La Grazalema del S. XIX en la que nació José Sánchez Rosa, maestro y anarquista andaluz


Sierra de Grazalema vista desde los campos de Jerez de la Frontera


Texto copiado del libro "La tiza, la tinta y la palabra. José Sánchez Rosa, maestro y anarquista andaluz (1864-1936)" de José Luis Molina. Descargar desde aquí


Pueblo blanco donde los haya

Busto de Sánchez Rosa en Grazalema
Durante la primera mitad de la década de los ochenta del siglo XIX, el naciente asociacionismo obrero de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) arraigó en la sierra gaditana. Antes había sido el federalismo, que mantuvo una actitud ambivalente ante las reivindicaciones campesinas, el que estuvo presente en estos montes. Veremos más adelante cuáles pueden ser las razones que explican este hecho y qué relación puede tener que la comarca serrana fuera la única de la provincia en donde, en opinión de Antonio Cabralm, existió la llamada cuestión señorial. En cualquier caso, fue en Grazalema, cabeza del partido judicial, donde nació en la década de los sesenta del siglo XIX José Sánchez Rosa quien, con el tiempo, llegó a ser uno de los más conocidos anarquistas andaluces.

En recuerdo de Sánchez Rosa. Plaza de la Asamblea, Grazalema.


Grazalema, cuya población hoy no llega a los tres mil habitantes, tenía por esas fechas unos ocho mil y como una de sus principales características su aislamiento. Tanto el geográfico, situada a más de 912 metros sobre el nivel del mar, al pie del picacho de la Cruz de San Cristóbal, en la sierra del Pinar, como el que le deparaba la práctica inexistencia de vías de comunicación. Es una de las cuatro villas históricas pertenecientes a la casa ducal de Arcos. Con Benaocaz, Villaluenga y Ubrique, formó una mancomunidad desde el siglo XVI. Por lo que los 123,39 kilómetros cuadrados de su término, que Domingo Sánchez del Arco Chezo le adjudicaba, puede considerarse una cifra meramente indicativa. 


Las propias ordenanzas locales recogían la indeterminación de su extensión. Su artículo segundo decía textualmente: "El término municipal limita al norte con los de Zahara y El Gastor (Cádiz); al Oriente con los de Ronda y Montejaque (Málaga), confundiéndose por el Sur con los de Villaluenga, Benaocaz y Ubrique que son mancomunados ymal Poniente con el de El Bosque (Cádiz)". Algunos de estos municipios limítrofes tuvieron, también, una fuerte raigambre internacionalista. Son los casos de Ronda o Montejaque. 


Columna romana utilizada como escalón en Grazalema


Se dice que el asentamiento humano en la zona es antiguo. A Grazalema se la identifica con las ciudades de Iripo, que llegó a emitir moneda, y la romana Lacibula. Durante la etapa musulmana se la conoció como Medina Aben Zalama, el nombre de la familia que la refundó. En tiempos del reinado de Femando de Antequera, en el transcurso de una incursión castellana contra el reino de Granada, Zahara fue sitiada y ocupada. En octubre de 1407 ocurrió lo mismo con Grazalema, cuyos habitantes se refugiaron en los montes. La ocupación definitiva tuvo lugar a finales de siglo por Rodrigo Ponce de León, conde de Arcos, a quien los Reyes Católicos se la entregaron en vasallaje. 


Calzada romana
Durante el siglo XVI, a causa de la revuelta de las Alpujarras, la mayoría de los habitantes de Grazalema fueron expulsados a África y sustituidos por colonos a los que se les repartió tierras. Los caballeros recibieron una casa, una caballería de tierra de labor, una aranzada de viña y una parte proporcional de arbolado. Quienes no lo eran, los considerados peones, recibieron la mitad. Fueron un total de 74 los que se establecieron en Grazalema, de los que 13 eran caballeros. Las cuatro villas recibieron un total de 285 vecinos y fueron consideradas un sólo término. En la centuria de los setecientos, las villas compraron a la corona la capacidad de nombramiento de los oficios jurisdiccionales que tenía reservados en los señoríos. El ducado de Arcos se opuso y pleiteó. Ganó el recurso y, entonces, fueron las villas las que buscaron un acuerdo con la casa ducal para no perder ni los derechos obtenidos, ni el dinero invertido.

Uno de los puentes romanos que jalonaban la vía romana de Lacilbula a su paso por la rivera del Gaidovar


El término de Grazalema es rico en carbón mineral y contiene minerales de hierro. Por ello durante el siglo XIX se presentaron numerosas denuncias de explotación. Aunque tampoco faltan importantes cursos de agua. Los ríos Guadalete y Majaceite, que nacen en el puerto del Boyar, reciben a su paso por el término municipal diversos acopios. Además, otros cursos cruzan Grazalema. El más importante es el Guadares. También tiene una serie de manantiales entre los que destaca el llamado "El Nacimiento", situado a unos cuatro kilómetros del pueblo, de abundante y excelente agua, o los de Benamahoma, Cachones y Descansaderos, que proporcionaban, en esas fechas, energía a diversos molinos de harinas y fábricas de tejidos de lana.


Como se ha dicho, a la intrincada orografia de Grazalema hay que añadirle la práctica inexistencia de vías de comunicación dignas de tal nombre. Sólo se podía llegar o salir a través de unas peligrosas veredas de tierra a las que por los continuos accidentes, los vecinos las veían más propicias para que "saltara la sangre antes que el polvo". A finales del siglo XIX se hablaba de construir una carretera que uniera a la población con Ronda, a través de la que naciente en Jerez terminaba en la citada población malagueña. Aislamiento que había originado un paulatino descenso de habitantes. A finales del siglo XIX eran 6.763 sus habitantes de derecho. Cifra que representaba una pérdida de más de dos mil habitantes, casi un veinticinco por ciento, de los 9.046 con los que contaba en 1877. En la década los sesenta, cuando nació Sánchez Rosa, su población era de 7.549 habitantes. Su situación podía compararse a la del enorme quejigo, sito en lo más alto de la sierra del Pinar, que el geólogo gaditano José Macpherson describió como un árbol que, a pesar de tener perdidas muchas de sus principales ramas, mostraba aún mucho de lo que debía haber sido en épocas de mayor lozanía.



En efecto, la decadencia tenía su máxima expresión en el presupuesto municipal. Deficitario y con apenas otros ingresos que los que le proporcionaban unos impuestos escasos, los recargos sobre las contribuciones territorial e industrial y los consumos, los beneficios de montes y algunos censos. Incluso, en este último caso, el municipio dejaba de cobrar algunas cantidades por el desorden administrativo en el que se encontraba. En el capítulo de montes, la sub-explotación de su dehesa Boyal, formada por los montes de Campo de las Encinas y Los Laureles, daba mínimos ingresos por el aprovechamiento de pastos o de la bellota. Sin embargo, Grazalema no dejaba de ser una localidad de cierta prestancia con más de 1.500 viviendas, casi medio centenar de edificios industriales y una docena de públicos. De ellos, un centenar con tres o más pisos. Caserío distribuido en 46 calles y dos plazas, las de la Constitución y la "Pequeña". En la primera, atravesada por un paseo de arriates y árboles, estaba el Ayuntamiento, un edificio de dos plantas. La alta albergaba las dependencias municipales y la baja estaba dedicada a cárcel del Partido. Prisión en un lamentable estado de conservación e higiene que le convertía más en un "almacén" que otra cosa. Ruina que afectaba también al matadero, situado en la calle de la Laguna. En mejor estado se encontraba la pescadería, sita en la calle del Hospital, muy cerca del Ayuntamiento.




Grazalema era, además, cabeza de zona recaudatoria y de Partido Judicial. Por tanto, sede de una agencia ejecutiva y de un juzgado de instrucción criminal y de primera instancia. Su jurisdicción se extendía a las localidades de Villaluenga, Ubrique, El Bosque y Benaocaz. Mientras que el juzgado criminal dependía de la Audiencia de Cádiz, el civil lo era de la de Sevilla. Por este motivo, en ella residían dos escribanos encargados de las actuaciones judiciales, además de un notario, y era sede del Registro de la Propiedad. Desde el punto de vista gubernativo y administrativo dependía del Gobierno Civil y la Diputación de Cádiz. Diversa adscripción que no hacía sino reflejar la peculiar situación geográfica de la localidad. No extraña, por tanto, que en lo eclesial perteneciera al Obispado de Málaga. 


Ermita del Calvario, incendiada durante la II República
En esas fechas contaba Grazalema con cuatro iglesias: la parroquial de Nuestra Señora de la Encamación y las de la Aurora, San José, antiguo hospicio carmelita, y San Juan, viejo hospital de la Vera-Cruz. Además, a las afueras estaban enclavadas las ennitas de El Calvario y Los Ángeles. La parroquia estaba servida por un cura y dos tenientes, uno de ellos residente en el barrio de Benamahoma. Además existía la cofradía del Santísimo Sacramento, beneficiada, por una donación del sacerdote Juan Rodríguez Carrero, de unas rentas en dinero, una haza de 18 fanegas y una casa en la plaza de la Constitución. El mismo que, a comienzos del siglo XVIII, creó un patronato, formado por el Ayuntamiento y la cofradía del Santísimo Sacramento, encargado de gestionar otros cuantiosos bienes de su propiedad distribuidos por Grazalema y Montejaque. Con sus beneficios se tenía que atender, en pan y ropa, a los pobres de Grazalema, Benaocaz, Villaluenga y Ubrique, así como dotar a jóvenes de las cuatro villas. Sánchez del Arco indica que, a fines del siglo XIX, el patronato no cumplía ninguna de estas obligaciones. Obra pía también, pero de origen civil, era otro patrocinio fundado en el siglo XVII, por Domingo García, que regía el consistorio.


Benamahoma


El término municipal de Grazalema estaba jaspeado por una serie de caseríos  habitados de continuo. Entre ellos destacaban los de "Los Ángeles", en el nacimiento del río Guadalete, y los de "Beguina", "Cañada Grande", "La Hermanilla" o "Las Laderas''. Mayor aglomeración -34 edificios y 200 habitantes- tenía el caserío de Gaidóvar, distante cuatro kilómetros de la población, donde, en junio de 1872, tuvo lugar un choque entre tropas gubernamentales y una partida republicana. Aunque el núcleo más importante era el de la aldea de Benamahoma, situada a unos doce kilómetros, lugar que se pensaba, por sus condiciones climáticas, ideal para convertirlo en una estación veraniega. Mientras eso llegaba, era un barrio de Grazalema que habitaban algo más de mil personas que vivían del monte y. sobre todo, de las huertas que regaban los nacimientos de agua que originan el río Majaceite. Estaba provisto de iglesia, San Antonio, escuela pública, alcalde pedáneo y ciertas tierras propias.


Primer autobús que hacía la ruta entre Jerez, Ubrique, y Grazalema desde 1.925


Como es fácil de imaginar, la mayor parte del término municipal de Grazalema estaba constituido por montes y dehesas, más del 75 por ciento, que modelaba una masa forestal de unos seiscientos mil árboles cuyos aprovechamientos fundamentales eran los del corcho, el carbón y la bellota. El veinticinco restante, en su mayor parte, estaba ocupado por cultivos de secano, como cereales y semillas, y algunas hectáreas de viñas, olivos y frutales. Apenas un 1,5 por ciento era de regadío dedicado al cultivo de hortalizas y frutales. A la montonera acudían varios miles de cerdos que, junto al ganado cabrío, formaban la mayor parte de una cabaña que también contaba con un importante número de ganado vacuno y caballar, de labor y granja. El aprovechamiento del monte se completaba con la existencia de una pequeña industria apicultora.

El Pinsapar, la mayor joya botánica de Andalucía


A fines del siglo XIX en Grazalema existía una industria de cierta importancia ligada al mundo textil. Funcionaban cinco fábricas y dos lavaderos en los que se elaboraban 165.000 kilos de paño, el resultante de tratar casi medio millón de kilos de lana, provenientes de toda la provincia gaditana, en especial de Espera y Villaluenga, y de las de Málaga y Sevilla. Además, funcionaban ocho batanes,  dos tintorerías, un taller de curtidos y medio centenar de pequeños telares dedicados a la manufactura de paños y jergas. También trabajaban dos fundiciones de cobre, dotadas de martinetes y laminadores, que laboraban unas 150.000 arrobas de material procedente de Sevilla, dos fábricas de aguardiente y otra de preparación de corcho. Finalmente destacaban las veintena de molinos dedicados a la panadería y a la extracción de aceites.

Fábrica de paños de Grazalema


Una selección de la producción industrial grazalemeña fue expuesta en la muestra provincial que tuvo lugar en Cádiz en el marco de la Exposición Marítima Internacional de 1887. Fueron treinta piezas representativas que abarcaban desde piezas de paños, mantas, bayeta y jergas de diversos tipos, de las fábricas de la Señora Viuda de Pomar e Hijos o Castro Hermanos, hasta vinos de las viñas y bodega de Mariano Ruiz Duran, pasando por diversos productos minerales y madereros como jaspes y maderas de encina, quejigo, álamo y  alcornoque, o trabajos de bordados realizados por particulares. Los grazalemeños trataban, con su participación, abrir mercados y, sobre todo, apoyar sus reivindicaciones para la construcción de la carretera que les sacara de su aislamiento. Así los jaspes y maderas presentadas querían llamar la atención sobre la riqueza que se desperdiciaba, puesto que la falta de comunicaciones hacía antieconómica su explotación. El arbolado tenía un mínimo aprovechamiento: el carboneo, actividad que, además de cubrir las necesidades del pueblo, producía otros 630.000 kilos que podían ser enviados fuera del término, y la extracción de 100 mil kilos de corcho que, tras prepararse, terminaban en las casas corcheras sitas en Algeciras y Sevilla. Potencial comercial e industrial que no estaba suficientemente desarrollado por la falta de comunicaciones que ahogaba a Grazalema hasta el punto de que la mayoría de los miles de cerdos que acudían a sus montes durante las montaneras eran sacrificados en el matadero de Ronda. Aunque, en contrapartida, los dos mil hectolitros de vino que se fabricaban en Grazalema eran consumidos en las cuatro villas. El resultado era que, a pesar de los cuatro hectolitros de cereal y legumbres que, por término medio, producía una hectárea de secano cultivada, Grazalema se veía obligada a comprar estos productos, además de otros como pescados o arroz para la alimentación, y cobres y lana en sucio para la industria.

Los primeros autobuses llegaron en 1.925. En la foto el utilizado en los años treinta , por la carretera del Monte.


Picoleto de la época
Pero donde mejor se manifestaba el estancamiento de Grazalema era en los servicios a sus ciudadanos. El mejor era, quizás, el cuartel de la Guardia Civil, dotado de una guarnición, a cuyo mando estaba un teniente, y con un sargento, un cabo y nueve guardias. De otro lado, los servicios sanitarios de la población lo cubrían tres médicos de la Beneficencia Municipal y uno particular y dos farmacias. Sin embargo, la instrucción pública padecía el más completo abandono. Existían tres escuelas de niños, sitas en las calles del Pino, Corrales y en Benamahoma, y otras tantas de niñas.


Así era, aproximadamente, la localidad del león rampante de los Ponce de León a fines del siglo XIX, cuando José Sánchez Rosa, el hijo de Femando, zapatero, y Francisca, era un militante ácrata, más conocido por el sobrenombre de Fermín, que purgaba su condena a cadena perpetua en el penal ceutí de El Hacho.



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