Si en todos los tiempos los anarquistas nos hemos opuesto al sucio juego de la politiquería, en los difíciles momentos que atravesamos, lo hemos de hacer con mayor empeño. Habla en nuestro favor la Historia que siempre nos ha dado plenamente la razón.
Todos los sistemas políticos se encuentran en la actualidad caducados, batidos en plena derrota. Fracasaron los sistemas autócratas, fracasaron después los regímenes constitucionales y últimamente ha fracasado la democracia, porque ha falseado los grandes principios universalistas y se ha esfumado la última esperanza que se había depositado en las legislaciones. La socialdemocracia, uno de los últimos reductos de la sociedad capitalista, se ha hundido mezclándose en la derrota con los demás sistemas autoritarios, sin tener siquiera la virtud de contener los avances fascistas.
El estado vacilante del mundo ha producido una reacción del capitalismo hacia formas dictatoriales ya liquidadas por la conciencia superior de los pueblos. Pero es indudable que pase lo que pase, no transcurrirá mucho tiempo sin que la Humanidad aleccionada por tantas y tan terribles experiencias del autoritarismo inicie la marcha hacia las nuevas concepciones liberadoras que propagamos los anarquistas.
Y en ese momento decisivo de la historia del mundo a nosotros cumple llevar el ánimo de las masas populares la necesidad que tienen de boicotear toda política, oponerse a todo Poder y negar su concurso a cualesquiera de las diversas formas de dominación.
Y esa acción antipolítica, antiestatal y antielectoral, se ha de alcanzar, más que en parte alguna, en la Península Ibérica, donde han fracasado todas las formas de gobierno y todas las experiencias políticas.
Decididamente esto se acaba. El pueblo español en plenitud de sus facultades, ya ha descubierto el juego y se niega a ser comparsa. El día 19 no votará. No votará, con clara conciencia de su misión y ateniéndose en absoluto a las consecuencias que se deriven de su gesto. Las masas populares ya no se dejan arrastrar por falsos espejismos.
La prueba del 12 y 14 de abril ha sido demasiado sangrienta para que reincidan. Y no reincidirán. Inútiles serán los ofrecimientos generosos y las promesas rosadas. La abstención, es el arma sorda, rabiosa, que en principio empleará el pueblo para demostrar su enérgica repulsa contra todos los partidos políticos y sus procedimientos reprobables. Abstenerse la masa colectiva, en estos momentos, significa, a más de una formidable afirmación de la personalidad, una demostración revolucionaria contra las instituciones actuales y la adhesión a la corriente que ha de destruirlas.
Tenemos una urgente necesidad de dar la voz de alarma al vasto movimiento que representamos. El fascismo se manifiesta de una manera impúdica, descarada, provocativa. Los momentos que vivimos y los que se avecinan, son de intenso dramatismo. Y esto a nadie se le oculta. Parece que en las alturas y en distintas fracciones políticas hay propósitos decididos de sojuzgar y encadenar a España, más bárbaramente que lo está en la actualidad. Las elecciones son un pretexto miserable, una comedia infame en la cual nadie, absolutamente nadie, cree. Todos tienen la certidumbre de que, sea el que sea el resultado, se impone realizar un golpe de fuerza.
Que cada trabajador, cada militante y sobre todo cada anarquista, esté advertido de lo que se trama y sepa ocupar el lugar que le corresponde, su disposición permanente de lanzarse decicido en avalancha arrolladora a la contienda social, cuando las circunstancias y el más insignificante estado de fuerza que intente producirse, lo aconsejen.
Con serenidad, para controlar los acontecimientos, pero con arrojo y decisión si una razón histórica nos llama y el imperativo de las ideas y de la hora nos empuja a realizar la transformación que tanto hemos propagado, por la que tanto hemos luchado y por la que tan abundante sangre generosa y buena se ha derramado.
¡TODOS EN NUESTRO PUESTO! ¡DE CARA AL PORVENIR! ¡QUE NADIE RETROCEDA!
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