La represión fascista en la localidad de Lantejuela durante el verano negro de 1936. María Carmen España Ruiz


Ponencia presentada en las II Jornadas: Guerra Civil y represión en la provincia de Sevilla (organizada por la Asociación Andaluza para la Recuperación de la Memoria Histórica «Manuel Barrios Jiménez») 15 de mayo de 2013.



María Carmen España Ruiz con la foto de su abuelo asesinado por los fascistas





Soy nieta de fusilado. Mi abuelo se llamaba Manuel España Gil, un jornalero de 28 años de Lantejuela, asesinado en el Cementerio Municipal de San José de La Puebla de Cazalla el 17 de septiembre de 1936, junto a 6 compañeros más, a manos de miembros de la Falange de Lantejuela. Mi abuelo es uno de los pocos afortunados que tiene partida de defunción; su muerte consta inscrita el 18 de mayo de 1945, por orden del Juzgado de Osuna, y la causa es «por aplicación del bando de guerra». Muchas de las víctimas de la represión no tienen partida de defunción y a otras se les hizo desaparecer la del nacimiento. ¿Dónde están esas personas? ¿Cómo murieron? ¿Quiénes lo mataron? ¿Por qué? ¿Dónde están sus restos para recuperarlos y darles un lugar de homenaje? Rescatar su memoria es el único camino para construir una conciencia cívica sólida que abra las puertas del futuro.


Llevo trabajando en el rescate y recuperación de los restos de mi abuelo desde finales de 2004, por lo que pertenezco activamente al Movimiento por la Recuperación de la Memoria Histórica. Y ya no es sólo la búsqueda de mi abuelo, cuentan para mí sus 6 compañeros, y todas las víctimas que se encuentran en esa fosa; además de la recuperación de los restos de Juan Cadenas García, ejecutado en el Cortijo de La Rabia (Écija), con fallidos intentos desde 2006 de poder entrar en la finca, acompañando a su nieto Antonio Cadenas Pareja.

La plaza central de Lantejuela, llamada de España


Lantejuela se encuentra en el centro mismo de la campiña sevillana entre Écija, Osuna, La Puebla de Cazalla, Marchena y Fuentes de Andalucía. Situada como está casi en el medio de todas estas poblaciones a lo que se le añade la práctica que tenían todos los grupos falangistas locales de ejecutar su represión en otros pueblos –distintos a los suyos– para que no se vieran «directamente» incriminados, es lo hace que tengamos desaparecidos de Lantejuela «esparcidos» por todo el territorio cercano, dificultad ésta que se añade al tiempo transcurrido, a la falta de testigos, a las distintas localidades de origen de las víctimas de una misma fosa, y que complica más todas las tareas. Si ya resulta difícil en cementerios dar con el lugar exacto (en La Puebla realizamos más de 35 catas), imposible es casi saber dónde están los enterramientos en una cuneta, ya que en muchas ocasiones se han construido las autovías encima, salvo que el lugar estuviera siempre señalizado por los coetáneos a los hechos, como ocurre en ocasiones, y que siempre se haya guardado su recuerdo señalándolo con una cruz, unas piedras o unas flores.

M. Carmen España. Cementerio Puebla de Cazalla
Aunque según la comunicación que el puesto de la Guardia Civil realiza a la Causa General cuantificando 18 como la cifra de desaparecidos en Lantejuela, hasta la fecha sólo he podido rescatar y confirmar el nombre de 13 personas que son: 7 víctimas concretamente en La Puebla de Cazalla (José Quirós Fuentes, Francisco Quirós Fuentes, Gonzalo Vicente Escalona Cádiz, Teodosio Cornejo Cadenas, Manuel España Gil, «El Loreto» y «el padre del Bizco»; de los dos últimos desconozco su nombre, y hasta la fecha me ha sido imposible averiguarlo); 1 víctima –de momento– en el Cortijo de la Rabia (Juan Cadenas García, alcalde socialista de 1936); 1 víctima en el Cementerio Municipal de Écija (Manuel Martín Cadenas, alcalde socialista de 1931 y concejal en 1936); 2 víctimas en la Carretera de Fuentes de Andalucía (los hermanos Manuel y José García Fernández); 1 víctima en el Cementerio Municipal de Marchena (Mercedes Moncayo Cantalejo), «Mercedes, la querida del sillero», la única mujer ejecutada, y que era natural de Lantejuela. y 1 víctima ejecutada en el cementerio Municipal de Lantejuela: Agustín Martín Sánchez, de  81 años de edad.

Lagunas de Lantejuela


La situación social y económica de Lantejuela en 1936


Lantejuela, de pequeño término municipal, era y es un pueblo eminentemente jornalero, que tenía en 1936 aproximadamente unos 1.800 habitantes. Rodeado de grandes propiedades, existían en la población pocos propietarios y eran esencialmente pequeños y medianos, junto a propietarios de algunos comercios. Casi todos ellos van a formar parte de la cabecera de los falangistas en Lantejuela, encontrándose estos entre los diez o doce primeros nombres. Se dice que fueron sobre todo las mujeres de los jornaleros las que celebraron con más alegría la proclamación de la II República, porque ellas salieron por las calles paseando la bandera republicana, encabezando la algarabía general de aquellos días. Victoria Quirós Peralta, Carmen Castro, Carmen Gil Muriana eran las más «adelantadas» e iban siempre en cabeza, siempre al frente de los mítines, y las llamaban «las abanderás». Y se dice que Victoria Quirós Peralta llegó a una tienda diciendo que no iba a pagar porque con la República y la reforma agraria todo iba a ser de todos, y todos serían iguales.

Así mostraban su misericordia los demonios católicos


La situación de los jornaleros era de extrema pobreza, miseria y hambre que se agravaban por el paro forzoso agrícola estacional que sufría la inmensa mayoría. Aquel 1936 fue un año especialmente malo para el campo, casi como los anteriores, porque a las intensas lluvias les seguía una tremenda sequía, que hacía que no hubiera jornales y que por tanto no se pudiera comer. Hay un libro que describe perfectamente las penurias del campo andaluz y es Tierra de Rastrojos del escritor Antonio García Cano, que vivió su infancia y juventud en un cortijo cercano a Lantejuela.

Campiña sevillana en los alrededores de Lantejuela


Aquella situación de hambruna y pobreza crónicas no podían ser paliadas –dada su gravedad– por el reparto de bonos de pan, a niveles de auxilio social, que desde el Ayuntamiento se daba a la clase jornalera. Las actas de Pleno recogen desde 1931 a 1936 aquella extrema gravedad. Es más, el alcalde socialista Juan Cadenas García reiteradamente pedía –sin éxito– a la Diputación de Sevilla que se activase y se continuase con la construcción del tramo quinto de la Carretera de Fuentes para que muchos de aquellos jornaleros pudieran trabajar unos días en las obras públicas, salvando así la ley de términos. En muchos de los Plenos que se celebraron desde 1931 a 1936 se hace referencia a la situación penosa de los jornaleros de Lantejuela, buscando sólo la solución en una política de obras públicas que se quedaba muy corta. 


El Ayuntamiento sin recursos, con un presupuesto irrisorio no podía hacer frente por sí sólo a tanta hambruna. Y la cosa no parece haber cambiado demasiado, en 2013 muchos jornaleros procedentes de la Campiña y la Sierra Sur sevillanas (El Coronil, Lantejuela, Osuna, Marinaleda…) volvieron a entrar pacíficamente en la finca militar de las Turquillas, solicitando que su terreno o parte de él se pueda explotar por los ayuntamientos vecinos para dar trabajo y una de las reivindicaciones era: «¡Reforma agraria, ahora!». La tasa de paro actual en estos pueblos es del 60-80%.


Juan Cadenas García
Cuando se produce el golpe militar, el alcalde Juan Cadenas García en un intento para que no sucediera nada en la localidad, salió a recibir en el camino de las Turquillas al destacamento del ejército que de allí partió para tomar la localidad. Lantejuela cayó enseguida en manos de los rebeldes, casi en los días siguientes al golpe. Se constituye entonces una Junta Gestora que destituye el gobierno municipal republicano, nombrando como Presidente de la misma al médico del pueblo D. José Mª Pérez de Barrada, quien no dejaba de insistir tanto públicamente como en las sesiones plenarias que se mantuviera la calma y que no iba a suceder nada malo si se mantenía el orden. También formaban parte de aquella Junta Gestora las principales cabezas de la Falange local y los pequeños y medianos propietarios de Lantejuela. Todo comenzaba a estar amarrado desde el primer momento para que las propiedades no sufrieran ningún daño y todo estaba ya casi trazado para que sucediera la tragedia. Los falangistas reunidos una noche en una casa cercana a la iglesia parroquial habían ya confeccionado su lista negra en la que habían incluido los nombres de los jornaleros más conflictivos o más señalados, los que más estorbaban.


El golpe de estado les cogió a la cuadrilla de segadores en la que trabajaba mi abuelo en el Cortijo de Casa Blanca, a mitad de camino entre Lantejuela y Osuna. José Quirós Fuentes, el encargado de las carretas, llegó con noticias del pueblo, diciendo que el general Queipo de Llano estaba hablando por la radio y que algo había sucedido. Se presentaron en el pueblo, y de la barbería de la plaza vieron como algunas mujeres salían de la misma peladas al cero y custodiadas por miembros de la Falange armados «hasta los dientes» con mosquetones, correajes y municiones. El Presidente de la Junta Gestora y médico al parecer pudo calmar los ánimos, diciéndoles que se fueran a trabajar, que estuvieran tranquilos, que no iba a pasarles nada.




Mientras también, siendo imposible saber la cronología exacta de los hechos, el alcalde destituido Juan Cadenas García convoca una asamblea en la plaza y cuando comienza a decir: 


«No podemos hablar porque los fascistas… No podemos hablar porque los fascistas…», es cuando mi abuelo le interrumpe y le dice: «Habla, habla, que para eso estamos nosotros aquí, para defenderte».


Su frase de apoyo y el hecho de que mi abuela era una mujer profundamente republicana, que sabía leer y escribir, fue lo que condenó irremediablemente a mi abuelo a los ojos de los falangistas. También, y por cuestiones del destino, la persona que estaba junto a él, el jornalero llamado Gonzalo Vicente Escalona Cádiz, en el momento de la asamblea, fue también señalado, al confundirlo con un tal Gonzalo, un activista de izquierdas.


Así, se fueron a trabajar y a los pocos días los mandaron llamar. Como pasa en casi todos los relatos de los que fueron llamados, se presentaron porque no tenían nada que temer «porque no habían hecho nada» y es cuando fueron detenidos y encerrados en la cárcel del pueblo. No sé si estuvieron algunos días encerrados, lo desconozco; lo único que sé es que cuando mi abuela le llevaba café por la mañana escuchó los gritos de: «¡Se los han llevado! ¡Se los han llevado!», y cayó desmayada al suelo, embarazada que estaba de casi 7 meses. El camión Ebro que los transportaba había salido de madrugada en dirección a La Puebla de Cazalla. Iban nueve detenidos y más de la decena de falangistas, casi toda la cabecera de ellos, algunos con menos de veinte años a cuestas.

Fosa del Cementerio de La Puebla de Cazalla, se ve claramente que antes de matarlos los transportaron hasta allí maniatados.


Atados de dos en dos por las manos, no sé si por los pies también, estaban siendo maltratados por el camino. Al llegar a la curva del río Corbones, a la entrada de La Puebla de Cazalla, saltan del camión Antonio Álvarez Jiménez y Juan Antonio Delgado Jiménez, que iban maniatados juntos, y se dice que querían salvar a uno de los dos, y que por eso dejaron las cuerdas más flojas. Tampoco he podido contrastar esta información. El primero se esconde bajo de las aguas del río y allí permanece varias horas mientras las balas traspasan el agua –justo le rozan por todas partes– permaneciendo sumergido respirando a través de una caña. A Juan Antonio Delgado lo hieren o se hace daño en una pierna, pero consigue llegar a Lantejuela, salta la pared de su patio y es escondido en el «soberao» por su familia durante meses. Va a verlo el médico del pueblo, quien guarda el secreto de que Juan Antonio seguía vivo.


Tras la fuga, y después de que los falangistas desistieran de encontrar a los escapados, y después de una larga espera haciéndose casi de día, el camión continúa su marcha hasta llegar a la entrada del Cementerio municipal de La Puebla de Cazalla, que está más arriba, cruzando el pueblo. Al parecer Teodosio Cornejo Cadenas iba muerto ya, porque lo habían sacado de la cama enfermo como estaba con altísimas fiebres, tras lastimarse una pierna recogiendo alpacas. No obstante –y apenas paró el camión– le dieron el tiro de gracia, por si se estaba haciendo el muerto. Mi abuelo le preguntó a uno de la falange: «¿Qué vas a hacer conmigo, si yo te he criado? Te he tenido sentado en mis rodillas». Y éste bajando el fusil, le dijo que se fuera. Mi abuelo comenzó a correr por encima de los nichos del Cementerio –que están relativamente bajos– pero otro de la falange no estaba dispuesto a dejarlo escapar: «¿Qué? ¿Que lo vas a dejar escapar?». Y acto seguido le dio un tiro por la espalda. Mi abuelo murió desangrado, y el pistolero falangista, por orden de los otros, tuvo que traerlo hasta donde estaban echándoselo a cuestas a la espalda. Dicen que le corría la sangre hacia abajo, por toda la camisa. «¡Tú que lo has matado, tú te lo tienes que traer!».


Los enterraron, para ocultar los cadáveres, en la fosa común que estaba allí preparada por la Falange de Puebla de Cazalla, en la zona sur del Cementerio, al fondo, en lo que llamaban el cementerio civil, donde enterraban a los niños, a las personas de religión no católica y a los suicidados. Allí había un gran agujero natural que servía de cantera y que era usado también usado en ocasiones como osario. Con el tiempo, y tras la masacre –madrugada tras madrugada–, ese lugar recibiría el nombre popular de «El Carnero». 


Cortijo de La Rabia


De la misma forma, pero en el Cortijo de La Rabia, los mismos falangistas hicieron desaparecer a Juan Cadenas García, que fue maltratado y posteriormente ejecutado en las paredes del edificio. Su cuerpo se encuentra a unos 40 ó 50 metros por detrás del cortijo, enterrado en un silo romano que servía para almacenar las semillas. No sabemos tampoco cuántas víctimas más se encuentran en ese cortijo, pero el cortijo era uno de los lugares fijos para las matanzas. Se cuenta que sus paredes permanecieron durante mucho tiempo manchadas de sangre.


Manuel Martín Cadenas
Manuel Martín Cadenas, alcalde socialista de 1931 y concejal en 1936, hombre escrupuloso con las cuentas municipales, fue llevado en otro camión hacia Écija, no sabemos si por los falangistas o por los requetés, y después de estar encarcelado, fue ejecutado cerca del Ayuntamiento, en una calle que sirvió para las ejecuciones masivas y que recibe el nombre de «El Salón» y de la que dicen corría la sangre por las aceras. Cuando su familia fue a preguntar por él, sólo les devolvieron su sombrero y su bastón. 

Teodosio Cornejo Cadenas y Victoria Quirós


La mayoría de las mujeres republicanas de Lantejuela: Felisa Garrido Cantalejo (esposa de José Quirós Fuentes), María Quirós Peralta (al parecer esposa de Antonio Caballero Caro, no sé si fusilado en el camino de Fuentes de Andalucía), Victoria Quirós Peralta (esposa de Teodosio Cornejo Cadenas), Carmen Gil Muriana (esposa de Manuel España Gil) fueron rapadas y obligadas a tomar aceite de ricino, mientras paseaban por las calles.


La única mujer de Lantejuela asesinada fue –como he comentado más arriba– Mercedes Moncayo Cantalejo, de la que se decía aquí «que se la había llevado el sillero para matarla». Tras las investigaciones del profesor e historiador Javier Gavira, se sabe que Mercedes de 26 años, era la compañera de Miguel Reina Maqueda, jornalero de la localidad de Marchena, apodado «el Sillero» y comprometido ideológicamente con la izquierda. La falange los detuvo a los dos en Marchena, pero su pareja consiguió huir hacia Málaga, para luego ser apresado y ejecutado. A ella la asesinaron el 22 de septiembre de 1936 en el Cementerio municipal de Marchena; posiblemente estuviera embarazada.


Y así se sembró el terror en aquella pequeña población, al igual que en otras muchas poblaciones. El sindicato fue desmantelado por los falangistas, las sillas y las mesas arrojadas a la calle y quemadas en una hoguera. Los sueños de un futuro mejor para todos y de una reforma agraria donde la tierra es para quien la trabaja, se truncaron y dieron paso a todo lo negro: a una represión –la del régimen franquista– sistemática, fría, de exterminio de personas y de ideas, contra la población civil. Muchos historiadores coinciden en decir que la represión fue tan dura que tanto a nivel cuantitativo, de cifras, como a nivel cualitativo, por su forma, por la intensidad de las torturas y de las vejaciones, por los miedos de un hoy no te toca pero mañana puede ser que sí…, nunca podría compararse con la que pudieran haber realizado los republicanos o rojos, en defensa de la legalidad democrática. Antonio García Cano me comentaba una de las veces que charlábamos, que había un capitán sevillano del bando rebelde que decía, refiriéndose a los fusilamientos: «Aquí, en cuarenta años, no se levanta nadie». Cano decía que aquellas palabras fueron proféticas. El miedo y el horror llegaron a calar tan hondo en los corazones de los supervivientes, que hoy en día a los que viven aún les cuesta trabajo dar su testimonio porque se echan a llorar con angustia.

Mapa de fosas de Andalucía


Así, en Sevilla y tal como sentencia el historiador José María García Márquez, no hubo guerra civil, sino un plan de exterminio de todo aquello que pudiera ser peligroso o amenazante en términos de propiedad, de ideas y de poder, un exterminio contra la población civil mediante verdaderas ejecuciones frías y masivas, sin juicio en los primeros meses tras el golpe militar, y después con condenas y juicios pero falsos. La represión más dura consistió en ejecuciones de madrugada, en las tapias de los cementerios y en las cunetas de las carreteras. Ejecuciones todas con las manos atadas y el tiro de gracia en la nuca. No había trincheras, no existían los dos bandos dando tiros, por lo tanto, no era ni fue una guerra civil. Y más tarde la putrefacción de los cadáveres tirados y abandonados, así me lo contaba Antonio Álvarez, un superviviente del frente: todo olía mal y vinieron muchas enfermedades de la piel porque a aquel ambiente putrefacto se le sumaba más hambre, más miseria, más pobreza. Si alguna vez llegásemos a saber las cifras reales de la represión, hablaríamos de la represión franquista como la causante de un verdadero genocidio en España.

María Carmen España Ruíz




Nota de Erik Redflame:


Manuel Martín Cadenas (alcalde socialista en 1931 y concejal en 1936), Juan Cadenas García (alcalde socialista de Lantejuela en 1936) y Antonio Cadenas Pareja (jornalero de Lantejuela) son familiares míos, el último alcalde de Lantejuela durante la II  República era tío de mi abuela.  Aunque en este trabajo de investigación se dice que pertenecía al PSOE, mi padre y mi abuela (ya fallecida) siempre me contaron que él era de Izquierda Republicana, el partido de Azaña. No opuso resistencia alguna, pero fue asesinado vilmente por criminales de misa diaria. Ya en 1980, el hijo de Juan Cadenas García también fue alcalde de Lantejuela por el PA (Partido Andalucista), pero tras el golpe de Tejero temió por su vida y dimitió, ocupando su puesto otro Cadenas, Pedro Carmona Cadenas. 


Esta entrada será la primera de otras muchas que iré publicando sobre la represión franquista en Andalucía durante los próximos meses. L@s hij@s, sobrin@s, niet@s y bizniet@s no olvidamos los 40 años de miseria y miedo que pasaron nuestr@s familiares bajo la bota fascista, así como a los cientos de miles de asesinados  sólo por querer el bien para tod@s. Por su dignidad y por nuestro futuro: 

¡¡¡Fascismo Nunca Más!!! 

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Descargar la Memoria de exhumación de la fosa del Cementerio de la Puebla de Cazalla desde aquí






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