Lo que yo pienso. Ángel Pestaña. [Pdf & epub]



A Ángel Pestaña, defensor infatigable de los obreros y sostenedor de las teorías económicas y sociales más audaces, tenía que seducirle irresistiblemente el sistema instaurado en Rusia en octubre de 1917; mas por esto mismo tuvo el régimen bolchevique que repugnarle cuando mostrase su verdadero rostro. Efectivamente, los ataques de Pestaña a la tiranía moscovita, a la dictadura implacable de Lenin y de sus amigos, a los crímenes y a los descomunales errores que estaban cometiéndose en Rusia en nombre de la libertad del pueblo, es probable que no los iguale ni el más empecatado conservador.

Pestaña es de esa ilustre raza de desengañados del bolchevismo, como el húngaro Arturo Koestler, el italiano Ignacio Silone, el negro norteamericano Ricardo Wright, y su repulsa a la tiranía leninista se empareja con la condena de Rosa Luxemburgo, que también quiso hermanar humanidad y revolución.

Segundo de los dos libros en los que Ángel Pestaña expondría las experiencias y opiniones de su viaje a Rusia en 1920, en el que conoció a personajes como Lenin, Trotsky o Grigory Zinoviev.


¿Comunistas?

Comenzábamos el capítulo anterior preguntando si los bolcheviques eran marxistas. La pregunta brota espontánea de la pluma ante las manifestaciones contradictorias en que se les ha cogido. Nos hemos hallado, al comenzar éste, en el mismo caso que al comenzar el anterior. Los bolcheviques se han llamado y siguen llamándose comunistas. ¿Lo son? He aquí la cuestión que se plantea.

Si el que un partido o una colectividad se clasifique detuviera la crítica, no cabe duda que los bolcheviques podrían llamarse comunistas, como otra cosa cualquiera. Pero si a la calificación han de unirse las acciones que la acrediten, entonces la crítica que se estime ha de poner en tela de juicio el “comunismo bolchevique”. El concepto que del comunismo se tiene hoy día, ha superado ya las fórmulas cuartelarias o conventuales, cuando no utópicas, o bien ancestrales, en que hasta ahora se le había encerrado.

El comunismo es ya una teoría bastante bien definida, un cuerpo de doctrina que exige condiciones ambientales determinadas para su realización; es empieza a ser el ideal futuro de las clases trabajadoras en el camino de ascensión y de progreso que ellas mismas se han trazado. Hablar, pues, de comunismo a estas alturas, llamarse comunista como lo han hecho los bolcheviques; decir que van a realizar el comunismo y que son comunistas, entraña una responsabilidad y un compromiso del que seguramente no midieron el alcance ni la trascendencia.

Los bolcheviques, para llamarse comunistas, se han atenido, sin duda, al título que dieron al “Manifiesto Comunista” Marx y Engels; pero aparte de que en aquel documento no se define concretamente lo que entendían por comunismo quienes lo escribieron, nadie ignora ya que el concepto que del comunismo se tenía entonces, ha variado considerablemente. El comunismo no es hoy un concepto vago, abstracto, casi metafísico, como lo era entonces; es algo definido, concreto, real, formando cuerpo de doctrina y metodizado en fórmulas que se creen factibles y hacederas. Es la síntesis de concreciones doctrinales económicas, que después de haber pasado por todas las escuelas político-sociales y por todos los tamices ideológicos, ha venido a condensarse en una fórmula orgánica de convivencia social.

Entiéndese por comunismo una organización económica basada en la más amplia y plena libertad individual, sin más restricciones que las que la sociabilidad imponga. Donde las reglas que para el trabajo se acuerden obedezcan al mismo principio de libertad y de las que pueda separarse el individuo cuando quiera y no le acomoden. (No se interprete esta libertad en el sentido de que el individuo pueda convertirse en parásito de los demás; es libre de separarse de un grupo cuando así lo crea pertinente; pero sólo, o en otro grupo, como mejor le acomode, vendrá obligado a producir lo que para subsistir necesite).

A cambio de la ineludible obligación de producir o de prestar un servicio útil a la colectividad, el individuo tendrá derecho al usufructo de todo cuanto la cultura, el progreso y la civilización ponga al alcance del hombre. Libres de toda autoridad exterior, de toda disciplina externa, pero no de la propia, de la que nace de la conciencia del mismo individuo y del respeto que todos debemos a la persona del prójimo, los hombres instaurarán el comunismo como consecuencia ineludible de la evolución política y social de los pueblos, federados libremente entre sí.

La fórmula que mejor sintetiza el comunismo, es la que debemos a Saint Simón, cuando dijo: “de cada uno según sus fuerzas; y a cada uno según sus necesidades”. Esto es el comunismo, y así lo interpretan actualmente las clases trabajadoras.

La misma simplicidad de la fórmula sansimoniana y de que se considere contrario a una posible realización comunista la existencia del Estado o de cualquiera otra forma de autoridad codificada, ha hecho que se tilde al comunismo de utopía, de algo irrealizable; más bien como el retorno a un estado de vida primitivo, muy próximo al trogloditismo. Sin embargo, a través de las censuras más o menos bien intencionadas; de los sarcasmos o mofas con que la persistente propaganda del comunismo ha sido acogida, hasta los más reacios a comprenderlo y aceptarlo, empiezan por hacer concesiones y declarar que, en un estado de cultura superior, sería posible su implantación.

Ahora bien; analizando y sintetizando la obra política y económica de los bolcheviques, pero sobre todo la económica, ¿puede considerársela comunista? ¿Qué hay en ellos que pueda inducirnos a considerarlos como comunistas?

Hemos dicho ya que el comunismo precisa condiciones ambientales que no se dan en todo momento y que no es compatible con determinadas organizaciones políticas. El régimen instaurado en Rusia por los bolcheviques, ¿es compatible con el comunismo? ¿Son, pueden ser comunistas, juzgando por lo que han hecho?

Dentro de una organización social donde el Estado lo es todo y el individuo no es nada; donde la libertad y la iniciativa individual quedan cohibidas, combatidas, anuladas; donde la superestructura del Estado lo abarca todo y cuya voluntad se impone soberana, ¿es realizable el comunismo? La fórmula sansimoniana ¿es hacedera, practicable, posible? Es lastimoso que tengamos que contribuir a la desilusión de algunas mentes animadas de generosos impulsos; pero como la verdad es antes que todo, a la verdad hemos de rendir culto llamando a las cosas por su nombre. Y a lo que se ha hecho en Rusia nosotros no podemos llamarlo comunismo.

No sólo no existe en la Rusia sovietista el comunismo, sino que con la política seguida por los bolcheviques, con sus desplazadas tendencias económicas, con la estructura que han dado al Estado y a las relaciones de este para con el individuo, no hay comunismo posible. En vez de aproximarse a su realización, se alejan de él más y más cada día. La fórmula sansimoniana ha sido preterida y se ha propagado: “de cada uno según su esfuerzo personal para el Partido; a cada uno según el trabajo valorado por el Partido”.







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