Nuestros derechos humanos son pisoteados a diario y la inmensa mayoría de los de abajo contemplan impasibles su destrucción, ¿miedo? lo que se avecina no da miedo, da pánico; si en estos momentos decisivos tenemos miedo ¿qué ocurrirá dentro de pocos años? ¿el miedo se truncará en miserable servilismo?
Nunca he creído en eso que llaman "vanguardias revolucionarias", personas que al parecer son más "listas" que la media y que se autodenominan pastores, cuando sólo son zánganos de la colmena social; prefiero creer que la ignorancia que padecemos en nuestros días sólo se soluciona con humildad y argumentos claros por su precisión, con la complicidad de todos y no con el arrojo de unos cuantos ávidos en demostrar que su teoría es la más "científica". Sin la complicidad de todos nuestros iguales nada hay que hacer, y eso sólo se consigue convenciendo con nuestra práctica diaria, sin prepotencia intelectual alguna, puesto que quien parece a primera vista un ignorante puede sorprenderte con argumentos que otros "estudiosos" nunca habían logrado sintetizar en tan pocas y tan claras palabras, la sabiduría del pueblo es milenaria, se encuentra aletargada, pero una vez despierta será imparable.
El arma más potente que tienen los Estados es la educación, todo lo que aprendemos, el como seremos en el futuro, son cosas que se forjan en nuestros primeros años de vida. Los niños pasan más horas en el colegio que con sus padres. En las escuelas se fomenta el veneno de la competitivad entre iguales, puesto que al margen de lo que pensemos al llegar a mayores, cuando somos pequeños es el momento de mayor igualdad de nuestra vida, y si desde pequeño te han enseñado que perro come a perro...
El lema de los anarquistas siempre ha sido la conquista del pan por medio de la cultura, del conocimiento del por qué y el como de las cosas que nos afectan en nuestra vida diaria, única manera de concienciar al de abajo sobre su situación en esta podrida sociedad sin futuro.
No existen atajos, no necesitamos a iluminados que nos digan lo que más nos conviene, nuestros problemas y los de nuestros pequeños son responsabilidad de cada uno de nosotros, quienes esperan un milagro divino o caridad de los de arriba sólo obtendrán miseria e indignidad. Es la hora de la decisión y no de la votación, porque votar es delegar, nunca decidir. Para conseguir que vivamos en un mundo solidario y donde prime la fraternidad frente a la competencia salvaje entre iguales, nuestra arma más contundente no es otra que la cultura, antes de vencer hay que conocer y comprender, de lo contrario la lucha parecería más la de un púgil a punto del KO frente a otro que se mantiene fresco.
Precisamente porque la cultura es nuestra mejor aliada, los Estados siempre se han empleado a fondo en este asunto, el mayor punto débil de los que mandan y deciden como deben ser nuestras vidas, un pueblo ignorante siempre será mucho más manejable, eso es tan evidente como que la Cospedal se inyecta testosterona. La curia romana sabe mucho sobre esto, ellos fueron quienes enseñaron a los Estados como inocular basura en cerebros púberes para que al alcanzar la edad adulta no sean más que autómatas.
Ni ideologías ni ideólogos han servido para que los desheredados se sienten a la mesa del banquete social, porque a nadie que quiera mandar sobre los demás le interesa que el pueblo sea consciente de cual es su sitio real. Esta podredumbre moral que padece nuestra enferma sociedad sólo tiene una cura; un pueblo culto y capaz de opinar por sí mismo, un pueblo capaz de confrontar ideas desde el respeto y siempre buscando el bien común, las diferencias ideológicas solamente son basura si no sirven al bien de todos.
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