Buena prueba de la catadura moral que ostentaban los altos cargos marxistas más conocidos por la historia, la podemos encontrar en sus propias palabras, ellos mismos se definen, sin cabida posible a la duda. Comunistas, socialistas o anarquistas, en el fondo todos son iguales, obreros y campesinos, con unas metas prácticamente idénticas, el problema no es la ideología, sino la interpretación sectarista o en beneficio de unos pocos. Estos "ilustres" políticos que siguen siendo hoy venerados como ejemplo a seguir, llámense Lenin, Stalin, Engels o Trotsky, no dudaban un momento a la hora de enfrentar a los trabajadores entre sí con la única meta del bien propio, nunca el de los trabajadores que decían representar. Conscientes del peligro que suponía el anarquismo para su status de "padres de la patria", constantemente hacían campaña en contra de la idea, acusando burdamente a los anarquistas de burgueses, individualistas y contrarrevolucionarios, con argumentos que ni ellos mismos se creían, aunque los redactaban con toda la mala intención del mundo. Los anarquistas siempre han mantenido la lucha por la cultura del pueblo como una de las principales, sin embargo, los marxistas prefieren mantener al pueblo en la incultura para así ser más fácilmente manipulable por la "élite" intelectual y militar.
Ha estas alturas de la historia y con la facilidad que tenemos hoy de acceso a la documentación sobre los años del gulag, los años cuando no había pan para el pueblo pero sí para miles de armas nucleares construidas con tecnología USA, el desastre de Chernobyl o el crimen contra todo el planeta que representó la desaparición del Mar Aral, estas palabras que a continuación comparto con vosotros y salidas de las bocas de los máximos representantes del comunismo marxista, suenan más huecas y vanas que nunca, entonces no, pero hoy conocemos su traición, inhumanidad y vanidad ilimitada, que no vea el que no quiere ver. Sólo hay que comparar las vidas ejemplares de Durruti, Kropotkin o Malatesta con las de Carrillo, Stalin o Chávez, unos al servicio de los demás y otros al servicio del partido y de su propia vanidad. Con todo, no quiero dejar de decir que siento un gran respeto por los marxistas de base, pero un gran desprecio por sus dirigentes.
El anarquismo es una variante de la ideología burguesa
La concepción del mundo de los anarquistas es la concepción burguesa vuelta del revés. Sus teorías individualistas y su idea individualista están en oposición directa con el socialismo. Sus opiniones no expresan el futuro del régimen burgués, que marcha con fuerza incontenible hacia la socialización del trabajo, sino el presente e incluso el pasado de ese régimen, el dominio de la ciega casualidad sobre el pequeño productor aislado y solitario. Su táctica, que se reduce a negar la lucha política, desune a los proletarios y los transforma de hecho en participantes pasivos de una u otra política burguesa, pues para los obreros es imposible e irrealizable apartarse de verdad de la política.
Lenin, Socialismo y anarquismo, 7 de diciembre de 1905 .
¿Estos son los argumentos que esgrime todo un líder histórico del marxismo venerado hasta nuestros días? Según mi iletrada opinión, tachando a los anarquistas de burgueses o individualistas sólo demuestra o bien ser un absoluto ignorante con respecto al anarquismo, o más bien un personaje con muy malas intenciones hacia todo aquél que se atreva a contestar su doctrina infalible, y por ello combate ferozmente al anarquismo, porque lo conoce sobradamente y podría quitarle el chollo. Pretende hacer creer que los anarquistas están al margen de la política, cuando precisamente esa es su razón de ser, aunque claro está, en contra de los políticos de partido sí que están, y por eso piensan que esa verdad política será la que decidamos entre todos, nunca la impuesta por los gerifaltes del partido para así asegurar la perpetuación del sistema del que vive.
Engels contra los bakuninistas
Nuestros amigos de España verán ahora el abuso que hacen estos señores de la palabra ‘autoritario’. En cuanto a los bakuninistas les desagrada alguna cosa, dicen: ‘Eso es autoritario’, y con ello creen haberlo condenado para siempre. Si en lugar de ser burgueses, periodistas, etc., fueran obreros, o si hubieran estudiado solamente un poco las cuestiones económicas y las condiciones de la industria moderna, sabrían que ninguna acción común es posible sin la imposición a algunas personas de una voluntad extraña, es decir, de una autoridad. Ya sea la voluntad de una mayoría de votantes, de un comité director o de un solo hombre, será siempre una voluntad impuesta a los disidentes; pero sin esta voluntad única y dirigente, ninguna cooperación es posible. ¡Pruebe a hacer marchar una de las grandes fábricas de Barcelona sin dirección, es decir, sin autoridad! ¡O administrar un ferrocarril sin la certidumbre de que cada ingeniero, fogonero, etc., se encontrará en su puesto en el momento exacto en que deba estar en él! Me gustaría saber si el bravo Bakunin confiaría su obeso cuerpo a un vagón de ferrocarril si ese ferrocarril fuera administrado de acuerdo con los principios que proclaman que nadie se encontrará en su sitio si no le gusta sufrir la autoridad de los reglamentos, ¡mucho más autoritarios en todo estado posible de la sociedad que el Reglamento aprobado en el Congreso de Basilea! Todas estas grandes frases ultrarradicales y ultrarrevolucionarias ocultan únicamente la más completa miseria de ideas y la más completa ignorancia de la condiciones en que transcurre la vida cotidiana de la sociedad.
Engels, Carta a Pablo Lafargue, 30 de diciembre de 1871
Esta es la principal diferencia entre anarquistas y marxistas, autoritarismo o colaboración libre. Engels dice que una fábrica no puede funcionar sin directores, pues mira por donde que sí, quien hace funcionar a una fábrica son los obreros, no los directores que están todo el día sentados en su sillón, además, si se suprimen los directores, tendremos más brazos disponibles para la producción, repartiendo así más equitativamente el trabajo. Incluso tenemos claros ejemplos de que eso es así, aquí mismo, en nuestra propia tierra, en Andalucía, Aragón y Cataluña, las colectividades agrícolas y fabriles funcionaban a la perfección sin jefes ni amos, incluso mejor, puesto que el trabajo ya no sería una condena, sino un granito de arena que debemos aportar todos para el bien común y no de unos pocos, como les gusta a los marxistas. Y funcionaron estando en curso una guerra civil, además de sin contar con prácticamente ninguna tecnología, todo a base de músculos e ingenio, ¿qué no se podría hacer hoy, en tiempos de "paz" y con toda la tecnología y conocimientos científicos disponibles? los anarquistas utilizarían todo esto para conseguir pan y libertad para todos, los marxistas para fabricar armas cada vez más potentes y así poder imponer su doctrina a todos los pueblos posibles y en nombre de su propio bien.
Marx contra Proudhon
Los señores de París tienen la cabeza atiborrada de las más hueras frases proudhonianas. Charlan de la ciencia y no saben nada. Mantienen una actitud despectiva hacia todo lo revolucionario, es decir, hacia toda acción que dimane de la propia lucha de clases, hacia todo movimiento social concentrado, que, por tanto, pueda llevarse también por medios políticos (por ejemplo, la reducción de la jornada de trabajo). Bajo el pretexto de libertad y antigubernamentalismo o individualismo antiautoritario, estos caballeros, que durante dieciséis años vienen soportando tan calladamente el más vergonzoso despotismo ¡predican de hecho la economía burguesa ordinaria idealizada por Proudhon! Proudhon ha hecho mucho daño. Su aparente crítica y su aparente oposición a los utopistas (él mismo era solamente un utopista pequeño burgués, mientras que en las utopías de Fourier, Owen, etc., podemos encontrar el presentimiento y la concepción fantástica de un mundo nuevo) atrajo y conquistó al principio a la jeunessse brilliante, a los estudiantes, y luego a los obreros, sobre todo a los de París.
Marx, Carta a Kugelmann, 9 de octubre de 1866
El cinismo de Marx al referirse a los anarquistas es ilimitado, parece que según él todos ellos son señoritos y políticos de salón, sólo él es digno de representar a la clase trabajadora, clase a la que él mismo no pertenece ni por asomo. Pero su descarado partidismo no le impide señalar a Proudhon, tachándolo de señoritingo burgués, si eso le sirve para descalificar a los que osan discutir su doctrina "científica", puesto que como él mismo dice <<charlan de la ciencia y no saben nada>>, menos mal que existía él para iluminar a la humanidad ¿verdad? Parece mentira que alguien tan ilustrado y conocedor de la ciencia, no encontrara más que palabras de descalificación sin argumentos de peso para con los anarquistas, ¿no será que es muy difícil contestar al que se mea en tu autoridad, esa autoridad que pretende imponer una dictadura por otra?
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