Además de una obra filosófica excepcional, E. M. Cioran dejó a su muerte treinta y cuatro cuadernos manuscritos que empiezan el 26 de junio de 1957 y terminan en 1972. «Llevo el fragmento en la sangre», señaló el propio autor, y, efectivamente, casi a diario Cioran fue anotando estas reflexiones dispersas que ahora ofrecemos a nuestros lectores a partir de la selección realizada para la edición alemana por Verena von der Heyden-Rynsch, escritora, traductora al alemán de los libros del pensador rumano y experta en su obra.
No es éste un diario al uso; las entradas son por lo general breves y sólo están fechadas en ocasiones muy excepcionales. En cambio, el Cioran intimista y, al tiempo, desinhibido de estos Cuadernos nos brinda una galería de retratos —fruto, por ejemplo, de sus encuentros con autores como Beckett o Ionesco— de verdadera antología. No faltan el aforismo angustiado sobre el dolor de existir ni la humorada sarcástica acerca de la estupidez humana, pero tal vez lo más interesante sean los fragmentos, esbozos y proyectos literarios rebosantes de un nihilismo provocador y que nos permiten descubrir un Cioran inédito, pero implacable en su escéptica observación de los seres humanos.
NOTA A LA EDICIÓN ESPAÑOLA
Los Cuadernos de Cioran fueron descubiertos, copiados y acortados por su compañera poco tiempo después de la muerte de su autor en 1995. La editorial Gallimard publicó mil páginas de esta obra póstuma en 1997. Para las traducciones ulteriores, los editores extranjeros decidieron hacer una selección de unas trescientas páginas.
Esta antología está más que justificada por el hecho de que los Cuadernos no representan un conjunto de textos que el autor hubiera querido publicar, sino esbozos, observaciones, ocurrencias, notas intelectuales y personales, que constituyen en parte la materia prima de aforismos y fragmentos filosóficos posteriores. En esto radica su interés y al mismo tiempo la diferencia con el resto de la obra, que Cioran, un maestro del estilo, revisó múltiples veces y pulió con verdadera obsesión.
Una amistad de veinte años y una larga experiencia como traductora al alemán de la obra de Cioran me han inducido a seleccionar los apuntes presentados en esta antología, que en parte exponen los motivos centrales de su pensamiento y, asimismo, experiencias, anécdotas y comentarios muy personales, que reflejan la complejidad y el inagotable humor de Cioran.
Verena von der Heyden-Rynsch, enero de 2000
-Yo tengo una valentía negativa, una valentía dirigida contra mí mismo. He orientado mi vida fuera del sentido que me ha prescrito. He invalidado mi futuro.
-Soy un filósofo aullador. Mis ideas —si ideas son— ladran: no explican nada, estallan.
-De la mañana a la noche, no hago otra cosa que vengarme. ¿Contra quién? ¿Contra qué? Lo ignoro —o lo olvido—, ya que nadie se libra… Nadie mejor que yo sabe lo que es la rabia desesperada. ¡Oh! ¡Las explosiones de mi decadencia!
-¿Cuál será el futuro?
La rebelión de los pueblos sin historia.
En Europa —está claro— sólo triunfarán los pueblos que no han vivido.
-Yo podría, si acaso, mantener relaciones verdaderas con el Ser; con los seres, jamás.
-Todas las imposibilidades se resumen en una: la de amar, la de salir de la tristeza propia.
-El fondo de la desesperación es la duda sobre uno mismo.
-Tener la sensación obsesiva de nuestra nada no es ser humilde, ni mucho menos. Un poco de humildad, me haría falta más que a nadie. Pero la sensación de mi nada me hinche de orgullo.
-Si el español sale de lo sublime, resulta ridículo.
-Sólo hay una nostalgia: la del Paraíso. Y tal vez la de España.
-Siempre he vivido como un transeúnte, con la voluptuosidad de no poseer; nunca hubo objeto alguno que fuera mío y me horroriza lo mío. Me estremezco de horror cuando oigo a alguien decir mi mujer. Soy metafísicamente soltero.
Poseer —besitzen— es el verbo más execrable que existe. En los monjes me atraen incluso sus facetas repulsivas y bien sabe Dios que no carecen de ellas.
Deberíamos poder renunciar a todo, incluso a nuestro nombre, arrojarnos al anonimato con pasión, con furia. La renuncia es otra palabra para nombrar lo absoluto.
Entwerden, sustraerse al futuro: la palabra alemana más bella, la más significativa que conozco.
-Lo que se me podría reprochar es cierta complacencia en la decepción, pero, ya que todo el mundo gusta del éxito, es necesario, aunque sólo sea por prurito de simetría, que haya quienes se inclinen hacia la derrota.
-Ante el teléfono, ante el automóvil, ante el menor instrumento, siento un invencible arranque de asco y horror. Todo lo que ha producido el genio técnico me inspira un terror casi sagrado. Sentimientos de desarraigo total delante de todos los símbolos del mundo moderno.
-Todo lo que me impide trabajar me parece bien y cada uno de mis instantes es una escapatoria.
Si me examino sin complacencia, la huida de la responsabilidad, el miedo a tenerla, aunque sea ínfima, me parece el rasgo dominante de mi carácter. Soy desertor en el alma. Y no por casualidad veo en el abandono, en todo, la marca distintiva de la sabiduría.
-En las montañas de Santander, una aldea perdida. En la taberna, unos pastores rompieron a cantar. En la Europa occidental, España es el último país que aún tiene alma.
Todas las hazañas y los incumplimientos de España han pasado a sus cantos. Su secreto: la nostalgia como saber, la ciencia de la añoranza.
-El diablo no es escéptico: niega, no duda; puede querer inspirar la duda, pero él mismo está exento de ella. Es un espíritu activo. Pues toda negación entraña acción. Se puede hablar de los abismos de la duda, no de los de la negación. La situación del escéptico es menos favorable que la del demonio.
-Correspondencia de Hegel. ¡Qué decepción! La verdad es que mi ruptura con la filosofía se agrava. Y, además, ¡vaya una idea la de leer las cartas de un profesor!
-Desde que sigo un régimen alimentario bastante estricto, y peno una vida regular, ya no hago nada bien. Cinco años de esterilidad, cinco años de razón. Mi mente sólo funciona gracias al desorden y a alguna intoxicación. Pago caro el abandono del café.
E. M. CIORAN (Răşinari, Rumanía, 8 de abril de 1911 - París, 20 de junio de 1995). Su nombre auténtico era Emil Cioran, fue un filósofo y escritor de nacionalidad francesa. Nació en un pequeño pueblo rumano llamado Răşinari, donde permaneció hasta 1921. Desde entonces se dedicó a leer todo lo que llegaba a sus manos, autores como Dostoyevski, Flaubert, Pascal, Schopenhauer y, por supuesto, Nietzsche. Estudió filosofía en la Universidad de Bucarest, donde comenzaron sus terribles episodios de insomnio. A partir de esta experiencia demoledora creó En las cimas de la desesperación, su furioso primer libro, que escribió inicialmente como una especie de testamento ante su plan de suicidarse antes de cumplir 22 años. Sin embargo, escribir fue para Cioran una experiencia revitalizante y liberadora. Transcurridos los años entre los estudios académicos y la creación de diferentes libros, decidió irse definitivamente a Francia.
Cioran era un hombre cuyo editor destruyó la edición completa de Silogismos de la amargura «porque no se vendían»; que vio dormirse ante sus incrédulos ojos al primer hombre al que leyó la primera página de Breviario de podredumbre, libro que reescribió al menos cuatro veces hasta terminarlo a su entera satisfacción; que vivió la mayor parte de su vida en hoteles; que jamás tuvo ordenador; que nunca se casó; que nunca trabajó —con la excepción de aquel incómodo año universitario—; que calificó a Jean Paul Sartre como «un hombrecillo de vida e ideas patéticas»; que jamás profesó religión alguna y que se resistió a recibir premios por su reticencia a «aceptar dinero en público».
En los últimos años algunos de sus libros han vendido más de un millón de ejemplares en el idioma inglés, de lo cual él se habría reído dubitativamente y habría vuelto a decir: «Todo éxito es un malentendido».
E. M. Cioran murió el 20 de junio de 1995, víctima del mal de Alzheimer.
Entre su bibliografía destacan los siguientes títulos: En las cimas de la desesperación (1934), De lágrimas y de santos (1937), Breviario de podredumbre (1949), Silogismos de la amargura (1952), Del inconveniente de haber nacido (1973), Conversaciones (1995).
4 comentarios:
He leído y releído todo cuanto, en castellano, se ha publicado de este hombre, probablemente uno de los más lúcidos pensadores contemporáneos y, sin duda, el más cercano al gran Diógenes.
Leer a Cioran, rumiar sus escritos hasta sus últimas consecuencias, marcará en el lector, un antes y un después. Con razón Samuel Beckett y él eran buenos amigos.
Salud
Hola Loam. Cuando leo a Cioran encuentro a una de las pocas personas con capacidad para escribir sentimientos y que nunca olvidemos que no somos nada. En epublibre tienes una colección brutal de epubs de Cioran. Salud
Tengo 21 libros de él, todos los que se han publicado en castellano, porque, en mi opinión, a Cioran conviene leerlo en papel, con el libro en las manos. No obstante te agradezco mucho la información, echaré una ojeada a esos epubs por si hubiera algo de él que aún no haya leído.
Un libro de Cioran me gusta especialmente, Historia y utopía, del cual extraigo esta cita:
"Desde el principio se distingue el papel (fecundo o funesto, no importa) que desempeña en el origen de los acontecimientos, no la felicidad, sino la 'idea' de felicidad, idea que explica por qué, ya que la edad de hierro es coextensiva de la historia, cada época se dedica a divagar sobre la edad de oro. Si se pusiera fin a tales divagaciones, sobrevendría un estancamiento total. Sólo actuamos bajo la fascinación de lo imposible."
Salud
Ya, el problema es que lo imposible ya está pasando, pero para mal. Debemos más de lo que producimos, pagamos las deudas de los Bancos con nuestros impuestos, nuestras desgracias vienen dictadas en inglés... Nunca se debe perder la esperanza totalmente, pero me inclino más por el pesimista que inventó el paracaídas que por el optimista que inventó el avión. Tomo nota del libro que me comentas para ponerlo en la lista de próximas lecturas. Salud.
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