Fermín Salvochea. Ejemplo de generosidad, coherencia y humanismo. [Varios textos de y sobre Salvochea en Pdf]




En estos tiempos en los que quienes se autodeniman socialistas, tanto PSOEZ como Pablemos, a los cuales sólo les preocupa su propio bienestar, siempre es bueno recordar a Salvochea. Él sí que lo dio todo para mejorar la vida de los demás, y no estos mercachifles de la política que sólo conocen el rojo del marisco, que en lugar de arriesgar su libertad, vida y hacienda luchando por lo que dicen defender se compran chalets con piscina particular o roban el dinero destinado a l@s parad@s de Andalucía. El tal Kichi colocó una foto de Salvochea en su despacho de alcalde, aunque debería lavarse la boca antes de pronunciar su nombre. Salvochea fue alcalde de Cádiz y todavía hoy se recuerda en la milenaria ciudad su digno y humano proceder, el Kichi este sólo será recordado como una nota a pie de página. ¿Qué opinaría Salvochea sobre el adjudicarle medallas a una Virgen? Pues eso.


Reivindicar su figura no es cuestión de republicanos, anarquistas o lo que sea, en este blog se rinde homenaje a una buena persona, íntegra, coherente y a la que nunca le importaron las consecuencias que trae hacer el bien sin utilizar la fuerza bruta del deshumanizado, porque nunca debemos olvidar que los asesinos son los de la reacción, no quienes queremos un mundo más justo y libre. Nadie podrá decir de él que es un asesino, nadie podrá decir de él que instó a la violencia, su legado es el de la razón, el de la lucha sin tregua contra el autoritarismo de los mandarines sea cual sea su color, y sobre todas las cosas el humanismo, aptitudes que son mucho más contundentes que cualquier puño de acero.




Desde los más remotos tiempos el desnivel intelectual, nacido, naturalmente, como el fsico en el seno de las sociedades humanas, y agrandado y desarrollado artificialmente después en provecho aparente de los menos y en perjuicio de los más primero y de todos al fin, ha sido la causa fundamental de la calamidad que lamentamos, origen, a su vez, de cuantos males han afligido y pesan todavía sobre los mortales.


De todos los tributos pagados por los vencidos a los vencedores, ninguno tan odioso, tan inicuo y tan detestable como éste: que el oprimido se preste a dar al conquistador el producto de su trabajo y sufra la ley del vencido, se comprende, por más que se deplore; pero que llegue hasta tal punto su abatimiento moral que se resigne a entregar a su semejante, convertido en señor y amo, hasta sus propios hijos, cosa es que traspasa los límites de lo racional, y que, en el porvenir, se considerará poco menos que imaginario.


Esta institución, tan repugnante como bochornosa, nacida en la noche de los tiempos, basta por sí sola a hacer repulsiva una civilización que con ella ha tenido la debilidad de transigir, haciendo que el pobre mire con envidia la suerte de aquellos que a pesar de ser tenidos por salvajes, son mil veces más felices que los esclavos del salario, en los pueblos que, dotados de una vanidad sin límites y de un orgullo tan sólo comparable con su ignorancia, se proclaman a sí mismos los portaestandartes de la civilización, las fuentes del progreso y los depositarios del saber.


Las ideas de patria -¡como si ésta pudiera existir para los esclavos!- unidas a las religiosas, que tanto han contribuido al embrutecimiento y abyección de las muchedumbres, han formado una espesa red que, durante largos y largos siglos, ha tenido a los productores de la riqueza a merced de sus implacables y eternos enemigos, a quienes no contentos con darles el fruto de la tierra, cultivada con sus brazos y fertilizada con su sudor, le entregaban ¡oh desgraciados! hasta el de sus mismas entrañas. Y el falso, y a todas luces absurdo concepto de la propiedad, unido a las causas anteriormente referidas, vino, como vulgarmente se dice, a remachar el clavo y a eternizar (si tal puede decirse del error, llamado a desaparecer) la explotación del hombre por el hombre y la preponderancia del fuerte sobre el débil.


He aquí el origen de una contribución que es la negación de todo progreso y fuente de todos los males. Sin ella, el edificio del privilegio y la desigualdad, amasado con la sangre y construido con los huesos de tantas generaciones de esclavos, se vendría a tierra, como las murallas de la ciudad de que habla la leyenda bíblica, sin que para ello fuera necesario acudir a las vibraciones producidas por ningún instrumento; bastarían las engendradas por la humana voz.


Fermín Salvochea. La contribución de sangre



                                                                                                         DIOS Y EL DINERO*


Un comunista convencido, como parecía serlo Jesús, no se comprende que dijera: «Siempre habrá pobres y ricos entre nosotros», sino en sentido figurado, esto es, refiriéndose a las cualidades morales, que tan diversas suelen ser entre los individuos, pero no a la cuestión económica, pues tal afirmación hubiera estado en abierta oposición con la base de su doctrina, que proclamaba la fraternidad.


La falsa creencia, en una, divinidad, causa primaria de todos los males que afligen al género humano, ha sido motivo de que el individualismo se perpetúe, y que todos estemos dispuestos a matarnos unos a otros y a considerarnos como mortales enemigos, en cuanto el interés se interpone en nuestro camino. El célebre cuento árabe de «Los tres amigos», lo vemos reproducirse a cada paso.


Mientras las creencias en lo sobrenatural sirvan para explotar mejor a la masa y sea medio poderoso de esclavizar las conciencias, Dios subsistirá en la mente de los desgraciados; pero el día que la propiedad desaparezca y las monedas sólo sirvan para que jueguen con ellas los muchachos, entonces las farsas religiosas habrán concluido para siempre. ¿Dónde se encontrará un cura que diga una misa a una comadre, cuando semejante cosa no le valga dinero?


Los obispos y los banqueros, unidos por un lazo común, forzosamente tienen que correr la misma suerte. Que no lo olviden los librepensadores: la idea de Dios, como los demás errores, ha de tener su fin; pero será el día que la revolución social haya dado el golpe de gracia al régimen capitalista; antes, no.


Fermín Salvochea


(*) Texto publicado en el Almanaque de La Revista Blanca para 1903.




    LA MANO NEGRA*


—¿De dónde habéis, salido gente negra?
—De allí donde jamás nadie se alegra.

(Antigua Canción)


Rodando del planeta por el espacio inmenso,
envueltos en las sombras e infundiendo el terror, ¿hacia dónde caminan los que de negro intenso se visten, y del pueblo explotan el candor?


Nosotros aspiramos á dominar la tierra,
y con Jesús, ser reyes que todo lo avasallen,
haciendo que en el llano lo mismo que en la sierra, derrotados los libres, ante nosotros callen.


Queremos ver al diezmo de nuevo establecido,
y encendida la hoguera de llama abrasadora;
queremos que a Dios padre adore el afligido,
y se pase rezando del ocaso a la aurora.


Hombres negros que al pueblo tanto daño habéis hecho, ya llena la medida, pronto va a rebosar; del oprimido esclavo hoy se dilata el pecho y el Dios de odio y venganza rodará del altar.


Entonces la voz ronca del clérigo inhumano,
calló y la mano negra al punto retiró;
llevándose á su dueño el terrible tirano,
y el hombre, al fin, ya libre y feliz se miró.


Luisa Michel


Traducción de F. Salvochea.



(*) Texto publicado en el Almanaque de La Revista Blanca para 1903.




Textos de y sobre Salvochea:


Fermín Salvochea. La contribución de sangre


Rudolf Rocker - Fermín Salvochea


Ramiro, Marcos - Fermín Salvochea [Antzina 22, 2016]


Pedro Vallina - Fermín Salvochea. Crónica de un Revolucionario - [Ed. Renacimiento. Sevilla 2012]


Marchena Domínguez, José - Fermín Salvochea en vísperas de 'La Gloriosa'. Aproximación ideológica [Artículo]


Jacques Maurice (coord.) - Fermín Salvochea. Un anarquista entre la leyenda y la historia - [Ed. Quorum Editores. Cádiz, 2009]


Gutiérrez Molina, José Luis - Una ocasión desaprovechada. Salvochea y el centenario de su muerte [Artículo]


Gutiérrez Molina, José Luis - Fermín Salvochea Álvarez. La heterodoxia convertida en mito [Artículo]


Barroso, J. Ramón y Gutierrez Molina, J. Luis - Fermín Salvochea en los documentos del Archivo Histórico Provincial de Cadiz


Vicente Blasco Ibáñez - La bodega




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