El escritor más leído por los franceses también es el que peor conocen. ¿Cómo habrían podido saber algo de su innegable relación con el «genio libertario» —según la expresión del propio Camus— si hasta sus biógrafos lo habían subestimado gravemente? La primera edición póstuma de sus obras completas sólo incluía una parte —ni siquiera recopilada como un todo— de sus artículos publicados en una infinidad de revistas libertarias de su tiempo. No obstante, estos textos laten al unísono con su sangre —española por parte de madre—, armonizan sus convicciones, su revuelta y, a veces, su desesperación.
Debemos la reparación a un libertario no violento alemán, con el pseudónimo de Lou Marin, como Lourmarin, el pueblo del macizo de Lubéron, cerca de Aix-en-Provence, donde Camus adquirió una casa con el dinero del Premio Nobel. Tras años de silencio buscando en las bibliotecas, este investigador regresó con un tesoro que, en septiembre de 2008, publicó una pequeña editorial de Marsella, Égrégores éditions, dirigida por Claire Auzias, con el acuerdo contractual de la hija de Camus, Catherine. Dos años después del fallecimiento de Camus, Francine, su esposa, había prolongado la fidelidad del autor a la causa libertaria ofreciendo páginas inéditas de su diario a la revista Témoins. Si hoy Indigène éditions se une a la empresa, es para dar más visibilidad a esta auténtica antología libertaria, cuyo editor sigue siendo Égrégores. A nosotros, Sylvie Crossman y yo mismo, los editores de ¡Indignaos!, nos ha parecido que debíamos hacerlo. Nos indignamos al ver pasar casi desapercibida esta publicación de Égrégores.
Nos indignamos al ver que este trabajo de descubridor del Camus libertario realizado por Lou Marin se había minimizado, tergiversado e incluso ignorado. A este deseo de reparar una injusticia tanto con respecto a Camus como a Lou Marin, se añade, por supuesto, nuestra voluntad de servir a este «espíritu libertario» al que Camus estuvo profundamente apegado durante toda su vida y del que escribía: «La sociedad del mañana no podrá prescindir de él». En la primavera de 1954, añadía que «un gobierno, por definición, carece de conciencia», relacionando el pensamiento libertario con la conciencia, no con el desorden; con el «gobierno de uno mismo», recuperando la expresión de Gandhi, tan respetado por Camus; con la exigencia de «reconstruir» que compartió con los libertarios no violentos de su tiempo, y que hoy comparte con nosotros.
Sí, estamos maduros para descubrir a este Camus libertario. Y para oír cómo resuenan sus últimas palabras, escritas en una carta dirigida a una revista de Buenos Aires. Justo antes del bandazo fatal, en enero de 1960, del coche de su gran amigo Michel Gallimard que los conducía a París, el escritor preferido de los franceses había escrito: «Dar, cuando se puede. Y no odiar, si se puede».
Jean-Pierre Barou
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