Consideraciones sobre la situación política española. Federico Urales

 
Juan Montseny y Carrito , conocido con el seudónimo de Federico Urales , fue un anarquista catalán nacido en Reus (Tarragona) el 19 de agosto de 1864 y muerto en Salon de Vergt, Dordogne (France) el 12 de marzo de 1942.

Obrero trabajador en toneles, en 1885 ingresó en el partido socialista. En 1888 fue nombrado secretario general de la Federación Nacional de obreros de toneles. Después se casó con Teresa Mañé y Miravet ( Soledad Gustavo ), institutriz laica que daba clases en Vilanova i la Geltrú, con la que se trasladó a Reus y juntos evolucionaron hacia el anarquismo.

En 1892, mientras trataban de celebrar el 1 º de Mayo, fue detenido por haber publicado una hoja a favor de Pallás, que estaba acusado del atentado de la calle Cambios Nuevos de Barcelona. En 1896 tuvieron que cerrar la escuela por la represión antianarquista, y fue detenido e implicado en el proceso de Montjuïc en Barcelona. Después se exilió en Inglaterra y regresó a España bajo el nombre de Federico Urales y en 1898 inició en Madrid la publicación de La Revista Blanca .

Poco después fue amnistiado, pero la revista desapareció en 1905. Trabajó en la agricultura, al periodismo y escribió ensayos, novelas y obras de teatro. En 1914 se declaró favorable a los aliados de la Primera Guerra Mundial . En 1923, con su mujer Teresa y la hija común,Federica Montseny y Mañé , reinició La Revista Blanca y organizó las protestas contra las ejecuciones de Sacco y Vanzetti .

En 1936, ya mayor, estuvo junto a su hija toda la guerra. En 1939 marchó a Francia, primero en Montpellier y después en París, para reunirse con su familia. Tuvo que huir por la entrada de los alemanes. El gobierno de Vichy le obligó a instalarse a Salon de Vergt, donde murió.

Familia Montseny
 
Artículo de Federico Urales escrito en "La revista Blanca" el 1-6-1931.
 
Hay, en España, una mentalidad monárquica, una mentalidad republicana y otra mentalidad socialista, y aun dentro de cada una de dichas mentalidades, se manifiestan varias tendencias, como si la organización mental y social fuese un equivalente de los organismos animales.

La mentalidad monárquica es absolutista y teocrática. Cualquier otra opinión que no sea absoluta y teocrática, corresponde al criterio republicano, por lo que a España se refiere.

La democracia no puede hermanarse con la monarquía, por la sencilla razón de que pertenece a tiempos políticos distintos. Por esto, cuantas veces se ha intentado juntarlas, se produjo el fracaso.

Democracia y teocracia son dos términos que se repelen, y como la monarquía, en España, no puede dejar de ser teócrata, es imposible unirla a una opinión demócrata.

La monarquía, que, como hemos dicho, en España es absolutista y teócrata, tiene del pueblo un concepto de servidumbre, y si algunas veces hace ver lo contrario, es mirando el interés material de la propia teocracia y de la propia monarquía.

Para un teócrata español, el pueblo aun no ha llegado a ser el asalariado que, por un jornal, presta sus brazos determinadas horas. Para los teócratas españoles, sea cual f'úere su condición, el pueblo no ha pasado de siervo, y si pasa es para convertirse en chusma encanallada. Su ideología viene del feudalismo y de las armas.

La república es el ideal de la clase media, aunque de ella sean amantes algunos pobres, que, en ideología, no están colocados donde les pertenece. Es ideología de la clase media la republicana, porque tanto ésta como aquélla desempeñan funciones sociales más elevadas que la aristocracia y la monarquía. La clase media sale de las letras y de las industrias, así como la aristocracia salió de los castillos y de las guerras. Por esto la república cuenta con tantos intelectuales y la monarquía
con tantos militares.

La república reúne más humanidad y más derechos que la monarquía, pero aun tiene de la patria un concepto nacional y guarda privilegios de clase. Concede al pueblo la libertad de elegir a sus gobernantes, pero aun no le cree capaz de pasarse sin ellos. Los gobiernos, en opinión de la clase media, han de salir de la gente letrada, y como el pueblo no es letrado, ha de tener gobernantes de la otra clase.

En política, la clase media española llega al sufragio universal y a la igualdad ante la ley, pero como la ley está escrita por la clase media, convertida en legisladora merced al sufragio universal que practica una clase en inferior condición, es una ley de privilegios a favor de la clase que la dicta.

Así como todo lo que es democracia, en monarquía, resulta un cuerpo a ella extraño, todo lo que es igualdad económica resulta, también, en la república, un cuerpo extraño.

Cuando un republicano dice que es socialista, no es republicano ni socialista, y cuando un socialista dice que es republicano, no es socialista ni republicano. Los que se llaman republicanos socialistas o socialistas republicanos, en política, se lo llaman por estas dos razones: o porque tienen en su mente una confusión de ideas o porque su astucia dispone de un caudal enorme de adaptaciones.

La república, como la monarquía, cuenta con idealidad propia, y el socialismo, como la república, cuenta, también, con propios ideales. Es idealidad de clase lo mismo que la monarquía y que el socialismo, cuando el socialismo no se preocupa más que de la emancipación económica de los trabajadores.

En historia propiamente dicha, que se compone de la lucha y de la evolución de las sociedades humanas, así como la historia natural es la lucha y la formación de las sociedades animales, en historia propiamente dicha, repito, unas civilizaciones son hijas de otras y, vista la evolución política en general a través de la sociología, podría decirse que la raíz de la república es la monarquía y que la raíz del socialismo es la república, siempre refiriéndonos a España.

Estudiando este aspecto de las evoluciones políticas, nos encontraríamos que el primer pensamiento demócrata salió del más inteligente de los teócratas y que el primer pensamiento socialista salió del más inteligente de los republicanos.

Sería también la idealidad y no la materialidad la creadora del socialismo. Podrá ser de clase el cuerpo; el cerebro no lo ha sido nunca, porque de la teocracia salió el primer demócrata y de la democracia el primer ácrata contra toda clase de riesgos y de peligros para su persona y para sus bienes. La llama del ideal es superior a todas las conveniencias personales.

España acaba de darse una república democrática, como se dan todas las naciones de evolución política. Las repúblicas dictatoriales pertenecen, de hecho y de derecho, a un concepto político propio de la teocracia, lo mismo que las repúblicas italianas medias y antiguas. Son reminiscencias de tiempos que fueron y obedecen a la misma ley ideológica que esos individuos que, antropológicamente, recuerdan hombres de tiempos pasados, lo mismo que muchas costumbres de hoy recuerdan costumbres de miles de años atrás.

Pero en sociología y en política, caso de que la sociología pueda ser separada de la política y la por ética de la sociología, se avanza por revoluciones. Se avanzará por revoluciones mientras la base de todo sistema político y social sea la fuerza. Quizá y sin quizá, esa situación de fuerza representa un período en la evolución de las sociedades, en la que no creen los cataclismistas. Esto es, los que dudan que la Tierra sea un cuerpo orgánico que evoluciona por edades y que los hombres evolucionan, también por edades, obedeciendo a la condición de su vivienda.

Aquellos creen que todo es casualidad y que un cataclismo puede acabar con la Tierra y con sus habitantes sin que hayan obedecido a ley alguna y sin haber realizado ninguna misión, consciente ni inconscientemente.

Discusiones semejantes nos llevarían a las leyes de la mecánica celeste, de las que nosotros no tenemos más que un concepto general. Todas son hijas del equilibrio universal y no es posible la desaparición de un átomo sin que se produzca el desequilibrio celeste y todos los mundos se estrellen unos contra otros. Entonces el caos, pero al llegar aquí una mente serena y juiciosa se pregunta: ¿por qué habría nacido yo y por qué pienso en mí?

Las revoluciones políticas y sociales son como una guerra y de la guerra vienen, esto es, de la fuerza. Los hombres, para adelantar, se preparan para no retroceder. Táctica que seguían ya las tribus nómadas y táctica que. han seguido, después, los capitanes. La misma economía del hogar y el mismo negocio, obedecen a dichas tácticas. Para adelantar hemos de tener primero una base segura y observar si se puede establecer otra base más lejos, de más radio de acción y de más sólidas empresas.

Se avanza lo más posible, y cuando uno no se puede sostener en su punto de avance, comercialmente, guerreramente y revolucionariamente, se repliega a su base, formada de ideas o de cañones.

La estrategia militar, que establece una. base de repliegue por si es necesaria, y que no sigue adelante de no estar segura de encontrar donde guardarse, no hace más que obedecer a un instinto de vida, instinto que se encuentra, no ya en todos los organismos vivos, sino, también, eo toda la materia, caso de que haya materia que no sea viva.

Para la fiera que empieza a merodear, la base es la madriguera. Para el niño que empieza a andar, la base son los brazos de su madre. Para el pájaro que empieza a volar, la base es el árbol donde tuvo su nido.

Felizmente, todas las doctrinas tienen su base. Dios, la de los creyentes; Naturaleza, la de los panteístas. Se arremete contra el adversario o contra las ideas adversarias, y cuando uno se ye perdido, se repliega en la idea de Dios, que creó o en la de la Naturaleza, que crea siempre.

Ahora bien, en política y en sociología, cuando de España se trate, la base de hoy es la República. Excelentes las guerrillas que avanzan, los núcleos que desean ir más adelante; pero no hay que destruir la base de nuestras operaciones para, en caso necesario, tener dónde refugiamos. La base es ahora la República; no hay que destruir la República. Si para avanzar destruimos la República, ¿dónde sostenernos ideológicamente luego?

Por otra parte, teniendo uno las espaldas guardadas, lucha con más seguridad de vencer. Sabiendo uno que tiene dónde ponerse a salvo, es más valiente. Por esto los pueblos azotados por ejércitos invasores son más valientes que el ejército que los invade. Por esto uno en su casa es más valiente que en la ajena.

Si se adelanta sin base, es casi segura la derrota, porque nos convierte en cobardes el mismo temor de no saber dónde hacernos fuertes en el retroceso. Los que sostenemos un ideal que tiene sus raices en la ideología republicana, hemos de tener una base de nuestra guerra en pro de un mundo mejor, en la República, y ha de importamos que no se nos destruya la base para replegarnos hacia ella caso de que nos sea necesario.

Las ideas, que, como las del comunismo ruso, no tienen una evolución política, aunque la tenga el comunismo llamado por algunos científico no sin pedantería; las ideas que no tengan sus raíces en la democracia, ni en el librepensamiento, ni en el laicismo, ni en las libertades políticas, ni en el federalismo, ni en la evolución filosófica, se comprende que lo mismo les importe república que monarquía, democracia que teocracia; pero a los anarquistas ha de importamos, porque estamos ligados a una revolución moral, a una dignidad espiritual, a una rectitud de conducta y de procedimientos que no son menester en quien, en las luchas político-económicas, no aporta más que la agitación y la destrucción.

No; los anarquistas, en las luchas políticosociales, hemos de aportar más que la destrucción y que la agitación: hemos de aportar ideas de liberud, de igualdad y de fraternidad de un superior orden humano.

República o monarquía, en esta hora, ha de importarnos a los anarquistas españoles, la monarquía ya sabemos cómo nos ha tratado; ignoramos cómo nos tratará la República, aunque es de suponer que no podrá tratarmos tan mal como la monarquía. No se lo permitirá su contenido ideológico.

Esta República española, sobre todo la catalana, es más cosa nuestra, por ahora. Hemos convivido con sus hombres en las careles unos y en el destierro otros, perseguidos todos por la dictadura monárquica, ¿cómo no hemos de preferirlos a los dictadores que nos perseguían como a fieras, que nos atormentaban cual si se tratara de inquisidores y de herejes, que nos fusilaban por las calles?

Además, existe un caso de conciencia: la libertad de los presos, el refugio que concede a los perseguidos, no ya por las autoridades monárquicas españolas, sino por las dictaduras extranjeras.

Y mientras la República española sea el refugio de los perseguidos por sus ideas o por sus acciones contra las tiranías; mientras respete la libertad de propaganda y ponga en práctica la ideología federal de Pi y Margall en toda su integridad, y deje que los anarquistas continuemos su obra y la mejoremos practicando, a base de los municipios libres y dueños de su término, las verdaderas ideas de libertad, de fraternidad y de igualdad, los anarquistas, en nuestro sentir, no debemos hostigar a la República, dejándola que se defienda de sus enemigos de la derecha y defendiéndola nosotros mismos, si es preciso, de clericales, teócratas, reaccionarios, dictadores, gente de casta, enemiga de las libertades populares. Esto por ahora.

Y, además y sobre todo, es preciso no olvidar que quienes no pusieron dificultades a la marcha de la Dictadura o las pusieron muy débiles, no deben perturbar la de la República, abusando de las mismas libertades que ella nos ofrece.

Pensemos que estamos abocados a una guerra civil y que esta guerra civil puede dejar de nuevo a España en brazos del clericalismo y del militarismo, los enemigos de España y de toda libertad.

El federalismo ha de ser la aspiración de todo anarquista, porque de cuantos sistemas socialistas se ofrecen a la humanidad para establecer la igualdad económica y la libertad política, es el único que no puede caer en la dictadura ni en el nacionalismo. Nos interesa mucho desvincular el individuo del Estado, al objeto de que se acostumbre a vivir sin él, y nada mejor que el federalismo para desvincularnos del imperialismo y de la tiranía a que tiende todo Poder. El Estado, lo mismo si se llama socialista que si se dice comunista, tiende siempre a la unidad y a la absorción del individuo.

Que se establezca, en España, la República autonomista, tal como la concibió Pi y Margall, hemos de procurar los anarquistas para, después, rebasar la política y la administración hasta que los municipios sean libres de establecer la propiedad común y de abolir la autoridad, que, al fin y al cabo, la anarquía sólo pretende establecer el ejercicio de todas las autonomías individuales y municipales.

Y esta es tarea que se puede iniciar desde ahora. La federación y la autonomía constituyen el surco de la semilla anarquista, que aparta al hombre del Estado. En resumen que los anarquistas no han de poner dificultades, por ahora, a la República española,  cree Federico Urales en Junio de 1931.
 

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