Septiembre de 1936. Los últimos pueblos republicanos situados junto a Portugal son conquistados por las tropas del general Franco. Al igual que en Badajoz y otras poblaciones, la represión que desatan es brutal. El apoyo del dictador portugués Salazar a los golpistas no hace aconsejable huir hacia Portugal, pero para muchos es su única salida.
De esta manera, cientos de personas deciden cruzar la frontera perseguidos de cerca por los sublevados. El procedimiento habitual de las autoridades portuguesas es entregarlos a sus aliados franquistas, que proceden a fusilarlos sin tardanza. Sin embargo, gracias a la humanitaria intervención del teniente portugués António Augusto de Seixas, se crean dos campos de refugiados junto a la localidad de Barrancos para alojar y proteger a este grupo de españoles.
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