquiera normal.

Kropotkin vivió una vida de continuas luchas por el ideal, fue perseguido y acosado, pero mantuvo siempre una profunda paz interior y una serenidad de ánimo casi estoica. Trabajó regularmente y en sus tareas literarias demostró poseer los hábitos y los métodos de un verdadero investigador científico; supo administrar el dinero que conseguía en sus labores periodísticas y nunca necesitó pedir nada a nadie. Con excepción de la muerte de su hermano Alejandro, en Siberia, ningún suceso familiar lo perturbó hondamente. Inclusive en los últimos días de su vida, en la Unión Soviética, estuvo rodeado del afecto de su compañera Sofía y de sus amigos anarquistas, de la admiración y el cariño de todos los proletarios del mundo, y hasta del respeto de sus adversarios, como Lenin. Su entierro constituyó un gran mitin de reafirmación proletaria y anarquista.

Bakunin tuvo una existencia irregular en todos los sentidos. No conoció la paz ni la tranquilidad. Puede decirse que nunca estuvo libre de problemas económicos y una buena parte de su correspondencia privada está consagrada a solicitar dinero a sus parientes y amigos. Desde que dejó la universidad de Berlín no parece haber dedicado ningún lapso considerable al estudio. En realidad, nunca escribió un libro orgánicamente concebido, sino sólo fragmentos más o menos extensos o simplemente artículos, notas, cartas y discursos. Era incapaz de una labor metódica y constante. Siempre que comenzaba a escribir un trabajo de cierta envergadura la acción conspirativa o revolucionaria lo solicitaba. Su existencia estuvo, desde la juventud, llena de conflictos personales, amores desdichados, traiciones de amigos y compañeros, calumnias contra su persona, necesidades y hasta miseria. No ignoró la bohemia ni las oscuras buhardillas de las grandes urbes europeas ni las precarias cabañas de Siberia ni la miseria más o menos vergonzante del exiliado en Italia y en Suiza. Murió aislado, olvidado o abandonado por casi todos. Se le enterró pobremente en un cementerio rural.

En el plano de la vida intelectual, los contrastes entre Bakunin y Kropotkin son también notables. Bakunin llega al anarquismo después de una larga evolución que va de Kant a Hegel, de Hegel a Feuerbach, de Feuerbach a los socialistas utópicos y a Proudhon, de Proudhon a Marx, de Marx a un materialismo entre mecanicista y dialéctico y, por otro lado, de la aceptación de la autocracia zarista a la democracia, de la democracia al paneslavismo y al socialismo, del paneslavismo a la acracia. Kropotkin, una vez alejado de la cosmovisión tradicional de su niñez y primera adolescencia, marcha con paso firme y casi sin dudar hacia el socialismo federalista y anti-estatal. Lee a los exponentes de las diversas escuelas socialistas desde Saint-Simon a Marx, no ignora el pensamiento liberal ni el positivismo, se entera de las doctrinas de los economistas desde Adam Smith hasta Bastiat y Stuart Mill, pero opta sin vacilar por Bakunin. Sus puntos de vista filosóficos, políticos y sociales no varían, en lo esencial, en el curso de su larga existencia.

La formación de Bakunin es básicamente, por no decir exclusivamente, filosófica. Bakunin no demuestra en su juventud, como Marx, gran interés por el derecho, la economía política, la filología o la historia. Lo entusiasman el idealismo alemán primero; los escritores político-democráticos y nacionalistas después; el socialismo y hasta el marxismo al final, pero no le interesa la erudición ni, en general, la cultura universitaria. Aunque manifiesta (sobre todo hacia el final de su vida) un gran respeto por las ciencias físico-naturales, puede decirse que jamás las estudió seriamente y que su información en este campo era muy superficial. Se dice, sin embargo, que era un buen matemático. Pero el hecho de que dedicara una parte de su obligado ocio en la cárcel a solucionar problemas y a leer algunos libros científicos no parece que haya modificado, como supone Arvon, el curso de su pensamiento filosófico (Bakunin, Absoluto y revolución, Barcelona, 1975-p.45).

Kropotkin, por el contrario, tuvo una formación esencialmente científica. Aunque llegó a leer a Kant y a algunos de los filósofos del siglo XIX (mucho más, en todo caso, a los ingleses que a los alemanes), jamás logró interesarse por la metafísica ni por su sucedáneo, la teoría del conocimiento. En ciertos casos demuestra una sorprendente incomprensión por cuestiones de filosofía e historia de la filosofía. Espontáneamente se había inclinado en su juventud por la geología y la geometría física. Más tarde, la necesidad de fundamentar científicamente las doctrinas del comunismo anárquico lo llevó a estudiar con mucho detenimiento (aunque sin convertirlo nunca en un verdadero especialista) la zoología, la antropología, la etnografía y la historia social. En Bakunin el materialismo conserva siempre un regusto hegeliano; en Kropotkin se presenta como el resultado de la experiencia y del saber científico. El carácter filosófico y, casi diríamos, metafísico del materialismo de Bakunin explica su insistente antiteologismo y la dura polémica contra toda forma de religión que sostuvo en sus últimos años. El carácter científico, o por lo menos supuestamente tal (ya que, en realidad, se trata de teoría cientificista) del materialismo de Kropotkin confiere al ateísmo de éste un carácter menos agresivo y a su oposición a la Iglesia un tono menos violento. Pero el punto en que más claramente difieren ambos anarquistas rusos es el del régimen de la propiedad. Mientras Bakunin defiende un colectivismo que no excluye el salariado y se ve obligado a insistir en la abolición de la herencia para asegurar una cierta igualdad económica, Kropotkin proclama el comunismo, rechaza como injusta cualquier forma de salariado y considera sin sentido el problema mismo de la herencia.

La norma de la sociedad post-revolucionaria será para Bakunin: «De cada uno según su capacidad; a cada uno según su esfuerzo y su trabajo». Para Kropotkin, en cambio, en la sociedad futura el principio universal ha de ser: «De cada uno según su capacidad; a cada uno según sus necesidades». Bakunin postula la propiedad social de la tierra y de los instrumentos de producción, pero opina que del producto social del trabajo cada individuo deberá recibir una parte proporcional a su esfuerzo y a su mérito como trabajador. Piensa, sin duda, en la necesidad de mantener un estímulo material para acrecentar la producción. Kropotkin cree que no sólo la tierra y las máquinas han de ser comunes sino también el producto del trabajo, ya que éste no es la mera suma del trabajo de los individuos sino algo más, que corresponde a la sociedad como conjunto solidario, y no sólo a la sociedad del presente sino también a la del pasado, y no sólo a la que geográficamente está próxima (esto es, al propio país o a la propia región) sino a la que labora y lucha en toda la faz del planeta. ¿Cómo determinar con justicia lo que a cada trabajador le corresponde dentro del producto total, cuando en realidad a él han contribuido todos los trabajadores del mundo? El salariado supone, pues, una arbitrariedad, y el único criterio en la distribución equitativa de los bienes debe ser, para Kropotkin, el de las necesidades de cada uno.

De todos modos, es necesario hacer notar aquí que cuando Bakunin habla contra el comunismo, no se refiere a un régimen semejante al que defenderá Kropotkin, esto es, al comunismo libertario, sino al autoritario de Cabet y otros utopistas y, en todo caso, de los marxistas. Esto se ve claro cuando escribe: «Yo detesto el comunismo porque es la negación de la libertad, y en tanto yo no puedo concebir ninguna cosa humana sin libertad. Yo no soy comunista porque el comunismo concentra y hace absorber todas las potencialidades de la sociedad en el Estado, porque llega necesariamente a la centralización de la propiedad en manos del Estado, mientras que por el contrario yo quiero la abolición del Estado, la extirpación radical de ese principio de la autoridad y de la tutela del Estado que, so pretexto de moralizar y civilizar a los hombres, los ha esclavizado hasta el presente, los ha oprimido, explotado y depravado».

La influencia de Bakunin sobre el movimiento anarquista y obrero fue predominante en la Suiza Francesa, Italia, España, Portugal, etc., hasta la década del 80. A partir de entonces se van imponiendo las ideas de Kropotkin, que hacia 1900 son las de la mayoría de los anarquistas en todo el mundo.

Para conmemorar el 202 aniversario de Mijaíl Bakunin, en Anarquismo en PDF hemos digitalizado una parte del libro de Ángel Cappelletti en la que se muestra las relaciones que Bakunin tuvo con otros anarquistas de la época.


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