Un silencio inquietante. Paul Davies [epub]




Los humanos somos una especie social y curiosa y, entre las muchas preguntas que nos hemos formulado, hay una que destaca tanto por su dificultad como por las profundas implicaciones asociadas a ella: la pregunta de si en algún lugar del Universo habrá surgido vida y, más aún, vida inteligente (entendiendo por inteligencia un tipo de habilidad que implica, entre otras características, el interés y la capacidad de plantearse la posibilidad de comunicarse con otros seres inteligentes que puedan existir en el Universo).


A cómo nos hemos planteado indagar en este tema, las dificultades que plantea y lo que se ha logrado hasta el momento, ha dedicado el notable físico y distinguido divulgador científico Paul Davies "Un silencio inquietante". Lo ha hecho en un momento oportuno, cuando se cumple medio siglo del establecimiento de un programa que se ocupa de buscar esa vida en el cosmos, el programa denominado SETI (Search for ExtraTerrestrial Intelligence).


Combinando un muy amplio conjunto de temas (que incluyen, entre otros, cómo comenzó la vida en la Tierra y si mecanismos similares han podido darse en otros planetas, qué procedimientos técnicos se pueden emplear para intentar comunicarse con otros seres inteligentes, si la ciencia es un producto inevitable de la vida inteligente, qué es y cuáles sus posibilidades y la inteligencia artificial) y armado con lo mejor del conocimiento que nos aporta la ciencia, Davies concluye, como científico, que probablemente seamos los únicos seres inteligentes de todo el universo (una conclusión que habría soliviantado a Carl Sagan), aunque como ser humano sentimental y emocional, quiere creer en un universo en el que abunda la vida inteligente. Una ambivalencia de sentimientos que probablemente nunca se disolverá, salvo, claro está, que alguna vez encontremos vida inteligente en otro lugar del Universo.




«Si una civilización extraterrestre nos enviase un mensaje personalizado, quién sabe qué pasaría. Desde el primer momento habría que tomar algunas decisiones difíciles que el grupo de trabajo de postdetección ya ha ponderado. La primera decisión sería a quién decírselo y cómo. En este escenario, casi con certeza el protocolo publicado se rompería. Personalmente, pienso que las implicaciones simplemente de recibir un mensaje así serían tan sorprendentes y tan perturbadoras que, aunque sería esencial divulgar tarde o temprano la noticia, debería intentarse por todos los medios retrasar el anuncio hasta que se haya realizado una evaluación exhaustiva del contenido, y se hayan valorado cuidadosamente todas las consecuencias de hacer pública la información a la luz de las recomendaciones del grupo de trabajo. 


Idealmente, la información sobre las coordenadas astronómicas del transmisor deberían restringirse a los astrónomos involucrados, por razones que comentaré enseguida. Sin embargo, como ya hemos visto, mantener en secreto un descubrimiento como éste toparía con grandes obstáculos. Incluso los gobiernos, que hasta ahora han mostrado muy poco interés en el SETI, acabarían enterándose y sin duda intentarían ponerse al mando. En mi opinión, sin embargo, cuanto menor sea la implicación del gobierno durante el estadio de evaluación, mejor. Cualquier intento de controlar en lugar de facilitar la evaluación científica sería, con toda probabilidad, contraproducente.»




«El modo en que se desarrollen los acontecimientos dependerá del contenido del mensaje. En primer lugar está la cuestión de la descodificación. Cabe suponer que ET no habla inglés ni ningún otro lenguaje humano, a no ser que esa inteligencia extraterrestre haya estado escuchando nuestras emisiones. Por acuerdo tácito, las matemáticas, que son culturalmente neutrales y forman la base de las leyes universales de la naturaleza, serían la lingua franca del discurso interestelar. En Contacto, de Sagan, el mensaje aparece en forma de imágenes en las que se utilizan números primos para estructurar la matriz de píxeles. Conviene recordar que ésta sería una comunicación en un solo sentido procedente de una genuina especie alienígena, no un diálogo en tiempo real con sonrisas, ceños fruncidos, dedos que apuntan ni otros gestos que los humanos utilizamos para transmitir lo que queremos decir aunque sea a unos extraños. Pero los extraterrestres pueden compartir con nosotros mucho más que matemáticas. 


También está la cosmografía. Vivimos en el mismo universo y posiblemente en el mismo rincón del bosque, así que no tendríamos problemas para entender unos símbolos que denoten las estrellas y otros objetos astronómicos. Por extensión, las ideas sobre la ciencia básica que compartimos podrían comunicarse por medio de imágenes correlacionadas con símbolos. Poco a poco, podríamos ir construyendo ideas cada vez más abstractas y comenzar a aprender su lenguaje. Como es obvio, todo esto se basa en grandes suposiciones sobre la arquitectura mental de una mente alienígena. La misma noción de lenguaje y su representación simbólica ha surgido del estudio de los seres humanos. ¿Quién puede decir si los alienígenas pensarían o intentarían comunicarse del mismo modo?»




«Para acabar con la batalla de probabilidades, hay un último aspecto que debemos considerar. Si el inquietante silencio se toma como prueba prima facie de que estamos solos (en el sentido de que somos los únicos seres inteligentes del universo), podría ser que los pasos que conducen a la vida inteligente sean tan improbables que sólo se hayan producido una vez. Pero hay una segunda explicación posible para el silencio que ya he mencionado en el capítulo anterior. Tal vez la vida inteligente y las civilizaciones tecnológicas adolezcan de una inestabilidad inherente que hace que no sobrevivan el tiempo suficiente para establecer contacto unas con otras. Si ésa fuera la explicación correcta, sería un mal augurio para la humanidad, pues implicaría que si la Tierra es típica, podemos esperar acabar del mismo modo que los alienígenas, siguiendo a nuestros primos cósmicos al desierto del olvido bastante pronto o, al menos, antes de que podamos conquistar la galaxia. Desde luego no es difícil imaginar eventos potencialmente calamitosos que podrían aniquilarnos: guerra nuclear, pandemias mortíferas, impactos de cometas, desintegración social y económica…»




«El último factor de la ecuación de Drake representa la duración media de una civilización con capacidad de comunicación. Para apreciar la significación de esto, imaginemos una ciudad en la que cada casa enciende y apaga sus luces durante diez segundos, una sola vez, en un momento de la noche elegido al azar para cada vivienda. Preguntémonos ahora cuál es la probabilidad de que dos de las casas de la ciudad estén encendidas al mismo tiempo. Si sólo hay unos pocos centenares de casas en la ciudad, es probable que ningún par de casas tengan las luces encendidas al mismo tiempo. Si las luces se dejasen encendidas durante un minuto en lugar de diez segundos, o si hubiera 10.000 casas en la ciudad en lugar de un centenar, las probabilidades de una iluminación simultánea serían mayores. 


Ahora pensemos del mismo modo en civilizaciones con capacidad de comunicación. Aparecen y desaparecen, se «encienden» para luego apagarse. En la actualidad, la civilización humana está «encendida». Lo que queremos saber es si alguien más en la galaxia está en este mismo momento en su fase de radiocomunicación. 


En las búsquedas por radio del SETI, no sirve de nada saber que en la Vía Láctea han existido miles de civilizaciones con capacidad de comunicación, que han desaparecido hace mucho tiempo, y con ellos sus transmisiones, o que otras miles aparecerán en un futuro lejano cuando quizá la humanidad haya desaparecido. El objetivo del SETI tradicional es adquirir compañía cósmica en esta época. La probabilidad de que eso ocurra depende del término L de la ecuación de Drake, la longitud del período de tiempo durante el cual una civilización extraterrestre emite señales de radio. Cuanto mayor sea el valor de L, mayor será la probabilidad de que otra civilización esté emitiendo en estos momentos.»





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