LAS IDEAS LIBERTARIAS EN LA INTERNACIONAL DESDE 1869 A 1872 . LA REPRESENTACIÓN DEL TRABAJO. ORÍGENES DE LA CONCEPCIÓN SINDICALISTA DE LA SOCIEDAD DEL PORVENIR. LA COMUNA DE PARÍS Y EL COMUNALISMO.
Entre septiembre de 1868 y septiembre de 1869 (Congreso de Basilea), las ideas anarquistas - colectivistas fueron interpretadas primeramente en España por el viaje de Fanelli a Madrid y a Barcelona, organizado por Bakunin y sus camaradas de la Fraternidad y de la nueva Alianza pública internacional. En ese país las asociaciones de trabajadores no ignoraban la existencia de la Internacional, pero después del año de insurrección política, 1866, las últimas luchas hasta la caída de la monarquía borbónica en septiembre de 1868, eran el problema agudo, y sólo después de esos acontecimientos las asociaciones vuelven a resurgir en pleno y están a punto de -convertirse en dominio de los republicanos federalistas. El secretario para España del Consejo general Paul Lafargue, no ha dejado ni rastro de su actividad, ni hasta entonces ni después. Fue Fanelli el que supo hallar, por intermediarios federalistas, los más avanzados de los trabajadores militantes, los Morago, Lorenzo, Rafael Farga Pellicer y otros, que conocían las ideas socialistas y proudhonianas, que estaban en el corazón mismo de lo que había en grupos de trabajadores avanzados, que eran conocidos de los trabajadores y que tenían la mejor voluntad de luchar por el conjunto de sus ideas, y no de ver reducidos a los trabajadores a ser dirigidos por los jefes del partido federal que, socialmente, eran antisocialistas, o a lo sumo reformistas moderados.
Esos homb!es de los núcleos de Madrid y de Barcelona fueron encantados de conocer el colectivismo antiautoritario y de compenetrarse del socialismo integral de Bakunin, que implicaba la liberación intelectual, política y social - ateísmo, anarquía y colectivismo -. Comprendieron también - y estuvo eso ya, sin duda, en sus hábitos de militantes -, el principio de la Alianza. Las disposiciones de los hombres, sus energías y talentos son diferentes; los unos se dan enteramente a una causa, los otros no hacen más que enrolarse y se desarrollan lentamente. De ahí la Internacional y la Alianza, cualesquiera que sean los nombres que se den a esas dos graduaciones del ritmo de adhesión y de acción socialista. Las relaciones entre los hombres de Madrid y Bakunin no se establecieron entonces; solo Morago se pone en relaciones poco seguidas con la sección de la Alianza de Ginebra, y Celso Gomis vuelve en 1870 de Ginebra a Madrid. Pero de Barcelona, Farga Pellicer y el doctor Sentiñón, visitan a Bakunin y son delegados al congreso de Basilea. Son entonces (agosto-septiembre de 1869), iniciados por Bakunin en el círculo íntimo, y con ellos Bakunin queda en relaciones seguidas; fueron aliados o hermanos internacionales, términos que expresan que entre ellos, Bakunin, y un pequeño número de camaradas semejantes, había confianza, solidaridad, consultas y convenios y a veces planes y acciones y una táctica comunes.
Las cartas y recuerdos para el año 1870 se han perdido, pero en su primera mitad hubo la convocatoria de un congreso constituyente de la Federación española, por los militantes de Madrid (14 de febrero), convocatoria que debió ser retirada ante un voto de los miembros de 153 secciones en 26 localidades, de los cuales 10,930 eligieron Barcelona, 3,730 Madrid, 964 Zaragoza, 448 Valencia, etc., como lugar del congreso que fue celebrado en junio de 1870 en Barcelona. Dos meses antes - unos meses antes del congreso de Barcelona, se lee en la Cuestión de la Alianza, Barcelona, otoño de 1872, declaración redactada por J. G. Viñas -, en abril de 1870 por tanto, en las semanas que precedieron a la votación, decidida en marzo y terminada a fines de mayo, se fundó la Alianza de la democracia socialista, que profesa el programa de 1868 (estructurado diversamente y un poco retocado) y adoptó Estatutos independientes. Esos documentos son publicados en Cuestión de la Alianza, donde se agregaba que la Alianza ni aun comité regional tenía, sino que todas las secciones se comunicaban y se consultaban entre si.
Por estas publicaciones de 1872, que hicieron necesaria la denuncia pública de esa sociedad secreta por los socialistas de Madrid, José Mesa, Pablo Iglesias y otros, bajo instigación de Paul Lafargue, uno de los yernos de Marx (primavera-verano de 1872), se podía ver desde el otoño de 1872 que la preparación del congreso de junio de 1870, esa votación sobre todo, que fue una descaIificación del papel asumido por los militantes de Madrid, había probablemente inspirado o determinado la fundación de la Alianza, una cuestión puramente española por tanto, que los militantes de Barcelona, Farga Pellicer, Viñas, Sentiñon, etc., habrán decidido en ese sentido, con o sin el consejo o el conocimiento siquiera de Bakunin; esto es imposible decirlo; pero lo que importa es que ese método fue realmente aplicado, reconocido práctico y que ayudó a la Internacional a difundirse, a permanecer unida y a hacer frente a las peores persecuciones.
En Suiza, en 1869, la sección de la Alianza de la democracia socialista, en la que Bakunin tomó activa participación, los periódicos Egalité (Ginebra), y Progres (Locle; redactado por James Guillaume), y una parte de las secciones en el Jura, propagan el colectivismo anarquista; después del congreso de Basilea y de la marcha de Bakunin (para Locarno), los socialistas políticos se imponen en Ginebra y llevan la escisión a toda la Federación románica (en las pascuas 1870), lo que llevó más tarde a la adopción del nombre de Federación jurasiana para las secciones anti-autoritarias, organización que persiste hasta algunos años después de 1880.
En Italia, Bakunin y sus camaradas quisieran introducir la Alianza pública y secreta a partir de los últimos meses de 1868, pero no resultó de todos los esfuerzos más que la fundación de la sección de Nápoles de la Internacional, en enero de 1869, que reunió muchos trabajadores, pero a la cual los militantes de los años desde 1865 dieron poca atención y no fue capaz de difundir las ideas ni la organización a través del país. Antes de 1871 no tuvo lugar en Italia un verdadero despertar internacional.
Las actividades rusas de Bakunin se ven, respecto de las ideas (teoría y táctica revolucionaria), en sus escritos en Narodnoe Dielo (La causa del pueblo), septiembre de 1868, los folletos y manifiestos del período de Netchaef, primavera de 1869 al verano de 1870, y el programa de una revista, en ese verano, después de la ruptura con Netchaef. No se pueden discutir esos escritos y cuestiones personales sin entrar en muchos detalles. Es aparte de Netchaef, en 1870 y sobre todo en 1872, cuando Bakunin encontró jóvenes rusos que se preocupaban de las ideas y de la acción libertarias; Netchaef era jacobino y blanquista y quería hacer de Bakunin ante todo su instrumento.
En Francia, en 1869, el colectivismo tomó la primacía sobre el proudhonismo entre los militantes más destacados, sobre todo en Eugen Varlin. Pero la caída del imperio, que parecía inminente, puso en primer plano la acción práctica y la reunión de fuerzas, y los sindicatos se llenaron de miembros. Varlin hacía frente en todas las direcciones, salvaguardando a la vez la independencia de la Internacional y de los Sindicatos (Cámara federal de las sociedades obreras), e impidiendo su aislamiento, tratando también de unir a París y a las grandes ciudades de provincia. De ahí la gran reunión del 13 de marzo de 1870, en Lyon, en ocasión de la cual Bakunin escribió en una carta para los íntimos de Francla: ... Los obreros, ¿querrán una vez más jugar el papel de víctimas (en ocasión de la caída del Imperio)? Abstenerse de toda participación en el radicalismo burgués y organizar al margen de él las fuerzas del proletariado. La base de esa organización está dada: son los talleres y las federaciones de talleres, la creación de las cajas de resistencia, instrumentos de lucha contra la burguesía, y su federación, no solo nacional, sino internacional, la creación de cámaras del trabajo como en Bélgica.
Y cuando la hora de la revolución haya sonado, proclamaréis la liquidación del Estado y de la sociedad burguesa, la anarquía jurídica y política y la nueva organización económica de abajo arriba y de la circunferencia a los centros. Y para salvar la revolución, para conducirla a buen fin, al medio de esa anarquía, la acción de una dictadura colectiva de todos los revolucionarios, no revestida de un poder oficial cualquiera y tanto más eficaz, la acción natural, libre de todos los socialistas enérgicos y sinceros, diseminados en la superficie del país, de todos los países, pero unidos fuertemente por un pensamiento y por una voluntad comunes...
Bakunin no tuvo ninguna influencia sobre los militantes de París; incluso Varlin apenas estaba en relaciones con James Guillaume y un poco más con los belgas, y los hombres en Lyon y en Marsella que se habían ligado con Bakunin, le dieron una desilusión completa.
Ante el pueblo, en todos los países, la obra ideológica de la Internacional contaba sin duda poco, y los progresos en miembros dependían para esa asociación sobre todo de su prestigio del momento. Porque llenaba ala vez el papel de partido socialista, de sindicato para la lucha cotidiana y de gran fuerza revolucionaria potencial, y de ahí, para algunos, también de fuerza reconstructiva, hasta ver en ella ya una parte misma de la sociedad del porvenir.
El pueblo no iba tan lejos. Fue contento y deslumbrado cuando vio - estamos en 1867- 70 - los primeros testimonios de solidaridad de país a país, huelgas tenaces sostenidas por algunas sumas llegadas de otros países, los hijos de los huelguistas cobijados en otras partes, obreros extranjeros importados en ocasión de huelgas a quienes se les persuadía a volver a su lugar por los internacionalistas, etcétera. Hubo grandes masacres en Francia y en Bélgica y la entrada en masa de los trabajadores locales en la Internacional. Pero hubo también situaciones en que los trabajadores provocados por el Capital y los que protejen al Capital, habrían querido rebelarse y la Internacional les aconsejó esperar. Hubo huelgas sin desenlace posible y algunas veces demasiado numerosas, que la Internacional no podía ni sostener financieramente ni llevar a buen fin; entonces perdió en prestigio y en miembros. Las secciones eran sindicatos débiles en miembros o temporalmente numerosos (secciones varias), ambientes muy diversos, por tanto, activos o lánguidos, lo que dependía de la calidad de los militantes, del esfuerzo de los centros de propaganda, de la situación y de las cuestiones agitadas. Las secciones no fueron numerosas más que en España y allí también, en 1872, en 1873, en Cataluña y en Andalucía solamente, en el resto raleadas y pequeñas. Además en Ginebra y mucho menos en Bélgica y en el Jura suizo, también en París, si se cuentan las Cámaras de trabajo de los oficios.
Las esperanzas iniciales de agrupar el mundo obrero por millones contra el Capital, no se habían realizado. La elaboración en común de las ideas sociales alcanzó límites en el congreso de 1869; desde ese momento la ruptura teórica trajo también la ruptura personal de las corrientes autoritaria y libertaria (1869-72). La diferenciación no había sido prevista como consecuencia inevitable del progreso de las ideas. Agrupar conjuntos homogéneos no valía la pena; establecer la convivencia de los diferenciados, tal habría sido el problema de hoy, sesenta años más tarde, tenemos aún entre nosotros.
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