“Hay horteras y burócratas que pasan toda su vida aguantando injusticias y hay rebeldes tan susceptibles que reaccionan ante el más leve abuso de poder: están aquellos que pasan sus vidas marcando el paso y vistiendo uniformes y están los otros que no aceptan imposiciones si no están basadas en la lógica, que no es siempre compatible con la naturaleza humana”.
Osvaldo Bayer
Rafael Uzcátegui https://rafaeluzcategui.wordpress.com/ |
Situación de los trabajadores y trabajadoras venezolan@s
Si se escuchan las declaraciones por parte de los altos funcionarios del gobierno bolivariano, se puede estar de acuerdo en sus fundamentos:
“La clase obrera debe promover las organizaciones sindicales bolivarianas, no sólo para procurar mejores reivindicaciones económicas sino también para dar impulso a la lucha política para la construcción del socialismo”.
Estas palabras, del 30 de abril de 2009, son de la Ministra del Trabajo María Cristina Iglesias. Más adelante, la funcionaria difundió una cifra que demostraría el impulso estatal a los gremios de los de abajo:
“En el año 1998 habían inscritos apenas 1.300 sindicatos y hoy en el ministerio del trabajo han ingresado casi 6 mil organizaciones”, un sorprendente aumento, en una década, del 460%284.
No obstante, la promoción de las organizaciones sindicales, por parte del gobierno de Hugo Chávez, ha continuado el propio patrón político venezolano del pasado: la creación de centrales sindicales desde arriba y por decreto. En el año 1947, tras participar en un golpe de Estado que lo condujo al poder, el partido AD impulsa la convocatoria a un Congreso Sindical Nacional que, con la participación de quince federaciones regionales y siete profesionales, funda la Confederación de Trabajadores de Venezuela(CTV), en cuyo Comité Ejecutivo solo figuraban militantes de AD. En 1948, tras un nuevo golpe de Estado que derroca a Rómulo Gallegos del poder, la CTV fue ilegalizada. Es con la vuelta a la democracia, en el año 1958, que la CTV vuelve a funcionar, de nuevo en un gobierno presidido por un representante de AD, Rómulo Betancourt, siendo su Comité Ejecutivo controlado por los dos partidos que habían pactado su alternancia en el poder: el propio AD y el Partido Socialcristiano COPEI. Durante las siguientes cuatro décadas, la CTV fue la principal central sindical del país, monopolizando la representatividad laboral teniendo claras relaciones de subordinación con los gobiernos de turno.
El intento por controlar desde arriba el movimiento de los trabajadores comenzó tan pronto Hugo Chávez fue elegido presidente de Venezuela. Rápidamente en 1999 inició su enfrentamiento con la CTV. Sin embargo, a pesar de sus cuestionamientos acerca de las irregularidades y vicios de esta organización, a falta de un movimiento laboral propio, el gobierno participa en sus primeras elecciones
de primer grado, pautadas para octubre de 1999 las cuales, después de varias postergaciones ordenadas por el Consejo Nacional Electoral (CNE), se realizan dos años después.
Aristóbulo Isturiz fue candidato por el Frente Bolivariano de Trabajadores (FBT), realizando una campaña electoral que ejemplifica buena parte de la racionalidad política desarrollada a partir de 1999:
La campaña de Isturiz la asumió el gobierno en toda su extensión, ligan la propaganda a la popularidad del Presidente; la utilización de recursos del Estado en la campaña quedó evidenciada en la concentración realizada en el Poliedro de Caracas –espacio para eventos masivos de la capital–, con gente transportada de toda Venezuela en miles de autobuses, con músicos y conjuntos de fama que se transformó en una celebración anticipada de la supuesta victoria. Sin embargo, el candidato bolivariano fue vencido, resultando ganador Carlos Ortega, candidato del Frente Unitario de Trabajadores, controlado por AD.
Ante la derrota, el gobierno decreta la organización de una nueva central sindical, la Unión Nacional de Trabajadores (UNT), la cual realiza su congreso fundacional el 5 de abril del año 2004. Sin embargo, su trabajo se enfocó en jerarquizar la defensa del gobierno sobre las reivindicaciones de los trabajadores. Ya para el año 2006 la opinión de los anarquistas lo evidenciaba:
“Lo que se conoce de la UNT ha sido, principalmente, su vasallaje ante el oficialismo, en términos que superan lo que la CTV ofrecía a los gobiernos adeptos. Sus eventos de calle son meras manifestaciones de adhesión a Chávez y su gestión (…) su acción concreta en la contratación colectiva o en otras reivindicaciones laborales suele regirse por un afán conciliador (…) Excepto para dar aprobación sin críticas luego del respectivo decreto, la Unión no ha tenido nada que ver con las medidas de fijación de un salario mínimo y de inamovilidad sindical que ha decidido el Ejecutivo; salvo algunas generalidades tampoco se sabe mayor cosa de lo que los unetistas dicen en problemas laborales tan inmediatos como: el congelamiento de la legislación pendiente en Seguridad Social y el retraso en instrumentar lo ya aprobado, la sobre-explotación que sufren mujeres y trabajadores menores de edad, la imprescindible reforma de la Ley Orgánica del Trabajo, o el tema de la inflación y la pérdida de poder adquisitivo del salario”.
Se pudiera objetar que la opinión de los anarquistas no podría ser otra, siendo refractarios a cualquier institución organizada desde el Estado. Sin embargo, revisando la opinión de una corriente de izquierda, Opción Obrera, que participó en la creación de la UNT, al realizar, cuatro años después, un examen de su trayectoria:
“La UNT nació bajo acuerdos por arriba, y se montó un show para las bases; en la dirección convergieron pocos dirigentes auténticos con trayectoria sindical. Catorce coordinadores nacionales, provenientes de las diversas corrientes fundadoras, expresaron el acuerdo. A partir de su fundación, se fijó un año para hacer un congreso y unas elecciones por la base. Luego al cabo de tres años se celebra una plenaria en Mayo y un congreso en Septiembre en un ambiente de zancadillas y agresiones que no permite la aprobación de los estatutos en discusión, esto obedeció a que los dirigentes desde la fundación no tenían todavía una representatividad que los legitimase, su fortaleza se medía por su postración ante el gobierno. Hasta hoy la crisis interna en la UNT persiste y empeora, a nivel nacional diversas corrientes se disputan las posiciones de poder (…) La UNT nació con el amparo gubernamental, quién la aupó. Las prebendas criticadas al sindicalismo cetevista de otrora, ahora se practican otorgándoselas a líderes de la UNT incondicionales del gobierno”.
Paradójicamente, ante la limitada aceptación de la nueva central entre la masa obrera, y la resistencia de algunos sectores de la misma a su cooptación, desde el poder bolivariano se promocionan desde el año 2007 nuevas organizaciones para que a su vez desplacen a la UNT, como es el caso del Frente Socialista Bolivariano de los Trabajadores (FSBT).
Sindicatos paralelos, partido único
Un segundo mecanismo para intentar controlar el movimiento sindical, justificado con el argumento de debilitar la burocracia de la CTV, fue la promoción del llamado paralelismo sindical desde la casa de gobierno, creando artificialmente y desde afuera organizaciones sindicales en las principales empresas del país. De esta manera el chavismo podía publicitar que con una alta cifra de sindicatos registrados, el proceso bolivariano había promovido como nadie la organización de los trabajadores. Sin embargo, este aumento de los gremios no significó su mayor incidencia en las políticas laborales. Un indicador lo constituye la paralización de la discusión de los contratos colectivos en las empresas públicas, contabilizándose a finales del 2007 la cifra de 243 contratos caducos, parados y sin firma. Las decisiones en materia de salarios, condiciones laborales y leyes que norman el mundo del trabajo son tomadas unilateralmente por las instituciones del Estado, tras lo cual son ratificadas por los voceros de la UNT. El paralelismo sindical, a su vez, ha aumentado la fragmentación y división de las iniciativas de los trabajadores y trabajadoras del país. Citemos de nuevo a Opción Obrera:
“Inclusive se utilizó como comodín el paralelismo sindical en un principio contra la vieja burocracia cetevista y ahora para mayor fragmentación, sigue ocurriendo en el ámbito de los sindicatos de orientación oficialista, que ahora responden a diversas corrientes internas. Unas con el beneplácito de las autoridades de la administración del trabajo y otras marginadas. El sindicalismo por esta vía se ha fracturado aún más, también debido a la proliferación de sindicatos de empresa en detrimento de las federaciones”.
Un tercer elemento lo constituye la creación del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), un cuerpo partidista que en palabras del primer mandatario debería absorber a todas las iniciativas orgánicas que apoyan el proceso bolivariano, incluyendo a las organizaciones sindicales. Pocos fueron los que defendieron la independencia de los órganos de los trabajadores, pero el disenso a la línea oficial no fue tolerado. En marzo del 2007 Chávez afirmaba en un discurso:
“Los sindicatos no deben ser autónomos (…) hay que terminar con eso”.
Lo cual fue reafirmado por declaraciones sucesivas en la misma línea, llegando al cénit, en marzo del 2009, cuando tras ridiculizar las reivindicaciones de las empresas básicas de Guayana –el cinturón industrial más grande del país– amenazó con utilizar los cuerpos policiales para reprimir cualquier intento de realizar movilizaciones o huelgas en las mismas:
“Algunos sindicaleros andan por ahí soliviantando a los trabajadores; yo voy a empezar a nombrarlos con nombre y apellido, yo me voy a meter en esa batalla con el cuerpo y el alma”.
Para el sindicalista revolucionario venezolano Orlando Chirino eso resultó insoportable, declarando en su momento que aquello “constituía una declaración de guerra contra la clase trabajadora”.
Si todos los argumentos anteriores no son suficientes para sugerir que el proceso bolivariano ha agudizado la perversión del movimiento sindical venezolano: atomizado, disperso, desarticulado, disminuido en fuerzas, es decir en su peor crisis política, la pugna vigente entre los sindicatos, con una alta cifra de muertes, por el control de los puestos de trabajo habla por sí sola.
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