Historia del montañismo andaluz recoge los hechos, conquistas y fracasos del montañismo andaluz desde sus orígenes hasta los primeros años del siglo XXI. Desde la primera ascención documentada al Veleta por Antonio Ponz en 1754, hasta la conquista de las más altas cumbres del planeta, este libro relata los logros más significativos de los montañeros andaluces.
En él también encontraremos acontecimientos decisivos para nuestro “deporte”, como fueron la fundación de la primera sociedad montañera de Sierra Nevada “Los Diez Amigos Limited” y la creación de la Federación Andaluza de Montañismo.
Pico de La Alcazaba (3.371 m.s.n.m.) |
Primera ascensión invernal a la Alcazaba, una escalera al cielo.
A principios de los años cincuenta, la mayor proeza deportiva en Sierra Nevada era conseguir escalar en condiciones invernales la Alcazaba. Los intentos fracasaban sobre todo porque nadie se atrevía a superar el mayor obstáculo: pasar la noche a más de 3.000 metros de altitud, entre otras cosas, porque nunca se había hecho tal experimento en estas alturas.
La iniciativa la tomó Joaquín Fernández, uno de los montañeros más veteranos del momento y hombre influyente en el deporte granadino. Perteneció al histórico Club Penibético, y tras la guerra, dedicó su vida profesional al deporte de la nieve como responsable del grupo sindical “Educación y Descanso”, desde donde se organizaban Campeonatos Nacionales, Interprovinciales y competiciones de marcha en alta montaña. Con 42 años, Joaquín Fernández intuía que un sueño se le escapaba: alcanzar la montaña más bella y virginal del macizo, la Alcazaba, cuando en invierno se cubre de su capa blanca. Sabía que no podía hacerlo en solitario..., y en una de las reuniones montañeras, sincerándose, compartió con los amigos su deseo. El reto fue asumido al momento por escaladores más jóvenes como Alejandro Melgarejo y Manuel Martos. Ellos también habían intentado alguna vez la cumbre de la Alcazaba sin conseguirlo. Meses después, decidieron incorporar a un tercer compañero de cordada, Juan Bautista Ladrón De Guevara, más inexperto pero que había demostrado en las largas travesías veraniegas por la alta montaña buen fondo físico y gran fortaleza.
El "tranvía de la sierra". |
El día 2 de marzo, los miembros de esta histórica expedición tomaron el tranvía de la sierra a las 7:30 horas. Al bajarse en la estación del Maitena les esperaba una caballería que les iba a ayudar a transportar las mochilas de 18 kilos cada una. Cuando comenzaron a pisar la nieve se echaron las mochilas a la espalda e iniciaron una marcha de nueve horas hasta que, sobre las seis de la tarde, llegaron a la cuneta de Vacares. Mientras montaban la tienda las temperaturas bajaron 8 grados y “un poco nerviosos” se metieron dentro a pasar una noche a 2.965 metros de altitud.
A la izquierda Puntal de Vacares y tras la cresta, La Alcazaba y el Mulhacén. |
Un vivaqueo lleno de incertidumbre
"Dos sacos de dormir por persona, tres jerseys, nuestros chaquetones de piel de borrego, cuatro medias de lana y los correspondientes cascos de cuero, aparte de una constante llama de alcohol y una bujía que mantuvimos encendida durante las 12 horas que permanecimos en nuestro incómodo, pero único soportable recinto, nos ayudaron a vencer los 20 grados bajo cero a que descendió en el exterior la temperatura. Transcurridas dos horas, un fuerte viento zarandeaba la tienda hasta el punto de hacer crujir los mástiles:
Alguien preguntó qué haríamos si el minúsculo albergue no resistía los embates del huracán: no tuvo contestación; todos pensamos lo mismo: sería el fin...
Pero el viento fue amainando y, entre la ensoñación, comenzó a amanecer. ¡La primera etapa había sido vencida!’. Salieron de la tienda a las siete de la mañana de un día nublado. Se calzaron los crampones y encordados comenzaron a subir por la arista del puntal de Vacares hasta alcanzar su cumbre. Luego, para evitar un tramo peligroso, tuvieron que bajar unos 300 metros hasta los Borreguiles del Goterón.”
Alcazaba y Mulhacén |
En la primera ascensión invernal a la Alcazaba, antes de llegar a la cumbre, tuvieron que realizar una escalada, una proeza para la época. Para superar la verticalidad, los expedicionarios utilizaron un piolet ligero para cada uno, y una cuerda para los cuatro, como seguro para evitar una caída que sería mortal. La consigna era que "el primero de cuerda nunca debe caerse". No necesitaron más materiales para subir a esta cumbre por una de sus rutas más lógicas.
"Con unos cuantos sorbos de un café muy fuerte y azucarado y gran cantidad de azúcar en los bolsillos, preparada para evitar los momentos de desfallecimiento, comenzamos la escalada de la parte más difícil del recorrido. Poco a poco nos fuimos elevando; cada paso nos hacía salvar un gran desnivel; nos turnábamos a menudo la cabeza de la cuerda, por el esfuerzo agotador que suponía el ir en ella. El lugar donde se halla la Laguna del Goterón, -hoy totalmente cubierta por la nieve- se empequeñecía, pareciendo nosotros
en aquellas inmensidades, insignificantes puntitos prendidos en el abismo. Con una prudencia como la que requieren los casos graves de peligro y asegurándonos con piolet y cuerda, para evitar una fatal caída que hubiera dado al traste con nuestras vidas conseguimos acercarnos a la cornisa que dobla del Goterón a la Alcazaba; atrás el abismo al que conducían las vertiginosas pendientes nevadas. Al frente el último escalón, el más precioso de nuestro recorrido, el guarda corp -pudiéramos decir- de la majestuosa y bella Alcazaba.
Unos minutos de reposo en los que concentramos todas nuestras energías y valor, nos lanzamos al asalto de este último fortín que emergía ante nosotros: poco a poco, en titánico esfuerzo, a golpe de piolet que hacía saltar el duro hielo sobre nuestras caras, conseguimos dominarlo, quedó vencido ante el esfuerzo de cuatro montañeros dispuestos a jugárselo todo por conseguir la victoria. Estábamos anonadados por el ejercicio tan agotador; nuestras miradas dijeron más que cuantos gritos hubiesen salido de nuestros pechos. Prácticamente habíamos alcanzado la meta, pues aunque aún nos quedaban dos horas de marcha, esta había de efectuarse por una inclinada, pero mucho menos peligrosa pendiente (...)".
Llegaron a la cumbre de la Alcazaba a las dos y media de la tarde. En la crónica Joaquín Fernández, después de intentar trasmitir los sentimientos que experimentó: "júbilo", "incredulidad", "alegría sólo comparable a la de mi niñez", describe en un hermoso texto el panorama que observó desde la cumbre:
“...fuertes e inclinadas pendientes, paraíso del esquiador, se extienden por cualquier lugar en que se fije la vista. Creemos firmemente, sin jactancia de andaluces, que no hay escenario más montañero, más hermoso ni de más grandeza, que el que ofrece Sierra Nevada desde la cumbre de la Alcazaba. ¡Quien la bautizó con este nombre tuvo magnífica inspiración!”.
La ascensión en invierno a la Alcazaba tuvo mucha repercusión en Granada, incluso hubo periódicos nacionales que recogieron el acontecimiento. Joaquín Fernández hasta los 70 años no dejó de realizar excursiones a la sierra. Sus textos muestran la relación con la montaña y las más profundas motivaciones de los montañeros esenciales de su época.
"Sirva este relato para animar y encauzar a mi joven hijo, ya aficionado a la montaña, y que en su día pueda practicar esta clase de travesías invernales, se endurezca en ellas, y al mismo tiempo forje su espíritu en las ‘alturas’, apreciando lo que vale esta obra de Dios, de tal magnificencia que nos hace empequeñecer, y ante la cual el orgullo y la vanidad de los hombres se quiebra como frágil cristal al chocar contra la dura roca".
Granada, marzo de 1952. Joaquín Fernández.
La Alcazaba entre robles de alta montaña. |
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Lista con todos los tresmiles de Sierra Nevada [Pdf]
(Este enlace es el primero que pongo de mi nube, espero que funcione bien. A partir de ahora, si queréis algún libro que no se haya publicado ya en el blog, podéis pedírmelo, y si lo tengo en el archivo os lo paso subiéndolo a la nube. Salud y Libertad.)
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