Pepita Guerra - Sobre el amor libre



Texto sin título sobre el amor libre en “La Voz de la Mujer”, 8 de enero de 1896 Pepita Guerra : Estúdiese este artículo y reflexiónese y se podrá formar una idea de nuestra condición social. 

¿Amemos? No ¡Luchemos! ¿Qué tienes, tierna e inocente niña? ¿Por qué el rubor cubre tus mejillas? ¿Por qué estás agitada vergonzosa? ¿Qué tienes? ¿Qué sufres? ¡Ah! no lo digas, no, no lo digas, ya he comprendido cuál es tu situación, cuál el pesar que te aqueja. Ya sé por qué a veces tus ojos son un raudal de lágrimas en vez de ser un foco de radiante luz. Ya sé también por qué tus mejillas se cubren de pronto de un vivo carmín. Sí, niña ¡tú amas! ¿Y por eso te avergüenzas y te muestras tan apesadumbrada? ¡Ah! ¿Te han dicho que es una “falta” decirle al objeto de tu amor que le amas? ¿Qué tú crees que es cierto que debas fingir, ser hipócrita? ¿Crees que tu amor te deshonra? ¿Crees que no tienes derecho a sentir amor hasta que te lo confiesen a ti? No lo creas niña, no, te han engañado, se burlaron cruelmente de tu cándida inocencia. Sí, te han engañado, porque tu amor lejos de ser un crimen, es todo lo contrario. ¡Amar es vivir! ¡Amar es la ley de la existencia! ¡Ama, pues, niña, ama con toda la fuerza de tu juvenil y tierno corazón! ¡Ama! ¡Ama! Sí, y con tu amor embellece y llena de encanto, de dicha, de felicidad y de magia la existencia del dichoso objeto de tu amor. Ama, y con tu amor endulza tu existencia, y todo cuanto te rodea. Ama y sé amada. ¡Amar y ser amada es ser feliz! ¿Por qué vacilas? ¿Qué te detiene? Ama, niña, que la existencia te sonríe.

Fija tu mirada en la mirada de aquel que sin saberlo te magnetiza; rodéale el cuello con tus ebúrneos y redondos brazos, aprisiónalo en ellos y al compás cadencioso del ondular de tu virginal seno que promete un mar de mágicos deleites, murmura quedo, muy quedo, a su oído: ¡Yo te amo!.. díselo y verás cómo cae a tus pies, loco, loco y enajenado de amor y placer! …Pero no, niña, no se lo digas, no se lo digas, porque él creerá que eres una loca, ¿oyes? ¡una loca! Y lo contará a sus amigos en la calle, en el taller, en el hogar, en fin, y entonces ¡ay de ti! Niña, ¡ay de ti! ¿Adónde irás que la rechifla no te siga? ¡Oculta pues tu amor, ocúltalo cual una asquerosa lacra, ocúltalo cual si fuese un crimen! Busca en las masturbaciones un lenitivo a tus voluptuosas ansias. Hazlo todo, todo, menos amar hasta que te amen, ¿sabes? porque nosotras no somos ¿será que puedan y deban sentir hasta que nos lo permitan, del mismo modo que el cigarro no pide que lo fumen y espera a que su poseedor quiera “usarlo”. No le digas, por favor, niña, no se lo digas, que si se lo dices y acepta las primicias de tu cuerpo, gentil y esbelto cual gallarda palmera del “oasis” del desierto, qué harás luego cuando la estupidez de tus padres y parientes te insulten y escarnezcan, por que creerán que tu amor los llena de ignominia, despreciada e insultada por esta sociedad; mofada por tus ex compañeras, que en su ignorancia creerán también una falta el más grande y noble de los sentimientos: ¡el Amor! ¿Qué harás entonces desamparada y sola entre el inmenso número de seres que te rodearán? ¿A dó irás, cuando aterida de frío o desfalleciente de calor, te halles sola, muy sola, sin pan para ti, sin leche para tu hijo y sin techo en que cobijarte? Sin una voz que te aliente, ¿adonde irás con tu hijito en brazos? ¿A mendigar? ¿Lo arrojarás a un potrero? ¿Lo arrojarás a una casa de esas llamadas de Expósitos? ¿Venderás tu cuerpo, que aún esbelto, codiciarán? 

¡Ah! no niña, ¡no hagas eso, niña, que no sabes con qué saña feroz, con qué cruel encarnizamiento te perseguirá la sociedad repleta de virtuosas y elegantes damas, de religiosas y piadosísimas matronas, mujeres que son quizá esposas, hijas o madres de aquellos mismos que comprarían tu cuerpo y lo cubrirían de cieno, de ese cieno babeante, corruptor y nauseabundo, que corre en forma de pequeños arroyuelos debajo del aristocrático frac y de la elegante vestimenta de las señoras tal y cual! ¡Ah, si tú vendieses tu cuerpo para tener pan, ya verías a esas matronas, esas mismas que para sí tienen un marido y diez amantes, esas mismas que en los apartados y lujosos gabinetes paternales de la señorial mansión se entregan con rabioso y erótico furor al noble y elevado ejercicio de la masturbación, escarnécete y con frenesí inhumano tratar de arrojar sobre tu cuerpo un poco del mucho pus que en el de ellas tienen!

No ames pues niña, no; sé hipócrita, rastrera y vil, acepta al primero que se presente, ¿qué importa que el tal te repugne? siempre podrás hacer lo que las grandes matronas, un marido para el lecho y diez queridos para todas partes. Pero antes, niña, oye: Si como nosotras tienes fuerte el ánimo y sereno el corazón, ven con nosotras, apártate de la tiniebla y vamos hacia donde el vivo fulgor de la naciente luz nos anuncia el nuevo día. ¿No lo ves brillar, ya en lontananza? ¿Ves aquello que de entre las sombras se destaca? ¿Ves cómo irradia en torno diamantina claridad? ¡Mírala! ¡mírala! ya se acerca a pasos agigantados. ¿La conoces? Es la Anarquía. Si; es ella que nos trae paz y libertad, igualdad y felicidad para todos. ¡No temas, no, porque veas que en su izquierda chispea una antorcha y en diestra blande un puñal, si tal trae, es porque tiene que abrirse paso por entre tinieblas, y porque en ellas anida el cuervo, el grajo y el vampiro, o sea la religión, la ley y el poder; la Burguesía, en fin! ¡Jóvenes, niñas, mujeres en general, de la presente sociedad! Sino queréis convertiros en prostitutas, en esclavas sin voluntad de pensar ni sentir, ¡no os caséis! 

Vosotras, las mujeres, ¿qué somos? ¡algo! ¿que nos consideran? ¡nada! Vosotras las que pensáis encontrar amor y ternezas en el hogar, sabed que no encontraréis otra cosa que un amo, un señor, un rey, un tirano. El amor no puede ser eterno ni inmutable y fijo, luego si éste tiene un término, ¿qué queda en esa impía institución que dura lo que la vida? ¿qué quedará, cuando el amor termine, de vuestro matrimonio? fastidio, tedio, y como es natural la prostitución. Sí, la ley natural nos impele a amar continuamente; no nos impele igualmente a amar el mismo objeto, no, y entonces, ¿por qué permanecer sujetas a tal o cual hombre para toda nuestra vida? Miles de casos se ven que una infeliz mujer huye del hogar marital, no quiero saber por qué causa, sea ella cualquiera, el caso es que el marido acude a la autoridad y ésta obliga a la esposa a ir nuevamente al lado del hombre a quien detesta y odia. ¡Más no hiciera un pastor con una oveja o una cabra! 

Yo no digo que en la presente sociedad pueda una mujer tener el grado de libertad que anhelamos, pero sí que en nuestra futura y próxima sociedad, donde nada faltará a nadie, donde nadie padecerá hambre ni miseria, allí si que querremos el amor libre completamente. Es decir que la unión termine cuando termine el amor, y que si yo porque la gana me da, no quiero estar sujeta a ningún hombre, no se me desprecie, porque cumpliendo y satisfaciendo la ley natural y un deseo propio tenga un amante y críe dos, cuatro o los hijos que quiera. En la sociedad presente no lo hago, porque como yo no quiero ser la fregona de ningún hombre y no siendo suficiente mi salario para mantenerme a mí, menos a mis hijos, pues yo creo que si los tuviera, me vería obligada por huir de ser la hembra de uno o ser la de diez más. Por otra parte, no creáis que la crítica me importe, yo no soy de aquellas que tienen la desvergüenza de querer tener vergüenza. Es por eso que yo no pienso jamás enlazarme con nadie, ni tampoco (si llega el caso), ahogar en mis entrañas para conservar la negra honrilla al fruto de mi amor o momentánea unión; quede eso para “la distinguida” niña fulanita que va (en tiempo de invierno) a reponer su apreciable salud a la estancia de tal o cual, y que a los pocos meses ¡oh prodigio! vuelve sana y desembarazada de la pícara enfermedad que la aquejaba. Es por esto, queridas compañeras que yo digo y pienso que a los falsos anarquistas que critican la iniciativa vuestra de proclamar el amor libre, quisiera tenerlos a mi lado para cuando, desgarradas las entrañas, estuviera próximo mi postrer aliento, para escupirles al rostro, envuelta en una baba sanguinolenta, esta frase: ¡MARICAS!.. Sea lo que quiera. Adelante con “La Voz de la Mujer” Y con el amor libre. ¡Viva la Anarquía!

Virginia Bolten (1876-1960). editora de la versión rosarina de La Voz de la Mujer, publicada en 1899.


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