Periodista por vocación y temperamento, inició desde muy joven sus actividades profesionales en la prensa anarcosindicalista madrileña (Villala, Palencia, 1909- Madrid, 1991). Es todavía un adolescente cuando comienza a trabajar en periódicos de anuncios, y en 1930 llega a ser nombrado redactor-jefe del diario La Tierra, cargo que desempeña durante un lustro junto con Cánovas Cervantes. En 1931 publicó Sevilla la trágica.
Ocho días que estremecieron España; en 1932, España trágica; en 1933 vivió muy de cerca la historia de Aurora Rodríguez y de su hija Hildegart, drama social y psicológico sumamente emblemático sobre el que Eduardo escribiría uno de sus libros más populares, Mi hija Hildegart (Plaza y Janés, Barcelona, 1977), que serviría de base para una película modesta pero de gran penetración psicológica, dirigida por Fernando Fernán Gómez, e interpretada por Amparo Soler Leal Carmen Roldán y Manuel Galiana que encarna al propio Eduardo.
Sus crónicas y entrevistas serán muy apreciadas en los medios obreros y anarcosindicalistas. En enero de 1937 se le designa director de Castilla libre y permanece en su puesto hasta que el 28 de marzo de 1939, cuando las tropas franquistas se encuentran ya dentro de Madrid, todavía publica su último número.
Eduardo marcha entonces hacia Valencia y Alicante, forma parte de la enorme masa de republicanos que en los muelles de esta última ciudad esperaron una posible evacuación, para comprobar pronto su indefensión y la extrema crueldad del fascismo, pasando fortuitamente a los campos de concentración de los Almendros y de Albatera, desde donde fue trasladado a Madrid en el verano de 1939.
Tras permanecer varios meses en lugares de detención improvisados en la capital, fue condenado a muerte, y en esta situación aguardó cuatrocientos ochenta y nueve días su ejecución, presenciando una noche tras otra las sacas de quienes se hallaban en sus mismas condiciones. Su pena fue conmutada por una condena de treinta años. Permanecerá largos años de prisión antes de conseguir la libertad provisional. Aunque había sido condenado exclusivamente por su labor periodística y en virtud de sumario instruido por el Juzgado Militar Especial de Prensa, una vez liberado se le niega la condición profesional y tiene que sobrevivir en otras actividades.
Aparte de efectuar un buen número de traducciones, escribe a lo largo de más de veinte años varios centenares de novelas de «kiosko» —policíacas, de espionaje, del Oeste, algunas de las cuales darían pie para argumentos de los eurowesterns rodados en Almería—, con diferentes seudónimos. En 1969 empieza a trabajar en AMEX (Agencia Mexicana de Noticias), y posteriormente escribe en la revista Índice considerada como «equívoca» por la oposición comunista, sin embargo sus trabajos serán irreprochables, Eduardo no entra en el juego de desacreditar esta.
Sus continuadas colaboraciones en el importante semanario Triunfo y en mensual Tiempo de Historia (ambos animados por Haro Teglen) le permiten recobrar su prestigio. El comité de antiguos periodistas republicanos, del que Eduardo formó parte, consiguió la rehabilitación de estos en 1978.
En 1975 consiguió el Premio Internacional de Prensa —otorgado por siete grandes revistas europeas— con el libro El año de la victoria (G. Toro, Madrid). En otro libro, Nosotros los asesinos (idem. 1976), dice en el prólogo algo que está muy presente en su obra testimonial:
«Relato los hechos, sin acentuar la dureza, antes atenuándola, para impedir que pueda exceder la credulidad de muchos. Es posible que aún así haya quien se resista a creer posible lo que cuento (...) Nada habría resultado más grato para mí que no lo hubiera sido; desgraciadamente, lo fue para unos pocos supervivientes y especialmente para quienes murieron antes de que se desvaneciera la dantesca pesadilla».
Participa en la reconstrucción de la CNT madrileña, y su balance es el siguiente:
«En el anarquismo ha habido cambios enormes, (…) creíamos qué íbamos a realizar nuestras ideas inmediatamente y creíamos que con una pistola se iba a hacer una revolución. Pero la guerra nos demostró, en España y fuera de España, que no era posible realizar la toma del poder contra un Estado bien organizado y, sobre todo, perfectamente armado: las barricadas no sirven de nada cuando hay tanques (…) Sin embargo, la revolución continua siendo un ideal; pero hemos tenido que sustituir la idea de poder hacerla inmediatamente y de forma violenta por una labor de educación para ver sí la revolución se hace en las conciencias y se traduce en los hechos. Creo que hoy hay más espíritu libertario que ha habido nunca. Está más difundido, más extendido».
Otras obras suyas son: Madrid rojo y negro. La muerte de la esperanza (G., Toro), 1930: Historia de un año decisivo (Tebar, Madrid, 1973), España entre la dictadura y la democracia, La Segunda República fue así (ambos en Planeta, Barcelona, 1977), Y en un orden diferente: Esto es gangsterismo. Historias del FBI, que escribió durante 25 años, La epopeya del 0este. Historias de la Prensa, Historias de Madrid. Crónicas desde el pasado (Madrid, 1987), Sucesos de mayo (1937) (Madrid, 1987)…
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