En vistas de que todo irá a peor, los de abajo comenzamos a aprender como organizarnos por la cuenta que nos trae. Una de esas maneras es la de los huertos sociales, los cuales proliferan por toda la península desde hace unos años hasta ahora. Los de arriba nos tienen reservado un futuro negro y sin ninguna esperanza de mejoría, ya nos lo han dejado bien clarito, esto es lo que hay porque no se puede hacer otra cosa. Se acabaron las contemplaciones, o lo tomas o lo dejas, mejor una mierda de trabajo que ninguno, ladran los voceros de la escoria fascista, ya no nos necesitan ni para explotarnos, así que o nos buscamos las habichuelas en otra parte o a comer mierda como menú diario.
Esto de los huertos sociales es una manera de decirles a los mafiosos parlamentarios que las tierras de nuestros pueblos son de sus habitantes, no de malnacidos que escudados en los votos mercadean con los bienes de todos. En muchos pueblos de la costa andaluza ocurren cosas tan absurdas como que una pareja nacida en uno de esos pueblos tenga que buscar vivienda en algún pueblo interior, porque los fascistas alemanes, rusos o ingleses pagan mejor por las casas, con lo que no puedes vivir en tu pueblo porque está infectado de chusma internacional.
Por otra parte, visto lo visto y al paso que vamos, dentro de poco sólo nos quedará la agricultura de supervivencia y el apáñate como puedas. Ya se que esto puede sonar catastrófico, pero a los hechos me remito, ¿se puede ser optimista con 6 mill de parados y casi 2 mill de familias sin ingreso alguno? Quien piense que esto irá a mejor dejando el cotarro en las mismas manos de siempre, es un esclavo que ama sus cadenas, un irresponsable que necesita de otros para organizar su vida.
Esto de los huertos sociales es una experiencia que va más allá de plantar patatas o tomates. Generalmente los huertos van unidos a asociaciones de vecinos y gente de abajo, en muchos casos el primer paso a seguir es la ocupación de las tierras, porque desgraciadamente y muy a menudo los ayuntamientos se niegan a dar a sus vecinos lo que les pertenece por derecho de nacimiento. El acto de ocupación de tierras pertenecientes a los diferentes términos municipales es ya en sí poner las cartas sobre la mesa, es decirles a los políticos de turno que se acabó la especulación, que los términos municipales sólo pertenecen a las personas que viven dentro de sus límites, que los alcaldes no son dueños de los pueblos, sino meros administradores de la voluntad popular.
Esta experiencia también supone un gran enriquecimiento humano para todos los que participan en ella. En los huertos se reúnen todo tipo de personas, aunque eso sí, con el factor común de ser todos de abajo. De esta manera todos aprendemos a organizarnos para el bien común, sin ninguna autoridad que nos imponga nada que no deseamos, y sin ningún espabilado que quiera organizar nuestras vidas. En los huertos todo se decide en asamblea, los problemas personales entre hortelanos se intentan solucionar de una manera pacífica y civilizada, si se tiene que recurrir a la expulsión (última opción) será un fracaso de todos. Nadie es más que nadie y por supuesto tampoco nadie es menos que nadie, todas las opiniones son escuchadas con respeto y después se decide lo que todos queramos, lo que más convenga a todos y no a la mayoría.
Así que como ya dije antes, los huertos sociales no sólo consisten en plantar patatas o tomates para dar de comer a quienes tienen menos, tambien servirán para concienciarnos de nuestro poder, para demostrarnos a nosotros mismos de una manera empírica que no necesitamos a politicuchos, jueces o maderos para organizar nuestra vida y que realmente seamos dueños de ella. Por eso en muchos pueblos los ayuntamientos se niegan a ceder, porque saben que no necesitamos concejales ni alcaldes que piensen por nosotros lo que más nos conviene, los que viven de la mafiocracia tienen miedo a la inteligencia, sienten pánico ante todo lo que sea organizado sin su consentimiento, saben que el chollo se les acaba porque ya nos han mostrado su verdadero rostro cadavérico.
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