España: comienzos del S. XX. (Datos de Javier Tussel)


Nuestra tierra siempre ha estado en manos de una casta que ve al de abajo como a menos que ganado, en los días que nos toca vivir (o sufrir), los dueños del cortijo cuentan con la legitimidad que da una "mayoría absoluta" parlamentaria, "mayoría absoluta" que sólo cuenta con el respaldo de 1/3 de la población en edad de votar, pero resulta que los mismos matarifes de siempre son ahora elegidos por el pueblo.


Llevamos varias décadas de retraso cultural con respecto al resto de Europa. Nuestra podrida oligarquía, la más rancia e iletrada de todo el continente, sólo levanta el pie del cuello cuando se ve obligada a ello, en cuanto se hacen con el poder se creen dueños de nuestras vidas. Tras todo un siglo de miseria moral y violencia cainita, otra vez volvemos a las de siempre, porque quienes manejan nuestras vidas nunca tendrán suficiente.


Según datos del historiador Javier Tusell, parece mentira que los actuales españoles creyeran tener el cielo ganado, que nuestra prosperidad y bienestar estaban asegurados gracias a la mafiocracia y el rey crápula. Sólo con hacer un somero balance de lo que representó el S. XX para los trabajadores de este país, debería hacernos reflexionar sobre lo efímera que es la felicidad y la gran persistencia de la miseria humana, la fragilidad de nuestra libertad y la contundencia de la reacción retrógrada. Veamos los datos sobre la situación española a principios del S. XX - ayer mismo - que nos da Tusell:


<<En 1900 había 18.600.000 españoles. La tasa de crecimiento de la población no era, en estos momentos, muy diferente de la época del Antiguo Régimen y, en general, puede decirse que nuestra demografía se parecía mucho más a la del siglo XVII que a la de la actualidad. Mientras que el incremento de la población a lo largo del siglo XIX había sido del orden del 50 por 100 en Europa, en España había sido sólo del 20, y el crecimiento natural en nuestro país era aproximadamente tan sólo la mitad del de Bélgica. La razón estribaba en el muy tardío descenso de la mortalidad —29/1.000— a pesar de la alta natalidad —34/1.000— lo que permitió escribir a un político regeneracionista de la época (Silió) que "Francia es hoy, en Europa, el país de la esterilidad voluntaria y España el país de la mortalidad indisculpable". >>


En nada nos debe sorprender esa alta mortalidad de la que nos habla Tussel, la raquítica alimentación del pueblo, acompañada de extenuantes jornadas laborales de sol a sol, además de la imposibilidad práctica de acceso a una correcta higiene, así como a la debida atención médica, explican sobradamente el motivo por el que, en muchos casos, los animales de tiro tenían más esperanza de vida que cualquier hijo de vecino. A los dueños del país eso no les importaba ni lo más mínimo, puesto que para ellos los del pueblo llano, honrados y trabajadores, son animales creados por Dios para uso y disfrute de los tocados por su mano; la miseria, la muerte, la desesperación de unos padres que no pueden acallar los llantos de su pequeño que se muere de hambre, todo ello, no es algo inmoral, inhumano o miserable, porque para quienes son dueños de todo, la desigualdad social es mandato de Dios (su Dios), y quien no acate esta "ley de vida", quien no se contente con el maldito destino que ese imaginario "todopoderoso" Dios a reservado para él, estará también condenado a sufrir incluso cuando muera, eternamente - cosa nada baladí - ardiendo en el fuego infernal hasta el fin de los tiempos. Continuamos con más datos que nos aporta Tussel.


<<En términos comparativos, la mortalidad española de la época era superior a la de un país del Tercer Mundo actual y en el Madrid finisecular resultaba idéntica a la de San Petersburgo, la capital de la Rusia de los zares, Madras o El Cairo. Una cuarta parte de los recién nacidos no llegaban al año de vida y el 60 por 100 de la mortalidad anual se debía a enfermedades infantiles del aparato digestivo, aspectos en que, en la Europa de entonces, España sólo era superada por Rusia. Las penosas condiciones higiénicas no afectaban tan sólo a los recién nacidos, pues únicamente la mitad de éstos llegaban a los treinta y tres años y las diarreas estivales causaban hasta una cuarta parte de las muertes. La esperanza de vida era de treinta y cinco años y sólo en los primeros años del siglo XX se difundió la vacuna contra la viruela o se crearon instituciones sanitarias en las capitales de provincia. Prácticamente no existía la limitación voluntaria de los nacimientos. En España, muy a fines del XIX y comienzos del XX, sólo se produjo una auténtica transición demográfica en relación con este aspecto en Cataluña, pero no en el resto del país.>>


Estamos hablando del S. XX, no de la Alta Edad Media, pero aún así, la esperanza de vida del españolito medio sólo era de 35 años y una cuarta parte de los recién nacidos moría en su primer año de vida; aunque todo esto parecía de lo más natural y lógico a la chusma que saqueaba el país, porque lo poco que se avanzó en este sentido a lo largo del siglo, sólo se consiguió a base de sangre. Nunca debemos olvidar que todo lo que hoy tenemos, los derechos conseguidos hasta ahora y que se encuentran en fuerte retroceso, son el fruto de la lucha llevada a cabo por nuestros antepasados, nada fue regalado, ascender cada peldaño que nos llevó hasta donde ahora nos encontramos, siempre fue una ardúa tarea llena de sufrimiento y desesperación. Lamentablemente, los dueños de todo, nunca dejarán que avancemos en paz, porque si no son capaces de convencer, les da lo mismo vencer a través de la violencia, el engaño o el chantaje. Continuemos con algunos datos más:


<<En 1850 la renta española era el 48 por 100 de la británica y el 57 de la norteamericana; en 1900, el 41 y el 43 por 100, respectivamente. Lo más importante no es que España siguiera siendo un país agrícola sino que, además, su medio rural estaba dominado por males estructurales ancestrales favorecedores de ese débil crecimiento. El número de fincas pequeñas era el 99 por 100 del total de las propiedades, pero representaban sólo un 46 por 100 del territorio nacional. Las fincas grandes suponían alrededor de un 28 por 100 del total del país, pero en la mitad sur de España este porcentaje se elevaba considerablemente. En doce provincias más de medio millón de hectáreas se repartían entre doscientos propietarios.>>


<<Eran, en cierto modo, no sólo fenómenos semejantes por su procedencia histórica sino también complementarios pues, en definitiva, el terrateniente andaluz obtenía cuantiosos rendimientos de sus tierras no merced a fuertes inversiones sino gracias a que los precios eran altos, porque se regían por la climatología y la calidad de la tierra habituales en Castilla, mucho menos favorables que en el sur. Pero esos precios altos de poco servían al pequeño propietario castellano, agobiado por la necesidad de recurrir a unos préstamos usurarios que llegaban normalmente al 20 por 100 e incluso en ocasiones superaban el 50 por 100: llegó a haber hasta un millón de fincas incautadas por falta de pago de los préstamos. El latifundismo en la mitad sur de la Península tenía causas históricas y no físicas.>>


<<Aparte de las fincas de gran tamaño procedentes de la época romana o árabe fue la rápida reconquista en la primera mitad del siglo XIII de las tierras situadas al sur del Tajo la que provocó, tras el reparto del que fueron beneficiarios los nobles, una estructura latifundista que el advenimiento del liberalismo y la desamortización no modificaron de manera sustancial. En 1854 los principales sujetos pasivos por contribución rústica seguían siendo, en buena medida, nobles: lo eran 13 de los 22 que pagaban más de 100.000 reales, que residían o tenían tierras en Andalucía. En cambio, a mediados de siglo había desaparecido el latifundio eclesiástico. El nobiliario fue deteriorándose a lo largo de la segunda mitad del XIX y buena prueba de ello la ofrecen los avatares de algunas de las grandes familias nobles andaluzas, la totalidad o parte de cuyas fincas fueron pasando a la burguesía.>>


<<Así, en 1884 las fincas del duque de Osuna fueron incautadas por los acreedores y serían compradas por dos familias de sonados apellidos durante la Restauración, los Benjumea y los Gamero Cívico. Los Medinasidonia, por ejemplo, vendieron la finca del coto de Doñana a los Garvey, productores de vino en Jerez. Sin embargo, la fortuna de los Medinaceli resultó más duradera, aunque en el último tercio del siglo vendieron propiedades a los Murube o los Solís. Desde antes de mediados de siglo, como precedente de estos procesos de venta, la tierra nobiliaria había sido habitualmente arrendada a burgueses o nobles de inferior condición, que fueron los que luego la compraron para explotarla directamente.>>


<<A la llegada de la República se pudo escribir que el 2 por 100 de los propietarios poseían el 56 por 100 de la riqueza agrícola en la Bética, mientras que en Badajoz unos 400 individuos controlaban un tercio de la propiedad agrícola. Los inconvenientes del latifundismo eran obvios si bien, al mismo tiempo, pueden dar una impresión caricaturesca de la España de la época. Aunque propietarios y arrendatarios del latifundismo hubieran contribuido a la introducción de mejoras técnicas, la existencia de una amplia mano de obra mal pagada en las regiones ricas en que existía la gran propiedad (como Andalucía occidental) no favorecía el incremento de la productividad.>>


<<Por otro lado, el absentismo de los propietarios (casi todos los nobles y una parte de la burguesía) podía, quizá, suponer el arrendamiento a agricultores locales de hasta un 30 o un 40 por 100 de la tierra. Eso parece demostrar que la riqueza de la tierra podría dar muchísimo más de si. Lo característico del régimen de la gran propiedad era, más que nada, la existencia de una clase de jornaleros con condiciones de vida miserables y cuyos ingresos, merced al mismo hecho de la abundancia de mano de obra, permanecían de forma habitual en el borde mismo de la dieta mínima. Cuando había trabajo, el salario, a comienzos de siglo era, en algo más de la mitad de los casos, de 1,50 pesetas diarias, pero se encontraba a veces por debajo de esta cifra.>>


<<Ya Costa señaló su insuficiencia y describió cómo se paliaba: «Lo que ha dado lugar al llamado problema agrario o cuestión social de los campesinos se reduce a estos sencillos términos: que el jornalero, aun con la ayuda de su familia, no gana estrictamente lo necesario para alimentarse, de modo que su déficit alimenticio se cubría disputando las hierbas a las bestias del campo, merodeando las campiñas en busca de trigo, espárragos, higos chumbos, yendo desnudos o descalzos los muchachos o cubiertos de harapos los adultos, enviando los niños no a la escuela sino a pedir limosna, viviendo hacinados en cuevas o chozas inmundas». Las estadísticas de la época parecen atribuir al jornalero andaluz la mitad del salario del valenciano excepto en el momento de la recogida de la cosecha. En su Andalucía trágica, Azorín describió a estos campesinos que parecían ancianos con tan sólo treinta años y apuntó: «El odio de estos labriegos acorralados, exasperados, va creciendo, creciendo».>>


La Historia nos enseña el camino andado y nos permite vislumbrar hasta donde podría llevarnos, si es bueno continuar por la misma senda o tomar otra diferente. Si echamos la vista atrás podemos comprobar (sin lugar a dudas) quienes son las sabandijas que dirigen nuestras vidas, la procedencia de su poder, la razón de su deshumanización, podemos tener la seguridad de que nada bueno se puede esperar de nuestra rancia oligarquía disfrazada de demócrata en nuestros días, son los mismos de siempre haciendo lo que solamente saben hacer, vivir del trabajo ajeno e imponer su moral de cloaca infecta. Si permitimos que nos roben todo lo conseguido; la salud pública, la educación universal o una tranquila y digna vejez para nuestro mayores, la lucha de nuestros padres y abuelos habrá sido en vano, habremos dilapidado la única herencia que poseemos los desheredados, la de la lucha por la dignidad de toda la humanidad. Nunca debemos permitir el inmovilismo o la involución a manos de las sanguinjuelas herederas de la peor gentuza habida y por haber en nuestra tierra, si seguimos tolerando que gobiernen los más indecentes, amorales y canallas del país, sólo hay que sumar 2+2 para saber hacia que letrina caminamos, salud y libertad.

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