Chris Ealham. Vivir la anarquía, vivir la utopía (José Peirats y la historia del anarcosindicalismo español)


«Nadie con un interés en el anarquismo español desconoce el nombre de José Peirats, el cronista del movimiento libertario. En cambio, muy poca gente conoce la vida de militancia de Peirats tanto en las luchas en España en los años de la República y la guerra civil como en las luchas sórdidas del anarquismo en el exilio. Este bache lo llena ahora la magnífica biografía de Peirats que nos ofrece Chris Ealham. Con una narración muy amena, contextualizada por su profundo conocimiento del movimiento libertario, el autor presenta un Peirats abnegado y austero, sacrificándose en aras tanto de enderezar el movimiento como de escribir su historia. Además de la vida apasionada de Peirats, el libro de Chris Ealham nos ofrece una crónica sagaz de la historia de la CNT, otorgando a este espléndido trabajo un doble valor». Paul Preston.



José Peirats Valls
A sus veintitantos años, Peirats se consolidó como un escritor revolucionario y proletario, muy en la línea del concepto de Antonio Gramsci de «intelectual orgánico» proletario. Tanto Peirats como Gramsci insistieron en el papel de la educación en la cimentación de una conciencia revolucionaria antihegemónica, una cultura alternativa que, para florecer, tenía que estar enraizada en la vida cotidiana. Gramsci concedía que algunos «intelectuales orgánicos» podían ser renegados de clase media, pero tenía en más alta estima a los intelectuales obreros del tipo ejemplificado por Peirats, ya que podían desempeñar un papel clave en la creación de movimientos basados en la clase, el sine qua non de la transformación revolucionaria. Peirats tipificaba los intelectuales del movimiento que surgían de las filas proletarias del anarcosindicalismo. Es llamativo que los intelectuales de clase media atraídos al campo libertario, como Urales y Montseny, fueran hostiles al sindicalismo y, como ya hemos visto, se encontraran cada poco tiempo a la greña con sectores clave de la CNT abrumadoramente obrera. En contraste, Peirats y los de su cuerda eran autodidactas, de origen obrero, y tenían una profunda comprensión de la condición proletaria.


Para Peirats, escribir era una lucha en sí misma. Al contrario que los propagandistas profesionales como Urales, que vivió con cierto confort gracias a sus esfuerzos editoriales, Peirats no solo tenía que superar el déficit cultural que le fue impuesto desde su nacimiento, sino que además combinaba con frecuencia la escritura con el trabajo manual. En las ocasiones en las que sus palabras eran remuneradas, recibía un salario de obrero semicualificado. A diferencia de Urales, la escritura de Peirats estaba íntimamente ligada a su activismo, y su surgimiento como periodista propagandista no marcó el final de su fase de «hombre de acción», aun cuando era inevitable que supusiera que pasaba menos tiempo inmerso en alguna de las actividades clandestinas descritas con anterioridad.


Sus primeros escritos eran a la vez exploratorios y ambiciosos, y reflejaban la indagación de un joven que busca su sitio en el mundo y dentro del movimiento. Siguiendo su primer artículo publicado en 1928 en el Boletín de ladrilleros, a principios de 1930 pergeñó dos obras cortas que reflejaban su fascinación por las artes escénicas y su valor comunicativo, el inédito Violín de Ingres y Revivir, que apareció en 1932. No es sorprendente que, dados los intensos debates internos del movimiento libertario en esta época, estuvieran destinados a tener prioridad sus escritos de activista, como vimos con Glosas anárquicas. Para fines de 1933, escribiendo en su tiempo libre, Peirats era un colaborador habitual de las publicaciones más importantes del movimiento, como Tierra y Libertad, La Revista Blanca, Acracia y Ética. También escribía para la prensa de la CNT, incluido el influyente diario Solidaridad Obrera. En un intento por evadirse de la atención no deseada de la policía, la mayoría de estos artículos aparecieron con el seudónimo de «Jazmín». También utilizó con frecuencia el seudónimo «Afinidad», el nombre de su grupo de afinidad, lo que señala su disposición a sumergir su propia identidad en la de una unidad colectiva.


En Puigcerdà como enviado de Acracia, septiembre de 1936.


Los activistas mayores tomaron nota poco a poco del joven tras los seudónimos, y adquirió reputación por su prosa incisiva. Su potencial lo localizó pronto Felipe Aláiz, probablemente el escritor de más talento de los círculos anarquistas y, desde luego, uno de los mejores periodistas de su generación. Nacido en Belver de Cinca (Huesca) en 1887, después de estudiar en Lleida y Huesca, a los 27 años Aláiz se convirtió en director de La Revista de Aragón, antes de que José Ortega y Gasset le fichara para el diario liberal El Sol. En Madrid, frecuentó la bohemia literaria de la ciudad, codeándose con Pío Baroja y Eugeni d’Ors. Pero la intelectualidad de la élite, con sus grupos distinguidos, su pedantería y maneras, se irritaba con su espíritu campechano y llano. Volviendo la espalda a una prometedora carrera en la prensa oficial, se trasladó a Barcelona y probó suerte en el movimiento libertario, llegando a editor de Solidaridad Obrera. Durante periodos en la cárcel, escribió su famosa novela Quinet. También adquirió reputación de experto traductor, y su traducción al español de Oil! de Upton Sinclair sigue reimprimiéndose. Identificado con el ala radical del movimiento, en 1930 fue director de Tierra y Libertad, el semanario de la FAI, antes de convertirse en editor de Solidaridad Obrera en octubre de 1931, tras lo cual fue encarcelado en varias ocasiones por delitos de opinión. En más de una ocasión, su hermana, que era monja, le dio cobijo en su convento. De mucho ingenio, bromista y chismoso empedernido, Aláiz fue uno de los pocos bohemios de la clase media atraídos por el movimiento anarquista.


Si Massoni fue el mentor de Peirats en las luchas sociales, Aláiz fue, como reconoció más tarde Peirats, su «maestro en periodismo». Separados por 21 años y su trasfondo social, sus vocaciones de escribir como una necesidad revolucionaria aseguraron que se hicieran amigos íntimos: Aláiz se refería a Peirats con afecto como «Campaneret», una referencia a su abuelo campanero en La Vall; años después Peirats reconocía que «le apreciaba como a un padre». Aláiz también fue amigo de la familia de Peirats, y los padres de José a veces le prestaban dinero al escritor, siempre sin blanca. En el curso de sus largas discusiones, Aláiz le comunicaba a su protegido las pautas esenciales del periodismo y su contribución al aprendizaje de José como escritor es incalculable. Inspirado por el axioma de Aláiz de que «el periodismo quiere agilidad de pluma, amenidad porosa», Peirats descartó la prosa esotérica que se vislumbra en Glosas anárquicas en favor de un lenguaje más conciso. De igual modo, la ironía y el humor cáustico de su mentor se convirtieron en hitos de la manera de escribir de Peirats.


Dividía su tiempo entre el trabajo intelectual y el manual, pero a Peirats cada vez le tiraba más la escritura. En otoño de 1933, con toda probabilidad por sugerencia de Aláiz, Peirats fue nombrado administrador del semanario Tierra y Libertad de la FAI, el periódico anarquista más importante de España, con una tirada de 30 000 ejemplares. Además de conseguir ver funcionar un periódico desde dentro, una gran ventaja de este trabajo no manual fue que dejaba a Peirats más descansado para escribir al final de su jornada laboral. Pero no se trató de un cambio en su carrera. Las tensas relaciones entre las autoridades y los libertarios suponían que, como parte del equipo que dirigía el autoproclamado «órgano de la revolución social de España», Peirats tenía muchas posibilidades de acabar en la cárcel. Y en efecto, en cuestión de meses, se convirtió en uno de los anarquistas más buscados de Barcelona.




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