Este es un país de paletos profundos que tienen más miedo a quien lleva el pelo largo o barba que a los ladrones encorbatados que les joden la vida diariamente. Las respetables señoras y educados caballeros se llevan la mano al bolso o la cartera al ver un peluso o un punky, pero entran tranquilamente en el banco, llaman de señor al director a la vez que le estrechan la mano y se sienten capitalistas cuando sólo son meros muñecos de feria.
En Andalucía se multiplica la cosa por dos, por desgracia aquí en mi tierra tengo que convivir con rocieros, capillitas, los pijos más pijos de Iberia y demás ralea que no respeta, con lo cual no merecen respeto, al menos no el mío, el respeto no se regala, se le otorga a quien es merecedor de él.
Por mucha mierda que quieran soltar por sus podridas bocas los voceros del orden establecido, los anarquistas siempre hacen todo lo que esté en sus manos por ser mejores personas antes que ninguna otra cosa, al menos así lo interpreto yo después de conocer a Kropotkin, Malatesta o Bakunin, su ejemplo antes que nada es el ejemplo de un vida dedicada a los demás y sin esperar nada a cambio más que el bien de todos, puesto que, ¿se puede ser feliz estando rodeado de miseria?. Sin embargo buena parte del pueblo ve a los anarquistas como un peligro, el papá Estado se ha empleado a fondo en esta labor, abusando de la ignorancia y la falta de ganas por aprender que padece nuestra sociedad.
Con esto no quiero decir que todos sean ignorantes y yo estoy en posesión de la verdad, no es eso, con esto lo único que quiero decir es que nuestra mayor arma es la cultura, el conocimiento y saber el por qué de las cosas, sino eres como un boxeador noqueado que no sabe de donde le vendrá la última y definitiva ostia.
Yo no soy anarquista, - aunque estoy en ello - qué más quisiera yo que parecerme a Kropotkin o Malatesta aunque sólo fuera en el blanco de los ojos, porque ellos sí que son anarquistas, no como algunos que se auto proclaman anarquistas pero después no tienen cojones ni conciencia para defender la libertad de los presos políticos, véase el caso de los 5 de Sabadell, ¿se puede pescar sin mojarse? Yo no soy nada... ni nadie, pero lucho para que mi opinión sea escuchada y respetada como la tuya, como la de todos los que no quieran imponer nada a nadie.
Entonces llegamos al nudo de la cuestión, si le preguntásemos actualmente al pueblo qué es lo que quiere seguro que dirían: <<queremos seguir amando a nuestras cadenas>>. Esta afirmación puede sonar prepotente de entrada, pero ¿y si le preguntásemos a ese mismo pueblo por la cadena perpétua o la pena de muerte? se me pone la piel de pollo sólo de pensarlo tras ser testigo obligado del circo mediático montado alrededor de los niños de Córdoba o Marta del Castillo.
La sociedad española ha comenzado a despertar, pero para darse cuenta de que se encuentran sumergidos en una pesadilla que los aterra y paraliza, si a ello le sumamos la falta de ganas por aprender, por conocer, por saber, por utilizar la gran maravilla que tienen dentro de sus cráneos peinados a la última moda, se dibuja un cuadro bastante dantesco.
Los anarquistas no son marxistas, los anarquistas no buscan imponer, sino convencer. No buscan el poder de cualquier manera, ya sea participando en un sistema heredero del franquismo y con un rey crápula a la cabeza, ya sea por medio del miserable engaño o ya sea achuchando a las masas hambrientas desde sus grandes salones.
Los anarquistas no son como los Testigos de Jehová que van dando misa por todos lados y si no perteneces a su secta de iluminados eres un pecador, no son marxistas sabelotodo y que desprecian a la parte más ignorante del pueblo, ignorante porque están condenados a ser los apestados del sistema, pero que nunca olviden todos esos marxistas que se creen en posesión de la verdad divina, que la miseria hace a las personas más sabias, reconocen rápidamente a los impostores, por eso los impostores rojos nunca contaron ni contarán con el cariño de los de abajo, como sí ocurrió con los anarquistas en Andalucía, Aragón y Cataluña años atrás. Los anarquistas intentan "enseñar", o mejor dicho mostrar sus ideas a la misma vez que aprenden escuchando las de los demás, ¿existe otra manera? yo no la conozco.
La falsa leyenda atribuida a los anarquistas sobre su legendaria violencia es otra de las grandes falacias que nos venden desde la cuna. ¿Fue asesinato o justicia el atentado contra Cánovas del Castillo? ese honorable cerdo ordenó asesinar a muchos anarquistas inocentes en el sádico garrote vil. ¿Asesinato o el debido S. Martín que a todo puerco debe llegarle?
La violencia asquea a los anarquistas, precisamente porque pertenecen a la parte del pueblo que lleva sufriendo siglos de violencia oligárquica. Quien defiende su vida no es violento, simplemente responde a su instinto más básico, la supervivencia. Por supuesto que los amos no cederán sin antes haber sido reducidos, ¿cómo podría ser de otra manera?, pero sin nunca olvidar que los asesinos son ellos.
En la nueva sociedad libertaria todo el mundo tendría su sitio y por supuesto el derecho a la vida, excepto los que quieran imponerse a los demás utilizando la violencia. Piénsalo, ¿qué es más utópico? creer en la bondad de un pueblo educado en la cultura y el respeto al distinto, o confiar nuestras vidas en manos de mangantes sobradamente probados.
La primera lucha en mi agenda es la de la abstención, el exilio del rey crápula y la exigencia de trabajo digno para todos, el acceso sin límites a la cultura y una sanidad que nos asegure una vejez con calidad de vida y una muerte digna. Seguro que todas estas exigencias unen más que cualquier ideología, una vez alcanzadas será lo que queramos entre todos, no la mayoría, en mi corto entender sólo así se conseguirá una paz duradera, con un consenso en el que todos salgamos ganando, o al menos nadie pierda.
Así que como veis los anarquistas no comen niños crudos. Aunque todavía me queda bastante para ostentar el honor de hacer que me llamen anarquista, creo que éste experimento puede ser válido para demostrar la realidad del título de esta entrada. Reto a quien quiera hacerme esta prueba: que me dejen en una habitación a solas con un pequeño, y si no resisto durante una hora a ese supuesto instinto caníbal y asesino o el pequeño no sale sonriendo de la habitación habrán ganado los que sólo saben decir sandeces sin ningún conocimiento de lo que significa la anarquía. Los auténticos parásitos caníbales son los que se ocultan tras caros trajes y sonrisas traidoras. Otra cosa diferente son mis sobrinas, a ellas sí que me las comería, pero ya os podéis imaginar en qué sentido. Salud y anarquía.
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