31 de diciembre de 1931, los sucesos de Castilblanco y la posterior represión


La proclamación de la II República, el 14 de abril de 1931, se hizo en un ambiente de alegría generalizada entre los de abajo, pero este inicial entusiasmo tornó en desilusión prontamente. El boicot de los decretos por parte de los terratenientes y el desengaño de los desheredados del sur, víctimas del hambre, que esperaban la prometida reforma agraria pero que nunca llegaba, pronosticaban un futuro lleno de conflictos sociales producto del hambre y de la desesperanza. 

El 31 de diciembre de 1931, en Castilblanco, un pueblo extremeño de la provincia de Badajoz donde eran mayoritarios los socialistas, que participaban con tres ministros en el gobierno, se produjo uno de los dramas sociales rurales que, junto con Casas Viejas en enero de 1933, iban a dejar en evidencia el proyecto de un nuevo régimen pretendidamente más humano y generoso que el precedente.

Al terminarse la manifestación pacífica organizada por la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra (FNTT) de Badajoz, contra el gobernador provincial y la Guardia Civil para denunciar su connivencia con los propietarios y caciques que se negaban a cumplir la nueva legislación que les restaba privilegios, las autoridades municipales dieron a los cuatro guardias civiles que componían el puesto la orden de disolver la manifestación. Al disparar uno de los guardias -hubo varias versiones - mató a un manifestante y ello provocó la ira popular, la masa enfurecida mató y linchó a los cuatro guardias hasta dejarlos con más aspecto de hamburguesas que de personas.


La posterior represión estatal no se hizo esperar, el general Sanjurjo - el jefe de los picoletos por aquellos momentos - declaró: <<El cuerpo de la Guardia Civil no va a tolerar que se repitan ataques tan cobardes contra él>>. Y así fue efectivamente, en los días siguientes el cuerpo de la Guardia Civil mató a sangre fría a varios manifestantes - entre ellos mujeres y niños - arengados en todo momento por Sanjurjo, un militar sedicioso y sin honor.

Sanjurjo, el sapo asqueroso
La lista de muertos inocentes a manos de los criminales vestidos de verde y arropados en la legalidad fue larga, demasiado larga para una supuesta "República de los Trabajadores". El día 3 son asesinados dos campesinos en Zalamea de la Serena (Badajoz), el 5 un huelguista en Calzada de Calatrava (Ciudad Real), dos huelguistas en Epil y dos campesinos en Jeresa (Valencia). La venganza de la Guardia Civil culminó el 5 de enero en Arnedo (Logroño) con un saldo de 7 muertos, entre los cuales se encontraban cuatro mujeres y un niño, y 30 heridos provocados por los disparos de los gurdias contra unos manifestantes absolutamente inertes y pacíficos.

El rechazo hacia el linchamiento de los guardias en Castilblanco fue unánime en la prensa del momento. En el periódico "La Libertad de Badajoz" se publicó un telegrama mandado desde Castilblanco a la Comandancia de la Guardia Civil en Badajoz poco después del drama:

<<Después de muertos, con sus mismos machetes, destrozáronles los ojos, dientes y cráneo con salida de la msa encefálica, ensañándose con los cadáveres, acribillándolos, machacándolos con piedras>>.

La prensa del momento oscilaba entre la explicación de la miseria unida al analfabetismo (aunque siempre calificando de salvaje el acto) por parte de la prensa republicana o socialista; la premeditación de movimientos políticos desde la prensa de derechas, hasta la lógica defensa de una población hastiada de poner siempre el lomo para trabajar y recibir golpes en la prensa anarquista. Estos sucesos, junto a la masacre de Casas Viejas, las deportaciones de anarquistas o los miles de obreros encarcelados por decir en voz alta lo que pensaban, dejaron claro que la república nunca sería de los trabajadores, sino de los burgueses, aristócratas y terratenientes (los de siempre), al igual que durante la monarquía, incluso habiendo socialistas (o puede que por ello) en el gobierno.


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