Antes de conocer La Idea (aunque aún me queda muchísimo por aprender) mi opinión sobre la misma se encontraba contaminada por la propaganda estatista, tanto burguesa como marxista. Por entonces, la imagen que tenía del anarquista prototípico era la del terrorista antisocial, como suele ocurrirle a todo aquel que desconoce la humanidad de Kropotkin o la generosidad desinteresada de Bakunin. La oligarquía que medra a la sombra del Estado siempre se empleó a fondo con los anarquistas, desde el mismo nacimiento de La Idea, ésta fue duramente reprimida por los perros del Estado, ya que este es muy consciente del peligro que representan los libertarios para todo privilegio o imposición, incluso más que los propios ácratas.
Mi despertar a la política, o mejor dicho, a la conciencia de clase, no fue una iluminación proverbial ni mucho menos, se trató más bien de algo que a todos los de abajo nos ocurre cuando dejamos atrás la infancia, aunque algunos se autoconvencen de que esto debe ser así y otros se niegan a aceptar una realidad que parece fruto de la peor de las pesadillas. Ocurrió cuando comencé a currar, cuando supe que para ganarse la vida no basta con trabajar y cobrar por tu tiempo y esfuerzo (pobre iluso, era un chaval), además debes aguantar que un malnacido explotador te grite cuando le plazca, te obligue a trabajar horas que nunca cobrarás y encima, todo ello, sin contrato, cosa que por aquellos años era una práctica habitual.
Por entonces votaba y todo, a IU, porque a AP (que era por entonces el PP actual) ya os podéis imaginar. Al PSOE me resultaba imposible votarle, porque entre otras muchas cosas, ellos mantenían el servicio militar obligatorio, la puta mili vaya, una de las mayores preocupaciones de mi juventud. Sólo con imaginarme que tendría que servir a repugnates militares, y encima por la cara, sin recibir nada a cambio ¿servir a la patria en la que me cago? ¿colaborar con militares a los que lo único que les deseo es que se mueran?... aunque al final, Odín escuchó mis plegarias y me libré por pies planos, mis tristes lamentos llegaron hasta el Valhalla, ¿o quizás fueron mis improperios hacia todo lo que lleve uniforme?; no importa, el caso es que no tuve que obedecer órdenes de ningún sargento borracho y chusquero.
Se ve que por aquellos tiempos les sobraban chavales para que les limpiaran los cuarteles y les hicieran de chóferes o lo que bien estimasen los criminales vestidos de caqui. Ese año quedó suspendida la excedencia de cupo y además no eran demasiados los que se atrevían a objetar aún. Se libraron muchos miopes también, cuando empezaron a llegar insumisiones a granel, hacían la mili hasta los mancos y los tuertos. Yo tenía ya los papeles preparados por si fallaba mi alegación, pero al final sólo tuve que ir a la caja de recluta y nada más, solamente pisé un cuartel una vez, y desde entonces no he vuelto a entrar en ningún edificio que apeste a militar, nunca me alegré tanto de que me llamaran inútil.
Bueno, sigamos con el hilo, que me enrrollo más que un psicólogo argentino hablando de fútbol. Como decía, a los 18, la primera vez que tuve el dudoso privilegio de votar, voté a IU (todos cometemos errores). Por entonces creía que eran los más afines a mí. No es que yo fuera un marxista convencido o pensase que IU fuese la solución a todos los problemas, no, era lo que había y a mí (pobre iluso) me hacía mucha ilusión eso de votar como los mayores. Incluso pensaba que aunque no ganasen, mi voto podría servir para que el PSOE pactara con IU y así estar los sociatas controlados por quienes yo creía ingenuamente que sí eran de izquierdas. Por aquel entonces Anguita se encontraba en su mejor momento y él siempre me ha parecido una persona honesta y sin pelos en la lengua, alguien que predica con el ejemplo, uno de los pocos políticos de partido al que siempre he respetado y que sigo respetando; aunque actualmente no le votaría si presentase candidatura, ni a él ni a ningún otro político partidista.
Sólo voté en dos legislaturas, después me despreocupé totalmente de la política... hasta que bastantes años después leí "La Conquista del Pan" de Kropotkin, al que siguió "El apoyo Mutuo" del mismo autor, "Entre Campesinos" y "En el Café" de Malatesta, "El ABC del Comunismo Libertario" de Alexander Berkman o "Dios y el Estado" de Bakunin, entre otros. Uno de los aspectos que más me llamó la atención fue el de la violencia. La idea que anteriormente tenía del anarquismo (fruto de la ignorancia), estaba contaminada por la basura mediática estatista que defenestra al anarquismo hasta en el diccionario. Kropotkin, Bakunin (los teóricos anarquistas más leídos y conocidos) y muchos otros anarquistas me parecieron seres generosos, humanos, comprensivos y comprometidos; no veía por ninguna parte al peligroso ácrata siempre dispuesto a matar reyes o violar monjas.
Hasta antes de conocer La Idea estaba a favor de la violencia revolucionaria, pero tras leer a Kropotkin y muchos otros teóricos anarquistas, mi opinión es que la mejor arma que tienen los de abajo es la cultura, el conocimiento del como y el por qué de las cosas, la violencia siempre estará de parte de quienes la administran y no se puede cambiar la sociedad si ésta en su gran mayoría no está dispuesta a hacerlo, no se trata de vencer, sino de convencer. Lo de la vanguardia violenta revolucionaria es algo propio de los gerifaltes marxistas que arengan al pueblo desde sus pulcros despachos, sólo quieren a los de abajo para que les sirvan como carne de cañón, después ellos serán los nuevos señores, gobernando sobre cadáveres.
Por supuesto que hablo de mi propia experiencia, este debate, el de si la violencia conviene o no al cambio de sociedad, es un viejo debate dentro de las filas libertarias, a pesar de la manida imagen del anarquista terrorista fomentada por los estatistas de toda ralea, no son ángeles, pero mucho menos demonios. No soy yo quien para juzgar los actos de nadie, no es esa mi intención al escribir esta entrada. Pero sí quería decir que en los momentos que vivimos actualmente y a pesar de todo, la violencia no es solución a nada en mi modesta opinión, sólo servirá para acrecentar la represión estatal, para darles titulares a la reacción y así justificar la asquerosa imposición que todos padecemos, lo que este pueblo necesita encarecidamente es cultura, conciencia de clase y perder el miedo sembrado en las cunetas de nuestra tierra. Ni héroes ni mártires de la causa, ni tampoco iluminados mesiánicos que piden tu voto, es lo que necesitamos, sino la complicidad de todos los de abajo, que sean conscientes de su verdadero poder.
Cuando encerraron a los 5 de Sabadell la cosa quedó bastante clara, al menos para mí, si a ellos los encerraron injustamente por menos que nada y sólo recibieron de la sociedad el silencio, la indiferencia o incluso el rechazo visceral, ¿qué pueden esperar los que opten por los métodos violentos? Sería un acto estéril y con consecuencias funestas para los implicados. Quien hable de violencia revolucionaria en la actualidad sólo tiene que asomarse a la calle para ver su inmensa soledad, si ni siquiera se hacen huelgas generales, y cuando se hacen no salen a la calle ni el 10% de los parados. La ignorancia supina del pueblo - la misma que legitima a los auténticos terroristas -, no se combate con las pistolas, según yo creo, esto sólo se hace con solidaridad, comprensión, empatía y sobre todo con cultura.
No es que sea tolstoiano ni mucho menos, tampoco un iluso; los privilegiados nunca cederán sus dádivas sin oponerse contundentemente, eso es algo tan evidente que sobra decirlo, pero ¿qué podrían hacer frente al 80% de la población? Los de abajo somos mucho más poderosos de lo que creemos. Todo el sistema está basado en la supuesta legitimidad que le dan las urnas, cuando pierdan totalmente esa legitimidad cogida con pinzas, cuando la abstención electoral sea masiva, cuando el pueblo despierte y quiera decidir en lugar de delegar, el Estado fascista español recurrirá a la mayor de las violencias para mantener activa la máquina estatal que ceba el privilegio (por nacimiento o digital), pero entonces ¿quiénes serán los violentos? porque la agresión y la defensa son conceptos absolutamente contrarios, ¿cuál es la ideología basada en la violencia, el anarquismo o el capitalismo?
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