P. Denís. El candidato


Se adelanta con aire grave o risueño, majestuoso o burlón, se mueve y remueve, grita, truena, gime, lloriquea, es tribuno o payaso, a gusto del auditorio ; no responde a lo que se le pregunta o responde a lo que no se le pregunta, distribuye apretones de manos o bendiciones a todos los que al siguiente día, cuando sea diputado, llamará energúmenos, plebe o tal vez canalla.


De creerle será portavoz o abanderado ; hundirá puertas abiertas o destrozará constituciones destrozadas; combatirá, protestará, reclamará..., por lo menos así lo asegura. ¿Queréis que lo jure o escupa? Pues escupirá o jurará. Escupir y jurar es propio de él y nada cuesta. Es un candidato.


Es un candidato, es decir, un mendigo de votos, un reclutador de popularidad, el hombre que obrará, pensará, charlará, deliberará, deseará por treinta mil cabezas ajenas ; que se ocupará de sus negocios, los reglamentará, dará su aceptación y su visto bueno a los traidores que van en busca de llevarse la bolsa; un hombre que podrá decir: «Yo soy ellos», como Luis XIV decía: «El Estado soy yo».


El hombre que quiere roer un pedazo de hueso de autoridad, ser algo en el Gobierno, la doscientas ochenta ruedas de ese carricoche llamado Estado, desmantelado y desvencijado, remendado y engrasado a fuerza de millones, reventando a los rocines que de él tiran.


Es el candidato. El Sixto V que llega gimoteando y llorando sobre la suerte del proletariado, sobre la desgraciada Libertad, y que se humilla durante quince días ante el populacho, pero que se erguirá luego para fustigarle como un verdadero dueño, para vengarse de las bajas adulaciones que ha tenido que prodigarle, de las mentiras que ha tenido que decirle, del desprecio que ha merecido.


Es el candidato. El San Vicente de Paúl de los buenos obreros, el distribuidor de agua bendita de la democracia, y que cuando los pobres le hayan elegido se volverá feroz y miedoso, lleno de moderación, y gritará que hay que acabar con los que piden dinero o trabajo.


Es el candidato. El Cincinatus austero, el Brutus feroz, el hombre de pelo en pecho y recios puños que comerá a dos carrillos cuando tenga que deliberar, que excomulgará, entre los hipos de la digestión o los ronquidos de la vanidad, a los que le piden cuentas, y les delatará a la policía sí le estorban.


Es el candidato que no retrocede ante los juramentos ni se espanta de las órdenes de fusilamiento o deportación que dicten los Gobiernos.


Es el candidato que hablará por y que votará contra.


Es el candidato ; un abogado que quiere ser ministro ; un charlatán que se forja él mismo el bombo; el politicastro que suda saliva mientras los demás sudan sangre. Es el candidato, en fin.


Ya están las candidaturas pegadas en los muros. Seis años atrás eran azules, verdes, rosa; seis meses atrás eran amarillas, azules, anaranjadas; hoy son de color rojo subido: los anuncios cambian de color como el candidato de opinión, para seguir la moda o la corriente. En ellas puede leerse la profesión de fe de gentes cuya profesión es ser candidatos y cuya fe consiste en gobernar. Dentro de unas cuantas semanas podréis volver a verlas soberbias, impudentes o embusteras, de impresión aun fresca como la convicción que las dictó, pero descoloridas por la lluvia y el sol, borrosas, marchitas, ilegibles, y os parecerán laceradas, miserables, desteñidas, como imagen de sus autores.


Hoy el candidato es el anuncio, mañana el anuncio será el candidato.


Texto copiado del libro "La política y los políticos" VVAA: Descargar PDF

2 comentarios:

Loam dijo...

Tremenda y certera descripción de ese repugnante e insoportable personaje que es el candidato.

Salud

Erik Redflame dijo...

Sí, conciso y directo a la encía. Como yo suelo decir: si pide tu voto no merece confianza. Vendedor@s de humo. Salud.