600 Mujeres. La represión franquista de la mujer almeriense (1939-45)





La represión femenina tiene características diferenciales con respecto a la de los hombres. Con ellas, las mujeres no afectas en general, se utilizaron medios de humillación que no fueron usados para con los hombres. Nos estamos refiriendo a la las "peladas", las que les fue cortado el cabello al cero, fueron obligadas a ingerir aceite de ricino y finalmente las hicieron pasear, casi desnudas en algunas ocasiones, en procesión por los lugares más frecuentados y céntricos de sus poblaciones de residencia. El objetivo era someterlas a la vergüenza general y oficial del Régimen, que se titulaba Nuevo. En algunas ocasiones se llegaba al extremo de depilarles las cejas. El objetivo a conseguir era desposeerlas de toda feminidad; y el pelo largo, las cejas arregladas y el pudor eran los rasgos más característicos de la mujer. La desposesión del pelo fue el castigo que debían soportar por haber querido ocupar espacios de hombres, por lo que se les debía arrancar toda seña de identidad femenina. La idea de la igualdad de sexos era interpretada por la derecha rancia como la asimilación de la masculinidad por parte de las mujeres y, por lo tanto, debían ser privadas de todo elemento que fuera característica exclusiva del sexo femenino.


Esto no ocurrió con los hombres, a éstos no se les trató de humillar públicamente, aunque sí se utilizaron métodos de tortura, que sólo en raras ocasiones fueron requeridos para interrogar a las mujeres, aunque tampoco se descartan de forma rotunda, porque también tenemos abundantes ejemplos de mujeres apaleadas para obtener una declaración acorde con las necesidades de los denunciantes. Con los hombres se utilizó la fuerza, con las mujeres la vergüenza ante sus vecinos. En ambos casos las vejaciones, perseguían la aniquilación de toda dignidad a través de sus más fervientes defensores.


El sustrato de la desposesión de la feminidad en las mujeres venía condicionado por el credo humanitario de igualdad de sexos en la sociedad, y para ridiculizar esta idea igualitaria se trató de forma bufa la colocación de la mujer en igual situación de los hombres, a través de la ausencia de pelo. Con la indignidad del pelado lo que se pretendía, por parte de los vencedores, era escenificar la igualdad pretendida por las mujeres libres con los hombres, y de forma grosera se les desposeía de toda feminidad lo que se representaba en el pelo largo.


El IEA sube a la Red los casos de 600 mujeres represaliadas por el franquismo


Con la obligación de la ingestión de purgas de aceite de ricino, se quería simbolizar la limpieza interior a la que debían someterse, previamente a ser castigadas físicamente mediante su encarcelamiento. Con ello el Nuevo Régimen quería despojarles, de forma figurada, de los supuestos males interiores que provocaban sus ansias de justicia social. Con el aceite de ricino se conseguía al mismo tiempo, el ponerlas en una situación ridícula, al tiempo que escarmentarlas por sus demostrados sentimientos de republicanismo. Tras esta catarsis quedaban en disposición de recibir las nuevas ideas que le iban a ser infundidas durante su encarcelamiento, o por lo menos eso creían o querían creer los dueños de la situación política. A las mujeres durante el periodo de internamiento en las prisiones y lugares habilitados de presidio, no se les consideró como presos políticos, sino que eran tratadas como comunes. La filosofía de los responsables políticos era sencilla, la mujer con su intento de lograr la igualdad con el hombre, había abandonado su ámbito familiar para introducirse en el público, por lo tanto como mujer pública era en muchos casos consideras como mujeres caídas, lo que con el paso del tiempo se asimiló a la prostitución. La trasgresión o abandono por parte de la mujer de sentir republicano del espacio privado para incluirse en el público, fue maliciosamente asimilado por el régimen como el abandono de la honestidad para introducirse en lo deshonesto, lo alegal y por ende en conductas prohibidas por el faro del "Nuevo Estado". La moral religiosa impuesta por la Iglesia Católica española, otra de las partes triunfadoras de la guerra, se iba a imponer y su criterio moral permanecería hasta el final de la dictadura franquista. El régimen calificó a las mujeres libres como “extraviadas” con lo que se atribuía la misión de reconducirlas al camino recto del nacional catolicismo imperante desde la implantación de la dictadura.


(Texto copiado del Pdf que ha continuación comparto con vosotr@s, pero ligeramente retocado para así englobar en él a todas las mujeres con ansias de libertad y reprimidas por el fascio español.)



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