Texto extraído del libro "Caso Scala... terrorismo de Estado y algo más"
UNAS PINCELADAS DE LA ÉPOCA
Poco antes de la muerte de Franco, las luchas en las calles, en las fábricas, en los institutos y en las universidades de todo el país, estaban al orden del día. Extraño era el día de la semana que no hubiera una u otra manifestación organizada por cualquiera de las múltiples organizaciones que conformaban lo que se dio en llamar “izquierda radical”.
Como en el caso de la intifada palestina actual, en la que los manifestantes se enfrentan a pedradas contra los fusiles del ejército israelí, en aquella época, los manifestantes nos enfrentábamos, mejor dicho, nos defendíamos de la policía, con los medios que estaban a nuestro alcance (piedras, básicamente) contra sus pelotas de goma, sus botes de humo o su fuego real, si se trataba de la guardia civil.
Nosotros sólo exigíamos libertad, con nuestros gritos. Ellos, a través de esa policía que siempre, hoy y entonces es del Estado, nos negaban el derecho al grito, nos machacaban con sus pelotas de goma o sus botes de humo, nos destrozaban a porrazos si nos alcanzaban, nos torturaban durante días y días en cualquiera de las comisarías que se extienden a todo lo largo y ancho de la geografía del país. Nos condenaban a decenas de años de cárcel por el simple hecho de repartir un papel en el que nos quejábamos del Estado o del Capital y exigíamos libertad.
En aquella época, la libertad estaba prohibida, en aquella época, ser persona y defender un ideal estaba prohibido.
La foto más esperada de la Historia de España |
Y con la muerte de Franco..., las cosas no cambiaron demasiado, eran “los mismos perros con diferentes collares”, era “el fascismo disfrazado de conservadurismo” y nosotros, la llamada “izquierda radical” seguíamos saliendo a la calle a exigir libertad y seguíamos siendo los perseguidos, los aplastados, siempre, una y otra vez y nos defendíamos como podíamos, con piedras la mayoría de las veces y con “cócteles molotov” también la mayoría de las veces.
Al menos nos queda el regocijo de saber que sufrió hasta el último momento y murió ahogado en sus propios flujos corporales, asfixiado en su propia podredumbre, que descanse sin paz en el infierno. |
En aquella época, la llamada “izquierda radical” teníamos una consigna clara, “No podíamos permitir que la policía detuviera a ningún manifestante”, teníamos que salvar, al precio que fuera, la libertad de los nuestros y, mientras la policía usaba las balas de goma, los botes de humo y el fuego real para machacarnos (no fueron pocos los asesinados por la policía en manifestaciones, desde 1974 hasta 1977, ni fueron menos los asesinados por grupos de “ultra derecha” –siempre en connivencia con el Estado-).
En aquella época, la llamada “izquierda radical” teníamos una consigna clara, “No podíamos permitir que la policía detuviera a ningún manifestante”, teníamos que salvar, al precio que fuera, la libertad de los nuestros y, mientras la policía usaba las balas de goma, los botes de humo y el fuego real para machacarnos (no fueron pocos los asesinados por la policía en manifestaciones, desde 1974 hasta 1977, ni fueron menos los asesinados por grupos de “ultra derecha” –siempre en connivencia con el Estado-).
Nosotros simplemente usábamos los “cócteles molotov” para pararles el avance, simplemente para que no pudieran detener a nadie. Es cierto, sin embargo, que había gente que los utilizaba para lanzar a bancos y comercios, pero eran los menos y ello queda en su conciencia, porque cuando llegaban las cargas policiales, no se les veía por ninguna parte.
Asesinados por la Social Democracia Alemana |
En 1977, cuando el Estado alemán asesinó a los miembros del grupo “Baader-Meinhof” -en la prensa internacional siempre se dijo que se habían suicidado, pero tanto los que hemos estado alguna vez en la cárcel, como esa “izquierda radical” de entonces, sabemos que es imposible suicidarse en una cárcel de máxima seguridad que habían construido sólo para ellos-, se hicieron muchas manifestaciones de repulsa en todo el país y más concretamente en Barcelona.
En una de esas manifestaciones, que transcurría por el Paseo de San Juan, se llegaron a tirar hasta sesenta -cócteles molotov- en la puerta de la antigua sala de fiestas SCALA de Barcelona y, ni siquiera llegó a chamuscarse la entrada.
Mitin de la CNT en Montjuich. Barcelona. 2 de julio de 1977 |
En 1977, con la legalización de las centrales sindicales, la gran mayoría de esa “izquierda radical”, se afilió al sindicato que menos mal olía, el único que en aquella época formaba parte de la llamada “izquierda radical”, la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT).
Carnet del C.N.S. |
Sin embargo, nadie sabía que aquél renacimiento de la CNT no era producto de la unión de los anarquistas, sino de una reunión celebrada en Barcelona en el transcurso del año 1976, entre los Cincopuntistas (ver)(anarcosindicalistas que no tuvieron que exiliarse después de la guerra civil y que colaboraron con el fascismo franquista en la organización de la CNS –sindicato del Estado-, entre los que se puede destacar a Enrique Marcos o a Gómez Casas), el entonces Ministro de Gobernación Rodolfo Martín Villa y Socías Humbert, el entonces alcalde franquista de Barcelona, con la única intención de restar fuerza al por entonces, único sindicato con capacidad de movilización obrera, CCOO.
Yo, me afilié concretamente en marzo de 1977, en el sindicato del metal, que estaba en la C/ Avinyò. Me extrañó el hecho de que nadie me preguntara si estaba avalado por algún militante, en la época, era la práctica habitual para evitar la entrada de confidentes o provocadores.
Con el tiempo fui conociendo a compañeros y a compañeras y es así, como un buen día decidimos organizar –desde el sindicato- “los Comités de Apoyo a Empresas en Crisis y Conflictos” que, posteriormente, se extenderían a otros sindicatos de la CNT.
Cuando había algún conflicto en el que los trabajadores estaban en lucha, nuestra misión consistía en la “Acción Directa”, que no era ni más ni menos que ir a presionar directamente con los patronos, pasando de magistraturas de trabajo, de abogados y de burocracias sindicales que siempre acababan en nada.
Esta práctica dio sus frutos tanto a nivel de resolución de conflictos, como de afiliación masiva de los trabajadores y trabajadoras a la CNT. Tenían plena confianza en nosotros, sabían que podíamos ganar o perder, pero también sabían que nunca los íbamos a traicionar.
1º de Mayo de 1976. Manifestación en Madrid |
Esta práctica nuestra, evidentemente, molestaba a los sindicatos hasta entonces mayoritarios CCOO y UGT, por el simple hecho de darse cuenta que estaban pasando de mayoritarios, a minoritarios. Los trabajadores y trabajadoras, conscientes de la necesidad de la autoorganización, del asambleismo, de poder decidir qué querían y qué no querían y cómo debían defenderlo, hizo ni más ni menos, que los afiliados de CCOO y UGT, las abandonaran en masa para afiliarse a la CNT.
Y evidentemente, si molestaba a CCOO y a UGT, también molestaba a sus brazos políticos PCE y PSOE y, obviamente, al Estado, consciente de que con ellos podía alcanzar un Pacto Social que hubiese resultado imposible con la continuidad de la CNT, porque la CNT no era solamente un sindicato con 140.000 afiliados sólo en Catalunya, sino que formaba parte del Movimiento Libertario, mucho más amplio entonces que el propio sindicato. Suponía una corriente cultural, social y sindical que no cuadraba con las intenciones de aquellos que lo único que pretendían era repartirse el pastel del “cambio”.
Efectivamente, lo habían intentado el 30 de enero de 1977, con la detención de 54 libertarios, algunos de ellos representantes de Portugal, Francia e Italia, en la “Conferencia Internacional de Reconstrucción de la Federación Anarquista Ibérica (FAI)”, pretendiendo involucrarlos con un “arsenal de armas y explosivos” encontrado en Murcia y que, lo había colocado previamente la policía a través de su confidente Joaquín Gambín Hernández, y la operación les salió rana.
Este es el careto que debe tener hoy día el Cerdo Martín Villano |
Y volverían a intentarlo, esta vez exitosamente con el CASO SCALA de Barcelona, pero esta vez, el Estado, no se conformó con colocar armas y explosivos y detener a alguien, esta vez tenía que ser algo sonado, con muertes y destrozos si era posible y, desde el propio ejecutivo del Estado, con el Ministro del Interior Rodolfo Martín Villa a la cabeza, los Servicios de Información y las Brigadas Operativas de la Policía de Madrid como ejecutores directos y la colaboración esencial de su confidente Joaquín Gambín Hernández para involucrar a jóvenes anarquistas, orquestaron cierta operación que, con los años, cuando deje de ser “Secreto de Estado”, dará luz a un caso sombrío y pondrá en evidencia las maquinaciones del Estado en este caso de “Terrorismo Estatal”.
Xavier Cañadas Gascón
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