Así como nuestra autora parte del entusiasmo de la lectura de la obra Kyra Kyralina, de Panait Istrati, para adoptar el pseudónimo que siempre la acompañará, fue un entusiasmo similar, a partir de la lectura de los textos de Lola Iturbe, el que hizo que a principios del año 2002 me embarcara, junto con Antonia Fontanillas en la aventura de preparar un trabajo antológico para recordar en el centenario de su nacimiento a una de nuestras mujeres esenciales. Así decidimos recuperar en lo posible su pensamiento a través de sus propios textos y empezamos a revisar toda la documentación disponible, fuera ésta publicada o inédita, manuscrita o transcrita, gráfica o fotográfica. Y definitivamente, se dio paso a un riguroso proceso de selección, transcripción y análisis, cuyo resultado es el trabajo que ahora se presenta.
Lola Iturbe y son compañero J. M. Molina Mateo |
Han pasado setenta años y todavía me imprime una profunda emoción poder revivir los acontecimientos dramáticos y gloriosos de la Revolución Española a través de las palabras de una de sus protagonistas, Lola Iturbe. Y ello porque los textos de Lola están escritos con el corazón, y cuando digo esto me refiero a la impronta que nos transmite su estilo personal, sincero, reflexivo, empático con las personas y los acontecimientos que relata.
Partiendo de la base que no se ha considerado adecuado para el estudio del estilo de Lola Iturbe un análisis formalista, en tanto que superficial y generalizable, aquí mas bien se trata de ilustrar aquellos aspectos fundamentales que enmarcan su obra. Lo que importa en la autora no es lo formal de su estilo, directo, claro, conciso, sin mayores dificultades y pretensiones que ser explícito en sí mismo y de aquello que expresa. Lola escucha, mira, recuerda, analiza, se documenta y expresa. Aunque en ciertas ocasiones, dada su personalidad modesta y sencilla, alude a la precariedad de su formación como autodidacta y como obrera siempre en activo, nunca trabajó desde la inmediatez y la superficialidad. Sus trabajos demuestran madurez y reflexión en la ejecución, una actitud ante el mundo y la sociedad.
Desde muy joven, en casa del señor Ponsetí, inició una afición por la lectura que no abandonó jamás. Allí recuerda que era leída toda la prensa política y humorística del momento, además de literatura y poesía, como la de Apel·les Mestres o Ignasi Iglesias. Cuando entra en contacto allí con grupos anarquistas, muy pronto empieza a leer a Kropotkin, Bakunin y Reclus. Desde entonces adquiere un nivel de formación extraordinario, y compartirá a partir de sus exilios en París el entorno cultural y militante de Albert Camus, Emilienne Morin o Armand y los individualistas. También formarán parte de su vida Diego Abad de Santillán y su compañera Elisa. Sin olvidar que compartió escenario con los principales militantes anarcosindicalistas, protagonistas de nuestra Revolución, incluidos Durruti y Ascaso, Llácer y Montejo, Francisco Arín y tantos otros.
En la lucha sindical y la organización obrera cabe destacar su amistad con Soledad Gustavo, Libertad Ródenas, Rosario Dulcet y la familia Pestaña, como nos confirma Helenio Molina. Destaca especialmente además el entorno intelectual y humano de Tierra y Libertad, que llevaría a Lola a colaborar con el grupo Mujeres Libres, cuyo grupo inicial estaba formado por Mercedes Comaposada, Lucía Sánchez Saornil y Amparo Poch y Gascón. El colectivo de Mujeres Libres llegó a tener de 28.000 a 29.000 afiliadas y editó una revista del mismo nombre con una presentación extraordinaria, con ilustraciones de Baltasar Lobo y colaboraciones de alto nivel, como las de Etta Federn, Carmen Conde, Mika Etchebere, de las propias fundadoras, y también de Lola Iturbe.
Ella, partiendo de una integridad moral irreprochable que le llevó a actuar desde el ejemplo, siempre entendió su pluma como un arma de propaganda en defensa de las ideas. La utiliza con todos los recursos posibles (crónica, réplica, crítica, argumentación, testimonio) para la difusión y el reconocimiento del anarquismo, movimiento al que dedicó su vida; lo que para ella implica ya desde un principio también compromiso y acción sindical, puesto que ya con trece o catorce años, y después de haber conocido a Juan Manent, entra en contacto con el Sindicato del Vestido de la CNT, sindicato del que será una de sus militantes más activas.
La recreación en la explicación del detalle minucioso nos sitúa automáticamente en el escenario de los hechos que sus textos recogen, casi a modo de guión cinematográfico nos ayuda a reconstruir los espacios y los protagonistas diversos, con el detalle de la personalidad valiente que se aproxima a primera línea de fuego, con la escrupulosidad del reportero de guerra, para adentrarnos en los acontecimientos inmediatos vividos, a través de los ojos del que convive y sufre en primera persona el transcurrir de los acontecimientos, en ciertos momentos gloriosos y, en otras ocasiones, terriblemente dramáticos.
Con la lucidez de quien en ningún momento pierde el horizonte, la autora escribe con la seguridad y el dominio propios del que sabe perfectamente de lo que está hablando, a partir de un trabajo de documentación, reflexión y sistematización de los propios recuerdos. De esta forma, podemos encontrar en sus textos datos concretos, nombres, lugares y fechas que, aparte de mostrarnos su excelente memoria, nos ayudan a contextualizar perfectamente los hechos históricos que relata.
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