La Anarquía no es una palabra nueva. La palabra misma tomada en su acepción de “ausencia de gobierno”, de “sociedades sin jefes”, es de origen antiguo y fue empleada mucho antes que por Proudhon. Por otra parte, ¿qué importan las palabras? Antes de los anarquistas existieron “ácratas” y se habían sucedido ya muchas generaciones cuando éstos imaginaron su nombre, de formación erudita. Siempre ha habido hombres libres, despreciadores de la ley, gente que ha vivido sin amos; según el derecho primordial de su existencia y de su pensamiento. Aun en los primitivos tiempos, encontramos en todas partes tribus compuestas de hombres rigiéndose a su modo, sin leyes impuestas ni otra regla de conducta que “su voluntad de querer ser libre ”, como dijo Rabelais, e impulsados también por el deseo de fundar la “fe profunda”, como los “caballeros bizarros” y las “damas tan graciosas” que se reunieron en la abadía de Théleme.
Pero si la Anarquía es tan antigua como la humanidad, al menos los que la representan aportan algo nuevo, puesto que tienen la conciencia precisa del fin que se proponen y desde un extremo al otro de la tierra, están de acuerdo dentro de su ideal para rechazar toda forma de Gobierno. El sueño en la libertad del mundo ha dejado de ser una pura utopía filosófica y literaria, como lo era para los fundadores de las ciudades del Sol o de las nuevas Jerusalén; y ha llegado a ser el fin práctico, activamente buscado por multitudes de hombres que, unidos y resueltos, colaboran al advenimiento de una sociedad en la que no habrá amos, ni conservadores oficiales de la moral pública, ni carceleros, ni verdugos, ni ricos, ni pobres, sino hermanos que tendrán todo su plan cotidiano, iguales en derechos, manteniéndose en paz y en cordial unión, no por obediencia a las leyes, acompañadas siempre de terribles amenazas, sino por el respeto mutuo de intereses y por la observación científica de las leyes naturales.
Élisée Reclus. La anarquía (1894)
La obra literaria de Eliseo Reclus tuvo un enorme calado en España. Sus estudios geográficos, tanto en Europa como en América, sus extensos volúmenes de ciencias, su gran obra "El Hombre y la Tierra" VI Tomos [Escuela Moderna, 1906. Trad. Anselmo Lorenzo. Rev. Odón de Buen]. Y su obra magna "La Nueva Geografía Universal", que constaba de 19 volúmenes y fue escrita entre 1876 y 1894 y que sin duda ha sido la obra geográfica más importante aparecida en Europa en la segunda mitad del siglo XIX; así como sus escritos anarquistas llenos de lucidez y razón, fueron el motivo de esta cálida acogida.
Sus obras científicas fueron de uso común entre las escuelas racionalistas que aparecieron en España a finales del S. XIX. Para la Escuela Moderna de Ferrer y Guardia, Reclus era un auténtico referente. La Instititución Libre de Enseñanza también acogió las obras de Reclus como un soplo de aire fresco en un país absolutamente absorbido por la "educación" de los curas. El Movimiento Regeneracionista y la Generación del 98 asimilaron con avidez esta nueva ciencia de la que Reclus era uno de sus abanderados a nivel mundial.
Mapa de Panamá de "La Nueva Geografía" |
Reclus visitó por primera vez nuestra tierra en los meses de agosto y septiembre de 1861, enviado por la Editorial Hachette para colaborar en la segunda edición de la Guía de los Pirineos preparada por Adolphe Joanne. En su anterior estancia en Colombia aprendió el castellano y esto le resultó súmamente útil en sus posteriores viajes por España. En el prólogo de la obra, el propio Joanne nos describe la personalidad del, por entonces, joven Reclus:
Adolphe Joanne |
<<... tan intrépido turista como sabio geográfo, [...] recorrió casi por completo, expresamente para este itinerario, la cadena de los Pirineos, de San Sebastián a Port Vendres, escalando todos los picos sobre los que me faltaban datos positivos, verificando con una gran inteligencia todas mis indicaciones precedentes, y pasando, en fin, lo más a menudo posible, de la vertiente francesa a la española>> [Joanne; 1862, pág. XV]
En aquella ocasión tuvo la oportunidad de conocer las comarcas septentrionales del País Vasco y Navarra, así como las zonas pirenáicas pertenecientes a Aragón y Cataluña, donde concluyó su itinerario montañero, llegando finalmente hasta Barcelona y Figueras, ya en la costa mediterránea.
Se han conservado las cartas que Eliseo mandó a su familia mientras viajaba por los majestuosos Pirineos, esta es la primera que mandó a su compañera al emprender la dura travesía; sin fecha, sólo consta el año:
A la señora Clarisa Reclus
Viaje en los Pirineos (1861) Tolosa
Mi muy amada Clarisa:
El viaje ha comenzado bien, ¡si puede hablarse así después que se ha dejado a su mujercita adorada! Sentado en el asiento de la diligencia, aspirando el aire fresco del anochecer, viendo desfilar los prados, los bosques, los campos, ascendiendo las colinas, descendiendo a lo hondo de los valles, podría haberme sentido dichoso si no hubiera tenido ante mis ojos la visión de mi Clarisa, con su Magali (la hija pequeña de los dos) en brazos, dirigiendo hacia mí su bella y dulce mirada enternecida por las lágrimas. Veo aún ese cuadro, veo también a tu hermana muy querida, y su velo pequeño y coquetón, y su rostro encantador.
¡Cuántas veces, en mis largas jornadas viajeras, volverá a ver surgir ante mí vuestros tres queridos rostros!
Mañana temprano partimos hacia Saint Gaudens y Montrejean. No temas por nuestra vida animal; en Tolosa hemos tenido la audacia de instalarnos en el hotel más confortable, y creerás que nos han servido un almuerzo suntuoso, con dos servicios, con helados y postre. Sentíame humillado, y lo estoy aún; sin embargo, tenemos lista una excusa para justificar nuestra falta de vergüenza democrática: Tolosa es renombrada por sus pulgas y sus chinches. Escogiendo el hotel de más soberbia apariencia, esperábamos poder librarnos de esa peste de los viajeros, pero por desgracia, mientras te escribo, siento aún esos malditos insectos correr por mis piernas; de cuando en cuando dejo la pluma para rascarme con furia, y en ocasiones me parece percibir algunos puntos negros movibles en mis sábanas. Así también la redomita y el pulverizador insecticida harán su obra. ¡A mí, sílfides aladas que dormíais otrora en el cáliz de las margaritas y que el mágico Vicar ha conservado en sus redomas, de igual manera que Salomón sellaba los genios en las urnas sagradas! ¡Acudid a mí, y poned en fuga a la hedionda caballería de las pulgas y la no menos horrible infantería de las chinches!
¡A tí, a los amigos y a la justicia!
Eliseo
Parece que el mayor peligro que tuvo que afrontar Eliseo no fue el despeñarse por un barranco, sino el de morir desangrado por las vampíricas legiones de pulgas y chinches montañeras. Aunque el bueno de Reclus se lo toma con cierto humor quijotesco. Reclús envía un par de cartas más a su esposa sin mayor importancia histórica, ya que en ellas se hablan más que nada cosas íntimas. También manda recuerdos para sus amigos y le comunica a Clarisa que para responder a sus cartas le escriba a Perpignan, hasta el 3 de septiembre; después a Pamiers (Ariége). Algunos días más tarde escribe a su madre, y aunque la carta sólo tiene como fecha el año, se puede deducir por las anteriores cartas que sería mandada en la primera semana de septiembre apróximadamente.
Sin fecha, París 1861
Mi queridísima madre:
Experimento una gran placer al enviarte mi primera obra literaria: es la reproducción de mis artículos de la Revue des Deux Mondes, considerablemente modificados y aumentados en unas 70 páginas. Deseo vivamente que este libro te agrade; sabes cuán valiosa es para mí tu opinión. Pronto me he de ocupar de otra obra más considerable, un tratado de geografía física en varios volúmenes con láminas y mapas. El editor Hachette (Adolphe Joanne) me ha prometido publicarIa y me ofrece un arreglo después que le haya suministrado el plan de mi libro. (Probablemente se refería a "La Nueva Geografía Universal"). Este trabajo será, según pienso, la obra más seria de mi vida; desde hace diez años reuno materiales y emplearé probablemente varios años en redactarlo.
Toda la familia marcha bien. Pablo comienza a descifrar algunas letras, Magali echa sus primeros dientecitos y trata de pronunciar papá. El embarazo de Noemí no le ocasiona fatiga.
Para ti, querida mamá, y para mi padre, mis cariñosos y más sinceros recuerdos.
Eliseo
Cascada de Seculejo |
Unos días más tarde vuelve a escribir a su compañera ya en plenos Pirineos centrales, desde los famosos Baños de Bigorre. En ella muestra su fascinación por los paisajes pirenáicos y, con humor, se alegra de que ella no pueda verlo hacer el cabra por esos montes y llevarse las manos a la cabeza. También hace una breve referencia al segundo coloso pirenáico, el Posets.
A la señora de Eliseo Reclus; en Sainte-Foy-la Grande
Baréges, viernes noche, sin fecha
Esta es solamente para dar señales de vida. He andado mucho, he visto mucho: glaciares, campos nevados, vallados pedregosos, valles fértiles, selvas de hayas y abetos; y mis ojos están aún fatigados. Mis pies también lo están, aguardo impacientemente poder reposar veinticuatro horas en Bagneres de Bigorre. No podré contarte probablemente jamás todo mi viaje, no lograré describirte todos los bellos espectáculos que admiré, pero deberás saber, querida mía, que he asociado tu recuerdo a todo lo bello que he contemplado. Desde lo alto de la montaña, cuando veíamos la niebla cubrir el valle, semejante a un cielo invertido, exclamaba: ¿Oh, por qué Clarisa no está a mi lado?
Frente a la cascada de Seculejo, cuya enorme masa cae desde mil pies de altura a un lago de un azul admirable, también me decía: ¡No tengo una mano amiga que oprimir entre las mías! Al borde del lago helado, rodeado por los agrietados campos de nieve, sentíame triste por estar solo, y cuando llegamos al pie de la cumbre Posets y vimos erguirse hasta el cielo sus inmensos pastizales, volví a preguntarme: ¿Por qué estoy solo?. A veces sin embargo, lo confieso, ocurre que me felicito calladamente por tu ausencia, y es cuando atravieso un campo de nieve, o cuando salto de piedra en piedra, o cuando camino a lo largo de un pastizal, Sabrás que evito con cuidado marital todo lo que sea peligroso; pero tus ojos no acostumbrados al espectáculo de las montañas podrían ver un peligro allí donde no existe. Entonces es cuando me digo: ¡Qué suerte que mi buena Clarisa no me ve con un telescopio de cien leguas! Por lo demás, ya cumplí la parte más difícil de mi excursión, lo que debe ser para tí motivo de alegría.
En revancha, hay algo que me inquieta. Estoy todo hecho girones. Mis zapatos están innoblemente destalonados; mis pantalones están rotos, de un modo vergonzoso; mi abrigo gastado en forma deshonrosa, tanto que no me atrevo a levantar la vista ante una dama, y en la mesa me siento torpemente, como un pobre vergonzante. Juzga el efecto que produce mi aparición en medio de todos esos elegantes que pululan en las ciudades termales. Por pudor, es preciso que me remiende mis ropas, pues no quiero avergonzarte y ahora, querida amiga permítele a tu fatigado amigo huir hacia el país de los sueños. Es tarde, y después de cuatro días no he descansado más que durante el sueño y en las comidas.
Eliseo.
Poset 3.369 m.s.n.m. |
Todos los que hemos pasado unas cuantas noches al raso tras hacer el cabra durante el día en las cimas, podemos hacernos una idea del aspecto que mostraría Eliseo en aquellos momentos, y más cuando la pausa antes de la siguiente etapa se encuentra en uno de esos sitios turísticos tan caros que existen en el pirineo francés, sólo aptos para burgueses de abultada cartera que miran a uno como si vieran a un fastasma salido del bosque. Tras un par de cartas más sin demasiada importancia para lo que aquí tratamos, Reclus termina su travesía pirenáica y regresa a casa.
Continuará...
Fuentes:
Reclus, Élisée - La anarquía Descargar desde aquí
Ortega Cantero, Nicolás y García Álvarez, Jacobo - La visión de España en la obra de Élisée Reclus Descargar desde aquí
Reclus, Élisée - Correspondencia (1850-1905)
Descargar desde aquí
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