Impresiones de Elias Reclus durante un viaje por España en días de revolución. [Parte 3ª]




El Gobierno sigue un proceso a "La lgualdad". Se trata de castigar el atrevimiento de haber sido el primero en decir la verdad sobre los acontecimientos de Cádiz. Su redactor jefe, Guisasola, ha recibido orden de depositar una fianza de mil pesetas bajo pena de detención inmediata. Pero Guisasola no dispone de mil pesetas, ni quiere que sus amigos se las pidan a nadie. La gloriosa revolución de septiembre que debía saciar nuestra sed de libertad no ha podido terminar su primer trimestre respetando la primera y la más importante de las libertades: la de la Prensa.


La cuestión de Montpensier hace ruido hasta en el seno del ministerio. Parece ser que Topete y Serrano son engañados desde arriba por Prim y desde abajo por los ministros Sagasta, Ayala, Zorrilla y Figuerola. Serrano amenaza con dimitir y los diarios discuten ya esa eventualidad. "La Correspondencia de España", el diario de mayor circulación, el más ministerial y el que se manifiesta más contento en todos los regímenes, abre valientemente el fuego por medio de un manifiesto en favor de Montpensier, señalando los títulos que le dan derecho a la corona de todas las Españas: gasta poco, se ha enriquecido y educa a sus hijos católicamente. Ha sido desterrado por la reina; se ha hecho un buen español; ha abjurado de su origen francés hasta el punto de no consumir más que artículos de fabricación española. 


¿Quiere esto decir que no se afeite con navajas inglesas, que no tenga lana de Australia su gabán, que no beba coñac, ni vino de Burdeos o Champaña y que su consumo intelectual se limite a los libros que se hacen en España? ¿Significa que, para guardar fidelidad a "La Correspondencia" y a "La Iberia", no lea ni el "Times", ni "La Gazette d'Augsbourg", ni "La Lanterine", de Rochefort, ni "La Cloche", de Ubach? La estupidez de monseñor no llega a tales extremos...


Domingo, 27 de diciembre


El pueblo se sentía en presencia, no de un orador, de un hombre honesto cuya palabra indignada era más fuerte que el estruendo de los cañonazos y que los gritos de los calumniadores. En aquel momento Garrido era el dueño de todas las voluntades. Habría podido decir a sus seis mil auditores: juradme que vengaréis a los muertos de Cádiz. Pero se limitó a decir: jurad que sois sus hermanos. Y lo juraron. Y luego añadió: 


«Protestad contra el desarme de Cádiz, contra el que se está realizando en Jerez y contra el que ha principiado ya en Sevilla. Enviad una delegación al Gobierno para decirle en vuestro nombre que desaprobáis su conducta. Hacedle saber que si no cesa en sus provocaciones y sigue violando el derecho de los ciudadanos, vosotros intervendréis en favor de aquellos a quienes ataca. Invitad a las restantes milicias de España a que hagan lo propio; probad que sois solidarios. Decidle también al Gobierno que, puesto que ya no puede devolver la vida a los que por su culpa la perdieron, que devuelva al menos la libertad a los que cayeron prisioneros, y que juzgue a los infames Peralta, Zamora y otros provocadores de la guerra civil. Y luego abrid una suscripción para las familias de los muertos, para los heridos, los presos, los desterrados, los que han sido arruinados en la contienda, no solamente para aliviar su miseria, sí que también como signo de reprobación con que selláis la conducta detestable del Gobierno provisional.»


Jueves, 31 de diciembre


El último día de 1868 es frío, brumoso, siniestro. Todo se complica. «Don Diego de Noche» publica una caricatura atrayente. En ella aparece el propio Don Diego leyendo el programa de Cádiz y meditando sobre el Manifiesto de la gloriosa revolución de septiembre, firmado por Prim, Topete y Serrano, y señalando con el dedo aquellas magníficas promesas:


Libertad de reunión.

Libertad de enseñanza.

Libertad de cultos.

Y todas las restantes.. 


No hay comentarios: